BIANCA.
La pareja recién casada salió de la catedral con las manos entrelazadas.
Priscilla esbozó una sonrisa triunfal mirándome de reojo, pensaba que había ganado, m*****a idiota, ella misma se metió en la boca del lobo. Llevaba puesto un vestido clásico con un escote en forma de barco, de color blanco y su larga cola se movía a medida que caminaba, saliendo del gran templo. Por otro lado, su esposo se mantenía neutral vestido de negro, no sonrió a las cámaras que lo grababan y fotografiaban, ni siquiera reparó en mí. Sólo tenía sus ojos al frente pareciendo un maldito egocéntrico.
Era jodidamente sexy. ¡Maldita sea!
Mi madre apretó sus dedos en mi muñeca para que no tuviera acceso a huir.
—No hagas ninguna tontería —espetó furiosa en mi oído.
Su contacto me hacía daño.
—Mamá, esta gente es peligrosa. ¿Por qué? ¿Por qué nos condenaste a la muerte?
—Silencio, Bianca. Aquí hay cámaras y micrófonos, pueden oírnos —asegura viéndome con sus círculos ennegrecidos —. Bájate un poco más el escote, tenemos que conseguirte un marido rápido.
—Deja de decidir en mi vida. Esto está mal, no puedes mover los hilos de mi existencia.
Ella me ignoró y sonrió cuando la llamaron para fotografiarse con el nuevo matrimonio. Yo me paseé por la acera esperando que todo se acabara.
Me di cuenta que el lugar estaba lleno de seguridad y francotiradores en lo alto de los edificios, velando por la seguridad de su jefe y ahora, la que era su esposa. Tragué saliva cuando sentí el cuerpo de Ashton detrás de mi espalda. Su pecho duro se clavó en mi espalda apuntándome con un arma en la cadera, podía sentir el cañón a milímetros de mi piel.
—Todos van al banquete. Muévete.
Suspire hondo atragantándome con mi propia saliva.
—Deja que huya, todos sabemos que este no es mi destino. No quiero que un asesino me mate hoy por no haberme querido unirme a él. ¿Qué voy a hacer? —sollocé, limpiando rápidamente las lágrimas con el dorso de mi mano —. Tan pronto como esa bestia me vea, me cortará en pedacitos. Eso hacen los mafiosos con sus enemigos, ahora yo soy la enemiga de Giovanni Lobo.
—Él no te matará. No sabe nada de lo que ha pasado, sigue creyendo que Priscilla es la hija que tú padre dispuso para él —explica quitándome un peso de encima.
La opresión de mi pecho se evaporó lentamente, pero todavía seguía sintiendo un nudo allí, que ansiaba destruirme.
—¿Padre era un mafioso? Necesito saberlo. Sé que transportaba la droga, pero... ¿mataba?
Ashton negó con la cabeza.
—Dime la verdad, por favor. Tú eras su amigo.
—Llevo trabajando para tu familia hace más de dos décadas. Tu padre sólo fue un hombre que hizo las cosas mal, un empresario que le debía dinero al Capo de Italia, porque sí, Bianca. Ese hombre que iba a ser tu esposo es el máximo jefe de la mafia siciliana. Todo el mundo le debe dinero, todos le temen porque es impasible. Y tu padre no era la excepción.
—No entiendo, Ash. ¿Por qué me vendió? —cuestione con los ojos abiertos —. ¿Fue él o mi madre?
El pánico se sembró en mi interior.
—No lo sé —se encogió de hombros —. Nadie sabe lo que pasaba por su cabeza hace años, y ni lo que hacía. Él sólo tenía que cumplir una orden, no salió de su mente comprometerte fue de alguien superior.
—¿Mi madre?
—Puede ser. Pero era alguien superior.
—¿Cómo mierdas sabes todo eso?
—No puedo hablar más sobre este tema. Tu madre me lo tiene prohibido, preciosa —agarró mi brazo y me obligó a moverme —. Vamos, vuelve el culo.
💀
El banquete de honor se celebró en un hotel prestigioso en Nueva York, también el coctel. Los invitados podían ir donde quisieran, ya que Don había comprado ese edificio exclusivamente para su boda. Yo lo veía un gasto innecesario, pero lo que yo pensaba no le importaba a nadie.
Decidí no cruzarme con mi hermana y su esposo, no quería verlo a él. Había algo en su aura que no me daba buena espina, o tal vez eran las famosas crueldades que todos hablaban de él, lo que me echaba para atrás.
Pero eso sería por poco tiempo, porque estaba siendo arrastrada por mi madre a la mesa nupcial donde comeríamos la familia más cercana y los novios.
—Por fin llegas, Bianca. No te vi en todo el día —comento mi hermana cuando me senté en la mesa. Era rectangular, con un jarrón de flores en el medio bellísimas y un decorado que estaba a la altura.
Había varios familiares de Don, primos, tal vez hermanos... No conocía a ninguno de ellos, eran mejor ignorarlos y centrarme en mi hermana.
—Lo sé.
