Esa noche conversaron, bailaron, se divirtieron; para Paloma: Iván, era como un imán que la atraía inevitablemente.
Cerca de las dos de la mañana las muchachas se despidieron de sus nuevos amigos.
—Debo irme gracias por todo —dijo Paloma, observando a los ojos a Iván, con su mirada inocente.
—Tienes que darme tu número de teléfono, tenemos que volver a vernos — comentó él, sacando su IPhone, para anotar el contacto de la joven.
—Se me perdió mi celular hace días —expuso Paloma, mientras sus amigas la llevaban a la fuerza hasta la salida—. Búscame en la Universidad Central, primer año de medicina.
Iván parpadeó, guardando en su memoria lo último que comentó la joven.
Las muchachas salieron del lugar para subirse rápido al auto de Paúl, su compañero, quien las iba a llevar a sus respectivas casas.
—¡No lo puedo creer! —comentó Amelia. —¡Paloma Borrero, aquel hombre está guapísimo! —exclamó con emoción.
Paloma, suspiró al recordar a Iván, giró su rostro para mirar por las ventanas, mientras en su mente imaginaba toda una historia de amor con él; la chica era soñadora y romántica.
—Es muy atractivo, caballero, educado —suspiró la joven—, el hombre de mis sueños.
—Cuidado Paloma —advirtió Rosalía—, caras vemos, corazones no sabemos.
—Dudo mucho que lo vuelva a ver —resopló resignada—, los hombres como él, no toman en serio a muchachas como nosotras —expuso Paloma, con tristeza.
Mientras tanto: «Duérmete junto a mi by Tercer Mundo» acompañaba el regreso a casa de Iván; en la carretera el rostro de Paloma, no se le quitaba de la mente, ella se veía tan inocente, tan frágil, apenas era una niña, que estaba entrando en la etapa adulta, mientras él ya era un hombre hecho y derecho como se decía, a sus treinta años había logrado incrementar la cuantiosa fortuna que heredó de sus padres, también era consciente que gracias a eso las mujeres se le acercaban. Inhaló profundo pensando con preocupación en la misteriosa dama con la que su hermano salía.
*****
Dos días después.
Paloma, con su mandil blanco y su mochila al hombro caminaba por los exteriores de la facultad de medicina, buscando a sus amigas, sin embargo, la presencia de un atractivo caballero la detuvo con sorpresa.
El corazón de Paloma, empezó a latir con fuerza, sus piernas temblaron, enrojeció al ver a Iván, impoluto e imponente, los ojos de la jovencita se clavaron en sus firmes pectorales y sus fuertes brazos, jadeó un suspiro al verlo enfundado en aquella camisa celeste claro y esos pantalones grises, entonces la vista de ella se desvió a su atuendo: ese día llevaba un blusón cuello de pico y un pantalón de cintura elástica de microfibra turquesa; esa mañana tuvo prácticas en el anfiteatro de la universidad.
Iván, extendió a la joven un hermoso ramo de rosas rojas; ella abrió sus ojos negros con gran sorpresa, sonrió sin saber que decir.
—Espero te gusten —comentó Iván, mientras retiraba varios mechones de cabello del rostro de Paloma, quién sintió su cuerpo temblar ante el contacto de las manos de él.
—Son hermosas —respondió con ilusión, mientras percibía el aroma de las flores, y su corazón martilleaba con fuerza.
—Vine a invitarte a comer.
Paloma, lo miró con sorpresa.
—¿Tiene que ser hoy? —preguntó la joven con nerviosismo—, no estoy presentable —señaló su atuendo, mordiendo sus labios—. Buscaba a mis amigas para ir a almorzar.
—Puedo esperar, no tengo problema con eso —dijo él, muy feliz de verla.
—Pero yo no traigo ropa elegante —advirtió la joven.
—No te preocupes —sonrió él.
—Te encargo mis flores —sonrió Paloma, mientras se dirigía a los baños de la universidad a quitarse el traje que llevaba encima de su habitual atuendo; los nervios que sentía hacían que sus dedos se trabaran y sus pies se enredaran.
«Es un desconocido Paloma, debes tener cuidado» se dijo en su mente la joven.
