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El fiel y leal mayordomo, miraba de ced en cuando por el retrovisor, le alegraba que su joven amo, por fin hubiese encontrado a su esposa, él la extrañaba demasiado, se le podía ver qué sufría en silencio

Valentino, también miraba de reojo a Isabella, ella estaba de alguna manera más bella, más mujer, estaba elegantemente vestida, no era para nada la mujer que llegó aquel día a la mansión Lombardi, la había extrañado tanto, estuvo meses buscándola hasta que por fin el investigador privado le informó que ella estaba de nuevo en el país y que llevaría los restos de su hermana al cementerio

¡Pero ese bebé! ¿ella le había dado un hijo a ese imbécil de Juan Carlos Salvatierra?

El llanto del niño, lo sacó de sus pensamientos, el pequeño había despertado por qué tenía hambre, cómo al bebé no le gustaba la fórmula, Isabella se sintió incómoda por qué tenía que destaparse el seno para dárselo, ella estaba en ese apuro y el niño lloraba cada vez más molesto y hambriento

— ¿Qué sucede? ¿por