Capítulo 5

—Vas a terminar muerta como sigas así —mi mirada severa hizo que ella cerrara la boca.

Definitivamente estaba al borde, mi cuerpo pedía a gritos un descanso y mis brazos y pies estaban adoloridos no solo por estar parada durante todo el día, sino también por haberme subido al tubo después de tanto tiempo en el suelo.

—No tengo opción, el banco que cubrió los gastos del hospital me está respirando en la nuca, Denise, debo al menos pagar los pagos retrasados.

—¿Lo dejo en cuanto se duerma? —quise decirle que no, que se quedara con él hasta que regresara, pero ambas sabíamos que aun no tenía el dinero suficiente para cubrir esos gastos.

—¿A las doce estaría bien? —ella miró la hora en su reloj y asintió pausadamente.

—Dejaré todo bien cerrado.

A las doce estaba bien para mí, anoche había llegado a las doce cuarenta, por lo que cuarenta minutos de preocupación no eran tan malos.

Y Adam ya sabía que hacer si se despertaba. No encender el televisor, no abrirle la puerta a nadie y por supuesto, no salir de la casa ni encender la estufa.

Una vez lista me despedí de ambos y me encaminé hacia la salida del edificio rápidamente.

De noche el edificio era más tranquilo que de día, ya que la mayoría eran de prácticas y trabajos nocturnos, pero eso convertía el barrio en uno más peligroso cuando la noche caía.

Sintiendo mi estómago apretado ante la misma sensación extraña de esta mañana, me encaminé con paso rápido hacia el Middle night.

Al estar frente a las puertas me sentí más tranquila, pues definitivamente sentir que alguien te miraba en una calle vacía no era particularmente tranquilizador.

El guardia me recorrió con la mirada antes de hacerse a un lado para dejarme pasar.

Él no era el que me había recibido anoche, pero no me molesté en cuestionar ese hecho considerando el tiempo que había estado sin ser parte de este lugar.

En cuanto recorrí el pasillo de entrada me dirigí directamente al camerino para desvestirme y colocarme el body negro que había elegido esa noche.

Dejaba expuestos parte de mis pechos copa C dándole un toque muy sexual, pero dentro de lo que cabía era lo suficientemente recatado.

Muchas de las chicas usaban tacones kilométricos para sus presentaciones, mientras que yo me conformaba con unos pies descalzos apuntando al cielo en cada figura.

Una vez terminé, rocié el spray de fijación en las partes adecuadas antes de sentarme a esperar que llegaran las demás.

Pero extrañamente pasó media hora y ninguna chica apareció, por lo que salí del camerino y recorrí el pasillo hasta estar detrás del escenario, pero antes de poder observar hacia el interior ante el silencio inminente en el lugar, los pasos de Liam me hicieron mirar en su dirección mientras descendía del escenario.

—¿Y las demás chicas? —cuestioné con el ceño fruncido mientras repasaba su impoluta figura con un traje gris oscuro a medida y su cabello rubio perfectamente peinado.

Sus ojos eran castaños claros y muy bonitos si podía alegar y aun con sus negocios en este mundo tenía una apariencia de hombre recto y bondadoso.

Aunque esto ultimo no estaba a discusión, Liam me había ayudado tanto que no me alcanzaría la vida para agradecerle.

—El club está cerrado hoy —mi boca se abrió cual pez fuera del agua.

—Nadie me dijo —susurré recordando haber revisado mi móvil para ver si Analís me había texteado.

—Fue reservado, cariño y es tu día de suerte, te han elegido del catálogo para bailar hoy.

—¿Solo yo? —cuestioné con mis ojos bien abiertos.

—Solo tú, sé que será pesado bailar toda la noche, pero te pagarán como si cinco chicas lo hubiesen hecho.

—Bien —susurré.

—¿Estás lista? —asentí cuidadosamente —bien, hoy no te vayas, aun tengo tu pago en la oficina, cuando termine ve ahí para darte el correspondiente a hoy también.

Asentí un par de veces y dando respiraciones lentas me elevé en el escenario apreciando el lugar totalmente a oscuras. Al estar en el centro esperé paciente a que el chico de las luces las encendiera y cuando lo hizo mi boca se abrió lentamente.

Había quedado dos veces desestabilizada en este día.

—¿Es enserio? Primero quiere que me venda ¿y ahora paga para que le baile como probando un punto?

Él no contestó ni siquiera esbozó una sonrisa o se comportó de alguna forma diferente a un maldito iceberg impenetrable.

Respirando por la nariz de una forma violenta me crucé de brazos y como si fuera su m*****a sirvienta chasqueó los dedos y las luces se apagaron dejando solamente la que iluminaba el tubo y la música comenzó a sonar.

