12. Sólo soy tuyo

Tano:

Inmediatamente tome a Catalina de la mano, fuimos huyendo hacia casa, no podía dejar que el bodoque con patitas estuviera llorando, tenía miedo, eso siempre reinaba en mí. Me estaba volviendo loco al volante, pero Catalina me tranquilizó dándome un beso en la mejilla.

No podía ser algo normal que me e cariñara tan pronto con un ser que había llegado de la nada a mi vida. Y menos, de una chica que era un poco más joven que yo.

—Hazme el favor de llamar a Raquelita y pregúntale como sigue la pelota.

—¿La pelota?

—Así le digo a María E, es un mote chulo

—Chulo no es, pero bueno.

Ella llamo a Raquel quien de inmediato respondió la llamada, mientras que María Elvira seguía gritando a horrores.

—Tano, cántale—Dijo Catalina, mientras que me veía con pena.

Mi cara lo expresaba todo y eso me ponía mal, el solo hecho de escuchar llorando a mi hija, me desgarraba.

—¿Yo, cantar?

—Si Tano sin miedo, canta así como me cantaste en Santa Marta—expresó la pelinegra preciosa.

Contemplándo
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