El oxígeno no parecía llegar a mis pulmones, estaba tan nerviosa que podía percibir como mis venas palpitaban aclamando auxilio.
—¿Dónde estabas? —preguntó llevándose a los labios una copa de vino.
Sonrió de nuevo, esa sonrisa no era de verdad. La falsedad en ella era algo que la caracterizaba. Tenía el cabello rubio recogido en un moño, parecía una princesa. Me incliné para ver si a su lado se encontraba Don, pero no había nadie, el sitio estaba vacío.
—Priscilla, me sorprendes demasiado. Deja esa falsedad. Sabes de sobra donde estaba. ¿Conseguiste lo que querías? Espero que ese hombre no te use para meterte la polla en el coño y que después expulses a un heredero y te acabe matando. Porque, cariño. Para eso usan los mafiosos a sus esposas.
Los agujeros de su nariz se agrandaron con rabia. No giró para mirarme porque no podía, esa verdad le había afectado y yo sabía perfectamente lo que pasaría. Su destino estaba marcado al igual que el mío.
—Qué vulgar eres, Bianca. Eres una p**a que debería ser violada por cada hombre de aquí —susurró con los dientes apretados —. Cuando vea a mi esposo le diré que te venda a algún viejo verde.
Solté una carcajada.
—Cualquier otro sitio será mejor que este. Os detesto —escupí —. Tú y tu madre sois personas que merecen lo peor.
—¿Y tú no? —cuestionó ella con diversión —. No te olvides que aquí no hay nadie bueno, y tú no eres la excepción.
Me acerqué a ella con la intención de quitarle todo lo bonito que estaba dibujado en su rostro. Mi hermana tenía una belleza única, yo era bonita, pero es que ella lo era más. Me daba rabia.
—Voy a matarte Priscilla...
La voz de mi madre detrás de mi espalda me interrumpió:
—Chicas, tenemos buenas noticias —canturreó sentándose en la mesa, venía cogida del brazo de Don, no me atreví a subir la mirada para conectar mis ojos con los de él —. Le comenté al señor Lobo lo inseparables que sois, no podéis vivir una sin la otra —rio enérgica —. Como sabéis tendré que ir de viaje a Londres, para programar unos negocios. Así que, hemos acordado que Bianca se vaya a vivir con vosotros hasta mi regreso ¡Es maravilloso!
Si mi madre hacía algo bien, era ser la mejor mentirosa del mundo. Visualicé una copa de vino en mi zona y la agarre con los dedos temblorosos para bebérmela de un trago. El sabor amargo raspó mi garganta. La gente disimulaba, pero escuchaban atentamente.
Priscilla por otro lado se quedó blanca como la nieve, cómo si no tuviera la tez lo bastante blanca ya.
—¡Qué! —chilló horrorizada. Ni siquiera me atreví a decir nada —. Madre, no creo que eso sea posible. Ya sabes... Don y yo tenemos la luna de miel mañana. Y claramente no puede acompañarnos.
Intentó ocultar la rabia que sentía, se le hizo imposible. Mi madre estaba totalmente loca, pero había algo raro en esa acción. Gato encerrado, tal vez, estaba decidida a descubrirlo.
Don se aclaró la garganta, dispuesto a hablar. Para mí era como un fantasma que vagaba en mi círculo social, no iba a prestarle atención. Irradiaba sensualidad. Una sensualidad peligrosa que te llevaba a cometer los pecados más pecaminosos que existían. Y no necesitaba sentir ese tipo de sentimiento por ese hombre tan despreciable.
—No habrá luna de miel está semana —anunció con una voz ronca. Sus palabras volaron hacia mis mejillas y las acarició con su cálido aliento —. Tal vez la que viene.
Priscilla agachó la cabeza y no refutó nada. Yo tampoco hablé. No podíamos.
Don era el máximo jefe allí, y por poco que me gustara también lo era para mí. Debíamos atacar las órdenes que salían de su boca sin decir una palabra al respecto, de lo contrario, nosotras mismas cavaríamos nuestra propia fosa. Ser la familia de su nueva esposa no nos hacía más importantes, nos convertía en el foco principal de sus crueldades.
Mi piel se erizó cuando él tomó asiento al lado de mi hermana. El banquete comenzó, en ese instante sólo quería morirme. Exquisitos alimentos se colocaron en mi visión, deleitándome con su exquisito olor. Se me hacía la boca agua de sólo observar la comida en mi plato. Algo era cierto, Don se había gastado un par de millones en hacer su boda, que tan solo era un teatro más. Yo sabía lo que quería.
Un heredero. En la mafia existía una regla y esa era la descendencia asegurada.
No iba a poder alejarme de Don. Cada segundo estaba más encadenada a él, sin que ninguno de los dos quisiéramos.
Así que usaría otros métodos para salir de ese infierno.
Fue una m****a que ese hombre me calentará tanto.