Realmente estaba probando un maldito punto.

La música era lenta, por lo que la coreografía de la noche anterior no serviría de nada y como no había practicado nada en lo absoluto hice lo que mejor sabía hacer; improvisar.

Me movía pausadamente elaborando los pasos que segundos antes imaginaba en mi cabeza. Y cuando tomé el ritmo y me dejé envolver; volé.

Me olvidé del hombre frente a mí, mientras me enganchaba en el tubo hacia lo más alto y daba vueltas en él al ritmo de la música de la que creía era Lana del Rey.

Nada propio para un club básicamente sexual, pero bailar con ella me hizo sentir de una forma indescriptible. Era maravillosa la sensación de sentir que volaba por los aires mientras la brisa que provocaba mi movimiento azotaba mi cabello suelto.

En cuanto la música acabó quedé suspendida en el aire esperando la siguiente canción, pero nunca llegó, por lo que me dejé caer permitiendo que mis dedos tocaran el suelo del escenario.

Las luces se encendieron una vez más y al ver la silla frente a él en la mesa en la que estaba sentado, entendí la sutil referencia.

Con pasos lentos me acerqué a la orilla y luego me dejé caer hasta estar cerca de la silla.

Su presencia me embriagó casi al instante y su perfume se adentró por mis fosas nasales envolviéndome de una forma que pocas veces había sentido.

Si es que alguna vez realmente lo había hecho.

No dijo una palabra, solo miró hacia la silla frente a mí y dudando un poco la moví para dejarme caer en ella quedando sentada frente a él.

—¿Cuántos años tienes? —cuestionó en un susurro ronco que erizó toda mi piel.

Pasé saliva dudosa de si responder. Después de todo él solo había pagado por mi para bailar, pero prefería estar sentada a engancharme en aquel tubo toda la noche.

—Veintidós —contesté con voz temblorosa.

Definitivamente me estaba afectando más de lo que admitiría.

Y al verlo mejor en aquella posición sentada, descubrí que él debía estar en los treinta ya. Se conservaba de maravilla y se veía mejor aún, pero su actitud de hombre maduro me dejaba claro que sobrepasaba la veintena.

—¿Estudias? —negué lentamente cuestionándome cual era el maldito interés en cosas personales como esas.

Permanecimos en silencio por largos minutos mientras él continuaba observándome. Ahora una de sus piernas había subido hacia su rodilla y tomaba un trago del licor en su vaso sin quitar la mirada de mí. Y mientras, yo me revolvía en mi lugar intentando no absorber la mirada tan intensa que estaba lanzando a todo mi cuerpo.

—Que suerte —susurró para sí mismo luego de unos cinco minutos.

Pero no le cuestioné a que se refería, él había hablado para sí mismo, no conmigo.

—Bien, Dalia, te explicaré esto de una forma sencilla —mis ojos se adentraron en sus glaciares azules mientras hablaba en un tono pausado —me interesas —admitió con una voz ronca que me puso todos los vellos erizados y aceleró el ritmo de mi corazón a una velocidad atemorizante.

—¿Perdón?

—No te vendes, eso está muy claro, pero de una forma u otra te voy a obtener, así que te dejo elegir.

Cuidadosamente dejó el vaso vacío sobre la mesa y me observó atento esperando una reacción de mi parte.

Una que no llegó en los próximos cinco minutos ya que no tenía ni idea de como reaccionar a eso.

—No tengo que elegir nada, no me interesa en ninguno de los aspectos.

—¿Estamos seguros de eso? —cuestionó en plural y pronto mis mejillas se tornaron rojas.

—Lo estoy y tampoco creo que esta sea la forma adecuada de hacer que me interese en usted —él sonrió de medio lado y esa sola acción maliciosa me dejó saber que no estaba contento con mi respuesta.

Aunque su sonrisa de cierta forma parecía genuina.

Yo me puse de pie y él desde su lugar miró hacia arriba y eliminó cualquier rastro de diversión.

—Siéntate —ordenó toscamente —he pagado por ti, sino lo recuerdas —y ante esas palabras no me quedó más que sentarme de nuevo en mi lugar.

—No va a obtener nada de mí —aseguré.

—Ya lo estoy haciendo —y una nueva sonrisa apareció destilando arrogancia y superioridad.

—Jódase, no pienso seguir más con esto —y sin importarme el maldito dinero me puse de pie una vez más.

—Ten en cuenta esto, Dalia, si sales por esa puerta sin llegar a un acuerdo conmigo tomaré las medidas que sean necesarias y no te van a gustar, créeme.

—Quiere mi cuerpo y no lo va a tener —le aseguré.

—Nunca digas nunca.

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