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10 El cumpleaños de los niños

El cumpleaños de los niños

Las semanas que Florencia pasó con Gabriel fueron un respiro inesperado en su vida. Durante esos quince días de vacaciones, se permitió dejar atrás el peso constante de la ausencia de Andrea y centrarse en el presente ,su hija. Florencia había llegado con su sonrisa radiante, su maleta cargada de vestidos coloridos y esa energía inagotable que contagiaba a todos a su alrededor.

Por primera vez desde que Andrea partió, Gabriel encontró alegría en la cotidianidad.

Pasaron horas en el parque, jugando con Dylan y disfrutando de pequeñas aventuras que se sentían como grandes triunfos.

La primera semana, Florencia a su corta edad había insistido en hacer una “merienda especial” para Flor y Dylan ya que en el taller de cocina, ella había ayudado a hacer galletas a la maestra Sabrina y a Flor con la ayuda de la cocinera por supuesto ,pero está vez ,no había nadie que ayude a Gabriel e hicieron su mayor esfuerzo, quienes llegaron con una bandeja de galletas que habían horneado juntos.

Flor reía al ver las galletas desiguales cubiertas con glaseado demasiado espeso, pero alabó el esfuerzo, logrando que Gabriel sonriera con esa mezcla de orgullo y timidez que ella comenzaba a reconocer en él.

El hombre frío y serio que llego se estaba descongelando .

Una tarde, mientras los niños jugaban en el jardín, Gabriel y Flor se quedaron a un lado, observándolos.

El silencio entre ellos ya no era incómodo ; se había transformado en una pausa tranquila que los reconfortaba. Gabriel tomó un sorbo de café, suspirando .

—¿Sabes? —dijo de repente, rompiendo el silencio—. A veces pienso que todo sería más fácil si Rosa... no sé, naufragara en una isla desierta y nunca la encontraran .

Flor, que estaba acomodando unas servilletas , levantó la cabeza y lo miró con una mezcla de sorpresa y diversión .

—¿En serio? ¿Eso es lo que deseas para tu exsuegra? —preguntó, tratando de contener la risa.

Gabriel se encogió de hombros , esbozando una sonrisa que rara vez mostraba .

—Bueno, no es que se lo desee, exactamente... pero no puedo evitar imaginarlo. Sería un descanso, ¿no crees? Un poco de paz para mí y sobre todo, para Florencia.

Flor estalló en carcajadas . La idea de Rosa, con su actitud severa e implacable , varada en una isla desierta y lejos de todos , era tan absurda como hilarante.

Gabriel se contagió de su risa , y por un momento, el dolor constante que llevaba en el pecho se desvaneció . Las risas de ambos resonaron en el salón vacío , llenándolo de una calidez inesperada.

—Eres un caso perdido, Gabriel Ferrer —dijo Flor, secándose las lágrimas de tanto reír—. Pero gracias por esto . No recuerdo la última vez que me reí así.

Gabriel se quedó mirándola , agradecido. En medio de su dolor , Flor se había convertido en un refugio, en alguien que entendía su tristeza sin necesidad de explicarla .

Dos meses han pasado desde que Florencia tuvo que volver con su abuela , ese día para Gabriel fue como si volviera el peso a sus hombros , recordaba las veces que Rosa le decía a Andy "Ya deja a ese simple maestro , no te dará nada en este vida " siempre despreciando lo sin saber todo el esfuerzo que hizo él y su madre para llegar a graduarse . Le dolía pero en verdad No pudo darle nada a Andy porque cuando logró un cargo mejor ella partio sin siquiera despedirse . Sus últimas palabras en el parto fueron "Gabriel serás un gran padre , gracias por permitirme ser tu compañera de vida y ser la madre de Florencia ,te amo " su risa calida y su cara cansada por el agotador trabajo de parto fue la última vez que la vio despierta ,nunca pensé que me dejaría y que él permitiera que eso pasará¿Como, no se dio cuenta, que estaba muriendo en ese momento? ¿Cuan culpable soy yo, por su muerte ? se repetirá siempre en la soledad que era su vida . Desde que llegó al pueblo solo la gente de escuela, Flor y Dylan era su compania .

Estaba conociendo a la gente del pueblo y lo respetaban .

Ayudaba en las clases de gimnasia y ayudaba en las refacciones en la escuela. Recuerda un día que quiso arreglar un enchufe de su oficina pero se equivocó de cable y hizo quedar sin luz a toda la escuela , las maestras y auxiliares no sabían que había pasado hasta que ,salió él con el cable en la mano y los pelos erizados , fue muy gracioso porque todos se rieron pero peligroso. Hay supo que no servía para electricista .je je .

