—¿Nos dejarán usar bañadores allá? —preguntó Lia mientras hacia su maleta y llevaba sus ojos a su amiga Mila.
—Solo se puede en los hoteles o resorts. La mayoría de las veces los ciudadanos de dicho país no estarían en estos lugares. Así que en playas públicas sería un gran No.
Lia torció su boca viendo su bikini de dos piezas que encontró en promoción por ser una vieja colección, y pensó que podía llevar unos dos vestidos de playa que ella nunca consideró necesario utilizar, y que jamás en su vida había usado.
—Lo mejor siempre es el respeto —dijo abriendo su gaveta y tomando los vestidos que aún tenían etiqueta.
Mila se había quedado en su casa el día de ayer por la noche. Ya hace una semana que le había dado la gran noticia, y aun y cuando estaban a unas horas de partir a Arabia Saudí, le parecía una mentira que ella, una mujer del cual la vida no se había apiadado mucho, fuese a conocer un país al que siempre le llamó la atención y soñaba visitar.
Lia se había graduado de administración de empresas y trabajaba en un pequeño comercio con un hombre un poco amargado. Llevaba sus cuentas y trataba de que su pequeña empresa se innovara, pero parecía una tarea bastante difícil cuando el señor Linkins vivía en la edad de piedra, y aún usaba sus métodos en el mundo actual.
Era un caso perdido.
No había tenido las mejores oportunidades, sus estudios fueron finalizados gracias a su hermana Anne que le ayudaba con la mayor parte de los gastos. Anne Jame era más o menos del estilo de su amiga Mila, viajaba por asuntos de trabajo, pero ella era auxiliar de vuelo, o mayormente conocido como azafata.
Había temporadas donde compartía mucho con su hermana, pero muchas veces pasaban períodos donde no veía su cara ni una sola vez.
Mila y ella habían sido amigas de su mismo vecindario desde que eran niñas, porque cuando sus padres aún estaban con vida, les brindaron comodidades que ahora mismo solo quedaban en su memoria. Y por supuesto, después del accidente en que ambos perdieron la vida en un viaje de Londres a Liverpool, por la visita de unos de sus tíos que enfermó, tanto Lia como Anne, quedaron a las expensas de los ahorros de la pareja para poder seguir con su vida.
Cambiaron de casa, de estilo de vida, e incluso de sueños.
Anne renunció a sus estudios e hizo un curso profesional para auxiliar de vuelos, y estudió varios idiomas Online, de los que Lia se benefició. Al contrario de Anne ella sí pudo terminar su carrera en administración, pero en cuanto a los empleos no tuvo los mejores resultados.
Su trabajo era muy normal y aburrido, a pesar de que Anne siempre le decía que ella merecía algo mejor, no iba a tener el descaro de dejar todo el peso de sus obligaciones a su hermana. Era su hermana mayor, y la veía como una autoridad, aunque se llevaran cuatro años de diferencia.
—No me imagino la cara del vejete de tu jefe, cuando le pediste un fin de semana libre… —se rio Mila cerrando su maleta.
Lia se giró hacia ella, admiraba considerablemente a su mejor amiga, y la quería tanto como a su hermana Anne. A pesar de que se hubiesen mudado a una residencia menos costosa, ella seguía viniendo y seguía siendo la mejor amiga del mundo que ella pudo tener jamás. Y eso sumado a que Mila era la única hija en Londres de los Jones, ya que su hermano estaba en Estados Unidos desde hace unos años. Por lo tanto, Lia y Anne eran como las hijas adoptivas del núcleo familiar.
Lia le devolvió la sonrisa a Mila y levantó los hombros.
—Pues, no he tenido un solo día de descanso, a pesar de sus rabietas no tuvo opción… yo lo considero, después de la muerte de su esposa, está rabioso.
Mila torció la boca porque nunca le había caído bien el jefe de su amiga, era un obstinado de m****a, y concordaba con Anne que debía buscarse otro trabajo.