Salió del baño con unos jeans rasgados en tono celeste claro, una camiseta blanca, tenis del mismo color, se observó al espejo y, soltó su cabello mientras colocaba brillo labial en sus labios.
«Parece un buen hombre confía en él» se repetía Paloma.
Inhaló y exhaló varias veces mientras caminaba con lentitud hacía él, quién permanecía hablando por su móvil, de espaldas a ella.
—¡Estoy lista! —exclamó Paloma.
Iván, dio vuelta para encontrarse con la limpia y pura mirada de la jovencita, quién era alta, hermosa, muy natural, distinta a las mujeres con las que él acostumbraba a salir.
—Vamos —respondió, esbozando una sonrisa.
Paloma, se quedó impresionada al ver el hermoso Audi convertible gris de Iván, quién como todo un caballero le abrió la puerta del vehículo para que la joven subiera en él.
—Debes ponerte el cinturón de seguridad por favor —aconsejó Iván, una vez que los dos estaban dentro del auto.
Los dedos de Paloma, se enredaron, entonces Iván, se acercó a ella; sus rostros quedaron muy cerca, él inclinó su mirada a los carnosos y sensuales labios de la joven, sintiendo su pulso acelerarse, y más cuando la chica, en un gesto inocente se los mojó.
Iván, sintió su sangre correr con fuerza por sus venas, tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no besarla, pero consideró que no era el momento aún.
Mientras el corazón de Paloma, palpitaba con fuerza, ella también deseaba probar los labios de él.
Iván, se alejó de la joven, enseguida encendió su vehículo y colocó música:
«Basta con que estés by Ricardo Perotti»
—«Basta con que estés...Basta con que estés, en el sencillo paso de los días, en la razón de la melancolía, de esta tarde, en la que basta con que estés...» —empezó a cantar Iván, mientras Paloma, sonreía al escucharlo.
—Lo siento, no soy experto para el canto— se disculpó sonriendo también—. Mi pasión es el piano —comentó, girando levemente su rostro para contemplarla.
—Cantas muy bien —comentó Paloma, mientras el viento le acariciaba el rostro y disfrutaba de la melodía, del recorrido y de la presencia de Iván.
Luego de varios minutos, llegaron nuevamente al sector de la Mariscal. Iván, anheló llevar a Paloma, a un lugar exclusivo sin embargo no deseaba incomodarla, así que prefirió un sitio menos elegante, pero a la vez confortable e íntimo; tenía mucho interés en conocer a la muchacha, por lo que estacionó su vehículo al frente de una pizzería.
—Espero te guste la pizza ¿O eres de las que hacen dieta?
Paloma, soltó una carcajada de lo más sincera, mientras Iván la observaba hechizado, ella era tan natural, tan alegre, sin poses.
—Yo como de todo, menos esas comidas gourmet que ustedes los millonarios acostumbran, uno se queda con hambre —comentó ruborizada.
En ese momento Iván, soltó una carcajada ante el comentario de Paloma.
—Tienes razón —respondió, ladeando una sonrisa.
Iván, bajó de auto, rodeando su vehículo para ayudar a la joven a salir, entonces extendió su mano hacia Paloma, al momento que sus dedos rozaron, ambos sintieron sus corazones latir con fuerza.
Para Iván, todo eso era nuevo, no entendía como una jovencita que apenas conocía provocaba en él tantas emociones juntas.
Para Paloma, de igual manera, todo lo que él le inspiraba era nuevo, desconocido, le daba miedo, pero a la vez sentía curiosidad.
Minutos después ingresaron al restaurante, los ojos de Paloma, se abrieron con sorpresa al observar la elegante y rustica decoración, su mirada se clavó en las grandes paredes de ladrillo visto que se elevaban hasta el techo cuyas vigas de madera cruzaban de forma triangular de extremo a extremo, colgando de ellas hermosas lámparas en forma de lágrimas; suspiró entonces maravillada por esa arquitectura colonial que tanto caracterizaba a la capital.
Iván, la condujo a una mesa cubierta con un mantel vino de fondo y uno blanco encima, y sobre esta reposaba la fina vajilla.
