Nicola —Quiero que lleven a mi mujer y mi hija a los destinos seguros —dije al teléfono, sin apartar la mirada de la calle desde la ventana de mi oficina.Esto era parte del protocolo: en cuestión de minutos, cinco autos saldrían de mi casa, cada uno con una ruta que conocerían en el último momento.Uno llevaría a mi mujer, otro a principessa, y los demás serían señuelos. Si alguien nos estaba espiando, no sabría en cuál estaban.Escuché la afirmación al otro lado de la línea. Corté la llamada sin decir más, colocando el teléfono sobre el escritorio.Renzo y Lorenzo estaban en el sofá, mirándome en silencio. Ambos conocían la gravedad de la situación. Tener al enemigo en nuestro poder no era una victoria; era un movimiento calculado, y no por nosotros. Lo sabían tan bien como yo.—¿Qué tan grande crees que es la red? —preguntó Lorenzo inclinándose hacia adelante con las manos juntas.Mi mente estaba en las posibilidades, en los nombres que habían cruzado por mi escritorio los últimos
Valentina Estábamos en la cocina, Vittoria y yo, cenando juntas.El sonido de pasos firmes interrumpió nuestra pequeña burbuja de normalidad. Un guardia entró en la cocina, su rostro tenso y sin rastro de la habitual neutralidad que mantenían frente a mí.—Código negro, señora —dijo manteniendo la calma a pesar de la urgencia—. Cinco minutos.Mi corazón se aceleró, pero mi rostro no mostró nada. No podía entrar en pánico frente a mi niña.—Entendido —respondí con un simple asentimiento.El guardia salió, y yo respiré hondo, obligándome a mantener la mente clara. Me giré hacia Vitto, que había dejado su tenedor en el plato.—Vamos a tu habitación, principessa —le dije con suavidad, tomando su mano.La llevé escaleras arriba, sin prisa, aunque por dentro cada segundo se sentía eterno. Al llegar a su habitación, abrí el armario y saqué la mochila que siempre tenía lista para este tipo de emergencias.Mientras revisaba que estuviera todo; agua, ropa, un arma pequeña que Nicola nunca debí
Nicola Mis hombres se mantenían en silencio, esperando mis órdenes. Un zumbido débil interrumpió el momento. La radio del rincón, conectada a los canales de seguridad, comenzó a emitir estática. Por un segundo nadie se movió, pero luego la voz que escuché me dejó paralizado.—¡Nicola! —era mi esposa. El tono de su voz me puso en alerta máxima.—¡Valentina! ¿Qué está pasando? —grité, mientras corría hacia la radio.Renzo se enderezó de inmediato, dejando de lado su actitud relajada. Los demás hombres intercambiaron miradas rápidas.—¡Cuida a Vitto! —su voz volvió a sonar, entrecortada, los sonidos de las detonaciones detrás me confirmaban que estaba en medio de un tiroteo.Sentí el aire escaparse de mis pulmones.—Amore, no… —intenté decir, pero ella me interrumpió.—Te amo. Nunca olvides lo que te dije en nuestra luna de miel en Sudamérica...La radio quedó en silencio, solo con la estática resonando alrededor. Me quedé inmóvil, solo mis manos temblaban a mis lados. Sus palabras se
BiancaDesde el momento en que se activó la alerta negra, Valentina me contactó directamente, dándome instrucciones para rastrear y monitorear los movimientos de los coches de seguridad. Los autos señuelo salieron de la casa de mi hermano uno tras otro, siguiendo rutas diferentes. Mis dedos se movían rápidamente sobre el teclado de la computadora, alternando entre las cámaras de tráfico y las radios de comunicación. Un solo coche regresó a la casa quince minutos después, llevando a Vittoria de vuelta a un lugar seguro.Suspiré aliviada cuando confirmé que estaba dentro de la propiedad, aunque sabía que la calma no duraría mucho. La mansión ahora parecía un lugar abandonado desde el exterior, pero estaba protegida por más de cien hombres, cada uno oculto. Nadie iba a acercarse sin ser detectado.Mientras mantenía un ojo en los monitores, escuché la conversación de Valentina con Greta. Vittoria se estaba comportando con una calma impresionante, como si esto fuera algo que ya entend