—Pues que se busque otra mujer, ¿ya hace cuanto tiempo que murió?, ¿unos quince años?
Lia sintió una opresión en su pecho, a veces Mila podía ser demasiado cruel.
—No es fácil superar la muerte de alguien que amas, Mila… —dijo en tono bajo por lo que Mila se sentó a su lado.
—No es lo mismo Li, siento si fui demasiado brusca… pero no hablemos del vejete, ¿de acuerdo? —y alzando las manos hizo como si mirara el cielo brillante—. Solo piensa en las islas árabes… en el sol, las comidas suculentas y exóticas, y en que no moverás el trasero ni una vez, porque todo lo tendrás en tus preciosas manos, cuando pidas por esa boca…
Lia no pudo evitar reír. Aún parecía mentira que se fuese con su amiga ese fin de semana. Y agregando más, con todo pago.
Pensando en esto dejó de sonreír.
—¿Estás segura de que no tendrás que pagar nada de mis gastos?
Mila negó.
—Ni un solo euro.
Sus hombros se relajaron en el instante y asintió.
—Realmente te agradezco por esta oportunidad, ni en diez vidas hubiese podido hacerlo…
—Ya, ya, no vamos a llorar hoy, ¿O sí?, debemos terminar esta maleta, e irnos a despedir de mis papás para irnos por la noche al aeropuerto.
El viaje a Riad les tomaría unas siete horas, con la instalación en su hotel, y si despegaban a las once de la noche como estaba estipulado en el vuelo, llegarían a eso de las seis de la mañana, del día viernes.
Lia preparó un almuerzo rápido para las dos, y después de una hora vio como Mila tenía su boca abierta totalmente muerta de sueño en el sofá. Aprovechó para enviar unos informes al correo de su jefe por si necesitaba alguna cosa, terminó de cerrar su maleta y de colocar todo lo que necesitaría.
Decir que tenía el corazón a mil, era quedarse corta. Estaba un poco asustada por un viaje tan largo que jamás había hecho en su vida, pero ella era amante de esos países árabes y siempre estuvo enamorada de sus tradiciones.
Desde chica había investigado por internet de su cultura, bueno, solo lo resaltante, y metiendo un poco de dinero en un lugar escondido de su maleta, supo que encontraría el mejor Hiyab para comprar, como recuerdo de este viaje que pensó jamás se repetiría.
Por la tarde ambas chicas fueron a la residencia de los padres de Mila, donde habían crecido, Lia amaba a Frank y Elizabeth, como también le tenía un entrañable cariño a Ian, el hermano mayor de su amiga, aunque ya muy pocas veces lo veían en Inglaterra.
—Espero que lo pasen fabuloso, no olviden de enviar fotos… —Frank agregó con una taza de té en sus manos.
—Pues Lia podrá enviarles, recuerden que la mayor parte del día estaré trabajando —expuso Mila recibiendo un brownie que Elizabeth estaba repartiendo.
—Yo le tomaré fotos en sus reuniones con los árabes, ¿Se imaginan que Mila se encuentre un árabe candente?
Frank casi se atragantó con el té ante el comentario de Lia, mientras Elizabeth no tuvo otra cosa más que reírse.
—Tal vez le encontremos un marido a tu hermana Anne para que deje las rabietas… —se defendió Mila asomándole el dedo.
—Quiero a Anne para mi hijo, así que no la endeudes —después del comentario de Elizabeth, un silencio incómodo procedió.
Todos sabían que, Ian y Anne se odiaban como el aceite hirviendo y el agua helada.
—Bueno… —carraspeó Frank—. Lo único que sé es que esta jovencita cumplirá sus sueños con ese fetiche de conocer el mundo árabe, aunque te digo, no todo lo que brilla es oro, yo salvé a Elizabeth de una boda con uno de ellos y…
Los ojos de la madre de Mila se torcieron y su amiga resopló nuevamente con el mismo cuento que siempre solía contar del árabe malvado que iba a casarse con su esposa.
