Capitulo 27

Lucrecia clavó sus uñas en las palmas de sus manos, intentando controlar la ira que la consumía. Su rostro, habitualmente maquillado y sereno, se contorsionó en una mueca de rabia. Ver a su hijo llorar junto a valentina por alguien que no era nada de él, la consumía.

No se explicaba como podía hacer eso, ese Berlín que ella veía ahí, no era su hijo, ese que podía controlar y manipular a su antojo.

Berlín ya no soportó más.

—¡Ya basta mamá!

—Eres mi hijo, Berlín —espetó, su voz ronca y llena de resentimiento—. ¿Cómo puedes ponerte de su lado?

Berlín se cruzó de brazos, su mirada fría y distante.

—Ya deja tu odio a un lado, mamá. —habló Berlín con un tono cansado.

Las palabras de Berlín fueron como una bofetada para Lucrecia. Sintió un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas.

—¿Cómo puedes hablarle así a tu madre, Berlín? —su voz se quebró.

Marina, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se levantó de un salto.

—¡Berlín! —exclamo marina.

—Tú cállate, Marina —
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