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9 La conexión con Flor

En ese momento, la vi. Flor venía por el mismo camino, cargando a Dylan en brazos. Cuando nuestras miradas se cruzaron, compartimos una sonrisa cómplice, una de esas que no necesita palabras. Ella también estaba lidiando con el mismo dilema.

—No tengo dónde dejar a Dylan hoy —dijo con un tono de apuro y un toque de preocupación.

Sin saber bien por qué, sentí una confianza inmediata hacia ella. Le pregunté por su esposo, tal vez buscando conocerla mejor para comprender la conexión que sentía. Entonces, sus ojos se llenaron de lágrimas, y su voz, temblorosa, confesó que había perdido a su esposo hacía un año y dos meses. Compartimos un silencio lleno de entendimiento y, sin pensarlo, la abracé. A través de ese abrazo, ambos compartimos una fracción de nuestro dolor.

—Lo siento —murmuré—. Mi esposa murió el día que Florencia nació.

La tristeza en su mirada reflejaba la mía. Ambos habíamos sido marcados por la misma tragedia, y, de alguna manera, eso nos unía. Decidimos, casi sin discutirlo, llevar a nuestros hijos a la escuela juntos, enfrentando la situación con una extraña sensación de fortaleza compartida.

Durante el día, mientras Dylan y Florencia jugaban y reían juntos, me sorprendía la facilidad con la que Flor y yo trabajábamos en equipo. La observé mientras cuidaba de los niños, y me sentí agradecido por su compañía. Después de la comida, Florencia comenzó a llorar y, de forma instintiva, Flor la tomó en brazos, intentando consolarla. Sin pensarlo, Florencia buscó su pecho, y Flor, sonrojada, me miró, tratando de disculparse.

—Lo siento —dijo, avergonzada—. No sé qué pasó… pensé que estaba acostumbrada a la mamadera.

Sonreí, sin saber bien cómo responder, pero le aseguré que estaba bien. Florencia, por su parte, se sentía tranquila y segura en los brazos de Flor, como si allí encontrara algo que le faltaba. Aquella escena trajo a mi mente los comentarios de mi suegra, susurros de que tal vez Florencia necesitaba algo que yo no podía darle. Sin embargo, la ternura y la naturalidad de Flor me ayudaron a sobrellevar la mezcla de sentimientos encontrados.

Pasamos esos días trabajando juntos, turnándonos para cuidar de nuestros hijos. Ellos parecían disfrutar de nuestra compañía, y cada vez que los veía jugar juntos, sentía que algo especial crecía entre nosotros. Cuando la guardería finalmente reabrió, nuestros caminos se separaron, pero algo había cambiado. Un simple cruce de miradas al pasar era suficiente para entendernos, para sentir que no estábamos tan solos.

Al pensar en esos días, comprendí que a veces la vida nos pone en el camino de personas que necesitamos, aunque no lo sepamos al principio. Flor y yo éramos dos almas heridas, tratando de reconstruirse, y en nuestra compañía hallamos consuelo. Quizás no sabíamos a dónde nos llevaría esto, pero mientras avanzáramos, lo haríamos juntos.

Nunca imaginé que aquella conexión fuera tan grande para mi hija y para mí donde comenzaría de esa manera su presencia me traía una paz inmensa, y el cuidado de mi hija era más llevadero . Recordé las palabras de mi abogado: debía asegurarme de dejar a Florencia en una institución si yo no podía estar con ella. Pero ahora con Flor se me hacía más fácil todo ,

Los niños se divertían ,la pasaban bien y nosotros también ,mi vida era más llevadera desde que Flor y Dylan están en nuestras vidas .

Sentí el peso de la incertidumbre y empecé a preguntarme cómo iba a manejar mi trabajo mientras cuidaba de mi hija. pero con Flor a mí lado todo se hacía mucho más ameno ,me sentía a gusto ,me sentía bien .

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