Una semana después.. La llave giró en la cerradura del departamento, y Alejandro empujó suavemente la puerta con una mano mientras arrastraba dos maletas con la otra. Vanesa, justo detrás de él, entró despacio, mirando alrededor con una sonrisa nostálgica.—Vaya, nunca pensé que extrañaría tanto este lugar —dijo, dejándose caer en el sofá con un suspiro exagerado.—¿Tanto te gustó Seúl? —bromeó Alejandro mientras dejaba las maletas en un rincón.—Sí, pero nunca subestimemos el poder de un sofá que ya conoce la forma exacta de tu trasero —respondió Vanesa con un toque de dramatismo, provocando que Alejandro soltara una carcajada.Él se acercó y se sentó a su lado, dejando que su brazo descansara sobre el respaldo del sofá. Durante el vuelo de regreso, habían repasado todos los momentos destacados del viaje: los paseos por mercados nocturnos, las visitas a templos antiguos, y cómo casi pierden un tren porque Alejandro insistió en buscar "la mejor comida callejera".—¿Sabes? Creo que el
Andrea entró con cautela, su presencia casi palpable en el aire. Vanesa cerró la puerta detrás de ella, sintiendo cómo la tensión se apoderaba de la habitación. La mujer que había sido una figura distante en su vida, pero cuyo poder de influencia había sido innegable, ahora estaba frente a ella, como si el tiempo y las distancias hubieran desaparecido en el acto.Andrea se detuvo justo en el umbral del salón, mirando el ambiente con una especie de nostalgia reprimida. Las maletas todavía estaban en el rincón, y la luz de la tarde se filtraba a través de las cortinas, proyectando sombras suaves sobre los muebles del departamento. Un lugar que, aunque acogedor, parecía tan ajeno a ella como cualquier otro rincón del mundo que había decidido dejar atrás.Vanesa la observaba sin decir una palabra, sus emociones mezclándose entre la curiosidad, la confusión y una pizca de cautela. No sabía qué esperar de esta visita.—Andrea… —dijo Vanesa finalmente, su voz suave pero firme—. ¿Qué te trae
El vapor denso se elevaba en espirales grises, cubriendo el ambiente de la piscina de sauna con un manto casi opaco. El calor abrazaba la piel, y el aire húmedo era un bálsamo para los músculos cansados. Vanesa y Emma se encontraban en un rincón de la sauna, sumergidas en la tranquilidad del lugar, el suave sonido del agua cayendo desde las piedras calientes de la fuente era lo único que rompía el silencio.Vanesa se recostó contra el respaldo de madera, cerrando los ojos por un momento mientras el vapor envolvía su cuerpo. Había algo increíblemente relajante en este tipo de ambiente, algo que le permitía desconectar de los altibajos emocionales de las últimas semanas.—Es impresionante cómo un lugar como este puede hacer que todo desaparezca por un rato, ¿no? —comentó Emma, su voz resonando suavemente en el aire pesado de la sauna.Vanesa sonrió ligeramente, asintiendo.—Sí, es como si el mundo exterior no existiera por un momento. Es perfecto para desconectar.Emma se giró hacia ell
6 Meses después.Seis meses después del evento en el departamento, la vida había dado giros inesperados para todos. El aire del salón privado, perfumado con flores frescas y lleno de murmullos felices, era testigo del baby shower de Vanesa y Alejandro. La decoración, en tonos suaves de azul pastel, blanco y lila, parecía salida de un catálogo: globos metálicos formaban la frase "¡Bienvenid@!", y cada mesa estaba decorada con pequeños detalles tiernos, como zapatitos de porcelana y biberones llenos de dulces. Vanesa, con un vestido largo crema que resaltaba su brillo maternal, se movía con una gracia tranquila entre los invitados. Su vientre, ya muy pronunciado, era el centro de todas las conversaciones. A su lado, Alejandro se mantenía siempre atento, aunque con la misma imponencia característica de su personalidad. —Tienes que comer algo —le dijo en voz baja, tendiéndole un pequeño plato con bocadillos que había elegido para ella. Vanesa sonrió y aceptó el gesto. —Gracias, pe