«Dust in the wind by Kansas» envolvía el ambiente; entonces un mesero se acercó a la pareja.
Iván, dejó que Paloma, escogiera la pizza, y él sugirió el vino, además de solicitar alitas en salsa BBQ, con patatas fritas, que tanto le gustaban.
Mientras esperaban ellos conversaban de varios temas, poco a poco se iban conociendo. Paloma, le comentaba de sus sueños, de convertirse en una gran pediatra y de cómo había estudiado sin descanso para rendir el examen de ingreso a la universidad.
Iván, habló de su familia, de sus padres, de su hermano menor, no entró en detalles sobre la vida privada de Alain, pues al joven artista no le gustaba que hablaran de él; lo entendía, era un artista y cuidaba su imagen.
Queridos lectores espero estén disfrutando de esta historia. Vemos que la sencillez de Paloma, cautivó a Iván, pero se vienen sorpresas en los próximos capítulos.
Horas después. El joven de amplia sonrisa, cabello claro, y ojos verdes soltó los dedos de su pareja, mientras ella se acomodaba su sombrero y tomaba asiento en uno de los sillones del lobby del hotel, esperando a que su amante regresara con la tarjeta de la suite. Alain, con su particular galanteo se acercó a la joven recepcionista. —Hice una reserva en la suite presidencial. —¿A nombre de quién? —averiguó la joven. —Paloma Borrero —respondió, presionando sus labios. La chica observó en el computador, asintió, entonces le entregó a Alain, la tarjeta, él sonrió agradeciendo y enseguida caminó de vuelta al lobby. Su novia se puso de pie y de inmediato subieron a la cabina del ascensor, sin pérdida de tiempo sus labios se unieron en besos desenfrenados, así como las caricias no se hicieron esperar, enseguida ingresaron a la suite, despojándose con premura de la r
Las semanas fueron pasando Iván y Paloma, salían con más frecuencia, mientras los días para acompañar a su hermano a Alemania, estaban muy cerca, él, no quería irse sin pedirle a la joven que fuera su novia. Llegó a la universidad, y la observó esperándolo, sentada en el graderío que daba al edificio en donde estaba su aula, entonces su corazón se agitó en el pecho. La mirada de Paloma, se iluminó por completo, su ritmo cardíaco se incrementó a medida que se acercaba a ella. Iván la llenaba de detalles como flores, chocolate, la trataba con dulzura, y cariño; todo eso tenían a la joven inmersa en una burbuja. Después de almorzar juntos, Iván, llevó a Paloma hasta el mirador turístico del Panecillo, en donde pudieron apreciar la belleza de la capital en todo su esplendor, mientras se tomaban fotografías juntos y, recorrían las tiendas artesanales. Paloma elevó su mirada
Quito- Pichincha, Ecuador. Diego Serrano, finalizó una difícil histerectomía de una paciente con miomas uterinos. Esa noche tenía guardia en el hospital privado en donde laboraba. Salió del quirófano, después de haberse realizado todas las normas de asepsia pertinentes. Caminó por los pasillos del hospital saludando y bromeando con varios colegas; se acercó a charlar con las enfermeras de recepción: —Si se presenta alguna emergencia voy a estar en la cafetería —indicó con su amable sonrisa. Más de una chica suspiraba por el atractivo, y afectuoso médico. Sin embargo, sabían que no podían acercarse a él, por dos razones fundamentales: era un hombre muy correcto y fiel a su esposa, y la segunda causa era ella, su compañera, quién le hacía escenas de celos aterradoras, que dejaban en vergüenza al ginecólogo. El médico siguió su rumbo y llegó a la cafetería. &nbs
Esa noche oscura y fría en la casa de Paloma, la joven se colocaba hielo en su rostro, debido al porrazo que por defender a su madre le tocó a ella. Su padre era un hombre a más de machista, violento. Él creía que el respeto se ganaba a golpes, tanto Paloma, como su madre le tenían miedo, con aquel sujeto era imposible mantener una conversación sin que se alterara o respondiera a gritos y eso en el mejor de los casos, porque cuando lo contradecían lo que recibían de él, era maltrato físico. La joven permanecía recostada en su cama: «El hombre que yo amo by Miriam Hernández» sonaba en el playlist que tenía en su móvil. Al repetir las notas de la melodía el rostro de Iván, se le vino a la mente, una gran sonrisa se dibujó en sus labios, suspiraba recordando sus besos, sin embargo, comparaba a su novio con su padre, mientras el uno era un verdadero caballero, el otro de gentil no tenía nada.