Cuando llegó el día del cumpleaños, Gabriel estaba dividido entre el entusiasmo y la tristeza. Sabía que Florencia estaba emocionada por la fiesta, pero para él, esa fecha siempre estaría marcada por la pérdida de Andrea.

Sin embargo, Flor había insistido en que celebraran juntos el cumpleaños de los niños, y Gabriel finalmente aceptó, aunque con ciertas reservas.

La escuela estaba decorada con globos y guirnaldas en tonos coloridos , Gabriel y Flor habían pasado horas organizando el salón , colgando carteles y arreglando las mesas.

Los niños corrían de un lado a otro, mientras los adultos compartían anécdotas y se encargaban de los últimos detalles.

Gabriel no podía evitar sentirse conmovido al ver a Florencia y Dylan, tan unidos como si fueran hermanos . Habían pasado semanas creando un vínculo especial y su alegría era contagiosa.

Flor, mientras tanto, supervisaba la mesa de dulces , asegurándose de que todo estuviera perfecto . Cuando Gabriel se acercó para ayudar, Flor lo miró con una sonrisa tranquila .

—¿Nervioso? —preguntó, entregándole un paquete de servilletas.

Gabriel asintió.

—Un poco . Siempre pensé que este día sería diferente , que lo celebraría con Andy a mi lado...

Flor le puso una mano en el brazo, un gesto que se había vuelto habitual entre ellos .

—Sé que es difícil, Gabriel.

Pero hoy estás aquí, haciendo esto por Florencia. Eso es lo que importa.

Él le devolvió la sonrisa, aunque sus ojos todavía reflejaban un destello de melancolía .

La fiesta transcurrió entre risas y juegos. Los niños soplaron las velas al unísono, mientras los adultos cantaban con entusiasmo. Florencia corrió hacia su padre, tomándolo de la mano para que cortara la torta con ella. A su lado, Dylan hacía lo mismo con Flor, quien se agachó para ayudarlo con el cuchillo. Fue un momento sencillo, pero para Gabriel, significaba mucho más de lo que las palabras podían expresar.

Sin embargo, la tranquilidad se rompió al final de la tarde, cuando Rosa, la madre de Andrea, irrumpió en el salón. Su presencia era como una ráfaga de viento helado y su mirada, dirigida a Gabriel, estaba cargada de reproche.

—¿Así que esto es lo que haces mientras mi hija está enterrada bajo tierra , por tu culpa ? —dijo Rosa, su voz temblando de ira—. Una fiesta, como si nada hubiera pasado. Qué falta de respeto, Gabriel.!

Las palabras de Rosa atravesaron a Gabriel como un cuchillo. Por un momento, el bullicio de la fiesta se apagó en su mente. Los recuerdos de Andrea, de sus últimos días juntos, regresaron con una fuerza abrumadora. Pero esta vez, algo en él se negó a ceder ante la culpa.

Antes de que pudiera responder, Flor intervino, avanzando con paso firme.

—Con todo respeto, señora Rosa, creo que Gabriel está haciendo lo mejor que puede por su hija. Hoy no se trata de olvidar a Andrea, sino de celebrar la vida de Florencia .

Rosa la miró con desdén, como si su sola presencia fuera una afrenta.

—¿Y usted quién se cree para opinar? Apenas la conozco, pero ya veo que es parte de esto... —dijo, señalando la decoración y la mesa de dulces como si fueran pruebas de un crimen .

Flor respiró hondo, intentando mantener la compostura. Gabriel, en cambio, dio un paso al frente.

—Basta, Rosa. No estoy dispuesto a seguir escuchando esto. Florencia es mi prioridad y si no puedes respetar eso, mejor será que te marches.

Rosa lo miró con una mezcla de sorpresa y furia. Parecía querer responder, pero algo en la firmeza de Gabriel la detuvo. Finalmente, dio media vuelta y salió del salón, murmurando algo que nadie alcanzó a entender.

Flor lo observó, impresionada por su reacción.

—No sé si fue lo más prudente, pero debo admitir que fue valiente —dijo, esbozando una leve sonrisa.

Gabriel soltó un suspiro, cansado.

—Ya no puedo permitir que siga interfiriendo en mi vida, Flor. Ni en la de Florencia. Esto tiene que cambiar.

Flor asintió, tocando su brazo en señal de apoyo.

—No estás solo en esto, Gabriel. Tienes a tu hija, a Dylan... y también me tienes a mí.

Él la miró, sorprendido por la sinceridad en sus palabras. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que tal vez no estaba tan solo como pensaba. Tal vez, después de todo, había esperanza para él y su pequeña familia .

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