En lo alto del firmamento las estrellas alumbraban el cielo capitalino. Iván, sentado frente a la piscina, fumaba un cigarrillo sumido en sus recuerdos. Se sobresaltó cuando su celular sonó en su chaqueta, observó ceñudo aquel número sin embargo deslizó su dedo por la pantalla para responder.
—Iván Arellano —escuchó que lo nombraban con euforia—. Me encontré con tu hermano menor y me informa que estás aquí, en Ecuador —comentó aquella voz masculina al otro lado de la línea.
—¡Gustavo Saavedra! —exclamó Iván.
—Él mismo —afirmó el joven—, te llamo para darte la bienvenida, hermano. Ven a la plaza Foch.
—Estoy algo cansado —resopló Iván—, llegué hace unas horas.
—No me digas que los años ya empiezan a pesarte. —Carcajeó—, apenas cumpliremos tres décadas —bufó al otro lado de la línea Gustavo.
—No claro que no —afirmó Iván, riendo—. Está bien, cuando esté cerca te marco para saber en qué bar te encuentras.
—Perfecto —respondió Gustavo, colgando la llamada.
Iván apagó la colilla de cigarrillo, caminó con las manos en los bolsillos en dirección a la casa, aún no muy convencido de haber aceptado esa cita, sin embargo, no podía hacerle un desaire a su gran amigo.
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Las luces, música, y la alegría de la gente quiteña, concentrada a lo largo de la Mariscal, daban la bienvenida a Iván, quien hace años no conducía por aquellas calles y disfrutaba de una farra en la capital.
Bares, restaurantes, discotecas para todos los gustos, se concentraban a lo largo de la calle; jóvenes conversaban divertidos en las esquinas de cada intersección.
Iván tecleó el número de su amigo Gustavo, quien le indicó que siguiera su recorrido a un par de casas más adelante. Él se encontraba bebiendo cerveza con unos amigos de trabajo, sentados en una mesa en los exteriores de un exclusivo bar.
Iván prosiguió el camino, buscando estacionamiento, hasta que su mirada, se encontró con la de su gran amigo, quién levantó la mano en señal de saludo.
Más adelante aparcó el vehículo, y bajó de él caminando en dirección a su mejor amigo, captando la atención de las mujeres que se encontraban a su alrededor. No pudo evitar sonreír al escuchar los murmullos, una vez que llegó hasta donde lo esperaba Gustavo, ambos se estrecharon en un fuerte abrazo.
—Qué bueno tenerte de regreso en nuestro país.
—Gracias, espero quedarme un largo tiempo.
—Ven, acompáñame en la mesa con mis compañeros del bufete —sugirió Gustavo, procediendo a presentar a Iván, con ellos, entonces ambos tomaron asiento.
—Me informaron que hay una fiesta que organiza la Facultad de Medicina de la Universidad Central —comentó uno de ellos.
—¿Es privada?, o ¿Podemos acceder sin problema? —averiguó otro de los caballeros que disfrutaban de la bebida.
—Hay que comprar boletos, ustedes saben que esas fiestas se organizan para recaudar fondos —informó el más joven del grupo—, pero eso no es problema. —Sonrió bebiendo un sorbo de cerveza.
—No cuenten conmigo, no me gustan esas fiestas llenas de jovencitos inmaduros —comentó Iván, dando un sorbo a su vaso de whisky.
—Y de muchachas jóvenes y divinas... Cómo las que vienen por ahí —señaló Gustavo, refiriéndose a tres hermosas chicas que caminaban juntas.
Iván levantó su grisácea mirada, cruzándose con aquellos oscuros, y hermosos ojos de una de ellas; la chica se retiraba unos mechones de su cabellera negra, que se confundía con el ébano de la noche, y que le llegaba hasta la cintura.
Iván, con discreción recorrió con la mirada la delgada y esbelta figura de la jovencita quien lucía aquella noche unos jeans ajustados a sus curvas, acompañaba su atuendo una sencilla camiseta blanca, y una chamarra de piel café que hacían juego con sus botines. Él le dio un sorbo a su bebida apreciando aquel rostro angelical; ladeó una sonrisa, impresionado con la belleza y simplicidad de ella.
La chica sintió sus mejillas enrojecer al sentir la penetrante mirada de aquel apuesto y elegante caballero. Desvió su vista a otro lado para que él no notara su nerviosismo; tomó del brazo a una de sus amigas caminando con prisa, alejándose del galanteo de los hombres que lo acompañaban.
