Aunque el sueño se estaba apoderando de Lia, no pudo evitar abrir la boca ante la impresión cuando sus pies se bajaron del auto que las recogió en el aeropuerto enviado por el hotel. Ambas tenían una especie de bufanda que improvisaron con ayuda de las azafatas, para elaborar una especie de Hiyab en sus cabezas, nadie que pisara el suelo de Arabia Saudita podía entrar sin este atuendo.
Este país en exclusivo era uno de los más rígidos de los países árabes, allí mismo donde se encontraba la meca, y para los creyentes consideraban un lugar sagrado.
Debían ser al menos las siete de la mañana en Inglaterra, y por lo que investigó Lia, ahora mismo en Riad eran las nueve de la mañana. Dos horas de diferencia.
El hotel que estaba en su frente era una exageración de lujo. Ahora mismo no entendía cómo pudieron pagarle a Mila su estadía aquí, y además permitieran llevar un acompañante. El estremecimiento de vergüenza la arropó al instante cruzándose de brazos sin dar un solo paso más.
—Esto es…
—Precioso —terminó su amiga con una sonrisa, mientras observaron como varias personas venían a recibirla—. He estado en varios lugares del mundo, y definitivamente el mundo árabe es ostentoso.
Lia se giró a ella sin tener palabras para corresponderle, hasta que dos hombres le dieron la bienvenida instándolas a que entraran para ser atendidas dentro de las instalaciones.
—Buenos días, mi nombre es, Mila Jones… —llegaron hasta la recepción donde descargaron las maletas—. Mi reserva está a nombre de Land-Internacional…
—¡Buenos días, bienvenidas! —un hombre en la recepción contestó tecleando su portátil, mientras dio una sonrisa cortés—. Perfecto… su reserva es hasta el lunes por la mañana, ¿me permite su identificación y el carnet de la empresa?
—Por supuesto —aseguró Mila sacando su identificación, que el hombre tomó para comprobar en su computador.
—Señorita Jones, dos botones la acompañarán a usted y a su compañera de cuarto, junto con el equipaje y las llaves. El hotel se hará cargo de las comidas, y de cualquier tentempié que deseen… por las noches hay bebidas por si desean pedirlas, ustedes pueden sentarse en las mesas de área común para charlas, aunque siempre le dispondremos a alguien para que las acompañe, solo déjenos saber.
Mila abrió los ojos pellizcando por lo bajo a Lia, entre tanto esta enrojeció de pies a cabeza.
—Muchas gracias, señor… quiero preguntar… ¿La playa está cerca?
El hombre sonrió.
—Tenemos un espacio de ella privado solo para miembros del hotel… solo quiero advertirles que a pesar de que sean extrajeras, no hay posibilidades de llevar trajes de baño básicos. El hotel puede ofrecerle un catálogo si lo desean, pero esta parte tendrá un cargo adicional.
—Claro… entiendo —respondió Mila con respeto.
—También quiero aconsejarles que, siempre que quieran dar un paseo, requieran un guía del hotel porque no es aconsejable que anden solas…
Ambas conocían que era parte de su cultura, y aunque no iban a llevarlas detenidas por esa razón, era casi obligatorio que un hombre las acompañara.
—Lo entendemos —respondió Mila son una sonrisa, su empresa ya llevaba algunos meses preparándola para esto, eso sumado a que Lia le preguntaba todo tipo de cosas del mundo árabe porque ella lo desconocía, pero que amaba con locura. Así que debía estar preparada para cualquier pregunta de su parte.
Por un momento pensó, «¿Cómo Lia amaba algo que no conocía?», cuando se diera cuenta de que todo no era el cuento de hadas, tal vez se cayera de la nube. «Por supuesto esto era solo un concepto propio», pensó Mila.
El hombre sonrió de nuevo para ellas, pero en este momento estaba siendo más serio que unos minutos antes. Él no sabía si ellas entendían la cultura o no, y su responsabilidad siempre era guiar a todos los extrajeron que se quedaran en el hotel.
Porque este no era cualquier hotel, era uno de los primeros en la lista de la revista de la ciudad. Hyatt Regency Riyadh Olaya, 5 estrellas.
