Cada día, Flor se preguntaba qué había pasado aquella noche, cómo era posible que Manuel, con toda su experiencia, no hubiera logrado salir. Ese enigma la consumía. Un día, Luis, el compañero al que Manuel salvó, decidió visitarla. Traía en la mirada el peso de lo vivido y la culpa. Se sentó frente a ella y empezó a contar lo que había sucedido.
—Esa noche, Flor, cuando sonó la alarma, algo en mí supo que no sería como otras veces. Nos preparamos como siempre, subimos al camión en silencio, pero sentía un presentimiento extraño. Recordaba a mi familia, la cena de Nochebuena, y no podía evitar un miedo que me erizaba la piel. Luis cerró los ojos un instante, recordando cada detalle, cada instante de aquella noche que había cambiado su vida para siempre. —Al llegar al hotel, vimos que el fuego avanzaba a un ritmo aterrador. Había gente atrapada adentro, y Manuel, sin dudarlo, decidió entrar. A pesar del riesgo, él fue el primero en lanzarse, con esa determinación que siempre tenía para salvar vidas. Se abrió paso entre las llamas, guiando a los que estaban atrapados, ayudando a cada uno a salir. Flor escuchaba en silencio, sus ojos fijos en los de Luis, buscando entender cómo su esposo había llegado a esos extremos. —La situación empeoró cuando descubrimos un auto lleno de fuegos artificiales abandonado cerca de la entrada. Los jóvenes que habían causado el incendio se habían marchado sin advertirnos. Manuel se dio cuenta del peligro y me advirtió. Pero antes de que pudiéramos hacer algo, una de las ruedas comenzó a arder y, en un instante, el auto explotó. Manuel, sin pensarlo dos veces, me empujó fuera del alcance de la explosión. Usó su propio cuerpo para cubrirme. Yo intenté regresar por él, pero me detuvo y me dijo que tenía que salir, que ellos me necesitaban allá afuera. Luis hizo una pausa, su voz temblaba. No podía evitar revivir ese último momento en el que Manuel lo miró, como un hermano mayor que, incluso en medio del peligro, se aseguraba de proteger a quienes amaba. —Lo vi luchando, Flor —continuó Luis—. Vi cómo enfrentaba las llamas, cómo trataba de abrirse paso entre el fuego. Estaba decidido a que nadie más saliera lastimado. Lo vi agotarse, lo vi dándolo todo, a pesar de saber que su propio tiempo se agotaba. Vi su valentía, su entrega… lo vi quedarse para salvarnos, aunque eso significaba perderlo todo. Flor contuvo las lágrimas mientras Luis intentaba controlar su voz para terminar su relato. —Cuando por fin lograron sacarlo, ya estaba gravemente herido. La ambulancia llegó, y yo lo acompañé hasta que lo subieron a la camilla. Antes de perder el conocimiento, intentó decirme algo, me tomó la mano con una fuerza que me dejó sin palabras, como si quisiera hacerme entender que no debía cargar con esa culpa. Pero no puedo evitar pensar que fui yo quien debió quedarse. Luis bajó la mirada, luchando con la culpa que lo devoraba por dentro. —Durante el camino en la ambulancia, una lluvia intensa comenzó a caer sobre el pueblo. La misma lluvia que tanto esperábamos aquella noche llegó cuando todo había terminado. A través de la ventana, vi las gotas que lavaban las cenizas del incendio, como si el cielo llorara por todo lo que perdimos. La voz de Luis se quebró, consciente de que, aunque la lluvia hubiera extinguido las últimas brasas, nada borraría el sacrificio de Manuel. —Manuel murió para salvarnos, Flor. Lo único que puedo hacer ahora es honrar su sacrificio y vivir de una manera que lo enorgullezca, aunque sé que esta culpa no se irá.Capitulo 6 Hora de volver El invierno se fue con lentitud y cada amanecer parecía arrastrar consigo una nostalgia incontenible. Al acercarse el primer aniversario del fallecimiento de Manuel, el aire en el pueblo se volvió más denso, como si cada persona cargara con una parte del recuerdo y la pérdida. Flor, con