Iván persiguió a la muchacha con la mirada, ella se estremeció al sentir ese vistazo penetrante recorrerla como fuego. Respiró profundo, tranquilizándose, era la primera vez que Paloma, a sus dieciocho años, estaba en un sitio tan concurrido. La joven se sentía muy emocionada era su reciente visita a una discoteca, no había tenido la oportunidad, debido a problemas familiares.
—¿Observaron a las muchachas que pasaron? —cuestionó Gustavo, dirigiendo su mirada color chocolate a su mejor amigo—. Bellísimas —comentó —, y están entrando a la fiesta de la U —orientó su rostro hacia el lugar.
—No creo que sea tan mala idea después de todo, ir a ese baile —señaló Iván, volviendo a darle un sorbo a su bebida, ladeando una sonrisa, recordando la tímida mirada de la joven de cabello oscuro.
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Los caballeros enseguida se pusieron de pie y pagaron la cuenta, no tuvieron que hacer fila para ingresar a la fiesta de la Universidad a causa de las influencias de uno de ellos, quién enseguida consiguió los boletos; posterior a eso caminaron al interior de la discoteca decorada con globos blancos; mientras muchos jóvenes danzaban en la pista al ritmo de: «Don't Stop The Music by Rihanna»
Muchas jovencitas sonreían y coqueteaban con los apuestos caballeros que permanecían de pie junto a la barra de la discoteca y, observaban el baile de muchas de ellas, quienes con sensuales movimientos atraían la atención de varios chicos.
Entre tanto Iván, en medio de las luces parpadeantes buscaba con la mirada a la misteriosa muchacha, a lo lejos la divisó, sonrió al ver como sus amigas la halaban de los brazos para llevarla a la pista de baile, al parecer ella se negaba, él se recargó sobre la barra prestando atención a la disputa de las jovencitas, observó entonces como ella se daba por vencida y era arrastrada al medio del salón.
Entre tanto los amigos de Iván, sin pérdida de tiempo se acercaron a las dos jóvenes que acompañaban a Paloma, para bailar con ellas, dejando a la morena sola en medio de la pista; cuando ella se disponía a regresar a su lugar la sensual voz de un hombre la sorprendió:
—¿Bailamos? —inquirió observándola de cerca con aquellos ojos azules profundos, mientras mostraba su blanca dentadura debajo de aquellos labios gruesos en una amplia y seductora sonrisa.
Paloma, se quedó sin aliento ante la presencia del atractivo hombre, sintió sus piernas temblar al recorrerlo con su mirada: empezó por el reluciente calzado de cuero café que lucía esa noche y que hacía juego con el pantalón de mezclilla negro, combinando a la perfección con aquella camiseta blanca de cuello en V, que resaltaban sus firmes pectorales, además que el blazer azul claro le daba un toque sofisticado pero moderno a la vez; ella emitió un suspiro involuntario cuando observó el rostro de Iván, y su impoluta barba, su nariz respingada, además de esos ojos que la derretían y que le recordaban a los de alguien que ella no lograba recordar.
—Bueno —balbuceó con timidez, después de esos minutos en silencio, sin poder resistirse a él, empezó a mover su cuerpo al ritmo de la melodía para no demostrar su nerviosismo.
Iván, no le quitaba la mirada de encima mientras bailaban; ella de vez en cuando levantaba sus ojos hacia él.
—¿Te puedo invitar un trago? —preguntó al momento que la canción se terminó.
—No bebo licor y no acostumbro a aceptar bebidas de desconocidos —pronunció la joven con timidez.
—Esas dos cosas las podemos solucionar —habló con voz seductora Iván—, te invito una bebida sin licor —sonrió.
La joven se sonrojó mientras percibía que su cuerpo se estremecía ante las miradas que él le brindaba; aquellas sensaciones no las había sentido con nadie hasta entonces: era algo inexplicable la atracción que aquel hombre, ejercía sobre ella; quizás porque se demostraba como un caballero, elegante y educado, era el ejemplar con el que soñaba desde niña.
—Para dejar de ser un desconocido mi nombre es Iván Arellano —se presentó sonriendo—. Es un verdadero placer conocerte —pronunció al momento que tomó la mano de la joven y se la besó.
