Las semanas fueron pasando Iván y Paloma, salían con más frecuencia, mientras los días para acompañar a su hermano a Alemania, estaban muy cerca, él, no quería irse sin pedirle a la joven que fuera su novia.
Llegó a la universidad, y la observó esperándolo, sentada en el graderío que daba al edificio en donde estaba su aula, entonces su corazón se agitó en el pecho.
La mirada de Paloma, se iluminó por completo, su ritmo cardíaco se incrementó a medida que se acercaba a ella.
Iván la llenaba de detalles como flores, chocolate, la trataba con dulzura, y cariño; todo eso tenían a la joven inmersa en una burbuja.
Después de almorzar juntos, Iván, llevó a Paloma hasta el mirador turístico del Panecillo, en donde pudieron apreciar la belleza de la capital en todo su esplendor, mientras se tomaban fotografías juntos y, recorrían las tiendas artesanales.
Paloma elevó su mirada al imponente monumento de la Virgen de Legarda, la escultura de aluminio, considerada como la más alta del Sudamérica. Cuando ella dejó de contemplar el monumento se encontró con la mirada de él, le sonrió, con timidez, su ser se estremeció al verlo aproximarse demasiado.
Las manos de Iván, tomaron el rostro de Paloma, sintiendo el frenético palpitar de su corazón, acercó sus labios a los de la joven, quién era inexperta en el tema, ella solo había tenido un novio, a los quince años, pero su padre intervino, rompiendo esa relación.
Los cálidos labios de la joven se abrieron con timidez para dejar que la lengua de él se adentrara dentro de su boca, mientras su cuerpo temblaba en los brazos de ese hombre.
—¿Quieres ser mi novia? —susurró uniendo su frente a la de ella.
—Apenas llevamos semanas de conocernos —habló con la voz trémula.
—Yo siento que te conozco de toda la vida —murmuró cerca de sus labios—. En unos días debo salir fuera del país, no me quiero ir sin tener una respuesta de tu parte —señaló Iván, mientras la abrazaba y le acariciaba el cabello.
—Tengo miedo —respondió temblando.
Iván, se separó de ella, para mirarla a los ojos, acunó de nuevo el rostro de Paloma, en sus manos, mientras la tímida joven, lo observaba anhelante.
— ¿Miedo de mí? —cuestionó él. Paloma inclinó la cabeza. —Yo jamás te lastimaría, he sido sincero y honesto contigo, sé que todavía tenemos mucho más por descubrir el uno del otro. Poseo defectos como todo el mundo, soy perfeccionista, exigente en el trabajo y otras cosas más que ya irás conociendo.
—No tengo miedo de ti —respondió con timidez, entonces elevó su rostro—. El temor es de mí y de todo esto que estoy sintiendo, nunca me había pasado —respondió la joven, con el corazón temblando.
Iván sonrió, se acercó a ella, la abrazó con todas sus fuerzas, sintiendo su pecho agitado.
—No tengas miedo, el amor es el sentimiento más puro y noble que existe, quien te ama nunca te hará daño —afirmó, buscando los labios de Paloma, para demostrarle en aquel beso que lo que sentía por ella era de verdad.
—Sí —susurró la joven en los labios de él.
—¿Si, qué cosa? —averiguó Iván.
—Si quiero ser tu novia —respondió la chica.
Iván la besó, la abrazó, la levantó del piso como si fuera una pluma, mientras le daba vueltas emocionado.
—Te juro por la memoria de mis padres, que a mi lado serás la persona más feliz del mundo —afirmó.
Esas palabras para Paloma, se tornaron en una promesa, no deseaba más en esta vida que ser feliz al lado de él, pasaron un rato más en el mirador mientras a cada instante trataban de demostrar con besos y caricias el amor que ambos sentían, todo parecía muy precipitado, pero para ellos eso era de verdad.
*****
Horas después.
Iván, conducía su vehículo mientras cantaba «Te quiero by Hombres G». Sin dejar de pensar en Paloma, suspiraba y recordaba sus besos. Sentía la necesidad de llegar con urgencia a casa, y contarle a Alain, que estaba enamorado de una muchacha pura, inocente, sencilla, quien irradiaba alegría y felicidad a cada instante.
Iván, estacionó su auto subió las escaleras de piedra de la mansión, cuando escuchó: «Morí by Tranzas» en el estudio de Alain.
.«Porque ya no estoy aquí, morí, morí el día en que te fuiste así de mí, no estoy, camino por las calles sin pensar, oigo sin escuchar, abrazo sin sentir, soy el único muerto que puede caminar...»
Cuando Iván estaba cerca de la puerta del estudio, el sonido de un disparo le congeló la sangre, se quedó paralizado por segundos, luego de eso corrió a toda prisa, giró la cerradura, con desespero, la puerta estaba con seguro, entonces él con su corpulencia tumbó la madera.
Su corazón se quebró por completo, su rostro palideció al ver el cuerpo de su hermano en medio de un charco de sangre, se acercó temblando, mientras varios empleados también llegaban.
