Capitulo 36

Definitivamente, el día anterior no había sido para nada agradable tanto para Valentina como para todos en la familia Milano. La forma en que actuaba Lucrecia, llevada por el odio y la codicia en ese momento, no había sido del agrado para ninguno.

Sumándole los coqueteos de Marina hacia Benjamín, sin importarle que él, no le diera motivos para seguir insistiendo en llamar su atención.

El sol comenzaba a declinar, pintando el cielo romano de tonos cálidos. Valentina y su madre caminaban lentamente por las estrechas calles, el sonido de sus pasos resonando en el empedrado. Las fachadas de los edificios antiguos, con sus balcones adornados y sus puertas de hierro forjado, les recordaban la rica historia de la ciudad.

A pesar de la belleza que las rodeaba, Valentina sentía un nudo en la garganta. Se acercaban al momento que había estado temiendo y anhelando al mismo tiempo: visitar la tumba de su padre. Su madre, notando su nerviosismo, tomó su mano y la apretó suavemente. Aunque ella
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