Benjamín seguía sonriendo por lo molesta o más bien celosa que se encontraba Valentina. Eso solo significaba una cosa, estaba avanzando en su conquista. Mientras que Valentina luchaba con sus sentimientos, no estaba dispuesta a aceptar frente a Benjamín que sí le gustaba y que solo imaginar verlo al lado de otra mujer se llenaba de celos. —Vayamos por nuestro hijo, futura esposa —musito Benjamín muy cerca de su oído. —En tus sueños —replicó Valentina.Benjamín solo siguió su camino muerto de risa, se estaba enamorando profundamente de esa mujer, es que cada expresión y gestos de ella se los grababa inmediatamente. Al llegar al colegio, ambos esperaron pacientemente a que su pequeño saliera.Valerio, con su mochila y una sonrisa que iluminaba su rostro, corría por el pasillo del colegio nuevamente. No sabía quién lo esperaba fuera.Sus pequeñas piernas se movían con rapidez, ansioso por llegar a la puerta principal y encontrarse con sus padres o tal vez su abuelo. La emoción lo hac
El sonido de pasos apresurados y murmullos llenaba el aire en la empresa Milano. El día anterior había sido un desastre para Benjamín y Valentina, y ahora parecía que las cosas estaban a punto de complicarse aún más.Gabriel Milano bajó de la camioneta, su traje impecable y su cabello perfectamente peinado. Su hija, Jazmín, lo siguió de cerca, su rostro serio y concentrado. Su esposa, Martina, se quedó un paso atrás, observando la escena con curiosidad.—¿Qué hace esa mujer aquí? —preguntó Martina, señalando a Lucrecia, que se bajaba de otra camioneta.—No te preocupes por ella, cariño —respondió Gabriel, sin mirar hacia atrás—. Vamos, tenemos trabajo que hacer.Mientras tanto, Berlín se bajaba de otra camioneta, su rostro tenso y su mirada fija en jazmín, su hermosa Jazmín. Lucrecia y Marina lo seguían de cerca, sus rostros igual de tensos.—No me gusta esa mujer aquí —Dijo Martina, su voz llena de molestia.—A buscar problemas, viene solo a eso —respondió Gabriel.Jazmín permaneció
El ambiente agradable del centro comercial, era sin duda el mejor lugar para que Valentina sacara toda su rabia o más bien, sus celos. Aunque no lo quisiera admitir, le gustaba Benjamín y ver a Marina, muy cerca de él, le hacía hervir la sangre. Su madre la acompañaba para asegurarse de que se sintiera mucho mejor. Ambas mujeres disfrutaban de comprar pequeñas cosas pero significativas. El suave murmullo de la música ambiental y el aroma a productos nuevos creaban una atmósfera relajante en el centro comercial.Valentina recorría las tiendas con paso distraído, sus ojos escaneando los escaparates como si buscara algo que la sacara de sus pensamientos.La sensación de la tela suave rozando sus dedos al tocar una blusa no lograba distraerla de la furiosa tormenta que se agitaba dentro de ella.—Imbécil, como puede ser tan guapo —susurro más para ella, haciendo reír a su madre.Fue entonces cuando escuchó la voz de esa mujer. Era profunda, resonante y cargada de odio. Se giró lentament
Valentina llevó a su madre a casa, la dejo en su cama, acomodando cuidadosamente las almohadas. La habitación, sumida en una penumbra tenue, emanaba un aroma a lavanda que intentaba infundir calma. Al salir, el pasillo que conducía a su cuarto se sentía interminable, como si cada paso la sumergiera más en un mar de inquietud.El teléfono vibró en su mano, interrumpiendo sus pensamientos. Era Benjamín. Su corazón dio un vuelco al escuchar su voz, cargada de preocupación.—¿Estás bien? —preguntó él, su tono urgente.Valentina se apoyó contra la pared, sintiendo cómo la tensión se acumulaba en sus hombros.—No, ¿dónde está Valerio? —su voz era un hilo, apenas audible.—Vamos en camino. —La respuesta de Benjamín fue rápida, pero no logró disipar del todo su angustia.—Está bien. —Murmuró, aunque la sensación de vacío en su estómago le indicaba lo contrario.Colgó la llamada y se dejó caer en el sofá de la sala. La imagen de Lucrecia, con su mirada acusadora, se proyectaba en su mente. Ha
