Lucrecia paseaba de un lado a otro en su habitación, la alfombra mullida amortiguando cada paso. Sus tacones resonaban contra el suelo, marcando el compás de su creciente ira. La habitación, normalmente tan ordenada, parecía ahora un reflejo de su caos interior. —No puedo creerlo, Marina —espetó, girándose bruscamente hacia su sobrina—. ¿Cómo puede Berlín ponerse de parte de esa mujer? ¡Esa mujer destruyó mi matrimonio! ¡Arruinó la vida de mi esposo!Marina se encogió de hombros, su mirada fija en el suelo. Sabía que cualquier palabra que dijera podría encender aún más la mecha de la ira de su tía.Pero luego recordó la actitud protectora de Benjamín hacia Valentina y su miedo se fue.—Benjamín tampoco me escuchó, tía—susurro Marina, su voz cargada de amargura—. Solo se preocupa por esa perra. ¡Esa perra! ¿Cómo puede ser tan ciego? Ella no es nadie comparada conmigo.Lucrecia se dejó caer en el sofá, hundiendo sus dedos en los cojines aterciopelados. Sus ojos, normalmente tan brillan
La opresión que sentía Rafael castillo, era un peso cada vez más insoportable, como una losa que oprimía el pecho, la necesidad de confesarle todo A Valentina, de decirle las cosas que se le ocurrieron para cuidarla, ardía en su interior como un fuego inextinguible.Aunque sabía que sus palabras podrían crear una brecha insalvable entre ella y Benjamín, pero la culpa y la angustia lo impulsaban a decir la verdad. El monótono tic-tac del reloj parecía amplificarse en entre el auto, marcando el paso de los interminables segundos que separaban a Rafael de su destino, la presión en su pecho era cada vez más intensa como si el aire se hubiera vuelto escaso. Estaba tan acostumbrado a ver la sonrisa de Valentina, pero sabía que en ese momento solo recibiría una mirada de reproche y muchas preguntas. La verdad era una bomba de tiempo que estaba a punto de explotar y él no sabía si estaría preparado para las consecuencias. En cuanto llegó a la capital no tardo en citar a Valentina. Un café
Y así como lo prometió Benjamín. Fue en busca de Valentina a la casa de Laura y obligada la llevó hasta su apartamento. El cual juntos habían escogido para pasar momentos con Valerio. Benjamín le tocó mentirle diciéndole que Valerio estaba esperando por ellos. Pero en realidad solo quería estar a solas con ella y tratar de hacerle entender que sus sentimientos eran reales y no una obligación. —¿Dónde está Valerio? —preguntó Valentina inmediatamente al no ver a nadie en el apartamento.—En realidad no está aquí —dijo Benjamín pasando seguro a la puerta y metiendo la llave en su bolsillo. —Por favor Benjamín. —murmuró ella, casi un susurro, apretando sus ojos para no gritarle.Benjamín se acercó a ella lentamente, sus ojos clavados en lo suyo, la distancia entre ellos se acordó hasta que sus propios cuerpos casi se rozaban.—Por favor te digo a ti Valentina. ¿Puedes dejarme hablar? —suplico él su voz suave Y ronca.Valentina cerró los ojos con fuerza tratando de bloquear la imagen de
Lucrecia clavó sus uñas en las palmas de sus manos, intentando controlar la ira que la consumía. Su rostro, habitualmente maquillado y sereno, se contorsionó en una mueca de rabia. Ver a su hijo llorar junto a valentina por alguien que no era nada de él, la consumía.No se explicaba como podía hacer eso, ese Berlín que ella veía ahí, no era su hijo, ese que podía controlar y manipular a su antojo.Berlín ya no soportó más.—¡Ya basta mamá!—Eres mi hijo, Berlín —espetó, su voz ronca y llena de resentimiento—. ¿Cómo puedes ponerte de su lado?Berlín se cruzó de brazos, su mirada fría y distante.—Ya deja tu odio a un lado, mamá. —habló Berlín con un tono cansado.Las palabras de Berlín fueron como una bofetada para Lucrecia. Sintió un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas.—¿Cómo puedes hablarle así a tu madre, Berlín? —su voz se quebró.Marina, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se levantó de un salto.—¡Berlín! —exclamo marina.—Tú cállate, Marina —
