Capítulo 11Veo como sufre Las semanas que pasé con Gabriel y Florencia fueron un torbellino de emociones. Cada día estaba lleno de pequeños momentos que oscilaban entre la alegría más genuina y la reflexión más profunda. Nos reuníamos en torno a las risas de Florencia y Dylan, que corrían por la casa como si el mundo no tuviera preocupaciones. Los cuentos antes de dormir y las cenas improvisadas terminaban siendo más divertidas que perfectas, pero aunque había instantes de felicidad, la sombra del pasado seguía presente. No importaba cuánto tratáramos de ignorarla; siempre estaba ahí, susurrando silenciosamente entre nosotros.Gabriel, a pesar de todo su esfuerzo por mantenerse fuerte, estaba roto. Lo veía en la forma en que su mirada se perdía cada vez que alguien mencionaba a Andrea, en cómo su voz temblaba al hablar del futuro de Florencia. La culpa lo consumía, como si estuviera convencido de que, sin importar cuánto hiciera, nunca sería suficiente como padre. Pero esa culpa no
Capítulo 12 Una Fuerza DespiertaFlor miraba desde la ventana cómo Gabriel jugaba con Florencia y Dylan en el jardín. Las risas de los niños se elevaban hacia el cielo como si quisieran desafiar cualquier tristeza. Pero los ojos de Gabriel, aunque amables, no podían esconder el peso que llevaba encima. Había algo en su postura, en su sonrisa que parecía forzada, que le dolía a Flor más de lo que podía admitir. Era como si su propia tranquilidad dependiera de verlo bien, de asegurarse de que nadie más le rompiera.Rosa había vuelto a llamar esa mañana, con el mismo tono de reproche y esa intención velada de arrebatar a Florencia de los brazos de su padre. Flor había oído la conversación desde la cocina, mientras Gabriel trataba de mantener la calma, aunque sus manos temblaban sobre el teléfono.Cuando colgó, él se había quedado inmóvil, mirando hacia la mesa, como si todo el aire del mundo se hubiera ido de golpe. Y Flor, desde la distancia, había sentido algo nuevo encenderse en su i
Capítulo 13 Determinación en la DesesperaciónGabriel caminaba por los pasillos de la escuela con la mandíbula apretada y los puños cerrados. Cada paso resonaba como un eco en su mente, mezclándose con sus propios pensamientos. "No puedo perderla. No puedo." La desesperación se aferraba a él como una segunda piel.Al entrar a la oficina donde lo esperaba Javier, su abogado, sintió que la presión en su pecho aumentaba. Había llegado el momento de hablar en serio, de encontrar una solución definitiva. No podía permitir que la vida vacía, superficial y fría que Andrea había descrito tantas veces en su niñez, se convirtiera en el destino de Florencia.Andrea le había contado cómo su madre, Rosa, siempre elegía todo menos a ella. Había sido criada por niñeras, con regalos que intentaban llenar el vacío de un amor ausente. "No quiero eso para Florencia, Gabo," recordaba que Andrea le decía. Esa frase lo perseguía ahora. "No quiero eso para Florencia."—¿Cómo va todo, Gabriel? —preguntó Jav
El Plan de FlorFlor estaba en el pasillo de la escuela, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Las palabras del abogado resonaban en su mente como un eco constante: "Tienes que casarte para demostrar estabilidad." Sabía que Gabriel estaba en una lucha constante, enfrentándose no solo a Rosa, sino también a un sistema que parecía no comprender cuánto amaba a su hija. Pero lo que más la impactó fue la respuesta que él había dado: podía casarse con cualquier mujer, cualquier persona que lo ayudara a recuperar a Florencia, pero no lo hacía. No porque no quisiera a su hija, sino porque sentía que estaría traicionando a Andrea.Flor cerró los ojos un momento y se apoyó contra la pared. Su mente volaba hacia Manuel. Muchas noches le hablaba en silencio, buscando consuelo en su recuerdo. Ahora más que nunca sentía que él, de alguna manera, le estaba enviando un mensaje. Era como si las piezas del rompecabezas se estuvieran acomodando solas: Gabriel, Florencia, Dylan… todo apuntaba h
