Ya pasado el domingo, donde Benjamín y Valentina disfrutaron sin cesar con su hijo. Valerio era extremadamente feliz ver a sus padres juntos y sonreía al verlos coquetamente, cosa que ya él se había dado cuenta. No era como al principio que casi se mataban con la mirada. La noche fue aún mejor para el pequeño, tenerlos a los dos, sentir el calor de sus padres, lo era todo.Llego el lunes y Benjamín debía regresar a la oficina para trabajar, tenía muchos pendientes para ese día, pero agradecía la eficiencia de Valentina y la rapidez para trabajar. Eso era agregado a su lista de cosas que le encantaban.Pero entre ellos seguía la atención de esa noche, la cual Valentina todavía creía que había pasado algo cuando, en realidad, Solo ella disfrutó y Benjamín no.La oficina de Benjamín era un laberinto de papeles y libros, un espacio que, a pesar de su desorden, emanaba una calidez masculina. Su concentración en cada documento que leía, era admirado por Valentina, quien levantaba la vista
Después de la dura decisión de Gabriel, aceptó la relación entre Berlín y su hija. Aunque no del todo. Ellos no habían podido estar juntos, Así que jazmín no le quedó de otra que regresar de la empresa directamente a ver a Berlín. Él regresaría a Italia el día siguiente y quería verla antes de irse. Estar a solas y poder besarla sin prisa. Berlín aprovechó que ella pudo escaparse e ir al apartamento y preparó una sorpresa. El corazón de Jazmín latía con fuerza mientras se dirigía al ascensor. La anticipación la llenaba de un cosquilleo agradable. La puerta del apartamento se abrió antes incluso de que pudiera terminar de tocar. Berlín, con los ojos brillando de emoción, la atrajo hacia él en un abrazo que la dejó sin aliento. Su boca era cálida y suave, y su beso, intenso y lleno de pasión. Jazmín respondió de inmediato, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. La sensación de sus cuerpos juntos era eléctrica. Podía sentir el calor de su piel contra la suya, la acelerada
El sol bañaba la cocina de un cálido resplandor, iluminando la mesa donde la familia Milano se reunía para el desayuno. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el del pan tostado, creando una atmósfera acogedora. Benjamín, con una sonrisa radiante, observaba a su hijo Valerio, de cinco años, quien brincaba en su asiento, la emoción a punto de reventarle.—¡Papá! ¿Ya nos vamos a Italia hoy? —preguntó el pequeño, sus ojos brillantes de anticipación.Benjamín le despeinó el cabello con cariño. —Tranquilo, campeón. Pronto estaremos allá, disfrutando de la pizza, el helado y todos los lugares hermosos de Italia.Valerio sonrió. Había sido una decisión difícil para Valentina y Laura, tener que visitar la tumba de quien siempre anhelaron conocer.—Ya tengo todo listo para el viaje, —dijo jazmín, colocando una taza de café frente a Benjamín. Sacando a su hermano de sus pensamientos. —Los boletos, los pasaportes... —Jazmín hizo una pausa viendo el pasaporte de Valerio—. Todo un Milan
Una luz comenzaba a asomar por el horizonte, tiñendo el cielo de un suave rosa. Los primeros rayos de luz se colaban por las ventanas de la habitación de hotel, despertando a todos y anunciándoles que debían aprovechar el día. La ciudad aún dormía, pero ya se podía escuchar el murmullo de la vida que comenzaba a despertar. Bajó a la planta baja y encontró a Gabriel y Martina desayunando en una mesa junto a la ventana. —Buenos días, —saludó con una sonrisa.—Buenos días, mujer —respondió Gabriel, levantándose para ayudarla a sentarse como en todo un caballero. —Laura, nosotros iremos a visitar las arquitecturas más hermosas de esta ciudad, si quieres nos acompañas —propuso Martina. —Si no es una molestia para ustedes, me encantaría. Creo que los demás tienen planes —dijo ella con una risita.Después del desayuno, salieron a explorar la ciudad. Caminaron por las antiguas calles romanas, admirando la arquitectura y la historia que se respiraba en cada rincón. Visitaron el Coliseo, e