Todos conocían la historia, pero Elizabeth había explicado que todo era producto de su ego. Ni siquiera había salido a una cita con uno, y el cuento solo fue porque en la época de su universidad uno de ellos estudió en su clase y se había enamorado de la mujer. Pero de allí a salvarla de un perverso árabe, la historia cambiaba mucho.
Mila trató de zafarse después de más de treinta minutos de relato y con la ayuda de Elizabeth, se fueron rumbo a su casa para buscar las maletas y dejar todas las llaves cerradas en este fin de semana que se aproximaba. Y en el momento en que anocheció, decidieron por tomar una cena ligera en el aeropuerto, esperando que no hubiese algún retraso en su vuelo, y que las cosas salieran como lo habían esperado.
Por supuesto debían estar unas tres horas de anticipación, y en ese tiempo Mila abrió su laptop para trabajar, mientras Lia comenzó a marcarle a su hermana para saber si podía hablar con ella por unos minutos. Ahora mismo no sabía en qué país estaba, ni tampoco la diferencia horaria que podrían tener.
Incluso después de cinco tonos estaba por darse por vencida cuando escuchó la voz soñolienta de Anne.
—Hermana… —Lia sonrió.
—Gracias a Dios que respondiste…
—Cariño, —un bostezo largo se escuchó por el auricular, mientras Lia tapaba su otro oído para entender mejor su voz—. Son las dos de la mañana aquí…
—¡Oh, lo siento!, a veces se me olvida… ¿Dónde te encuentras ahora?
—New York…
—¡Wow!, ¡deberías visitar a Ian, justo hablamos de él hoy!
—No estoy para bromas, Lia…
La chica bajó sus hombros. De acuerdo con sus personalidades eran dos polos opuestos, y aunque eran muy unidas, el carácter de su hermana era negro y el suyo blanco. Eran muy diferentes, incluso en aspecto.
—Bueno, solo te llamaba para decirte que… —su teléfono fue despegado de su oreja mientras sus ojos se abrieron, no había tenido oportunidad de hablar con Anne directamente sobre este viaje sorpresa, y ahora mismo estaba nerviosa por su reacción.
Así observó como Mila comenzó hablar con su hermana…
—Nos vamos a Arabia Saudí, no, ella no es una niña, tranquila, —vio como Mila torció los ojos hacia arriba explicándole a su hermana mientras asentía varias veces—. ¿Cuántas veces te he decepcionado?, no pasará nada, además nunca contestas… si, si, ok, pero no debes regañarla…
Lia apretó los labios, sabía que Anne estaba enojada, pero a veces se sobrepasaba tratándola como a una chiquilla.
Su amiga le pasó el móvil y le hizo unas muecas de que no le diera muchas explicaciones y en cuanto puso el auricular en su oído supo que su hermana ya estaba muy despierta.
—¿Lia? —ella apretó el celular y se levantó dando unos pasos un poco lejos de Mila que la miraba de reojo.
—No te preocupes… Mila va por trabajo, todo estará bien, yo estaré disfrutando en un hotel con todo pago, sabes que nunca podré hacer esto de otra forma.
H**o un silencio después de su explicación.
—Yo te prometí que iríamos en cuanto ahorrara.
—Anne…
—No hay problema, disfruta. Pero por favor, no quiero problemas, no te separes de Mila… y mantenme siempre informada. ¿Hasta cuándo se quedarán?
—Nos venimos el lunes en la mañana, bueno… Mila dice que depende de como vaya todo, pero yo si debo estar aquí por la tarde porque si no el señor Linkins me matará…
Un resoplido se escuchó en la otra parte mientras Lia mordía sus labios.
—No te preocupes, ¿de acuerdo?, después iremos juntas, ahorraremos y… viajaremos juntas.