Lucrecia paseaba de un lado a otro en su habitación, la alfombra mullida amortiguando cada paso. Sus tacones resonaban contra el suelo, marcando el compás de su creciente ira. La habitación, normalmente tan ordenada, parecía ahora un reflejo de su caos interior. —No puedo creerlo, Marina —espetó, girándose bruscamente hacia su sobrina—. ¿Cómo puede Berlín ponerse de parte de esa mujer? ¡Esa mujer destruyó mi matrimonio! ¡Arruinó la vida de mi esposo!Marina se encogió de hombros, su mirada fija en el suelo. Sabía que cualquier palabra que dijera podría encender aún más la mecha de la ira de su tía.Pero luego recordó la actitud protectora de Benjamín hacia Valentina y su miedo se fue.—Benjamín tampoco me escuchó, tía—susurro Marina, su voz cargada de amargura—. Solo se preocupa por esa perra. ¡Esa perra! ¿Cómo puede ser tan ciego? Ella no es nadie comparada conmigo.Lucrecia se dejó caer en el sofá, hundiendo sus dedos en los cojines aterciopelados. Sus ojos, normalmente tan brillan
La opresión que sentía Rafael castillo, era un peso cada vez más insoportable, como una losa que oprimía el pecho, la necesidad de confesarle todo A Valentina, de decirle las cosas que se le ocurrieron para cuidarla, ardía en su interior como un fuego inextinguible.Aunque sabía que sus palabras podrían crear una brecha insalvable entre ella y Benjamín, pero la culpa y la angustia lo impulsaban a decir la verdad. El monótono tic-tac del reloj parecía amplificarse en entre el auto, marcando el paso de los interminables segundos que separaban a Rafael de su destino, la presión en su pecho era cada vez más intensa como si el aire se hubiera vuelto escaso. Estaba tan acostumbrado a ver la sonrisa de Valentina, pero sabía que en ese momento solo recibiría una mirada de reproche y muchas preguntas. La verdad era una bomba de tiempo que estaba a punto de explotar y él no sabía si estaría preparado para las consecuencias. En cuanto llegó a la capital no tardo en citar a Valentina. Un café
Y así como lo prometió Benjamín. Fue en busca de Valentina a la casa de Laura y obligada la llevó hasta su apartamento. El cual juntos habían escogido para pasar momentos con Valerio. Benjamín le tocó mentirle diciéndole que Valerio estaba esperando por ellos. Pero en realidad solo quería estar a solas con ella y tratar de hacerle entender que sus sentimientos eran reales y no una obligación. —¿Dónde está Valerio? —preguntó Valentina inmediatamente al no ver a nadie en el apartamento.—En realidad no está aquí —dijo Benjamín pasando seguro a la puerta y metiendo la llave en su bolsillo. —Por favor Benjamín. —murmuró ella, casi un susurro, apretando sus ojos para no gritarle.Benjamín se acercó a ella lentamente, sus ojos clavados en lo suyo, la distancia entre ellos se acordó hasta que sus propios cuerpos casi se rozaban.—Por favor te digo a ti Valentina. ¿Puedes dejarme hablar? —suplico él su voz suave Y ronca.Valentina cerró los ojos con fuerza tratando de bloquear la imagen de
Lucrecia clavó sus uñas en las palmas de sus manos, intentando controlar la ira que la consumía. Su rostro, habitualmente maquillado y sereno, se contorsionó en una mueca de rabia. Ver a su hijo llorar junto a valentina por alguien que no era nada de él, la consumía.No se explicaba como podía hacer eso, ese Berlín que ella veía ahí, no era su hijo, ese que podía controlar y manipular a su antojo.Berlín ya no soportó más.—¡Ya basta mamá!—Eres mi hijo, Berlín —espetó, su voz ronca y llena de resentimiento—. ¿Cómo puedes ponerte de su lado?Berlín se cruzó de brazos, su mirada fría y distante.—Ya deja tu odio a un lado, mamá. —habló Berlín con un tono cansado.Las palabras de Berlín fueron como una bofetada para Lucrecia. Sintió un nudo en la garganta y sus ojos se llenaron de lágrimas.—¿Cómo puedes hablarle así a tu madre, Berlín? —su voz se quebró.Marina, que hasta ese momento había permanecido en silencio, se levantó de un salto.—¡Berlín! —exclamo marina.—Tú cállate, Marina —