El vapor denso se elevaba en espirales grises, cubriendo el ambiente de la piscina de sauna con un manto casi opaco. El calor abrazaba la piel, y el aire húmedo era un bálsamo para los músculos cansados. Vanesa y Emma se encontraban en un rincón de la sauna, sumergidas en la tranquilidad del lugar, el suave sonido del agua cayendo desde las piedras calientes de la fuente era lo único que rompía el silencio.Vanesa se recostó contra el respaldo de madera, cerrando los ojos por un momento mientras el vapor envolvía su cuerpo. Había algo increíblemente relajante en este tipo de ambiente, algo que le permitía desconectar de los altibajos emocionales de las últimas semanas.—Es impresionante cómo un lugar como este puede hacer que todo desaparezca por un rato, ¿no? —comentó Emma, su voz resonando suavemente en el aire pesado de la sauna.Vanesa sonrió ligeramente, asintiendo.—Sí, es como si el mundo exterior no existiera por un momento. Es perfecto para desconectar.Emma se giró hacia ell
6 Meses después.Seis meses después del evento en el departamento, la vida había dado giros inesperados para todos. El aire del salón privado, perfumado con flores frescas y lleno de murmullos felices, era testigo del baby shower de Vanesa y Alejandro. La decoración, en tonos suaves de azul pastel, blanco y lila, parecía salida de un catálogo: globos metálicos formaban la frase "¡Bienvenid@!", y cada mesa estaba decorada con pequeños detalles tiernos, como zapatitos de porcelana y biberones llenos de dulces. Vanesa, con un vestido largo crema que resaltaba su brillo maternal, se movía con una gracia tranquila entre los invitados. Su vientre, ya muy pronunciado, era el centro de todas las conversaciones. A su lado, Alejandro se mantenía siempre atento, aunque con la misma imponencia característica de su personalidad. —Tienes que comer algo —le dijo en voz baja, tendiéndole un pequeño plato con bocadillos que había elegido para ella. Vanesa sonrió y aceptó el gesto. —Gracias, pe
La revelación del sexo del bebé fue épica, los allegados se acercaron a felicitar a los ya casi padres, entre los que se acercaban Vanesa notó que faltaban algunas personas que espero que asintieran:—Alejandro —dijo ella en un tono suave pero directo—, ¿tú te aseguraste de enviarle la invitación a tu madre?Alejandro levantó la mirada, ligeramente sorprendido por la pregunta.—Claro que sí. Mi madre ha hecho muchos esfuerzos últimamente, y que hayamos decidido empezar a ceder. No podía dejar de invitarla, especialmente siendo la abuela del bebé.Vanesa asintió. En los últimos meses, su suegra, Andrea, se había mostrado sorprendentemente interesada en enmendar los errores del pasado. Aunque Vanesa no estaba completamente convencida al principio, luego, cedió, tanto para ella como para el hijo que estaba en camino.—Bien. Supongo que llegará en cualquier momento. Espero que todo salga... Bien —murmuró Vanesa, más para sí misma que para Alejandro.Los demás presentes seguían acercándos
—Señora Adán, una pregunta por favor —la interceptó uno de los reporteros que la esperaban a la puerta. —¿Es cierto que tiene cáncer y por eso su visita al hospital? —se atrevió a decir uno de ellos. Vanesa no se detuvo ni un instante al salir de el rascacielos hospitalario. La lluvia hizo presencia empapando sus últimos pasos hacia el coche negro que la esperaba a ras del último escalón. —Señora Adán —cuestionó una de las reporteras—. ¿Por qué su esposo no la acompaña? —¿Es cierto que su matrimonio está en crisis? —le acercó el micrófono cerca de la cara. —¿Es verdad qué su esposo tiene otra? —¿Es estéril y por eso su matrimonio no va bien? Finalmente Vanesa llegó a la puerta negra donde entró sin pensarlo dos veces. El frío se hizo presente cuando notó el aire acondicionado. —A casa, Roger —le pidió al chófer de su marido quien acostumbraba a marcar todas sus rutas. Por un momento mientras se alejaban de las cámaras de los reporteros, Roger visualizó a través