La revelación del sexo del bebé fue épica, los allegados se acercaron a felicitar a los ya casi padres, entre los que se acercaban Vanesa notó que faltaban algunas personas que espero que asintieran:—Alejandro —dijo ella en un tono suave pero directo—, ¿tú te aseguraste de enviarle la invitación a tu madre?Alejandro levantó la mirada, ligeramente sorprendido por la pregunta.—Claro que sí. Mi madre ha hecho muchos esfuerzos últimamente, y que hayamos decidido empezar a ceder. No podía dejar de invitarla, especialmente siendo la abuela del bebé.Vanesa asintió. En los últimos meses, su suegra, Andrea, se había mostrado sorprendentemente interesada en enmendar los errores del pasado. Aunque Vanesa no estaba completamente convencida al principio, luego, cedió, tanto para ella como para el hijo que estaba en camino.—Bien. Supongo que llegará en cualquier momento. Espero que todo salga... Bien —murmuró Vanesa, más para sí misma que para Alejandro.Los demás presentes seguían acercándos
—Señora Adán, una pregunta por favor —la interceptó uno de los reporteros que la esperaban a la puerta. —¿Es cierto que tiene cáncer y por eso su visita al hospital? —se atrevió a decir uno de ellos. Vanesa no se detuvo ni un instante al salir de el rascacielos hospitalario. La lluvia hizo presencia empapando sus últimos pasos hacia el coche negro que la esperaba a ras del último escalón. —Señora Adán —cuestionó una de las reporteras—. ¿Por qué su esposo no la acompaña? —¿Es cierto que su matrimonio está en crisis? —le acercó el micrófono cerca de la cara. —¿Es verdad qué su esposo tiene otra? —¿Es estéril y por eso su matrimonio no va bien? Finalmente Vanesa llegó a la puerta negra donde entró sin pensarlo dos veces. El frío se hizo presente cuando notó el aire acondicionado. —A casa, Roger —le pidió al chófer de su marido quien acostumbraba a marcar todas sus rutas. Por un momento mientras se alejaban de las cámaras de los reporteros, Roger visualizó a través
—Alejandro no está —se apresuró a informarle a Andrea dada la cara confusa de su nuera. Su voz sonaba cansada y aburrida, agitó ligeramente el vino mientras lo contemplaba como si fuese lo más interesante del lugar. —Lo estoy esperando —añadió Andrea. —Sí, ya sé que su hijo no está en casa señora Andrea —confirmó dejando el abrigo colgado en el perchero de la entrada—. Tampoco creo que sea buena idea sentarse a esperarlo, no va a llegar en toda la noche. Andrea se puso de pie posando los ojos en el sobre húmedo que sostenía su nuera. —¿Tan mal están las cosas como para que mi hijo no duerma en casa? —quiso saber. Vanesa suavizó su gesto que hasta el momento había sido tenso y negó satisfecha. —Veo que no está enterada —interpuso distancia entre las dos caminando hacia el inmenso cristal que daba vista a la ciudad—. Está en un viaje de negocio, viajó fuera del país. El rostro de Andrea buscaba disimular la desinformación de la partida de su hijo hacia el extra
Emma se cubrió el rostro dejando caer su pelaje negro intenso sobre el lateral de sus mejillas, vestía una gorra negra a juego de una gafas de sol gris; un atuendo sport color marfil a juego con su bolso escocés. Emma miraba de derecha a izquierda y cada tanto levantaba sus gafas de sol para visualizar su entorno de camino a la cafetería King, una de las tantas instalaciones perteneciente a las propiedades del CEO Alejandro Adán el marido de su mejor amiga y al cual no soportaba ver. En varias ocasiones Emma le había aconsejado que terminara aquella relación con el “perfectísimo Alejandro” como le había apodado, pero Vanesa se negaba con la excusa de que no quería romper el trato tan importante que habían hecho ambas familias. Emma ubicó con la vista la mesa solitaria donde se encontraba su amiga y se dirigió hacía ella. —¿Qué estás haciendo, Emma? —interrogó Vanesa con asombro ante la fachada de su amiga. —Intento ser discreta como me pediste —Emma deslizó las gafas a