Capítulo 1

BIANCA.

Mi nana siempre me lo había advertido, aun así, cerré los ojos y me tiré al vacío.

El cielo todavía estaba despejado cuando abrí el portón de mi hogar, observé el entorno varias veces verificando que no hubiera ningún hombre de seguridad custodiando el jardín. Al no haber nadie, salí sigilosa como un gato. No debía escaparme de nuevo, pero tampoco me importaba volver a hacerlo.

Mi vida se había convertido en una jaula de diamantes y champán francés.

Quería negarme a pensar en los problemas que me daría esa huida, no tenía opción estaba atrapada entre esas bestias. Yo tenía constancia de que la mafia, en verdad, el capo de la mafia siciliana acechaba a mi familia como un lobo a su presa, no sabía el motivo, pero debía huir.

Yo sería su próximo juguete roto.

Era una cobarde.

Corrí calle abajo olvidando todos mis recuerdos. No podía arriesgarme más. Mi destino se trazó cruelmente escrito con una garra del diablo.

🍸

Me tumbé en la cama de mi nuevo y sucio apartamento, las sábanas estaban manchadas de algo marrón y gris, no me esforcé en identificar la sustancia. La sensación del nudo en mi estómago provocó que cerrara los ojos, escuchando la música a todo volumen.

Mi vida apestaba.

La habitación olía a moho y era tan pequeña que no podía dar un paso sin tropezar con algo. Fue lo único que podía alquilar en ese edificio de mala muerte y con el dinero que le había robado a mi madre.

Suspire cansada.

No estaba acostumbrada a aquella miseria, tuve todo lo que una niña podía desear y, aun así, viví infeliz. Hasta que me cansé y decidí vivir por mi cuenta una vida sin la estricta decisión de mi madre. Ella debería estar buscándome por mar y tierra. Sabía que no tardaría en encontrarme de nuevo.

Mi adicción a la huida comenzó a los diecisiete, a los veinte todavía lo seguía haciendo. Hasta que encontrara esa libertad ansiada que no se veía por ninguna parte.

Me levante de la cama con el sonido de sus muelles crujir bajo mis huesos. Necesitaba saber con urgencia, si todavía mi familia seguía con sus planes, así que busqué el mando de la televisión. Pero no encontré ningún aparato para encenderla, así que pase mi mano por atrás y presione un botón.

La pantalla se quedó en blanco y después unas rayas de colores iluminaron la penumbra de mi habitación. No había imagen, por suerte el sonido se escuchaba perfecto y estaba ubicada el canal principal. La presentadora hablaba sobre la flamante boda de ese malnacido, del que horas antes de mi huida me quería retener como a un conejito, para luego devorarme en su oscuridad.

—Última hora, el empresario multimillonario Giovanni Lobo ingresa en la catedral donde se llevará a cabo su boda —divise la figura dura de ese hombre en la pantalla.

Nunca le había visto en persona, solo en fotos y no era como de esos mafiosos viejos y feos. Su aspecto era envolvente y sensual, con un aura de malicia alrededor. Lo suficiente para engatusar a quién se lo propusiera.

—La que es su prometida da vueltas en una limusina negra alrededor de la manzana. ¿Será que se arrepintió de casarse tan repentinamente? ¿Cómo es que el joven más millonario y sexy de todo Los Ángeles ha decido comprometerse? ¿De dónde viene su prometida? Les daremos más noticias después de la publicidad.

¡Demonios! ¡Malditos anuncios! La prensa y los canales de cotilleos eran una m****a absoluta.

El programa se pausó y los anuncios llenaron mis oídos.

Seguía sin creer que mi madre hubiera montado ese teatro y ni siquiera podía controlar nada. Estaba furiosa.

La prometida de ese hombre debía ser yo, esa boda era un acuerdo entre familias al que me negué. Sí, lo hice. Y mi cabeza estaba en busca y captura por ello. No me casaría con un hombre que no amo, y menos con ese ser malvado. Giovanni Lobo era un mafioso.

El Capo de la mafia siciliana, para nosotros el Don. Yo estaba tan metida en la droga como mi padre, no porqué la consumiera, sino porque había visto cómo se transportaba todo tipo de estupefacientes en mi hogar. Aunque debo decir que esa mansión no era mi hogar. Yo solo era una recogida por un hombre que desplazaba la droga por diferentes regiones.

Mi padre había muerto, el hombre que me recogió de la calle cuando apenas tenía dos años de edad, falleció. Y solo tenía a una madre egocéntrica y despreciable. Qué me hacía la vida imposible, algunas veces solo la odiaba tanto que deseaba su muerte.