—Alejandro no está —se apresuró a informarle a Andrea dada la cara confusa de su nuera. Su voz sonaba cansada y aburrida, agitó ligeramente el vino mientras lo contemplaba como si fuese lo más interesante del lugar. —Lo estoy esperando —añadió Andrea. —Sí, ya sé que su hijo no está en casa señora Andrea —confirmó dejando el abrigo colgado en el perchero de la entrada—. Tampoco creo que sea buena idea sentarse a esperarlo, no va a llegar en toda la noche. Andrea se puso de pie posando los ojos en el sobre húmedo que sostenía su nuera. —¿Tan mal están las cosas como para que mi hijo no duerma en casa? —quiso saber. Vanesa suavizó su gesto que hasta el momento había sido tenso y negó satisfecha. —Veo que no está enterada —interpuso distancia entre las dos caminando hacia el inmenso cristal que daba vista a la ciudad—. Está en un viaje de negocio, viajó fuera del país. El rostro de Andrea buscaba disimular la desinformación de la partida de su hijo hacia el extra
Emma se cubrió el rostro dejando caer su pelaje negro intenso sobre el lateral de sus mejillas, vestía una gorra negra a juego de una gafas de sol gris; un atuendo sport color marfil a juego con su bolso escocés. Emma miraba de derecha a izquierda y cada tanto levantaba sus gafas de sol para visualizar su entorno de camino a la cafetería King, una de las tantas instalaciones perteneciente a las propiedades del CEO Alejandro Adán el marido de su mejor amiga y al cual no soportaba ver. En varias ocasiones Emma le había aconsejado que terminara aquella relación con el “perfectísimo Alejandro” como le había apodado, pero Vanesa se negaba con la excusa de que no quería romper el trato tan importante que habían hecho ambas familias. Emma ubicó con la vista la mesa solitaria donde se encontraba su amiga y se dirigió hacía ella. —¿Qué estás haciendo, Emma? —interrogó Vanesa con asombro ante la fachada de su amiga. —Intento ser discreta como me pediste —Emma deslizó las gafas a
La noche había caído sobre la ciudad, envolviendo la cafetería en una atmósfera densa y casi melancólica. Emma apenas era la misma desde el momento en que había recibido aquella noticia, una revelación tan impactante que parecía haberle robado las palabras. Permanecía en silencio largos ratos, perdida en sus pensamientos, mientras que Vanesa intentaba distraerla con temas ligeros y promesas de discreción sobre lo que acababa de enterarse. El café y las pastas que habían ordenado mas tarde, seguían intactas. Al final, Roger, había pasado por la cafetería, acompañado a Emma a su departamento de soltera y continuar su trayecto a casa con la señora Adán. Casi todo el camino Vanesa estuvo en silencio y eso lo había preocupado, aunque no abordó el tema, la señora Adán siempre tenía algo que decir: algún halago, alguna queja, algo…, y que no lo hiciera le hizo sentir que estaba ante un momento complejo. Así que con muchísima prudencia respetó su espacio personal. Cuando Vanesa abrió la
Vanesa despertó con una sensación de vacío, la cama a su lado estaba fría, y Alejandro, como ya era costumbre, no estaba en casa. La distancia entre ellos se había vuelto tan gélida como el vacío en aquella habitación. Se levantó, sin prisa, y después de prepararse, llamó a Roger, el chófer. Era el único en quien sentía que podía confiar con ciertos límites; aunque su relación se limitaba a intercambios formales, él parecía siempre dispuesto a ayudarla. Mientras tomaba su llave, que había echado en porta llave de cristal, echó una vista rápida al inmenso departamento: todo estaba impecablemente limpio, pero sin rastro de vida. Alejandro había insistido en no tener empleadas domésticas fijas; Decía que podía esparcir rumores sobre sus asuntos privados, aunque Vanesa sospechaba que más bien quería evitar que alguien presenciara las grietas en su matrimonio. Al salir, Roger ya la esperaba en el auto, abriendo la puerta para que ella subiera. Vanesa, tras ajustarse en el asiento de