Iván, se inclinó ante el cuerpo de Alain, con la esperanza que estuviera vivo, tocó su pulso, pero su hermanito menor ya no respiraba.
—¡NOO! —gritó, temblando, abrazando a Alain, llorando de manera desgarradora. —¡UNA AMBULANCIA! —gritaba desesperado, mientras zarandeaba a su hermano. —¡DESPIERTATE! ¡NO ME DEJES! —suplicaba, con el rostro lleno de lágrimas. El corazón le dolía, mientras sostenía en sus brazos el cuerpo de su hermanito menor, por su mente pasaron los recuerdos de cuando eran niños y jugaban por los jardines de la casa.
Iván, permanecía abrazado a su pecho el cuerpo inerte de Alain. No entendía nada, si días atrás estaba tan feliz, diciendo que se iba a casar. Limpió con una de sus manos sus aguados ojos, en ese momento levantó su mirada, y lo que observó, le desgarró el corazón: los cuadros de la exposición estaban develados, algunos destruidos, pero otros no... Ese rostro él, lo conocía demasiado bien.
A un costado del cuerpo inerte de Alain, reposaba una nota, una cruel carta de despedida, entonces Iván, frunció el ceño leyendo las últimas palabras que su hermano había impregnado en aquel papel, en aquellas letras cubiertas con sangre, resaltaba la sílaba Pa… de inmediato relacionó todo eso con la trágica decisión de su hermano, tomó el móvil del joven artista, el cual estaba desbloqueado: la última llamada que realizó fue a: «Paloma (mi musa) Borrero» enseguida se llevó las manos al rostro, no podía ser tanta coincidencia, la mandíbula de Iván, se tensó, mientras dejaba salir sus gritos llenos de dolor:
—¡MALDITA! —exclamó, al leer las palabras Alain plasmó como despedida, dedicada a ella. —¡MALDITA PALOMA! ¡JURO POR LA VIDA DE MI HERMANO QUE DESTRUIRÉ LA TUYA! —sollozó enceguecido de odio y rencor.
Sobre el cuerpo de Alain, juró vengarlo, mientras su corazón sangraba de dolor, de tristeza, de rabia, de impotencia, se había enamorado de la misma mujer que acabó con la vida de su hermano menor.
Mis queridos lectores, aquí un nuevo capítulo, espero sus sinceras opiniones. Ya conocen cuál es el motivo que lleva a Iván, a destrozar la vida de Paloma, todo la acusa, ella es la mujer que aparece en los cuadros de Alain, la carta que él deja tiene una Pa, al final y la última llamada que hizo fue a ella. ¿Quién tendrá la razón? ¿Será Paloma la mujer de Alain? Por otro lado no estoy de acuerdo con la decisión de Alain, la vida es el don más preciado que tenemos.
Quito- Pichincha, Ecuador. Diego Serrano, finalizó una difícil histerectomía de una paciente con miomas uterinos. Esa noche tenía guardia en el hospital privado en donde laboraba. Salió del quirófano, después de haberse realizado todas las normas de asepsia pertinentes. Caminó por los pasillos del hospital saludando y bromeando con varios colegas; se acercó a charlar con las enfermeras de recepción: —Si se presenta alguna emergencia voy a estar en la cafetería —indicó con su amable sonrisa. Más de una chica suspiraba por el atractivo, y afectuoso médico. Sin embargo, sabían que no podían acercarse a él, por dos razones fundamentales: era un hombre muy correcto y fiel a su esposa, y la segunda causa era ella, su compañera, quién le hacía escenas de celos aterradoras, que dejaban en vergüenza al ginecólogo. El médico siguió su rumbo y llegó a la cafetería. &nbs
Esa noche oscura y fría en la casa de Paloma, la joven se colocaba hielo en su rostro, debido al porrazo que por defender a su madre le tocó a ella. Su padre era un hombre a más de machista, violento. Él creía que el respeto se ganaba a golpes, tanto Paloma, como su madre le tenían miedo, con aquel sujeto era imposible mantener una conversación sin que se alterara o respondiera a gritos y eso en el mejor de los casos, porque cuando lo contradecían lo que recibían de él, era maltrato físico. La joven permanecía recostada en su cama: «El hombre que yo amo by Miriam Hernández» sonaba en el playlist que tenía en su móvil. Al repetir las notas de la melodía el rostro de Iván, se le vino a la mente, una gran sonrisa se dibujó en sus labios, suspiraba recordando sus besos, sin embargo, comparaba a su novio con su padre, mientras el uno era un verdadero caballero, el otro de gentil no tenía nada.