Por lo que aprecié, mi hermana asumió mi puesto. Y seguramente estaría feliz. Era una ingenua, su vida se convertiría en cenizas al igual que la de todos.

Si no ha quedado bastante claro lo resumiré, me había escapado un día antes de mi boda concertada con un narcotraficante, y esa ofensa la iba a pagar caro.

Como si el destino quisiera burlase de mí, unos nudillos tocaron mi puerta alertándome, maldije por lo bajo y me coloqué el albornoz para proteger mi desnudez. Pise el vestido de novia con mis pies frío, lo había traído conmigo para destrozado con unas tijeras. Odiaba verlo, me producía nauseas.

Me escondí detrás de la puerta de la entrada, oyendo una voz suave.

Tenía tanto miedo que todo en mi temblaba.

—Señorita Lamberdy, no haga esto más difícil —el empleado de mi madre tocó de nuevo la puerta —. Sabemos que se encuentra aquí, salga inmediatamente o sino me veré obligado a tirar abajo la puerta —pidió Ashton, el guardaespaldas de mi madre.

Respiré hondo y me mantuve en silencio.

Siempre acababan encontrándome, no sé cómo. Seguro llevaba un chip incorporado en alguna extremidad de mi cuerpo, porque no le veo otra explicación. Aquella vez me asegure de no dejar atrás nada. Ninguna pista. Nada. ¡Maldita sea! La vida injusta deseaba marcar mi suerte.

—Déjame a mi estúpido —mi madre sonó furiosa —. ¡Bianca! Niña malcriada, ya has conseguido lo que querías. Está locura que estás creando nos pone en boca de todos. Caprichosa malcriada. Si tu padre estuviera aquí desearía verte en el altar con el hombre que eligió para ti.

Me reí.

—¿Mi padre? —cuestione terminando con mi silencio —. Un padre no vende a su hija. ¡Él no me vendió a ese mafioso, mamá! Era un puto narcotraficante que lo acribillaron a balazos sí, pero no me hizo esto. Fuiste tú. Quisiste condenarme, pero tu hija favorita compartirá cama con un asesino. Me niego a seguir con está m****a...

—Haz desaparecer la puerta —le ordenó mi madre a Ashton.

En un parpadeo la puerta chocó en el suelo y unos diez hombres armados ingresaron en mi apartamento apuntándome en el entrecejo, asegurándose de que no tuviera ningún arma para disparar contra mi madre o contra su persona.

—¡Tú no eres la dueña de mi destino! —chille retrocediendo.

—Deja el drama, niña —escupió ella, haciéndose paso entre sus hombres —. El señor Lobo te está esperando, quiere verte en la catedral. No sé casará con Priscilla si no estás, dice que quiere a toda nuestra familia allí.

Camine hacia la ventana abierta para obtener el oxígeno que no fluía por mis pulmones. La sensación de un horrible mareo invadió mi cuerpo cuando observé los edificios de Los Ángeles alzarse y compitiendo por ser el más alto.

—¡No me casaré con él! —exclame al borde la histeria.

Apreté mis dedos en el borde de la ventana. Un pensamiento suicida cruzó por mi mente, iniciando una pelea con mi subconsciente.

—Claro que no lo harás, estúpida. Tu hermana ocupará tu lugar, pero no creas que te saldrás con la tuya. Tengo un candidato que te quiere de esposa.

—¡No me casaré con ningún mafioso, mamá! No estamos en el siglo pasado para que me comprometas de esa manera —susurre con las lágrimas en mis ojos —. Déjame ir, por favor. Quiero vivir una nueva vida.

—No. Estas a salvo por mí, ya es hora de que cumplas con lo que tu padre dejó para ti.

—Mamá, no. No quiero ir. Me matará, ese hombre matará por desobedecerlo y dejarlo en ridículo. Se va a enterar de la verdad.

—No me importa si quieres o no. Vas a ir —mi madre dio instrucciones a sus hombres para que me atraparan.

Aproveche los segundos para sostenerme por el borde de la ventana y saltar. No quería vivir una vida así. Los planes de mi padre no eran esos que mi madre mencionaba, eran horribles. Mi madre no era una mafiosa, pero eso no significaba que estuviera libre de delitos. Ahora me costa, ella hacía tratos con mafiosos. Y la entrega de esa carga era yo, una dócil jovencita educada para ser una esposa perfecta.

Ashton me atrapó con sus brazos antes de que me estrellara contra el suelo. No pude retener las lágrimas que se derramaron de mis ojos sin aviso, me sentí aun peor. Luché moviendo mi cuerpo, intentado liberarme de su agarre. No pude. Ese hombre era más fuerte que yo.

Y mi madre ganó.

De nuevo.

—Vístete. Tu hermana nos está esperando, hoy es el día de su boda.

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