No sé a donde tengo que ir, pero no dejare que él se quede con mi hijo, no dejare que el me lo arrebate, si tengo que ir a la policía lo hare, si tengo que enfrentarme al maldito hombre más poderoso de Chicago, lo hare.
Corro fuera de la mansión, me tropiezo bajando los escalones de la entrada y un hombre se acerca a mí. Siento sus manos cálidas y volteo enseguida a mirarlo, nuestros rostros quedan tan cerca pero me siento perdida no puedo distinguir de quien se trata, solo veo una mirada trasparente y divertidos.
Algo en el me parece familiar.
—¡Wow!, ¿Estas estas bien?—es el mismo hombre que ayer se ofreció ayudarme, afuera del comedor —Soy Achille el chofer de la familia.
No soy una mujer grosera pero no estoy en un momento para hacer presentaciones, ni hacer nuevos amigos aunque en estar lugar seria de aliciente, me ayudo a levantarme y camino hacia la salida de la mansión, hay una reja a unos metros, está cerrada. Espero no estar prisionera en este lugar.
Archie me alcanza e insiste en ayudarme, yo me siento atrapada y si saber a dónde ir solo quiero correr a encontrar a mi Peter aunque ni siquiera sé dónde está.
—Puedo ayudarte en algo, —lo observo, parece que puedo confiar en él, necesito confiar en alguien en esta casa.
—¿Sabes dónde está el señor Sanlúcar?
—Por supuesto, a esta hora debe estar en el banco —claro, no puede desaparecer por completo si huye, a su empresa tiene que volver algún día.
—¿Salió de aquí con un bebé?
Duda un poco, observa el piso, luego me miro a mí. El corazón explota quiere salir de mi pecho.
—No, no recuerdo que llevara a un niño, —eso me hace dudar en salir a buscarlo o quedarme de nuevo a voltear esta casa patas arriba, pero Aurora me dijo que Vicenzo se llevó a mi hijo.
—Puedes pedirme un taxi.
—Puedo hacer algo mucho mejor—Me sonríe, no sé si trata de ser amable o quiere ganarse mi confianza, me parece un chico noble, me inspira confianza—, yo puedo llevarla a donde usted desee. El señor Sanlúcar nos ha ordenado que la atienda como la señora de la casa.
Abrí los ojos, era demasiado irreal para mí, tener al servicio un chofer que sin chistar estuviera dispuesto a mi voluntad, sin que yo tuviera que imponer mi presencia. Era un intrusa en esta casa.
—¿De verdad?
—Por supuesto, soy su chofer puede disponer de mi como más le plazca.—algo me hizo sentir muy incómoda de aquella inocente y nada maliciosa oferta, en este momento le daría cero importancia a todo y todos
—Llévame a la empresa de Vicenzo.
Yo no tenía por qué tratarlo como si fuera un ser superior, era un monstruo, mentirosos, ahora me estaba mostrando su verdadera esencia.
Subí al auto, tan lujoso como en el que me trajo hasta aquí, el joven me miraba por el espejo retrovisor mientras veía correr las casa y dejar atrás autos y personas, me sentía incómoda de ver siempre en ese pequeño espejo la mirada de Archi sobre mí, con una sonrisa tierna, no era morboso ni coqueto, no parecía acosarme solo me mira como si fuera yo una cosa bonita de decoraron.
Era una extraño compararme a mí misma con una cosas pero así me hacía sentir. Quizás era como un animal lindo para él o un bicho no lo sé, pero era insistente, obsesivo y cálido, no necesitaba más tormentos en este momento, estaba por decirle que cuidar el camino por que no deseaba un accidente cuando ya estábamos llegando al edificio en el centro de Chicago.
Era enorme, toda una manzana marcaba el imperio de los Sanlúcar, el banco más grande y productivo de los estados unidos, el “BankofAmerican Sanlúcar”
La entrada principal estaba repleta de personas entrando y saliendo, todos con trajes pulcros y zapatos brillantes, maletines que parecían estar llenos de inversiones y fortunas.
Todos con caras satisfechas, todos avanzando a un ritmo acelerado donde había tiempo para todo menos para respirar.
Atravesé sus puetas de cristal, empuje fuerte, Archie intento ayudarme pero mi empeño por verle la cara a ese mentiros era lo suficiente para abrir ese grueso cristal. El interior era un espacio lleno de calma, los pisos brillaban tanto que podría reflejarme en ellos, olía a madera, y a cuero,
Había unas enormes y anchas escaleras a un costado, las oficinas debían estar en la parte superior, me sujete del pasamanos de madera y subía dos escalones por vez, un hombre uniformado me llamo y casi me toma del brazo para detenerme.
—No lo haría si fuera tú, es la señora Sanlúcar —escuche la voz de Archie detrás de mí pero yo no voltee a ver al pobre hombre, con la cara de ogro que siempre tenía Vicenzo era seguro que todos le temían.
Tenía las fuerzas para subir hasta el tercer piso en el que imagine que se encontraba la oficina de Vicenzo.
Había muchas puertas, pero estaba segura que donde encontraría a ese detrás de una puerta enorme, tal vez con su nombre en grande, pero detrás de unos cristales lo veo de pie mostrando una gráficas.
—¿Dónde está?
Una veintena de hombres se giran en sus silla poniendo su ojos en mí, ninguno de ellos me intimida, no me hacen sentir avergonzada por irrumpir en un junta tan importante del señor Sanlúcar, pero aquí es donde comenzare a hacer un escándalo si él no me responde.
Observa a los hombres y luego me observa a mí, hace una seña a una chica sentada frente a un laptop, y la pantalla detrás de él se apaga.