—Cómprame algo —escuchó a su hermana por fin cambiando el tema.
—Claro que sí.
Después de colgar su teléfono Lia volvió a sentarse viendo hacia las pantallas. Su vuelo estaba marcado a la hora del boleto, pero en el instante en que entendió que estaba a punto de salir de su país por primera vez, una sensación la arropó por completo creándole cierta incertidumbre.
Ella giró lentamente hacia Mila que tecleaba como un robot en su computadora, y aunque sabía que estaba ocupada, no pudo evitar preguntarle:
—Mila…
—Hum
—¿Alguna vez has sentido esa sensación como si tu vida no fuese a ser la misma a partir de un punto?
Mila dejó de teclear mientras la miró con los ojos rayados.
—No me ha pasado, ¿Por qué?
Lia suspiró volviendo la mirada hacia la pantalla donde decía, Londres-Riad.
—Porque así me siento ahora… no sé cómo explicar, pero hay algo dentro de mí, que me dice que mi vida no volverá a ser la misma, nunca más…
Aunque el sueño se estaba apoderando de Lia, no pudo evitar abrir la boca ante la impresión cuando sus pies se bajaron del auto que las recogió en el aeropuerto enviado por el hotel. Ambas tenían una especie de bufanda que improvisaron con ayuda de las azafatas, para elaborar una especie de Hiyab en sus cabezas, nadie que pisara el suelo de Arabia Saudita podía entrar sin este atuendo.Este país en exclusivo era uno de los más rígidos de los países árabes, allí mismo donde se encontraba la meca, y para los creyentes consideraban un lugar sagrado.Debían ser al menos las siete de la mañana en Inglaterra, y por lo que investigó Lia, ahora mismo en Riad eran las nueve de la mañana. Dos horas de diferencia.El hotel que estaba en su frente era una exageración de lujo. Ahora mismo no entendía cómo pudieron pagarle a Mila su estadía aqu&
En el momento en que el auto fue abierto para ellas, Lia desvió su mirada a la hermosa construcción entre moderna y antigua, donde estaban dejándolas para aquella cena improvisada de la que Mila debía asistir.Había escogido un vestido negro, estilo griego, junto con un Hiyab que había sido su favorito en el momento de las compras con su amiga. Jamás había vestido de esta forma, pero Lia se sentía en la realeza solo por usar el atuendo.Incluso se había impresionado por lo bien que quedaba a su cuerpo delgado y no tan alto. La hacía lucir más esbelta y destacaba puntos que jamás encontró en ella.Sí, era una sonrisa lo que no dejaba relajar su rostro todo el tiempo. «¿Quién se iba a imaginar que una administradora, encerrada en una oficina vieja, hoy, estuviera aquí en Riad en medio del lujo, y a punto de evidenciar una
—¿Quién es usted? —se atrevió a preguntar al sentir que estaba más interesada que nunca en saber su identidad, aunque, lo más seguro es que después de un nombre, ella no sabría quién era, no conocía a nadie de este lugar, pero quería saberlo, con eso bastaba, por ahora.Lia vio como el hombre se movió un poco, pero al instante se detuvo sin salir de la poca luz de donde se encontraba, así que decidió tomar la iniciativa y decir su nombre primero.—Yo soy…—¡Lia…! —la chica se giró de golpe ante la interrupción, y pudo ver que Mila estaba sonriente frente a ella—. Logré terminar aquí, podemos irnos, ¡ahora mismo!Su amiga le asomó la mano, pero ella tuvo que mirar hacia la esquina primero, para comprobar que allí, ya no estaba ese hombre misterioso.Sinti&oa