Días después Diego recargó su espalda sobre su sillón reclinable. Cerró su laptop. Estiró sus brazos, cansado del agotador día que tuvo, entonces miró su reloj dándose cuenta de que se le había hecho tarde. Presionó sus labios sabiendo que otra vez Pamela, saldría con sus reclamos. Sin embargo, todo eso se disipaba cuando observaba el rostro angelical de su pequeña Dulce María, sonrió al recordar cómo saltaba a sus brazos apenas él llegaba, sin pérdida de tiempo se puso de pie, tomó su chaqueta y salió de su consultorio. Se despidió de sus compañeras y caminó rumbo al estacionamiento, subió a su vehículo: «Tú y yo by Luis Miguel» acompañaba el viaje de Diego, hasta su casa, pero el tráfico de la capital no lo dejaba circular, y su móvil no paraba de sonar, era su esposa, que no cesaba de insistir. Mientras avanzaba, a lo lejos divisó un grupo de estudiantes de la Universidad
Diego, no dejaba de llorar abrazado al pequeño cuerpo de su hija, en ese momento aquel hombre no encontraba consuelo para su dolor, se culpaba de la muerte de Dulce María, gritaba a los cuatro vientos que era un asesino, que él la había matado. —Diego, levántate —pidió el cirujano Moreno—. Ya no hay nada que podamos hacer. El doctor Serrano, no entendía razones, abrazaba el cuerpo inerte de su pequeña sin parar de llorar. —¡Despierta! ¡Abre tus ojitos mi amor! —exclamaba sosteniendo sobre su pecho el cuerpo de Dulce María. La escena era muy desgarradora, las enfermeras amigas de Diego, no dejaban de llorar. El doctor Moreno, procedió a inyectarle un tranquilizante a Diego, para preparar el cuerpo de la pequeña y emitir el acta de defunción. ***** En la sala de espera Pamela, desesperada hacía sonar sus tacones, sobre la bald
Dos días después Paloma llegó de nuevo a la universidad sin su particular sonrisa, el no tener noticias de Iván afligía a la joven; para no pensar en él se dedicaba de lleno a sus estudios y cuando la jornada finalizaba se encerraba en la biblioteca de la facultad hasta que cerrara. Salió de clases con sus libros en la mano. Pasó por la cafetería para tomarse un café, mientras el humo emanaba de la taza y ese aroma inundaba sus fosas nasales, a su mente se vino el rostro de su amigo: Ival. Presionó sus labios al recordar aquella discusión que tuvieron en días anteriores, sin embargo, no pudo evitar rememorar esa llamada que ella no respondió, y que quizás era para despedirse antes de su viaje. «De seguro su exposición será un éxito» se dijo en su mente, mientras abandonaba la cafetería, y caminaba hacia el patio de la facultad, iba tan concentrada en sus
Paloma terminó de lavar los camarones que él había dejado. Iván se recargó sobre el mesón de la cocina para contemplarla. Con su mirada recorrió las esbeltas pantorrillas, y los fuertes muslos de la chica, quien ese día lucía un vestido más arriba de sus rodillas, se veía mucho más alta con aquellos botines de tacón, entonces se acercó a ella, con cautela, como cuando una fiera, acecha a su presa, la sorprendió tomándola de la cintura. Paloma se estremeció al sentir las manos de él, en su cuerpo y sus labios en su cuello. Iván percibió el temblor de la chica entre sus brazos, era en esos momentos, en los que el odio se alejaba de su mente y de su corazón, entonces con sus fuertes manos hizo que Paloma, girara, hasta tenerla frente a él, buscó sus labios y sin darle tiempo a decir nada la besó, con una fuerza abrasadora. Paloma sentía que se derretía en los brazos de Iván, mientras las manos de él, le recorría
El abogado de Diego, en medio del dolor que embargaba a aquel hombre le dio la noticia que podía asistir con un permiso especial al sepelio de su hija. Para el médico, ese aviso le brindaba sosiego a su alma, también el abogado le informó que habían trasladado a Pamela, a un hospital psiquiátrico, pues las crisis que tenía no eran fáciles de tratar en la enfermería. —Doctor Serrano, según los estudios su esposa padece «Síndrome de Otelo» ... ¿Usted lo sabía? —averiguó el abogado. —Sí, ella estuvo en terapia un buen tiempo, pero la abandonó — respondió con tristeza Diego— yo debí obligarla, quizás nada de esto hubiera sucedido. —Lamento informarle que según estudios más avanzados que le están realizando, es posible que la señora esté presentando síntomas de esquizofrenia —expuso el abogado—. Tiene constantes alucinaciones, habla con su hija, y con otras personas —comunicó.
Una espesa neblina cubría la capital, como si «La carita de Dios» quisiera acompañar la tristeza de Diego. Su rostro mostraba una profunda aflicción, sus ojos: ausentes, afligidos, hinchados, y enrojecidos de tanto llorar, de aquel feliz hombre no quedaban rastros de su alegría del ayer, el dolor se reflejaba en su semblante taciturno. El momento de dar el último adiós a su pequeña Dulce María, había llegado; uno de los guardias lo sacó esposado de la celda, lo subieron a una patrulla. Con el corazón quebrado en miles de pedazos, la tristeza anclada en su pecho y el peso de la culpa llegó a la funeraria: médicos, enfermeras, amigos, familiares estaban, agolpados en el lugar. Diego fijó su mirada en el féretro de madera en el cual descansaba el pequeño cuerpo de su hija, un vacío enorme sintió en su alma, gruesas lágrimas brotaban de sus ojos, su ser temblaba por completo. Mientras caminaba con lentitud hasta el ata