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Capítulo 4 Véalo como una oportunidad

Narra Kilian.

Adolf me mira esperando a que termine de leer el artículo de mi entrevista que había salido hace 3 días, claro que no había tenido tiempo de leer algo tan obvio, el trabajo era más importante que saber lo que dicen de mí una tonta revista que solo quiere saber de mi vida personal. Termino de leer y comienzo a reírme y no porque me pareciera gracioso lo que leía, sino que me parecía una falta de respeto a mi reputación bien cuidada por 10 años. Adolf aparta la vista a otro lado cuando lo observo al terminar la lectura.

— Estuve tres días aguantando periodistas y a mis hermanos junto a mi padre a los cuales no les respondía la llamada y todo eso fue por este estúpido artículo de segunda, ¿Eh? — asiente a lo que digo mirándome con timidez — Llama a Vogui, vamos para allá — me levanto de la silla dándole la revista a Adolf quien la toma y me sigue el paso hacia fuera de la oficina.

Bajamos por el ascensor hasta el estacionamiento subterráneo en donde saco las llaves del carro y entro apenas lo diviso, Adolf entra de copiloto y se pone el cinturón de seguridad rezando por no morir.

— Señor, véalo como una oportunidad — comienzo a calmarme viendo que escribe algo en su teléfono — Si va a Vogui para reclamar y demandar, pida información de la mujer que le hizo la entrevista, ya sabe, donde se hospeda y eso, e intenta llegar a un acuerdo con la señorita Guerrero y así deshacerse de su padre y hermanos cuando vean que no eres… gay, pues — lo miro y no me mira comenzando a rezar.

— Buena solución, Adolf — me mira sorprendido y asiente convencido de lo que dijo. Conduzco hasta la empresa y me estaciono, me bajo sintiendo los pasos de mi secretario y veo a las mujeres verme pasar, claro que son pocos los que conocen mi cara, pero una vez que diga mi nombre, saben que no deben meterse conmigo para nada, si no quieren problemas, claro.

— Bienvenido a Vogui, ¿En qué puedo servirle? — dice una mujer cortésmente pero sin dejar de mirarme de arriba abajo, miro a Adolf y este suspira para acercarse a la rubia a susurrarle algo que hace que su rostro cambie drásticamente — Claro, por aquí — parece nerviosa mostrándonos el camino, entro al lugar en donde muchas empleadas y empleados están viéndome entrar, una morena sale de su oficina para mirarme bien y luego tragar saliva.

— Señor Fritzenwalden… — susurra, entro a su oficina, me siento en la silla, la veo cerrar la puerta y sentarse frente a mí — ¿A qué se le debe el honor de tenerlo aquí? — pregunta sin dejar de mover sus dedos.

— Seré directo, nombre del hotel de la autora del artículo — respondo sin rodeo y directamente, traga saliva — ¿O prefiere una buena demanda en su revista? Sabe muy bien cómo me pongo si no me da lo que ordeno, no quiera tener más problemas conmigo en el futuro, señorita Gómez — asiente y me da un papel, me levanto para luego salir de la oficina, Adolf me sigue hasta salida de la empresa — Lo conseguí — le digo triunfante y feliz como si hace un rato no hubiera amenazado a media empresa.

Adolf me mira y sonríe incomodo, no sé cómo es que aun trabaja para mí después de 10 años.

(…)

Entro al carro molesto después de la pequeña discusión con la señorita Guerrero, pensé que iba a ser pan comido, ¿Quién no quiere estar con alguien tan guapo y millonario como yo?

— ¡Me rechazó por segunda vez! — grito y Adolf niega buscando algo en su tablet.

— Conquístela primero — lo miro y frunzo el ceño.

— No quiero ir en serio con ella, solo la necesito como esposa por unos meses para calmar las aguas con mi señor padre y listo, Adolf, tampoco voy a jugar con ella de esa manera, encima tiene un pollito con ella, ¿Debería rendirme y buscar a alguien más? — pregunto a la nada a pesar de que Adolf está sentado de piloto.