Las lágrimas de Lia se escurrieron por sus mejillas cuando su amiga asomó la mano desde muy lejos, y le dijo adiós sacudiéndola hacia los lados.Ni siquiera sabía si el temblor de su cuerpo era normal, ella solo titilaba muy fuerte con una aprensión en su pecho que no se quitaba. Amid estaba a su lado esperando en silencio, y aunque tenía que hacer miles de cosas tal como Mila le explicó, no quería moverse del sitio donde se encontraba, ni tampoco entender que tenía un camino muy oscuro por delante.“Primero, debes decirle que tu nombre es Mila Jones…”Mentiras… eso es lo que debía ejecutar desde que diera un paso hacia la reunión que tenía con el jeque, y Mila le había dejado claro que, adelantó media hora la cita, para que Almer y su acompañante no tuvieran de otra que callar. Según ella les explicar
«¿Cuál era la razón de las reacciones en su cuerpo?», aún no lo sabía, lo único que tenía claro es que el que una mujer le generara este tipo de reacción, era una novedad.Estaba totalmente claro que, después de esa guerra beduina en su amado desierto, su vida había cambiado del día a la noche, no solo por la preocupación que se sumaba a sus hombros, sino también por la insatisfacción de su cuerpo.Said, junto con sus hombres más indispensables habían sido atacados por una emboscada, como cuando alguien clava una daga en la espalda en plena oscuridad. Dispuestos a negociar por mandato de su padre con su clan beduino, fueron víctimas de un atentado, y junto con minas explosivas, el equipo con el que viajó al desierto, resultaron heridos de gravedad.Muchos de sus hombres murieron y un tanto quedaron con heridas q
Lia esperaba paciente y en silencio, cuando Almer y su acompañante se retiraban, dándole una última mirada.Estaba segura de que ahora mismo irían a su hotel a esperarla, pero se preocuparía de todo eso en el momento. Ahora tenía otros asuntos por el cual estar concentrada, y esa mirada penetrante solo hacía que sus nervios se desajustaran.No debía tener miedo, aunque hubiese una mentira entre su nuevo jefe y ella, debía mantener la cabeza en alto, porque de alguna manera no era su mentira, y aquí estaba ayudando a una amiga. Además, ese hombre solo era su compañero laboral, en unos meses, solo recordaría este episodio, y estaba segura, que jamás tendría que ver en este mundo… en el mundo que había soñado por años.—Señorita James…Sus ojos se desviaron de la puerta por donde desapareció
Lia no pudo evitar vibrar cuando se bajó de esa limusina. El aire cálido que golpeó su rostro la ayudó a respirar mejor, ahora mismo solo caminaba sin parar, sintiendo esos ojos negros encima de ella detrás de su espalda.No giró, ni vio de reojo si el auto y todo el comité de seguridad del jeque había arrancado, su único objetivo era medio saludar en la entrada, sacar su llave electrónica e ir a ascensor para llegar rápidamente a su habitación.“Lia… es un lindo nombre”, recordó esa forma de pronunciarlo en esa boca gruesa y después que las puertas del ascensor se cerraron, sus ojos se reprimieron.—Dios… ¿Qué voy a hacer con mi vida?Sus labios hicieron una especie de movimiento por lo que tuvo que apretarlos duramente.¿Sabría Mila lo guapo que era ese hombre con el que iba a traba
—Es necesario que le diga que Kuwait no es un país tan rígido como Arabia —Lia parpadeó tratando de desviar sus ojos de su boca, para concentrarse en la conversación.Eso además del dilema que tenía dentro de ella, porque él supiera, su pequeña mentira.—Aunque nuestras mujeres respetan mucho el islam, hay muchas que deciden no llevar Hiyab, sin embargo, aunque algunos son muy rígidos, no lo usan en presencia de la familia. Sé que usted no conoce muy bien nuestra cultura, y si hay algo que no desea hacer como mantener su hiyab, no debe hacerlo…Lia asintió, no le molestaba tenerlo, le parecía una indumentaria preciosa, pero le gustó saber que había respeto, ante todo, y que no era parte de una obligación, como otros países árabes.—Es bueno saberlo… —respondió ella tomando algo del desayu