—Nuestra ciudad es muy segura, solo les doy recomendaciones para que su estadía sea placentera. Nuestros hombres son muy respetuosos, pero ya saben, en cada parte del mundo siempre hay personas malas, es mejor que estén acompañadas, ya que ustedes son extrajeras… y por supuesto, son mujeres.
Lia vio que el hombre estaba un poco incómodo y tomó el brazo de Mila susurrándole muy bajo.
—Di a todo sí… no quiero que nos saquen de este país antes de tiempo…
Mila quiso reír ante las palabras de su amiga, y tomando sus papeles, agradeció al hombre para comenzar a caminar rumbo al ascensor donde las dirigieron.
—No temas a todo aquí, tampoco creas todo lo que ves en internet. Nadie está subyugado aquí, es solo una cultura muy diferente a la nuestra, y ya que estamos hablando, iremos enseguida a comprar algún hiyab mejor que estas bufandas, también quisiera unos vestidos más presentables que nuestra ropa para los eventos y para salir a la calle.
—Pienso lo mismo que tú… —respondió Lia moviendo su pie entre tanto el ascensor subía cada piso—. Si alguien no está de acuerdo con esto, pues que no venga, hay que respetarlos, es su país.
Ambas esperaban que los botones no la entendieran, pero en cuanto entraron a su habitación, ellos se despidieron hablando perfectamente el inglés haciendo que las dos chicas enrojecieran ante la vergüenza.
—¡Somos unas tontas para ellos! —rezongó Mila, pero se detuvo al ver a Lia con la cara de impresión—. ¿Qué ocurre?
—Mila… esto es más grande que mi casa entera, y… mira… —ella señaló la pared de vidrio que asomaba la vista de todo el paisaje, o de la gran ciudad, estaban quizás en el piso 30 o 40, ni siquiera se fijó en el número de ascensor—. Yo…
Mila sonrió.
—Me encanta ver esa cara. La pasaremos bien aquí, aunque a veces te aburrirás cuando esté en el trabajo, que será la mayor parte.
Lia alzó los hombros observando hacia afuera
—Lo sabía desde el principio, no te preocupes por mí, el hecho de que esté aquí ya es muy emocionante.
Mila soltó el aire caminando hasta la pared de vidrio y en silencio contempló la ciudad. Vino aquí por trabajo, pero supo que de acuerdo a todos los trabajos perfectos que había hecho, su feje la tenía en alta estima. No se enfadaría si Lia la acompañaba en algunas ocasiones…
—Escucha —se giró hacia ella—. Tendré un almuerzo con mi jefe aquí en este mismo hotel… no creo que haya problema de que me acompañes. Hay unos puntos nuevos que deben explicarme porque esta noche tendré que asistir a una reunión y por la mañana con tu mundo de hombres árabes.
—¿Y por qué no te acompaño a esa reunión más bien? —Lia sonrió con picardía.
—Eso es un gran NO, pero en definitiva preguntaré si mañana por la noche en una reunión más social, me podrías acompañar.
Lia mordió su labio.
—¿No crees que te estarías pasando?, no tengo problema con quedarme aquí, o hacer algunas cosas en el hotel.
—¿No escuchaste al hombre? No podemos salir solas…
—Bueno… ¿Vamos por los hiyabs antes de tu reunión? La presencia es muy importante —la pico Lia de nuevo mientras Mila resopló.
—Yo debería estar durmiendo a esta hora, señorita… ¡Pero anda!, no me coloques esa cara de perrito enfermo y busca tu bolsa. Buscaremos un hombre para que se aburra con nuestras compras…
Lia buscó su bufanda de nuevo, y decidió por colocarse una chaqueta que hiciera juego con vestido.
La ciudad era magnífica, sus edificios y construcciones le parecieron irreales a Lia, y la emoción que reflejaba su rostro solo hacía que Mila riera todo el tiempo.
Demoraron tres horas en el proceso, compraron además de unos hermosos hiyabs, y unos vestidos al estilo árabe que le servirían mucho en su estadía. Incluso aun no sabiendo que Lia iría en la noche del sábado, había encargado uno más presentable a la encargada para que no tuviesen contratiempo en último momento.
Ambas chicas llegaron al almuerzo del hotel, acompañadas por el mismo hombre de la mañana que se hizo amigo de ella a los minutos, eso gracia a las tantas habladurías del camino.