GennaroRespiré hondo, intentando calmar el ardor que recorría cada centímetro de mi cuerpo maltratado. La silla fría a la que estaba atado parecía fusionarse con mis huesos, cada movimiento me enviaba una corriente eléctrica por la columna.Me obligué a mantenerme inmóvil, ignorando el sudor frío que se deslizaba por mi nuca.Nicola y Renzo habían salido después de que el caos se desatara, dejándome aquí, como un perro herido, pudriéndome en mi propia sangre.Todo estaba saliendo como lo había planeado.Bueno… la pérdida de los dedos fue un daño colateral.La despedida apresurada de Valentina a Nicola, alertándolo de un tiroteo, les había dado la excusa perfecta para dejar la sala. Suspiré, un sonido apenas audible, más un silbido de aire entre dientes por el dolor que por alivio. Mi mano, o lo que quedaba de ella, colgaba inerte a un lado de la silla.El sonido de la puerta abriéndose rompió el silencio.Levanté la cabeza lentamente, mi visión borrosa por el cansancio y la sangre
Renzo El rugido de los motores se apagó cuando frenamos frente a mi casa.O, mejor dicho, frente al infierno en el que la habían convertido.No pensé.No dudé.Bajé del auto con el arma en mano, mis hombres siguiéndome de cerca.Un proyectil impactó contra la camioneta a pocos metros de nosotros, haciendo estallar un vidrio.—¡Cúbranse! —ordené, rodando hasta una posición segura.Dos de mis hombres respondieron con fuego inmediato, descargando sus armas hacia la línea enemiga.Respiré hondo, evaluando la situación.Mi casa. Mi hogar. Era un campo de batalla.Donde mi mujer y mis hijos dormían cada noche.Donde se suponía que estaban seguros.Apreté los dientes, sintiendo una rabia ardiente subir por mi pecho.El sonido de más disparos me devolvió al presente.Asomé la cabeza apenas unos centímetros, contando a los bastardos que nos atacaban.Cinco apostados en la entrada principal. Otros tres en los balcones. Tal vez más dentro.Le hice una seña a uno de mis hombres, que asintió y co
Nicola Las imágenes en la pantalla parpadearon cuando restauré el sistema de seguridad.Uno por uno, revisé los archivos recuperados, observando con paciencia lo que ya sabía que encontraría.Lorenzo, entrando a la sala de torturas.Solté una breve risa, apoyándome en el respaldo de mi silla mientras miraba la grabación con calma.Si alguien más viera esto, si alguien ajeno a la verdad tuviera acceso a estas imágenes, Lorenzo Conti estaría muerto en cuestión de minutos.Para cualquiera, era la prueba absoluta de su traición.Para mí, era la confirmación de que nuestros planes estaban funcionando.Gracias a esa tapadera, habíamos identificado a varios traidores entre nuestras filas. Peones que no tardaron en ser eliminados.Pero aún no teníamos a los peces gordos.Suspiré, frotándome la barbilla con los dedos.¿Cuántos meses habían pasado desde que comenzó todo esto?Mi mirada se perdió en la pantalla mientras mi mente me arrastraba aquel día en que todo comenzó.Flashback Lorenzo es
Bianca Caminaba de un lado a otro en la sala, sintiendo que el aire me faltaba."No. No puede estar muerta."Cada vez que esa frase se repetía en mi cabeza, algo dentro de mí se rompía un poco más.Valentina Moretti no moriría así.No... mi cuñada, mi amiga, mi hermana...No la mujer que podía manipular a cualquiera, que había sobrevivido a cosas que harían temblar al hombre más fuerte.No podía controlar mis manos, así que las crucé sobre mi pecho, tratando de contener el temblor."Vi el auto explotar. Vi el humo. Los cuerpos tirados a su alrededor. Pero ella... ¿Pudo haber desaparecido? ¿Podría haber escapado a la explosión?"Mi estómago se retorció.Tiene que haber hecho algo. Ella siempre tenía un plan. Y muchas veces, no nos informaba de eso...Me pasé la mano por el cabello, tirando un poco de las raíces.—¿Dónde mierda estás, Lorenzo? —susurré, sintiendo la frustración arder en mi garganta."¿Por qué no atiende?" Siempre estaba. Siempre.Pero ahora, cuando más lo necesitaba,