— No estas siendo nada serio para su edad, señor — ruedo los ojos mirando la calle transitada — O puede hacer que la despidan de su trabajo y así de alguna manera, ella regrese a ti como una opción — lo miro bien, asiento un poco convencido. — Pero habiendo tantas mujeres, ¿Por qué la señorita Guerrero? — me pregunta.

Lo pienso un poco y sí me he hecho esa pregunta desde que la vi por primera vez en que la vi en esa sala, me impresionó su belleza que no me di cuenta de que le había pedido matrimonio a una completa extraña pero dejando de lado como me sentí, sería una buena candidata aunque sea una completa extraña.

— No sabes nada de ella, y aun así, quiere casarse con ella cuando hace unas semanas no quería saber nada de mujeres — se queda callado y mira su teléfono para después contestar, me mira tragando saliva — Si, señor — lo observo.

— ¿Mi padre? — pregunto lo más obvio, era claro, lleva 3 días llamándome — Llévame a su casa — ordeno y lo veo encender el motor para después arrancar hacia la mansión de mi niñez.

(…)

Apenas llegando mi padre comienza a discutir cuando voy bajando del carro, no lo escucho mientras voy entrando a la mansión en donde veo a mis dos hermanos sin sus mujeres, me siento en el sillón frente a ellos y padre aparece para sentarse en medio de Kaspar y Káiser.

— Si hubiéramos sabido que eras gay, te entenderíamos — habla Káiser, Kaspar lo mira raro al igual que papá.

— ¡Pero que tonterías dices, Káiser! — grita mi padre, me quedo callado, ya no sé si mi hermano menor se burla o no.

— Me casare… — los tres me miran sorprendido — Con una mujer — suspiran aliviados — De la cual me he enamorado — continuo y miro mi mano — Eso es todo a lo que vine, hasta pronto — me levanto. Salgo de la mansión para luego subir al carro — ¿Llamaste a la revista Vogui? — pregunto a Adolf y asiente, sonrío satisfecho.

— ¿Ahora que harás? — pregunta conduciendo.

— Esperar a que me llame — respondo lo obvio.

2 semanas después.

Observo el teléfono que no ha sonado en días, Adolf me mira con su tablet en mano esperando a que termine y suspiro.

— Han pasado dos semanas, dudo que lo llame, señor, ahora hay que encontrar… — la puerta se abre y ambos volteamos a mirar a la señorita Guerrero y tras de ella un guardia.

— Déjala — digo levantándome de mi silla, entra y Adolf se retira dejándonos a solas en mi oficina.

— ¿Dónde tengo que firmar? — pregunta y sonrío un poco — Realmente te encanta jugar sucio — se sienta cruzándose de brazos al igual que se cruza de piernas para mirarme molesta.

— Sabía que vendrías — me mira y con solo hacer eso me encanta de una vez — Aquí está el contrato, te propondré matrimonio en una reunión intima en la mansión de mi padre y luego de un mes, nos casaremos, el contrato durara 2 años a partir del momento en el que nos casemos — mira el contrato que he puesto en el escritorio y comienza a leer.

— ¿Le dará el apellido a mi hijo? — pregunta levantando su mirada del contrato y asiento.

— Si es lo que quieres, puedo hacerlo, veo que viniste con un propósito en mente — asiente tomando un lapicero del escritorio y firma al terminar su lectura.

— Espero que no estar equivocándome con usted, señor Fritzenwalden — le sonrío.

— No te preocupes, tenemos tiempo para conocernos, cariño — entiendo mi mano — Ahora dame tu teléfono — lo saca extrañada de su bolso y lo tomo anotando mi número de teléfono y luego hago lo mismo con mi teléfono — Ahora puedes llamarme para cualquier cosa, será mejor que te prepares, serás presentada ante la sociedad — me siento regresándole el teléfono.

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