—Señor Almer —el hombre se giró en cuanto escuchó a Mila, y no dudó en levantarse junto a su acompañante.
—Mila, bienvenida… él es el señor David Brunel.
—Un placer señor Brunel, encantada de conocerle —Y girándose un poco, ella tomó del brazo a Lia—. Ella es mi amiga Lia James… me acompaña en esta oportunidad.
Ambos hombres se presentaron sin darle mucha importancia de la nueva y luego les asomaron los asientos para comenzar.
—¿También es usted experta en el comercio internacional y las relaciones públicas? —preguntó el señor Brunel con interés hacia Lia, quién miraba la carta con el ceño fruncido, totalmente distraída.
Mila le dio un codazo y en cuanto la vio parpadear despistada, intervino.
—Ella es administradora… —pensó por un momento y luego agregó—. Trabaja con un importante abogado en Londres… él es empresario a la vez, aunque no terminó algunas carreras, Lia sabe de leyes y maneja la contabilidad al pie de la letra. He tenido mucha ayuda con ella.
A Lia casi se le cae la quijada, Linkins no era nadie importante y mucho menos un significativo abogado.
Cómo pudo tragó duro entre tanto le preguntaba a Mila por qué estaba diciendo estas cosas con los ojos.
—¡Oh, que bueno…! Lo mejor es la experiencia, nos alegra que haya acompañado a Mila, quizás adquiera algunas destrezas de este viaje… —agregó el hombre seguro.
—Es lo mismo que le dije… —Añadió Mila sonriendo, picándole el ojo a su amiga para luego ver al camarero llegar y así tomar sus pedidos. Cosa que Lia agradeció. Iría anotando todas las mentiras, que aún no sabía con qué fin las estaba diciendo Mila.
La conversación social se hizo a un lado cuando el jefe de Mila, Almer, comenzó a darle detalles del fin de semana.
Lia guardó silencio en todo momento mientras degustaba una de las comidas más exquisitas que había comido en mucho tiempo.
Por lo que logró entender, el señor Almer estaba informándole a Mila que habría una reunión por la noche agregada de último momento a su itinerario, con altos comisionados de gobiernos de los países árabes. Dio algunos pormenores de dicha reunión, pero en el instante en que estaba dándole una lista de las entidades importantes, el hombre que estaba a su lado intervino:
—Hay una situación Mila, por el cual estoy aquí —le habló con familiaridad—. Tengo un contacto influyente en el conjunto de países árabes, que me pidió a alguien de confianza para trabajar con el gobernante de Kuwait.
En este momento toda la atención de Lia se detuvo en el rostro un tanto conmocionado de Mila. No entendió su silencio, pero aun así la vio asentir haciéndole ver al hombre que le agradaba la idea.
—¿Por qué a un extranjero?, he escuchado que son celosos en sus puestos.
El hombre asintió con total seriedad.
—Hay… un problema interno. El anterior feje de estado, que ellos llaman Emir o Jeque, ha sido asesinado.
Lia no pudo evitar conmocionarse ante la noticia. Incluso su comida a la mitad, dejó de ser apetecible.
—Tengo mucho personal trabajando conmigo, Mila. —Agregó Almer—. Pero no todos son de mi confianza para este asunto. Y si consigues mantener este trabajo por algunos meses hasta que desista de tu ayuda, nuestra empresa va a posicionarse entre las mejores.
Lia vio como su amiga enrojeció. Ahora entendía que Mila era muy importante para ellos. «Demasiado», pensó.
Entendió en este punto, el por qué la dejaban traer a una amiga a este viaje. Mila era quizás la joya en la empresa, y jamás le dirían que no a nada. Por un momento se sintió orgullosa de ella, pero a la vez le dio miedo en el lío en que se metería por esa causa.
«Beneficios y problemas», Lia pensó en la frase que su padre siempre repetía cuando una buena recompensa siempre acarreaba a malas consecuencias.
—¿Por cuánto tiempo sería? —La pregunta de Mila salió cortando un poco la incomodidad, mientras que ambos hombres se observaron.
—No lo sabemos, pero el señor Brunel cree que el hombre necesitará que prepares a alguien de su confianza…
—O tal vez no. Al menos hasta que se resuelva los problemas internos —dictaminó David Brunel.