Capítulo: El Juego Apenas ComienzaEra viernes por la mañana, y el día comenzaba con su rutina habitual. Gabriel y Flor habían dejado a Dylan y a Florencia en sus actividades escolares. Ambos intentaban mantener la calma, conscientes de que estaban dando los primeros pasos en un plan que, aunque improvisado, debía ejecutarse con precisión. Mientras caminaban hacia el auto, Gabriel propuso hacer una breve parada en el hotel del centro.—Tengo que recoger unos documentos que me dejó un cliente. No tomará más de cinco minutos —dijo ajustándose la chaqueta.Flor asintió con naturalidad. —Está bien, no tengo prisa.El trayecto hasta el hotel fue tranquilo. La complicidad entre ambos, aunque reciente, comenzaba a sentirse más fluida. El ambiente cambió en cuanto cruzaron el lobby. Gabriel se tensó al instante, y Flor, al notar su reacción, miró hacia donde él dirigía su atención. Allí estaba Rosa, de pie junto a la recepción, impecable como siempre. Su porte denotaba autoridad y una pizca d
Un Encuentro Inesperado Flor dejó escapar un suspiro mientras terminaba de acomodar los juguetes de Dylan y Florencia en la sala. Los niños ya estaban dormidos, y el silencio de la noche le daba la oportunidad de procesar lo ocurrido horas atrás. Su mente regresó al lobby del hotel, donde había tenido que enfrentarse a Rosa, esa mujer que parecía empeñada en enredarles la vida. Gabriel había propuesto pasar por el hotel antes de llevar a los niños a la guardería. Era un simple desvío para recoger unos documentos, pero Flor no había anticipado que ese "simple desvío" acabaría poniéndola en una situación tan incómoda. El momento estaba grabado en su mente con claridad. Rosa, de pie junto al mostrador de recepción, con ese porte que siempre parecía diseñado para intimidar. Su cabello perfectamente peinado, su ropa impecable, y esa mirada que la recorría de pies a cabeza, como si fuera una amenaza o una competencia. Flor sabía que Rosa nunca aceptaría que alguien más formara parte de
Capitulo 17 Una declaración inesperadaEl sol de la tarde iluminaba tenuemente la calle principal del barrio.Gabriel salió de la farmacia con Florencia en brazos, mientras ella jugueteaba con las puntas de su cabello, ajena al torbellino de emociones que lo acompañaba. Habían pasado seis días desde aquel enfrentamiento con Rosa, la abuela de Florencia, y aunque la situación seguía siendo incómoda, él se esforzaba por mantener la calma.Yo caminaba a unos metros de distancia, observando la escena con cierto nerviosismo.Mi cumpleaños era mañana, y estaba planeando un fin de semana con mis padres y amigos en casa. Sin embargo, lo que realmente me inquietaba era cómo recibirían la noticia de que Gabriel y Florencia estaban viviendo conmigo.Había intentado justificarlo diciendo que solo estaba ayudando a Gabriel a recuperar a su hija, pero la verdad era más complicada.No era solo ayuda. Los quería. Los necesitaba en mi vida.Mientras me acercaba, vi cómo Rosa se plantaba frente a Gabr
Esa mañana, Gabriel se levantó temprano. Preparó el desayuno con cuidado, recordando pequeños detalles que había oído de Flor, como su café con leche y tostadas con un toque de mermelada de durazno. Los niños también tuvieron su yogurt con cereales y frutas. Cuando Flor apareció en la cocina y lo vio, sus ojos reflejaron una mezcla de sorpresa y gratitud.—¿Todo esto lo hiciste tú? —preguntó, apoyándose en el marco de la puerta.—No es gran cosa. Solo quería que tuvieras un buen inicio de día —respondió Gabriel, tratando de sonar casual, aunque su voz lo traicionó con un leve temblor.Por un momento, sus miradas se encontraron. Gabriel sintió algo cálido en su pecho, algo que hacía mucho no sentía.El desayuno fue perfecto. Tranquilo. Casi mágico. Por un rato, todo parecía estar en su lugar. Los niños reían mientras inventaban historias sobre los trozos de fruta en su plato. Flor se reía, relajada. Gabriel se preguntó si algún día podría verla así siempre: sin cargas, sin preocupacion