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Bianca.La semana se me hizo larguísima, las pertenecías de Priscilla llegaban a la mansión de Don cada día, sus hombres y empleadas se encargaban de transportar todo con sumo cuidado, porque en una de esas mi hermana les gritaba lo mal que estaban haciendo su trabajo.Solo llevaba días viviendo en esa mansión perdida en la periferia de Nueva York y era peor que quemarse en las llamas del infierno.Por suerte, la estúpida mudanza de mi hermana acabó. No podía comprender por qué quería traerse todo de nuestra casa, si aquí podía tener todo lo que deseaba y más. Solo bastaba con pedírselo a Giovanni Lobo, el don.
BIANCA.Don ignoró a su esposa y me jaló del brazo más fuerte, sin compasión porque eso era algo que no poseía. Sus empleados se habían quedado quietos observando cómo me dominaba a su antojo, su contacto quemaba mi piel. La abrasaba por completo. Me guiaba por los pasillos de su mansión, ingresamos en zonas oscuras llenos de polvo y bajamos varias escaleras espinadas para llegar a su sótano.—No pretendía hacerle daño a mi hermana —mentí con el pulso a mil.No obtuve respuesta.Su agarre fue más intenso y me detuvo en una sala absolutamente oscura. Me soltó gracias a Dios, me sobé la muñeca. E
BIANCALas sábanas sedosas acariciaron la piel desnuda de mi cuerpo mientras combatía contra el dolor incesante de mi pie derecho. No podía moverlo, era imposible, el dolor se hacía más intento y ya no sentía mis últimos dedos. Don me los había cortado cruelmente con su cuchillo de sierra.Con el suyo propio.Y maldita sea como dolió.Todavía en mi cama sentía como clavaba sus cuchillos en mis dedos y luego los tiraba al suelo. No pude hacer nada. Me sentó en su silla, amordazó y empezó a mutilar mis pequeñas extremidades.¡Pero eso no se quedarí
BIANCALlegué a mi habitación tras un par de minutos, me costó subir las grandes escaleras que llevaban a la tercera planta, donde estaba alojada mi habitación. La mansión de Giovanni Lobo era la más impresionante que había visto y eso que había visto muchísimas. Desde que era pequeña mis ojos divisaron los edificios más exclusivos y caros de Nueva York, también de Italia, solíamos ir de vacaciones y pasar por las islas para tomarnos semanas de descanso. En ese entonces Priscilla no era la de ahora, era una niña bonita y humilde, pero cuando creció, madre metió en su cabeza a la fuerza los planes que tenía para ella.Conmigo no lo consiguió.Supon
DONEra un paraíso para mis ojos y lo recorrí con gusto utilizando mis manos en el proceso. Su cuerpo reaccionó ante mis caricias, excitándome aún más de lo que estaba ya. Volví a deslizar mis dedos sobre sus pechos desnudos, no estaban nada mal. Posicioné las manos debajo de sus tetas y jadeó como respuesta. Me dieron unas ganas terribles de comerla ahí mismo.De arrancarle las bragas y follarla salvaje por el culo.Esa mujer era una tentación.—¿Qué mierdas haces? —preguntó con enfado.Me deleité un momento más antes de mirar a sus ojos
BIANCA.Horacio Lobo había muerto en esa noche que habían tratado de matar a Don y a todos sus seres queridos. Un día después su hijo lo estaba enterrando en el cementerio de Nueva York, con doble seguridad.Me vestí con un vestido negro para acompañarlo, ya que mi hermana no estaba y yo era la única "familiar" que estaba a su lado para acallar los cotilleos de la prensa. Las cámaras seguían a Don por todas partes, se rumoreó que un mafioso había matado a su padre, cosa que era verdad, pero que él lo desmintió diciendo que había fallecido debido al cáncer de pulmón que padecía.Melody y Priscilla ya estaban de camino a Italia. No sabía para que Do
BIANCA.Pestañeé varias veces girando mi rostro, para ver cómo sus ojos no quitaban la mirada de mi boca. No era un buen momento para besarlo, y tampoco lo haría por nada del mundo.En un segundo estaba riéndome como una desquiciada, sí, me estaba burlando de un mafioso que podría hacerme papilla y qué, de hecho, ya había abusado de su poder conmigo cortándome los dedos de los pies. Pero, es que parecía tan idiota proponiéndole eso a la hermana de su esposa.El punto débil de Giovanni Lobo eran las mujeres.Y lo usaría en su contra.—Mira, voy a tutearte &mda
BIANCA.Un hombre casi igual a Don, pero más joven abrió la puerta del auto viéndonos con diversión. Estaba vestido con una camisa blanca y pantalones negros. El chofer atrás de él bajo la cabeza y jugó con sus dedos. Mi acosador me estrechó a él tapando por completo mi desnudez, pude apreciar cómo mis pezones duros frotaban su frío y duro pecho. Un sonidito emergió de su garganta. ¿Porque siempre acababa estando desnuda delante de él?Tenía ganas de vomitar.—Lo siento, señor. Insistió en abrir la puerta, yo le dije que estaba en un momento privado con la joven...Don hizo callar al hombre con un gesto de mano.
Último capítulo