—¿Es seguro ir allá? —todos se giraron de golpe, incluso Mila abrió los ojos cuando Lia intervino—. Disculpen… pero es algo muy importante para que Mila tome una decisión…
Su amiga no pudo evitar sonreír, y el señor Brunel asintió.
—Por supuesto, gracias por preguntar señorita James, el Emir está en la responsabilidad de brindarle la seguridad requerida. Ella sería un punto importante en su gabinete, así que tendrá todo el respaldo posible.
—También, de que Kuwait es un país más liberal que este, no tendrás mucho problema con tantos parámetros. Además, no es que ocupes un cargo gubernamental, porque eso es casi imposible aquí… —añadió su jefe Almer como si quisiese convencerla.
—Claro… lo pensaré —respondió Mila tomando su copa y llevándosela a la boca.
—Quizás lo veamos hoy, pero no se hará la presentación hasta que tome la decisión del trabajo —agregó el señor Brunel—. Debo cuidar mis contactos.
El almuerzo terminó en unos minutos, y luego de que Almer diera las últimas indicaciones, se despidió de las mujeres.
—Hazme saber una respuesta pronto, si deseas llevar a Lia a la reunión de hoy, no tenemos problema con eso, es mejor que dejarla sola aquí, ¿no es así? —Lia escuchó el susurro del jefe de Mila cerca de ella, entre tanto el señor Brunel atendía una llamada.
Sabía que estaba tratando por todos los medios de que aceptará el trabajo, y estaba siendo muy astuto.
—Lo haré, no se preocupe.
Lia y Mila subieron a su habitación después de la despedida, y una vez entraron en ella, una se fue a tomar una ducha y la otra decidió dormir sin contemplación alguna. El cansancio ya había llegado a su límite y está noche de alguna forma, ambas tendrían que tomar una decisión importante…
En el momento en que el auto fue abierto para ellas, Lia desvió su mirada a la hermosa construcción entre moderna y antigua, donde estaban dejándolas para aquella cena improvisada de la que Mila debía asistir.Había escogido un vestido negro, estilo griego, junto con un Hiyab que había sido su favorito en el momento de las compras con su amiga. Jamás había vestido de esta forma, pero Lia se sentía en la realeza solo por usar el atuendo.Incluso se había impresionado por lo bien que quedaba a su cuerpo delgado y no tan alto. La hacía lucir más esbelta y destacaba puntos que jamás encontró en ella.Sí, era una sonrisa lo que no dejaba relajar su rostro todo el tiempo. «¿Quién se iba a imaginar que una administradora, encerrada en una oficina vieja, hoy, estuviera aquí en Riad en medio del lujo, y a punto de evidenciar una
—¿Quién es usted? —se atrevió a preguntar al sentir que estaba más interesada que nunca en saber su identidad, aunque, lo más seguro es que después de un nombre, ella no sabría quién era, no conocía a nadie de este lugar, pero quería saberlo, con eso bastaba, por ahora.Lia vio como el hombre se movió un poco, pero al instante se detuvo sin salir de la poca luz de donde se encontraba, así que decidió tomar la iniciativa y decir su nombre primero.—Yo soy…—¡Lia…! —la chica se giró de golpe ante la interrupción, y pudo ver que Mila estaba sonriente frente a ella—. Logré terminar aquí, podemos irnos, ¡ahora mismo!Su amiga le asomó la mano, pero ella tuvo que mirar hacia la esquina primero, para comprobar que allí, ya no estaba ese hombre misterioso.Sinti&oa
Las lágrimas de Lia se escurrieron por sus mejillas cuando su amiga asomó la mano desde muy lejos, y le dijo adiós sacudiéndola hacia los lados.Ni siquiera sabía si el temblor de su cuerpo era normal, ella solo titilaba muy fuerte con una aprensión en su pecho que no se quitaba. Amid estaba a su lado esperando en silencio, y aunque tenía que hacer miles de cosas tal como Mila le explicó, no quería moverse del sitio donde se encontraba, ni tampoco entender que tenía un camino muy oscuro por delante.“Primero, debes decirle que tu nombre es Mila Jones…”Mentiras… eso es lo que debía ejecutar desde que diera un paso hacia la reunión que tenía con el jeque, y Mila le había dejado claro que, adelantó media hora la cita, para que Almer y su acompañante no tuvieran de otra que callar. Según ella les explicar
