A pesar de los deberes que le esperaban como líder de la familia, Lucius se sentía aliviado por su hermano mayor, "Julius merece encontrar la felicidad", pensaba para sí mismo, con la mirada perdida, "Aunque el peso de nuestras responsabilidades familiares lo haya atrapado, al menos tiene la libertad de amar a quien desee."El corazón de Lucius se llenaba de esperanza al imaginar a su hermano y a Luisa, a pesar de que se tratara de una humilde sirvienta eso no importara mientras su hermano fuera feliz. A pesar de las complicaciones y restricciones que rodeaban su posición, la idea de ver a Julius encontrar la felicidad lo reconfortaba.– Julius, sé que las circunstancias no son fáciles para ti, pero quiero que sepas que te apoyare en lo que desees – dijo, buscando los ojos de Julius con sinceridad. "Julius merece encontrar la verdadera felicidad", murmuró para sí mismo, mientras repasaba mentalmente los recuerdos de su hermano. "Ha sacrificado tanto en nombre del deber y la lealtad al
Aun envuelta en la incredulidad y la asombrosa revelación de su nueva condición como santa, Luisa se encontraba en un estado de confusión abrumadora. En medio del caos de la plaza del pueblo, se preguntaba cómo podía ser ella, una simple sirvienta y aldeana de un pueblo, ahora una figura divina, bendecida por el mismo dios padre de la humanidad al que había rezado en silencio durante años."¿Soy realmente digna de esto?", murmuraba para sí misma, sus ojos oscuros reflejando la incertidumbre que la embargaba.La magnitud de su nuevo poder y responsabilidad la abrumaba, pero en medio de la confusión, un instinto interior la guiaba hacia una acción clara y decisiva. Sin detenerse a reflexionar sobre las implicaciones de su recién descubierta divinidad, Luisa se dejó llevar por el impulso de ayudar a aquellos que la rodeaban.– ¡Necesitamos ayuda aquí! – gritaba un hombre, sosteniendo a un niño herido en brazos.Con determinación, Luisa se acercó, sintiendo una fuerza que fluía a través d
Con el corazón latiendo con fuerza y la respiración agitada, se recostó contra la puerta, sintiendo el frío de la madera contra su espalda.El silencio de la habitación fue interrumpido por golpes frenéticos en la puerta, seguidos por voces que la llamaban con urgencia. Luisa cerró los ojos con fuerza, tratando de bloquear el ruido y el clamor que llegaba desde el otro lado. Quería estar sola, necesitaba un momento de calma para procesar todo lo que acababa de suceder. Con un susurro apenas audible, pidió que la dejaran descansar, deseando con todas sus fuerzas que la dejaran en paz por un instante.……. La luz del sol filtrándose por las cortinas comenzaba a iluminar tímidamente la habitación de Luisa, pintando con suavidad los rincones de la estancia. Ella permanecía inmóvil, sentada en el suelo, aún sumida en un profundo sueño reparador. Ajena al bullicio y la algarabía que se des
Julius se acercó a su hermano con un gesto sombrío, llevando consigo el peso de una revelación que lo había golpeado con fuerza.– Lucius, necesito hablar contigo – comenzó Julius, su voz cargada de preocupación mientras buscaba los ojos de su hermano en busca de comprensión.Lucius frunció el ceño, percibiendo la gravedad en la expresión de Julius – ¿Qué sucede, hermano? – preguntó con tono preocupado, preparándose para escuchar lo que fuera que lo afligiera.Con un suspiro, Julius se armó de valor para compartir su angustia – Es Luisa... creo que se ha cerrado emocionalmente a nosotros – confesó con pesar, sintiendo cómo un nudo se formaba en su garganta al pronunciar esas palabras.Lucius arqueó una ceja, sorprendido por la revelación – ¿Cómo puedes estar seguro de eso? – preguntó con voz suave, sus ojos reflejando la tristeza que sentía al escuchar la confesión de su hermano.Julius asintió con tristeza, recordando los días de intentos fallidos de acercarse a Luisa – Lo he senti