Habían pasado un par de semanas, Valentina ya estaba mucho mejor, aunque no olvidaban el momento en que dejó de respirar su abuela. Aun así, debía seguir con su vida y trabajar. Su hijo también necesitaba su tiempo y ella Estaba dispuesta a dárselo como siempre. Los planes que había hecho junto a Berlín y Rafael se dieron, salían a cenar y a jugar golf en algún club, Rafael les contaba anécdotas de su hijo. Rafael aseguró que era muy parecido a Valentina. No solo en su físico, también cómo se expresaba y lo difícil que era convencerlo de algo.Aunque las cosas no estaban siendo fáciles para Benjamín, quien seguía siendo ignorado por Valentina aunque trabajaran juntos.Un atardecer suave iluminaba la oficina. Valentina y Benjamín se quedaron trabajando horas extras. Todo planeado por Benjamín, sacando un sinfín de proyectos que estaban pausados, para poder hablar con ella, Un silencio incómodo se formó sobre ellos.Benjamín cerró la carpeta que tenía en sus manos, acomodó su cuerpo pa
Llegando el fin de semana y Benjamín invitó a valentina a que salieran a una cita como amigos, después de ese acalorado beso que tuvieron Valentina empezaba a aceptar sus sentimientos y sin dudarlo aceptó esa cita.Entro a su clóset, Valentina buscaba el vestido perfecto, uno que marcara sus curvas, que dejara ver su hermoso cuello y fuera fácil de quitar. Una risita de locura salió de su boca al estar pensando cosas que no debía.Valentina se miró al espejo una última vez. El vestido azul pastel le quedaba perfecto, acentuando sus curvas. Había pasado horas eligiendo el maquillaje y el peinado, buscando la combinación ideal para esta noche. No quería admitirlo ni siquiera a sí misma, pero esperaba que Benjamín la viera de una manera diferente.Laura la veía con una mirada de complicidad, sus gestos de picarona hacían que Valentina se pusiera más nerviosa. —¡Ya mamá! No vayas a decir nada. —suplicó Valentina viendo la cara de su madre.—Solo te digo que disfrutes. —dijo Laura con su
Berlín, Ya había pasado dos semanas esperando a que Jazmín se decidiera hablar con su padre, ya le había dado muchos días para que se decidiera. cuando quedaron que solo serían tres días. Los días seguían pasando yo necesitaba volver a Italia, su madre no estaba contenta, haciéndole llamadas constantemente de que debía regresar ya que las empresas en Italia lo necesitaban.Eso lo obligó a decidir ir a la mansión Milano y hablar con Gabriel, de que deseaba una relación con su hija jazmín. Sabía que ella seguía llena de temor y solo desviaba el tema cuando lo grababan verse.El sol de la tarde se colaba por las ventanas de la mansión Milano, bañando con una cálida luz dorada la escena que se desarrollaba en el hall de entrada. Berlín, impaciente y con el corazón acelerado, esperaba a que Gabriel apareciera ya que lo había mandado a llamar con una empleada. Jazmín estaba por salir y alcanzó a ver a Berlín, su corazón dio un vuelco y sus piernas casi no reaccionaban para acercarse a él.
Ya pasado el domingo, donde Benjamín y Valentina disfrutaron sin cesar con su hijo. Valerio era extremadamente feliz ver a sus padres juntos y sonreía al verlos coquetamente, cosa que ya él se había dado cuenta. No era como al principio que casi se mataban con la mirada. La noche fue aún mejor para el pequeño, tenerlos a los dos, sentir el calor de sus padres, lo era todo.Llego el lunes y Benjamín debía regresar a la oficina para trabajar, tenía muchos pendientes para ese día, pero agradecía la eficiencia de Valentina y la rapidez para trabajar. Eso era agregado a su lista de cosas que le encantaban.Pero entre ellos seguía la atención de esa noche, la cual Valentina todavía creía que había pasado algo cuando, en realidad, Solo ella disfrutó y Benjamín no.La oficina de Benjamín era un laberinto de papeles y libros, un espacio que, a pesar de su desorden, emanaba una calidez masculina. Su concentración en cada documento que leía, era admirado por Valentina, quien levantaba la vista