El sol se deslizaba suavemente por el horizonte mientras Alejandro y Vanesa caminaban hacia el muelle, el ambiente de Seúl aún vibrante con el bullicio de la tarde. Después de un día de exploración y risas, él había planeado una última actividad que ambos nunca olvidarían: un paseo en barco por el río Han. Con una brisa fresca acariciando la piel y la promesa de una vista espectacular de la ciudad, parecía el plan perfecto para terminar el día. —¿Lista para un paseo en barco? —preguntó Alejandro, con una sonrisa traviesa mientras la guiaba hacia un pequeño bote turístico decorado con luces suaves que daban un aire mágico a la escena.Vanesa lo miró de reojo, una ligera duda asomándose en sus ojos. No era exactamente una fanática de los paseos en barco, pero al ver la sonrisa confiada de Alejandro, no pudo resistirse. Había algo en su presencia que hacía que todo pareciera más divertido, incluso si involucraba agua.—Espero que no se me mueva el estómago —bromeó Vanesa, tocando ligera
La casa de Andrea estaba silenciosa, pero la tensión que flotaba en el aire era palpable. Desde que las noticias sobre el embarazo de Vanesa se habían hecho públicas, Andrea había notado un cambio sutil en Natalia. Durante años, había albergado la esperanza de que su amiga de la infancia y su hijo terminaran juntos, pero ahora, la realidad parecía destrozar esas ilusiones.Caminando por el pasillo de la planta superior, Andrea llevaba una bandeja con una taza de té caliente. Se detuvo frente a la habitación de invitados, la puerta ligeramente entreabierta, y escuchó el sonido inconfundible de un cierre de maleta. Sus cejas se fruncieron y, con un ligero golpe, empujó la puerta. Lo que vio la dejó perpleja.—¿Natalia? —preguntó, entrando con cautela.Natalia, que estaba arrodillada junto a la cama, colocando ropa doblada dentro de una maleta, levantó la vista rápidamente. Su expresión reflejaba sorpresa al principio, pero pronto se endureció, como si ya hubiera ensayado lo que iba a de
Una semana después.. La llave giró en la cerradura del departamento, y Alejandro empujó suavemente la puerta con una mano mientras arrastraba dos maletas con la otra. Vanesa, justo detrás de él, entró despacio, mirando alrededor con una sonrisa nostálgica.—Vaya, nunca pensé que extrañaría tanto este lugar —dijo, dejándose caer en el sofá con un suspiro exagerado.—¿Tanto te gustó Seúl? —bromeó Alejandro mientras dejaba las maletas en un rincón.—Sí, pero nunca subestimemos el poder de un sofá que ya conoce la forma exacta de tu trasero —respondió Vanesa con un toque de dramatismo, provocando que Alejandro soltara una carcajada.Él se acercó y se sentó a su lado, dejando que su brazo descansara sobre el respaldo del sofá. Durante el vuelo de regreso, habían repasado todos los momentos destacados del viaje: los paseos por mercados nocturnos, las visitas a templos antiguos, y cómo casi pierden un tren porque Alejandro insistió en buscar "la mejor comida callejera".—¿Sabes? Creo que el
Andrea entró con cautela, su presencia casi palpable en el aire. Vanesa cerró la puerta detrás de ella, sintiendo cómo la tensión se apoderaba de la habitación. La mujer que había sido una figura distante en su vida, pero cuyo poder de influencia había sido innegable, ahora estaba frente a ella, como si el tiempo y las distancias hubieran desaparecido en el acto.Andrea se detuvo justo en el umbral del salón, mirando el ambiente con una especie de nostalgia reprimida. Las maletas todavía estaban en el rincón, y la luz de la tarde se filtraba a través de las cortinas, proyectando sombras suaves sobre los muebles del departamento. Un lugar que, aunque acogedor, parecía tan ajeno a ella como cualquier otro rincón del mundo que había decidido dejar atrás.Vanesa la observaba sin decir una palabra, sus emociones mezclándose entre la curiosidad, la confusión y una pizca de cautela. No sabía qué esperar de esta visita.—Andrea… —dijo Vanesa finalmente, su voz suave pero firme—. ¿Qué te trae