Con temor palpable pero también con una curiosidad que la impulsaba, Luisa avanzaba con cautela por el lúgubre pasaje de la cueva. A medida que se adentraba, la escasa luz que penetraba desde la entrada se iba desvaneciendo, sumiéndola en una oscuridad casi completa. El aire era espeso y húmedo, envolviéndola en un abrazo frío que le erizaba la piel.Cada paso que daba resonaba en el silencio de la cueva, su eco retumbando en las paredes de roca que la rodeaban. Luisa se esforzaba por controlar el latido frenético de su corazón, su mente llena de temores y expectativas mientras avanzaba en la penumbra.De repente, un mal paso la hizo tropezar y caer de bruces sobre el suelo pedregoso de la cueva. Un dolor punzante la recorrió cuando su cuerpo impactó contra la dura superficie, pero no tuvo tiempo para lamentarse cuando levantó la mirada y vio frente a ella a una criatura imponente, respirando con dificultad.El asombro y el miedo se mezclaron en su pecho cuando sus ojos se encontraron
Luisa se hundió ligeramente en la suavidad de la cama, encontrando un momento de paz en medio de la confusión que la envolvía. La tela suave y cálida la abrazaba, ofreciéndole un refugio momentáneo. Sin embargo, la calma fue efímera, y el deber de entender su entorno la impulsó a levantarse con rapidez, dejando atrás la comodidad reconfortante de las sábanas.Al ponerse de pie, sus ojos recorrieron la habitación con asombro. La luz matutina se filtraba a través del ventanal abierto, tiñendo el espacio con tonalidades doradas. Una brisa suave mecía las cortinas, revelando un cielo azul y sereno. Pero lo que realmente la dejó sin aliento fue la magnificencia de la habitación en sí misma. Los muebles finamente tallados, la delicadeza de los detalles decorativos y la amplitud del espacio la envolvieron en un aura de opulencia.La sorpresa se apoderó de Luisa cuando sus ojos se posaron en la figura del hombre que estaba en la puerta entre abierta de la habitación. Al principio, parecía un
Alistar se encontraba en un estado de fatiga. Había sido convocado al Palacio, suspirando y ya sabiendo el tema por el cual lo llamaban, solo podía resignarse con pesar e ir buenamente hacia el palacio. Ataviado con ropajes de la más fina calidad, Alistar se desplazó en un lujoso carruaje de color azul con el emblema de su familia, los cuales eran tres rosas azules. El trajín de la ciudad fluía a su alrededor mientras avanzaban por las calles empedradas, con los edificios altos y elegantes adornando el horizonte.Al llegar al Palacio, Alistar se adentró en los hermosos pasillos revestidos de mármol. La magnificencia del lugar siempre lo asombraba a pesar de que cuando era un niño y vivió bajo el cuidado de su majestad. A lo largo de su camino, una estatua imponente y radiante captó su atención: un dragón esculpido con meticuloso detalle, sus escamas parecían brillar con una luz propia. Alistar se detuvo frente a la estatua, observando las piedras preciosas incrustadas en su superficie
Alistair observó con creciente preocupación cómo el ánimo de Luisa se desvanecía día tras día. Sus sirvientes le informaron que apenas salía de la cama y pasaba la mayor parte del tiempo en reposo, aparentemente sin energía alguna. Además, empezaba a rechazar parte de sus comidas, lo que él mismo notó durante el almuerzo que compartieron. Inquieto por su bienestar, le preguntó – ¿No te agradaba la comida? – buscando entender qué ocurría.Sin embargo, la respuesta de Luisa fue un simple gesto de negación, acompañado de un comentario – Me disculpo, solo... no tengo mucha hambre últimamente.Inicialmente, él intentó restarle importancia al asunto, convenciéndose de que era solo una fase pasajera. No obstante, al persistir la situación, su preocupación fue en aumento, llegando a inquietarlo profundamente. ¿Qué sucedería si la salud de la mujer empeoraba?, ¿Cómo podría enfrentar una eventual enfermedad o algún otro percance? Surgió entonces en su mente la idea de que un cambio de ambiente