la ayuda de su familia y amigos, había pasado el último año refugiada en el amor de su pequeño Dylan y en el apoyo incondicional de sus padres, quienes no la dejaron sola ni un instante. Julia y Ricardo permanecieron cerca, al igual que sus amigos, todos unidos en un intento de aliviarle el peso de su pena.La maestra Sabrina cada día,ayudaba a Flor con Dylan, permitiéndole encontrar pequeños momentos de calma. Con paciencia, la acompañó en los días grises, recordándole que, aunque Manuel no estaba físicamente, su espíritu siempre la rodeaba. Sabrina había asumido el rol de Flor en la escuela, permitiéndole tomarse el tiempo necesario para procesar su duelo.Finalmente, lleg
Capítulo 7 El Nuevo Director El primer día de clases con Gabriel Ferrer como nuevo director llegó acompañado de una atmósfera tensa en la escuela. Apenas pasaban de las siete de la mañana cuando el portón se abrió y la figura de un hombre alto y serio cruzó la entrada. Su rostro era severo, como si las dificultades no hubieran hecho más que reforzar su determinación. Sin embargo, aquellos que observaban con atención podían notar algo de tristeza en sus ojos, una sombra que parecía colarse en su mirada. Las auxiliares, reunidas en el pasillo, murmuraban entre ellas. No sabían mucho de Gabriel Ferrer, solo que venía a ocupar el puesto que había dejado Ricardo y que, por alguna razón, su llegada había despertado curiosidad en el pueblo. Entre los susurros surgió una duda: ¿por qué el nuevo director no se alojaría en la casa destinada al cargo, como siempre había sido? Gabriel avanzó por los pasillos, recorriendo cada rincón en silencio. Su expresión permanecía impasible, pero sus o
Capítulo 8 Conociendo a Flor Cuando le ofrecieron el puesto de director en la escuela del pueblo, no dudó en aceptar. En este lugar apartado de la ciudad, lejos de la influencia de Rosa, veía una oportunidad para empezar de nuevo y trabajar en la estabilidad que su abogado le había sugerido como el único camino para recuperar a su hija. Pero el dolor de la pérdida seguía presente y aunque serio y reservado, cualquiera que le hablara de su hija notaría que, al mencionarla, algo en él se iluminaba.Fue en su primer día en la escuela que conoció a Flor, una de las maestras del plantel. Flor era amable y vivaz, alguien que, en otro contexto, Gabriel probablemente hubiera encontrado fácil de tratar. Sin embargo, él mantenía una distancia prudente, presentándose de forma formal y reservada.– Me alegra conocerlo, Gabriel –dijo Flor con una sonrisa cálida–. Nos han hablado muy bien de usted.Gabriel asintió, agradecido por el recibimiento, aunque sin dejarse ver demasiado afectuoso. Mantení
En ese momento, la vi. Flor venía por el mismo camino, cargando a Dylan en brazos. Cuando nuestras miradas se cruzaron, compartimos una sonrisa cómplice, una de esas que no necesita palabras. Ella también estaba lidiando con el mismo dilema. —No tengo dónde dejar a Dylan hoy —dijo con un tono de apuro y un toque de preocupación. Sin saber bien por qué, sentí una confianza inmediata hacia ella. Le pregunté por su esposo, tal vez buscando conocerla mejor para comprender la conexión que sentía. Entonces, sus ojos se llenaron de lágrimas, y su voz, temblorosa, confesó que había perdido a su esposo hacía un año y dos meses. Compartimos un silencio lleno de entendimiento y, sin pensarlo, la abracé. A través de ese abrazo, ambos compartimos una fracción de nuestro dolor. —Lo siento —murmuré—. Mi esposa murió el día que Florencia nació. La tristeza en su mirada reflejaba la mía. Ambos habíamos sido marcados por la misma tragedia, y, de alguna manera, eso nos unía. Decidimos, casi sin disc