—Señores si me permiten atenderé a la dama, reagendare la junta lo más pronto posible.
Espera que todos salgan, yo es entonces cuando al verlo tan calmado me siento impotente, y tonta.
—¿Sucede algo Helen? —observo la opulencia del lugar tanto como lo es la casa. Él tiene mucho más dinero que mi padre.
—¿Dónde está Peter?—tengo las lágrimas en mis ojos y mucha rabia, me provoca tantos sentimientos ese hombre. Es un monstruo.
—Tranquila, te dije que nunca le haría daño. Me toma de la muñeca y me lleva, confió en sus palabras porque después de todo es su hijo.
Me hace entrar en una oficina, ahí está una mujer y sobre sus piernas tiene a mi hijo, lo distrae con una sonaja, está feliz, mi hijo está tranquilo y bien, me siento traicionada por él. no llora no está exorándome.
Muy al contrario se encuentra de lo más divertido, yo sí, lo extraño corro y lo tomo entre mis brazos. Me siento mejor ahora que siento su calorcito.
La mujer sale de la oficina y escucho como cierra la puerta.
—Porque te lo llevaste así, ¿alejarlo de mí no es hacerle daño?
—Estabas durmiendo, sé que estabas cansada del viaje y de estar paseando en la casa como si todos fuéramos una bola de psicópatas, solo traje a Peter para una revisión con el medico eso es todo.
—Él está bien—alego en mi defensa—, lo cuido y lo alimento bien. Nunca se a enfermado.
—Si, lo sé, y te lo agradezco, lo has cuida muy bien.
¿Me lo agradece? No puedo evitar que me sienta bastante satisfecha de tener su aprobación, el es tan diferente, serio, distante. Viste elegante, sobrio, su cabello esta cepillado con cuidado, afeitado perfectamente, y los zapatos siempre deslumbrantes.
—Jamás me dijiste que tu empresa había crecido tanto—dejo de mirarlo, o de admirarlo sé que se ha percatado de como lo he analizado, con deseo—, cuando trabajaste en la empresa de mi padre esto era apenas un banco de esquina, nuestra casa era pequeña pero la hubiéramos podido llenar de amor sabes, me hubiera encantado que así sucediera. Que realmente hubieras sido sincero conmigo que me contaras de esto, aun no entiendo porque me trataste así, y deseo que me lo expliques, porque me ocultaste todo esto, porque a mí me mantuviste al margen de tu familia. que querías de mí, querías ponerme a prueba, porque jamás te exigí nada y aun así no te hacia feliz. dime algo Vicenzo, ¿alguna vez me amaste?
Su ojos están sobre mi, analizándome. Meditam um minuto.
—Vamos hablar, tranquilos. Sabes que detesto los escándalos. —asiento, toma a Peter y lo coloca sobre un pequeño porta bebe, cuelgan frente a él algunos juguetes y animales de peluche, un par de pelotas de colores y una sonaja, vuelve junto a mí y me invita a sentarme en un largo sofá de pieles que decora su oficina. Tiene una vista fantástica desde aquí. —no sé qué estaba pesando en aquel momento ni se porque te trate así, pero de ahora en adelante las cosas van a ser diferentes. Solo deja de pelear y criemos a Peter juntos.
Me levanto y camino lejos de él, observó por los cristales la ciudad moverse afuera mientras todo aquí en este instante para mí se está paralizando.
Me hace ilusionarme, me hace creer que nunca deje de amarlo, sus palabras, la dureza pero tranquilidad con la que me pide las cosas, soy tan vulnerable que puedo ceder con solo un beso. Está detrás de mí, me gira con lentitud y soy una veleta entres sus manos.
El me mira y es tan hermoso verlo a la cara, con una inocencia y una enorme pureza en sus ojos, me quedé dormida observándolo y fue hasta que sentí sus labios probando los míos en un suave contacto que me di cuenta de lo que estaba sucediendo.
Sus brazos estaban sobre mi cintura me busco rondando por un lado y por el otro, me sentí en las nubes, mis pies no tocaban el suelo al sentir su cuerpo aplastando el mío.
Me siento nueva, distinta ahora que el me besa, siento que sus labios son diferentes como más carnosos, siento que no lo alcanzo, como si hubiera crecido unos centímetros que debo estar en puntitas para llegar al paraíso de su calor.
Suspiro para jalar un poco de aire y prosigo degustando su boca, me encanta. Siempre lo hizo, su cuerpo, su rostro, sus ojos, deseo su contacto más que nada en este mundo, jadeo por su ímpetu sobre mí, siento que desea devorarme el cuerpo no solo los labios. Se que me ama lo siento ahora qué me besa y yo lo amo, como una tonta lo amo.
—¿Si te pido que te acuestes conmigo lo harías? —¿qué clase de propuesta es esa? Lo empujo y le plato una cachetada con todas las fuerzas en la mejilla. Lo veo enfurecerse.
—Tomare eso como un si— me toma de nuevo en sus brazos, me obliga a besarlo de nuevo y aunque me resisto es diferente su brusquedad, me domina, es posesivo y cálido. Me estremece, mi cuerpo es vulnerable a él. me dejo envolver por sus brazos por su gran cuerpo, me siento pequeña y débil, mi piernas tiemblan.
Me recarga sobre la pared de vidrio, lo observó y el me observa, suspiro y él sonríe al saber que me posee con tal facilidad, no quiero que me bese pero es más fuerte el deseo de que no se detenga.
Suspiro, me gira caminamos hasta el escritorio, me sienta y continúa besándome, desabrocha un poco mi blusa y toca con la yema de mis dedos en el interior, mi pie se estremece lo abrazo con mis piernas y siento todo su sexo ardiente.
¿Nunca deje de amarlo?