El rostro de la chica se tornó carmesí, una gran O se dibujó en sus labios y su cuerpo sufrió gran conmoción al sentir una especie de corriente recorrer su piel, y calcinarla por dentro.
—Paloma Borrero —respondió con timidez, tratando de reponerse a los estragos que los labios de él, sobre su piel le causaron.
—"Paloma" —pronunció con su gutural voz. —¡Qué hermoso nombre! —exclamó—, símbolo de paz y reconciliación.
Paloma, abrió sus hermosos ojos negros con sorpresa al darse cuenta que él conocía el significado de su nombre.
—Sí, así es —sonrió con timidez la chica.
Iván, no dejaba de mirarla, era algo que no podía evitar, las finas facciones del rostro de la joven, su tierna y aterciopelada piel lo tenían cautivado; es así que la llevó hasta la barra del bar, y solicitó al barman: una piña colada sin licor para Paloma, y un whisky para él.
Queridos lectores les dejo el segundo capítulo. ¿Será amor a primera vista lo que está ocurriendo entre Iván y Paloma? Pero ¿Qué pasó entre ellos para que en la actualidad ella no quiera saber nada de él? Si lo quieren descubrir sigan leyendo.
Esa noche conversaron, bailaron, se divirtieron; para Paloma: Iván, era como un imán que la atraía inevitablemente. Cerca de las dos de la mañana las muchachas se despidieron de sus nuevos amigos. —Debo irme gracias por todo —dijo Paloma, observando a los ojos a Iván, con su mirada inocente. —Tienes que darme tu número de teléfono, tenemos que volver a vernos — comentó él, sacando su IPhone, para anotar el contacto de la joven. —Se me perdió mi celular hace días —expuso Paloma, mientras sus amigas la llevaban a la fuerza hasta la salida—. Búscame en la Universidad Central, primer año de medicina. Iván parpadeó, guardando en su memoria lo último que comentó la joven. Las muchachas salieron del lugar para subirse rápido al auto de Paúl, su compañero, quien las iba a llevar a sus respectivas casas. —¡No lo puedo creer! —comentó Amelia. —¡Paloma Borrero, aquel hombre está guapísimo! —exclamó con emoción. Paloma, suspiró al
Horas después. El joven de amplia sonrisa, cabello claro, y ojos verdes soltó los dedos de su pareja, mientras ella se acomodaba su sombrero y tomaba asiento en uno de los sillones del lobby del hotel, esperando a que su amante regresara con la tarjeta de la suite. Alain, con su particular galanteo se acercó a la joven recepcionista. —Hice una reserva en la suite presidencial. —¿A nombre de quién? —averiguó la joven. —Paloma Borrero —respondió, presionando sus labios. La chica observó en el computador, asintió, entonces le entregó a Alain, la tarjeta, él sonrió agradeciendo y enseguida caminó de vuelta al lobby. Su novia se puso de pie y de inmediato subieron a la cabina del ascensor, sin pérdida de tiempo sus labios se unieron en besos desenfrenados, así como las caricias no se hicieron esperar, enseguida ingresaron a la suite, despojándose con premura de la r
Las semanas fueron pasando Iván y Paloma, salían con más frecuencia, mientras los días para acompañar a su hermano a Alemania, estaban muy cerca, él, no quería irse sin pedirle a la joven que fuera su novia. Llegó a la universidad, y la observó esperándolo, sentada en el graderío que daba al edificio en donde estaba su aula, entonces su corazón se agitó en el pecho. La mirada de Paloma, se iluminó por completo, su ritmo cardíaco se incrementó a medida que se acercaba a ella. Iván la llenaba de detalles como flores, chocolate, la trataba con dulzura, y cariño; todo eso tenían a la joven inmersa en una burbuja. Después de almorzar juntos, Iván, llevó a Paloma hasta el mirador turístico del Panecillo, en donde pudieron apreciar la belleza de la capital en todo su esplendor, mientras se tomaban fotografías juntos y, recorrían las tiendas artesanales. Paloma elevó su mirada
