8. Catalina

Tano:

Había llegado a la oficina, luego del incidente en servicios familiares. Quedé en una cita con la tronchatoro y, esta vez no llevaría a la niña y menos a Raquelita.

Pará mí fortuna, estaba pálido y me miraba espantoso, cuando gire la vista hacia la derecha, estaba ella ahí.

Esa colombiana de cabellos azabache, blanca como la nieve y ojos verdes casi grises, sus labios carnosos color rosa y esa mirada imponente me habían hecho recordar inmediatamente la madrugada en esa playa majestuosa y la resaca de ese mismo día, andando la llegada de María E el día siguiente.

Ella no me vio, así que pase de largo junto con Raquel y la bolita de azúcar qué con todo se reía.

—Tano, debo de empezar a entrevistar a las chicas, tu padre se encuentra en la planta viendo unos ensambles que se animo a probar—Dijo Raquel, entregándome a la bebé en brazos.

La pequeña pelusa estaba muy sonriente, la cargue y bese su cabeza. Eso me había hecho sentir miserable, era tanto el miedo que tenía de fracasar co
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