El vapor denso se elevaba en espirales grises, cubriendo el ambiente de la piscina de sauna con un manto casi opaco. El calor abrazaba la piel, y el aire húmedo era un bálsamo para los músculos cansados. Vanesa y Emma se encontraban en un rincón de la sauna, sumergidas en la tranquilidad del lugar, el suave sonido del agua cayendo desde las piedras calientes de la fuente era lo único que rompía el silencio.Vanesa se recostó contra el respaldo de madera, cerrando los ojos por un momento mientras el vapor envolvía su cuerpo. Había algo increíblemente relajante en este tipo de ambiente, algo que le permitía desconectar de los altibajos emocionales de las últimas semanas.—Es impresionante cómo un lugar como este puede hacer que todo desaparezca por un rato, ¿no? —comentó Emma, su voz resonando suavemente en el aire pesado de la sauna.Vanesa sonrió ligeramente, asintiendo.—Sí, es como si el mundo exterior no existiera por un momento. Es perfecto para desconectar.Emma se giró hacia ell
6 Meses después.Seis meses después del evento en el departamento, la vida había dado giros inesperados para todos. El aire del salón privado, perfumado con flores frescas y lleno de murmullos felices, era testigo del baby shower de Vanesa y Alejandro. La decoración, en tonos suaves de azul pastel, blanco y lila, parecía salida de un catálogo: globos metálicos formaban la frase "¡Bienvenid@!", y cada mesa estaba decorada con pequeños detalles tiernos, como zapatitos de porcelana y biberones llenos de dulces. Vanesa, con un vestido largo crema que resaltaba su brillo maternal, se movía con una gracia tranquila entre los invitados. Su vientre, ya muy pronunciado, era el centro de todas las conversaciones. A su lado, Alejandro se mantenía siempre atento, aunque con la misma imponencia característica de su personalidad. —Tienes que comer algo —le dijo en voz baja, tendiéndole un pequeño plato con bocadillos que había elegido para ella. Vanesa sonrió y aceptó el gesto. —Gracias, pe
La revelación del sexo del bebé fue épica, los allegados se acercaron a felicitar a los ya casi padres, entre los que se acercaban Vanesa notó que faltaban algunas personas que espero que asintieran:—Alejandro —dijo ella en un tono suave pero directo—, ¿tú te aseguraste de enviarle la invitación a tu madre?Alejandro levantó la mirada, ligeramente sorprendido por la pregunta.—Claro que sí. Mi madre ha hecho muchos esfuerzos últimamente, y que hayamos decidido empezar a ceder. No podía dejar de invitarla, especialmente siendo la abuela del bebé.Vanesa asintió. En los últimos meses, su suegra, Andrea, se había mostrado sorprendentemente interesada en enmendar los errores del pasado. Aunque Vanesa no estaba completamente convencida al principio, luego, cedió, tanto para ella como para el hijo que estaba en camino.—Bien. Supongo que llegará en cualquier momento. Espero que todo salga... Bien —murmuró Vanesa, más para sí misma que para Alejandro.Los demás presentes seguían acercándos
Vanesa y Alejandro llegaron al departamento cargados de globos, bolsas con regalos y una mezcla de emociones. Habían sido horas intensas, pero también gratificantes. El evento había sido un éxito rotundo, y aunque estaban exhaustos, el esfuerzo había valido la pena. —¿Dónde vamos a poner todo esto? —preguntó Vanessa, mirando las cajas apiladas que casi cubrían el recibidor. Alejandro dejó las llaves sobre la mesa y suspiró. —No tengo idea. ¿Crees que podamos meter algo en el clóset del bebé? —Ni lo sueñes, esa habitación está más equipada que una tienda de bebés —Vanesa acarició sus 38 semanas de panza. Y era cierto. Habían trabajado semanas para transformar la habitación de su hijo en un espacio perfecto: paredes pintadas de un suave color marfil, muebles de madera blanca y juguetes cuidadosamente elegidos. Todo estaba en su lugar, esperando al pequeño inquilino que, sin saberlo, ya era el centro de atención. Después de acomodar como pudieron los regalos en un rincón del