Berlín quería acercarse más a su hermana y también a su suegro. Así que dispuesto a todo, decidió invitarlos a la mansión a una comida en familia. Por supuesto que Lucrecia estaba a favor de esa comida, ya que le beneficiaba para molestar a Valentina y tratar de que se alejara de su familia. El coche se detuvo frente a la imponente mansión de Berlín. Las luces cálidas se filtraban a través de las ventanas, creando un ambiente acogedor.Gabriel, junto a su familia, descendió del vehículo. Su cara seria indicaba la molestia que sentía al tener que enfrentarse a la tediosa voz de Lucrecia y los miles de cosas que planearía entre sus hijos.Todos en la familia tenían una sonrisa de satisfacción al ver al cabecilla celoso por tener que compartir a su hija con Berlín. —Wow papá, es inmensa. Pero me gusta más la de mi abuelo. Benjamín se acercó, tocando su nariz, con una sonrisa de diversión por sus palabras. —Por favor mi amor, compórtate —suplicó Martina, dejando un beso en sus labios
Definitivamente, el día anterior no había sido para nada agradable tanto para Valentina como para todos en la familia Milano. La forma en que actuaba Lucrecia, llevada por el odio y la codicia en ese momento, no había sido del agrado para ninguno. Sumándole los coqueteos de Marina hacia Benjamín, sin importarle que él, no le diera motivos para seguir insistiendo en llamar su atención. El sol comenzaba a declinar, pintando el cielo romano de tonos cálidos. Valentina y su madre caminaban lentamente por las estrechas calles, el sonido de sus pasos resonando en el empedrado. Las fachadas de los edificios antiguos, con sus balcones adornados y sus puertas de hierro forjado, les recordaban la rica historia de la ciudad. A pesar de la belleza que las rodeaba, Valentina sentía un nudo en la garganta. Se acercaban al momento que había estado temiendo y anhelando al mismo tiempo: visitar la tumba de su padre. Su madre, notando su nerviosismo, tomó su mano y la apretó suavemente. Aunque ella
Había llegado el último día de estadía en Roma, Berlín pidió una última cena buscando aún más la aprobación de Gabriel y que Valentina disfrutara del lugar donde su padre vivió muchos años. Valentina, a pesar de haber aceptado quedarse para cenar, sentía una incomodidad constante. La mirada de Lucrecia la perseguía por todas partes, y los coqueteos de Marina con Benjamín solo empeoraban las cosas.Berlín, con una sonrisa que no llegaba a sus ojos, invitó a la familia de su novia a una última cena en un elegante restaurante con vistas al Coliseo. Deseaba que esa noche fuera perfecta, una oportunidad para que él pudiera demostrar su amor por Jazmín.Valentina, a pesar de haber aceptado la invitación, sentía una opresión en el pecho. La mirada de Lucrecia la perseguía, por todas partes, una mirada llena de desprecio y superioridad. Y los coqueteos descarados de Marina con Benjamín no hacían más que aumentar su malestar.Al sentarse a la mesa, Valentina notó cómo los cubiertos de plata f
Benjamín no se quedó tranquilo, la siguió buscando, hasta que llegó a la habitación de hotel. La llave encajó en la cerradura con un suave clic. Al abrir la puerta, una cálida luz envolvió la habitación. Allí estaba ella, Valentina, acurrucada en la cama, su rostro oculto entre las sábanas.Se acercó lentamente y tocó su mejilla. La piel de Valentina era suave como el pétalo de una rosa. —Eres tan explosiva, pero hermosa —susurró, dejando un beso suave en su cuello.Valentina se sobresaltó y abrió los ojos. Al ver a Benjamín, se sentó en la cama, frotándose los ojos con la mano.—¿Qué haces aquí? —preguntó con voz ronca.Benjamín se sentó a su lado y tomó su mano.—Vine a aclarar las cosas contigo. Malinterpretaste...—No quiero escuchar tus mentiras —lo interrumpió Valentina, apartando su mano—. Ve y quédate con esa chillona.—Valentina por favor...—No tengo nada que escuchar —volvio a decir ella, levantándose de la cama. —Si solo quieres que sea la madre de tu hijo, lo seré. Pero