El cumpleaños de los niños Las semanas que Florencia pasó con Gabriel fueron un respiro inesperado en su vida. Durante esos quince días de vacaciones, se permitió dejar atrás el peso constante de la ausencia de Andrea y centrarse en el presente ,su hija. Florencia había llegado con su sonrisa radiante, su maleta cargada de vestidos coloridos y esa energía inagotable que contagiaba a todos a su alrededor.Por primera vez desde que Andrea partió, Gabriel encontró alegría en la cotidianidad.Pasaron horas en el parque, jugando con Dylan y disfrutando de pequeñas aventuras que se sentían como grandes triunfos. La primera semana, Florencia a su corta edad había insistido en hacer una “merienda especial” para Flor y Dylan ya que en el taller de cocina, ella había ayudado a hacer galletas a la maestra Sabrina y a Flor con la ayuda de la cocinera por supuesto ,pero está vez ,no había nadie que ayude a Gabriel e hicieron su mayor esfuerzo, quienes llegaron con una bandeja de galletas que hab
Capítulo 11Veo como sufre Las semanas que pasé con Gabriel y Florencia fueron un torbellino de emociones. Cada día estaba lleno de pequeños momentos que oscilaban entre la alegría más genuina y la reflexión más profunda. Nos reuníamos en torno a las risas de Florencia y Dylan, que corrían por la casa como si el mundo no tuviera preocupaciones. Los cuentos antes de dormir y las cenas improvisadas terminaban siendo más divertidas que perfectas, pero aunque había instantes de felicidad, la sombra del pasado seguía presente. No importaba cuánto tratáramos de ignorarla; siempre estaba ahí, susurrando silenciosamente entre nosotros.Gabriel, a pesar de todo su esfuerzo por mantenerse fuerte, estaba roto. Lo veía en la forma en que su mirada se perdía cada vez que alguien mencionaba a Andrea, en cómo su voz temblaba al hablar del futuro de Florencia. La culpa lo consumía, como si estuviera convencido de que, sin importar cuánto hiciera, nunca sería suficiente como padre. Pero esa culpa no
Capítulo 12 Una Fuerza DespiertaFlor miraba desde la ventana cómo Gabriel jugaba con Florencia y Dylan en el jardín. Las risas de los niños se elevaban hacia el cielo como si quisieran desafiar cualquier tristeza. Pero los ojos de Gabriel, aunque amables, no podían esconder el peso que llevaba encima. Había algo en su postura, en su sonrisa que parecía forzada, que le dolía a Flor más de lo que podía admitir. Era como si su propia tranquilidad dependiera de verlo bien, de asegurarse de que nadie más le rompiera.Rosa había vuelto a llamar esa mañana, con el mismo tono de reproche y esa intención velada de arrebatar a Florencia de los brazos de su padre. Flor había oído la conversación desde la cocina, mientras Gabriel trataba de mantener la calma, aunque sus manos temblaban sobre el teléfono.Cuando colgó, él se había quedado inmóvil, mirando hacia la mesa, como si todo el aire del mundo se hubiera ido de golpe. Y Flor, desde la distancia, había sentido algo nuevo encenderse en su i
Capítulo 13 Determinación en la DesesperaciónGabriel caminaba por los pasillos de la escuela con la mandíbula apretada y los puños cerrados. Cada paso resonaba como un eco en su mente, mezclándose con sus propios pensamientos. "No puedo perderla. No puedo." La desesperación se aferraba a él como una segunda piel.Al entrar a la oficina donde lo esperaba Javier, su abogado, sintió que la presión en su pecho aumentaba. Había llegado el momento de hablar en serio, de encontrar una solución definitiva. No podía permitir que la vida vacía, superficial y fría que Andrea había descrito tantas veces en su niñez, se convirtiera en el destino de Florencia.Andrea le había contado cómo su madre, Rosa, siempre elegía todo menos a ella. Había sido criada por niñeras, con regalos que intentaban llenar el vacío de un amor ausente. "No quiero eso para Florencia, Gabo," recordaba que Andrea le decía. Esa frase lo perseguía ahora. "No quiero eso para Florencia."—¿Cómo va todo, Gabriel? —preguntó Jav