Días después Diego recargó su espalda sobre su sillón reclinable. Cerró su laptop. Estiró sus brazos, cansado del agotador día que tuvo, entonces miró su reloj dándose cuenta de que se le había hecho tarde. Presionó sus labios sabiendo que otra vez Pamela, saldría con sus reclamos. Sin embargo, todo eso se disipaba cuando observaba el rostro angelical de su pequeña Dulce María, sonrió al recordar cómo saltaba a sus brazos apenas él llegaba, sin pérdida de tiempo se puso de pie, tomó su chaqueta y salió de su consultorio. Se despidió de sus compañeras y caminó rumbo al estacionamiento, subió a su vehículo: «Tú y yo by Luis Miguel» acompañaba el viaje de Diego, hasta su casa, pero el tráfico de la capital no lo dejaba circular, y su móvil no paraba de sonar, era su esposa, que no cesaba de insistir. Mientras avanzaba, a lo lejos divisó un grupo de estudiantes de la Universidad
Diego, no dejaba de llorar abrazado al pequeño cuerpo de su hija, en ese momento aquel hombre no encontraba consuelo para su dolor, se culpaba de la muerte de Dulce María, gritaba a los cuatro vientos que era un asesino, que él la había matado. —Diego, levántate —pidió el cirujano Moreno—. Ya no hay nada que podamos hacer. El doctor Serrano, no entendía razones, abrazaba el cuerpo inerte de su pequeña sin parar de llorar. —¡Despierta! ¡Abre tus ojitos mi amor! —exclamaba sosteniendo sobre su pecho el cuerpo de Dulce María. La escena era muy desgarradora, las enfermeras amigas de Diego, no dejaban de llorar. El doctor Moreno, procedió a inyectarle un tranquilizante a Diego, para preparar el cuerpo de la pequeña y emitir el acta de defunción. ***** En la sala de espera Pamela, desesperada hacía sonar sus tacones, sobre la bald
Dos días después Paloma llegó de nuevo a la universidad sin su particular sonrisa, el no tener noticias de Iván afligía a la joven; para no pensar en él se dedicaba de lleno a sus estudios y cuando la jornada finalizaba se encerraba en la biblioteca de la facultad hasta que cerrara. Salió de clases con sus libros en la mano. Pasó por la cafetería para tomarse un café, mientras el humo emanaba de la taza y ese aroma inundaba sus fosas nasales, a su mente se vino el rostro de su amigo: Ival. Presionó sus labios al recordar aquella discusión que tuvieron en días anteriores, sin embargo, no pudo evitar rememorar esa llamada que ella no respondió, y que quizás era para despedirse antes de su viaje. «De seguro su exposición será un éxito» se dijo en su mente, mientras abandonaba la cafetería, y caminaba hacia el patio de la facultad, iba tan concentrada en sus
Paloma terminó de lavar los camarones que él había dejado. Iván se recargó sobre el mesón de la cocina para contemplarla. Con su mirada recorrió las esbeltas pantorrillas, y los fuertes muslos de la chica, quien ese día lucía un vestido más arriba de sus rodillas, se veía mucho más alta con aquellos botines de tacón, entonces se acercó a ella, con cautela, como cuando una fiera, acecha a su presa, la sorprendió tomándola de la cintura. Paloma se estremeció al sentir las manos de él, en su cuerpo y sus labios en su cuello. Iván percibió el temblor de la chica entre sus brazos, era en esos momentos, en los que el odio se alejaba de su mente y de su corazón, entonces con sus fuertes manos hizo que Paloma, girara, hasta tenerla frente a él, buscó sus labios y sin darle tiempo a decir nada la besó, con una fuerza abrasadora. Paloma sentía que se derretía en los brazos de Iván, mientras las manos de él, le recorría