Bianca.
Una hora más tarde estaba perfectamente limpia, sin un rastro de sangre o arena en mi cuerpo. Me coloqué el uniforme que era una única pieza de color negro, con unas botas militares altas. Dejé suelto mi cabello que ondeaba a mis costados mientras terminaba de lavar mi ropa. Cuanto acabé, lo guardé en una bolsa que mi nuevo guardaespaldas me había entregado. No era raro tener a alguien detrás de mí, cuando vivía en las mansiones de ese hijo de puta de Giovanni también tenía a sus guardias vigilándome.
Siempre me ponía vigilancia.
¿De verdad estaba enamorado de mí? ¿O sólo era una simple obsesión porque todavía no me puso las manos encima como él quer&i
Bianca.Los dedos de Giovanni seguían vagando por mi ropa interior, quemándome la piel con su contacto agresivo. Su mirada se había vuelto oscura por el deseo, seguramente la mía estaba igual. Me sentía como una descarada allí subida a su regazo, con la cama de la litera cerca de mi cabeza. Aquello no era el sitio indicado para hacerlo.Pero me daba igual. Ya no aguantaba más.Tener a ese hombre debajo de mis piernas, me humedecía más de lo que había pensado y odiaba eso.Él se humedeció los labios para volver a mirarme a los ojos.—¿Esto e
Bianca.De nuevo encerrada, pero ahora mi situación era mucho peor. Elijah Miller estaba mirándome mientras me cepillaba los dientes con mis propios dedos. Haría todo lo que fuera necesario para salir de allí, antes de que me mataran. Él no había cambiado, seguía siendo el mismo mentiroso de antes. Lo repudiaba. Era un asco de persona.Y me había vendido a Don de una forma rastrera. Yo no había hecho nada. Yo ni siquiera sabía que seguía vivo. Debía tener un plan en lo más profundo de su mente y lo descubriría a como diera lugar.—¿Quieres preguntarme algo? —dijo él tumbado en el camastro con unos ojos perdidos.
Don.Dos días después.Hacienda de los Lobos, Italia.—El Capo de Roma ha puesto excusas para distribuir el cargamento de heroína por su zona. Y el traslado de Sicilia ha sido un completo asco, los policías pillaron el barco cuando salían del país —explicó Luka, sentado en la silla al frente de mi escritorio —. No confían en ti, muchos te dan la espalda.—¿Qué está pasando, Luka? —pregunté con los dientes apretados de la ira que contenía dentro de mí.Hace escasas horas que estaba en mi país natal y todo era una m****a. Las entregas, los laboratorios llenos de policías que lo analizaban todo... ¡Me estaban j
Priscilla.—Mi Don, por favor. Déjeme ir a esa fiesta en Nueva York —supliqué pestañeando.Una empleada pasó por su lado para echarle en el plato espaguetis a la carbonara. Era su plato preferido. Lo sabía porque durante su huida con mi asquerosa hermana, investigué sobre sus gustos. Las empleadas eran conscientes de lo que era de su agrado o no, pero había una de ella, una vieja que era como su madre.Congeniamos muy bien. Y me contó absolutamente todo de él.Le quitaría esa obsesión con Bianca, sí que lo haría porque él era solo mi esposo. Debía venerarme y hacerme feliz. Y
Bianca.Me quedé paralizada, mirando la dureza en sus ojos y lo cabreado que estaba. No podía haberse enterado de todo, no porque aquello era imposible. ¿Mi plan estaba saliendo mal? ¿Por qué? Solo seguí lo que papá y Elijah me había dicho. Seducirlo, llevarlo a cama y darle un calmante para buscar ese chip o tarjeta donde estaba la información.Tragué saliva.—¿Eh? —parecí idiota —. No entiendo de qué hablas. Yo no sé nada de la DEA.La sonrisa perversa que emergió de sus labios me puso la piel de gallina.—
Bianca.Permanecí callada en el interior de la oficina del General. No había nadie más que yo, su secretaria estaba follando con algún hombre en los baños del edificio.Tenía que darme prisa. Encendí el ordenador introduciendo el UBS en un lateral de la torre, la contraseña fue demasiado fácil. En unos minutos ya me encontraba buscando el archivo de Don. Pero hubo algo que me lo impidió.—Inserte código de seguridad para continuar —ordenó la voz robótica que salía de los altavoces del ordenador.Mordí mis labios metiendo unos dígitos aleatorios.—Incorrecto. Tie
Bianca.Desperté boca bajo en una cama cómoda, no podía respirar bien, así que me quité la máscara de oxígeno de la boca y me di la vuelta lentamente. Mi cuerpo gritaba de dolor a cada poco que me movía, mi espalda ardía como si las mismísimas llamas del infierno me quemasen.Todo me pesaba, hasta el alma. Y no hablemos del dolor de cabeza que palpitaba en todo mi ser. Mis oídos también dolían, me los toqué sintiendo una viscosidad roja. Era sangre.Entonces lo recordé.La explosión. ¿Esa cosa tan pequeña hizo todo eso?
Bianca.Mis palabras hicieron que su erección aumentará en mis dedos, sonreí volviéndolo a mirar. Una sonrisa socarrona apareció en sus labios y dio un paso para acercarse a mí, solté su miembro cuando atrapó mis caderas atrayéndome a su cuerpo con violencia.Jadeé sintiendo su cosita en mi abdomen, bueno cosita...—¿En cuáles labios? —pegó su frente a la mía, subiendo sus manos por mis curvas haciéndome estremecer.Tragué saliva percibiendo como sus dedos llegaron y acariciaron mi boca, me observó con gran interés. Me mojé los labios dándol