Quito- Pichincha, Ecuador. Diego Serrano, finalizó una difícil histerectomía de una paciente con miomas uterinos. Esa noche tenía guardia en el hospital privado en donde laboraba. Salió del quirófano, después de haberse realizado todas las normas de asepsia pertinentes. Caminó por los pasillos del hospital saludando y bromeando con varios colegas; se acercó a charlar con las enfermeras de recepción: —Si se presenta alguna emergencia voy a estar en la cafetería —indicó con su amable sonrisa. Más de una chica suspiraba por el atractivo, y afectuoso médico. Sin embargo, sabían que no podían acercarse a él, por dos razones fundamentales: era un hombre muy correcto y fiel a su esposa, y la segunda causa era ella, su compañera, quién le hacía escenas de celos aterradoras, que dejaban en vergüenza al ginecólogo. El médico siguió su rumbo y llegó a la cafetería. &nbs
Esa noche oscura y fría en la casa de Paloma, la joven se colocaba hielo en su rostro, debido al porrazo que por defender a su madre le tocó a ella. Su padre era un hombre a más de machista, violento. Él creía que el respeto se ganaba a golpes, tanto Paloma, como su madre le tenían miedo, con aquel sujeto era imposible mantener una conversación sin que se alterara o respondiera a gritos y eso en el mejor de los casos, porque cuando lo contradecían lo que recibían de él, era maltrato físico. La joven permanecía recostada en su cama: «El hombre que yo amo by Miriam Hernández» sonaba en el playlist que tenía en su móvil. Al repetir las notas de la melodía el rostro de Iván, se le vino a la mente, una gran sonrisa se dibujó en sus labios, suspiraba recordando sus besos, sin embargo, comparaba a su novio con su padre, mientras el uno era un verdadero caballero, el otro de gentil no tenía nada.
Días después Diego recargó su espalda sobre su sillón reclinable. Cerró su laptop. Estiró sus brazos, cansado del agotador día que tuvo, entonces miró su reloj dándose cuenta de que se le había hecho tarde. Presionó sus labios sabiendo que otra vez Pamela, saldría con sus reclamos. Sin embargo, todo eso se disipaba cuando observaba el rostro angelical de su pequeña Dulce María, sonrió al recordar cómo saltaba a sus brazos apenas él llegaba, sin pérdida de tiempo se puso de pie, tomó su chaqueta y salió de su consultorio. Se despidió de sus compañeras y caminó rumbo al estacionamiento, subió a su vehículo: «Tú y yo by Luis Miguel» acompañaba el viaje de Diego, hasta su casa, pero el tráfico de la capital no lo dejaba circular, y su móvil no paraba de sonar, era su esposa, que no cesaba de insistir. Mientras avanzaba, a lo lejos divisó un grupo de estudiantes de la Universidad
Diego, no dejaba de llorar abrazado al pequeño cuerpo de su hija, en ese momento aquel hombre no encontraba consuelo para su dolor, se culpaba de la muerte de Dulce María, gritaba a los cuatro vientos que era un asesino, que él la había matado. —Diego, levántate —pidió el cirujano Moreno—. Ya no hay nada que podamos hacer. El doctor Serrano, no entendía razones, abrazaba el cuerpo inerte de su pequeña sin parar de llorar. —¡Despierta! ¡Abre tus ojitos mi amor! —exclamaba sosteniendo sobre su pecho el cuerpo de Dulce María. La escena era muy desgarradora, las enfermeras amigas de Diego, no dejaban de llorar. El doctor Moreno, procedió a inyectarle un tranquilizante a Diego, para preparar el cuerpo de la pequeña y emitir el acta de defunción. ***** En la sala de espera Pamela, desesperada hacía sonar sus tacones, sobre la bald
Dos días después Paloma llegó de nuevo a la universidad sin su particular sonrisa, el no tener noticias de Iván afligía a la joven; para no pensar en él se dedicaba de lleno a sus estudios y cuando la jornada finalizaba se encerraba en la biblioteca de la facultad hasta que cerrara. Salió de clases con sus libros en la mano. Pasó por la cafetería para tomarse un café, mientras el humo emanaba de la taza y ese aroma inundaba sus fosas nasales, a su mente se vino el rostro de su amigo: Ival. Presionó sus labios al recordar aquella discusión que tuvieron en días anteriores, sin embargo, no pudo evitar rememorar esa llamada que ella no respondió, y que quizás era para despedirse antes de su viaje. «De seguro su exposición será un éxito» se dijo en su mente, mientras abandonaba la cafetería, y caminaba hacia el patio de la facultad, iba tan concentrada en sus