«¿Cuál era la razón de las reacciones en su cuerpo?», aún no lo sabía, lo único que tenía claro es que el que una mujer le generara este tipo de reacción, era una novedad.Estaba totalmente claro que, después de esa guerra beduina en su amado desierto, su vida había cambiado del día a la noche, no solo por la preocupación que se sumaba a sus hombros, sino también por la insatisfacción de su cuerpo.Said, junto con sus hombres más indispensables habían sido atacados por una emboscada, como cuando alguien clava una daga en la espalda en plena oscuridad. Dispuestos a negociar por mandato de su padre con su clan beduino, fueron víctimas de un atentado, y junto con minas explosivas, el equipo con el que viajó al desierto, resultaron heridos de gravedad.Muchos de sus hombres murieron y un tanto quedaron con heridas q
Lia esperaba paciente y en silencio, cuando Almer y su acompañante se retiraban, dándole una última mirada.Estaba segura de que ahora mismo irían a su hotel a esperarla, pero se preocuparía de todo eso en el momento. Ahora tenía otros asuntos por el cual estar concentrada, y esa mirada penetrante solo hacía que sus nervios se desajustaran.No debía tener miedo, aunque hubiese una mentira entre su nuevo jefe y ella, debía mantener la cabeza en alto, porque de alguna manera no era su mentira, y aquí estaba ayudando a una amiga. Además, ese hombre solo era su compañero laboral, en unos meses, solo recordaría este episodio, y estaba segura, que jamás tendría que ver en este mundo… en el mundo que había soñado por años.—Señorita James…Sus ojos se desviaron de la puerta por donde desapareció
Lia no pudo evitar vibrar cuando se bajó de esa limusina. El aire cálido que golpeó su rostro la ayudó a respirar mejor, ahora mismo solo caminaba sin parar, sintiendo esos ojos negros encima de ella detrás de su espalda.No giró, ni vio de reojo si el auto y todo el comité de seguridad del jeque había arrancado, su único objetivo era medio saludar en la entrada, sacar su llave electrónica e ir a ascensor para llegar rápidamente a su habitación.“Lia… es un lindo nombre”, recordó esa forma de pronunciarlo en esa boca gruesa y después que las puertas del ascensor se cerraron, sus ojos se reprimieron.—Dios… ¿Qué voy a hacer con mi vida?Sus labios hicieron una especie de movimiento por lo que tuvo que apretarlos duramente.¿Sabría Mila lo guapo que era ese hombre con el que iba a traba
—Es necesario que le diga que Kuwait no es un país tan rígido como Arabia —Lia parpadeó tratando de desviar sus ojos de su boca, para concentrarse en la conversación.Eso además del dilema que tenía dentro de ella, porque él supiera, su pequeña mentira.—Aunque nuestras mujeres respetan mucho el islam, hay muchas que deciden no llevar Hiyab, sin embargo, aunque algunos son muy rígidos, no lo usan en presencia de la familia. Sé que usted no conoce muy bien nuestra cultura, y si hay algo que no desea hacer como mantener su hiyab, no debe hacerlo…Lia asintió, no le molestaba tenerlo, le parecía una indumentaria preciosa, pero le gustó saber que había respeto, ante todo, y que no era parte de una obligación, como otros países árabes.—Es bueno saberlo… —respondió ella tomando algo del desayu
Decir que su mundo se hundió, fue mínimo para lo que sentía su cuerpo. Parecía que una tonelada de concreto hubiese caído encima de ella, incluso supo que tenía menos peso que las palabras que el jeque había lanzado hace unos segundos.Lia vio como el hombre arregló su traje deteniéndose a unos dos pasos de distancia del auto, y supo que, aunque no había mirado hacia atrás, estaba esperando para que ella saliera también. Juraba que en este mismo instante debía tener una temperatura corporal de cuarenta.Jamás en su vida sintió arder tanto sus mejillas.Tomó una bocanada profunda y apretando sus ojos, salió del auto.Ahora estaba clara de que ningún hombre ofrecería la mano para absolutamente nada, la cercanía entre ambos géneros, parecía totalmente vetada en este lugar.En dos pasos Lia lleg&oacut