Una espesa neblina cubría la capital, como si «La carita de Dios» quisiera acompañar la tristeza de Diego. Su rostro mostraba una profunda aflicción, sus ojos: ausentes, afligidos, hinchados, y enrojecidos de tanto llorar, de aquel feliz hombre no quedaban rastros de su alegría del ayer, el dolor se reflejaba en su semblante taciturno.
El momento de dar el último adiós a su pequeña Dulce María, había llegado; uno de los guardias lo sacó esposado de la celda, lo subieron a una patrulla.
Con el corazón quebrado en miles de pedazos, la tristeza anclada en su pecho y el peso de la culpa llegó a la funeraria: médicos, enfermeras, amigos, familiares estaban, agolpados en el lugar.
Diego fijó su mirada en el féretro de madera en el cual descansaba el pequeño cuerpo de su hija, un vacío enorme sintió en su alma, gruesas lágrimas brotaban de sus ojos, su ser temblaba por completo. Mientras caminaba con lentitud hasta el ata
Un verdadero energúmeno el padre de Paloma, y ella está muy convencida que junto a Iván lograría la vida llena de felicidad que no tuvo al lado de su padre, lamentablemente muchas chicas en la situación de Paloma confunden el amor con la ilusión y por salir de ese ambiente tóxico en el que viven, se van con el primero que les ofrece el cielo y las estrellas, sin conocer bien a esa persona, y luego muchas se arrepienten. La carita de Dios es uno de los nombres con los que se les conoce a Quito, capital de Ecuador.
La madre de Paloma, de la impresión hizo caer un vaso al piso, desatando la furia de su esposo, quien giró su rostro y fulminó con la mirada a la señora, apretando su mandíbula con fuerza. —Si te vas con este tipo te olvidas de tu familia —advirtió observando a su hija con la mirada ensombrecida. Paloma, no dejaba de llorar, no comprendía la actitud autoritaria, celosa y machista de su padre, con el corazón adolorido se dirigió a su madre, buscando en ella apoyo. —¿Mamá, tú no vas a decir nada? La señora observó con tristeza a su hija, pero sabía que no podía contradecir a su esposo. —Yo... estoy de acuerdo con tu padre —murmuró, inclinando la mirada al piso. Paloma, en ese momento sintió que la única persona que en verdad la amaba, la quería proteger y cuidar era Iván, sus padres le dieron la espalda, juzgándola sin motivo, se hallaba
Diego, en la fría celda, no probaba bocado, no tenía hambre, solo ganas de llorar, la tristeza era algo que lo acompañaba a cada instante, sentía que su vida había perdido el rumbo, y no encontraba su brújula, su pequeño amor, el motor que lo impulsaba a ser cada día mejor ya no estaba a su lado. Quizás si Dulce María hubiese fallecido en otras circunstancias, él lo habría superado de mejor manera. Pero no, se sentía culpable. Más cuando no pudo salvarle la vida, y murió en sus brazos. La ansiedad también empezó a golpear al médico, la sensación de angustia e incertidumbre no lo dejaban tranquilo, desesperado sin saber que le deparaba el futuro, salió a los patios del penal. Averiguó entre los reos quién le podía conseguir una navaja o un cuchillo. Diego, estaba pasando por un momento muy difícil, no encontraba manera de superar su duelo; el dolor y la culpa le carcomía por dentro, llevándolo a caer en un profundo abismo del cual él cons
Cuzco- Perú. Atardecía en la capital del antiguo imperio Inca. Iván y Paloma, caminaban tomados de la mano por las estrechas y adoquinadas calles del centro histórico de la ciudad. La pareja admiraba en la arquitectura de aquel antiguo pueblo los vestigios que aún quedaba de la era preincaica, hasta la republicana, entonces se detuvieron a admirar el monumento que se levantaba airoso en medio de una fuente en la Plaza de Armas. Paloma, como si fuera una niña pequeña corrió a la pileta, cerró sus ojos, pidió un deseo y lanzó una moneda al agua. Iván enarcó una ceja, ladeando una sonrisa, entonces se acercó a ella. —¿Qué haces? —cuestionó, mientras la abrazaba por la cintura. —Dicen que si lanzas una moneda a una fuente debes pedir un deseo —comunicó, sonriente. —¡Interesante! —exclamó Iv
Cuenca-Azuay, Ecuador. Paloma, sostenía entre sus dedos un vaso con jugo de naranja. Observaba por las ventanas los árboles que adornaban la urbanización, su casa estaba alejada de las demás del sector, claro que a su parecer era una ciudadela nueva, las pocas residencias que existían eran mansiones de lujo, como la que ella habitaba. Cansada de estar sin hacer nada, empezó a recorrer la estancia. Caminó por la sala, acarició con sus dedos la reluciente madera del piano de cola, acomodado en una esquina del salón principal. Subió por las gradas y fue abriendo cada una de las habitaciones, todas limpias, ordenadas, con baño privado, no entendía la razón por la cual Iván, había comprado una mansión solo para ellos. Paloma empezaba a percibir la soledad en aquella enorme casa. El mismo hondo vacío, que ahora su entristecido corazón experimentaba. Convencida que su esposo quizás estaba
La chica tembló al escucharlo, divisó a su esposo, con los ojos cristalinos, los labios le tiritaban tratando de contener las ganas de llorar. Iván se puso de pie, tomó el plato y se dirigió a la cocina, mientras Paloma, iba tras de él, entonces él vertió el contenido en el fregadero. —Ni los perros comerían esto. —Pero ¿Qué es lo que no te gustó? —averiguó Paloma, con la respiración entrecortada. Iván se acercó a ella de manera intimidante. —Yo solo me sirvo comida gourmet, y lo que tú preparaste es una porquería. Paloma se aproximó a la olla de la sopa, tomó una cucharada y saboreó su guiso, no comprendía nada, para ella estaba deliciosa su preparación. —Lo lamento —susurró—pero yo no sé elaborar comida gourmet. Salió llorando de la cocina, y de la casa, caminó por el jardín y se fue a sentar en una
Cuenca- Ecuador Paloma, sentía que las piernas le temblaban, observaba hacia el vacío, y a lo lejos la inmensidad de la ciudad, que se veía pequeña desde los más de tres mil metros de altura del cerro de Barabon. —Tengo miedo —susurró al oído de Iván. —No temas estoy contigo —murmuró él besando su mejilla, entre tanto el instructor de Alas Delta, les indicaba que era el momento. Paloma se hizo la señal de la cruz, mientras corrían y el paracaídas se elevaba, ellos saltaban desde lo alto de la montaña; una sensación de vacío se apoderó del cuerpo de la joven, su estómago se contrajo producto del vértigo. —Abre tus ojos —solicitó Iván. Paloma despacio fue abriendo sus párpados para disfrutar el paisaje mientras el viento soplaba su rostro y respiraba aire puro; los árboles parecían miniaturas desde lo alto del cielo. <
Cuenca-Ecuador. Iván abrió sus ojos con sorpresa. Palideció asustado al verla en el piso. Resopló dándose cuenta de su gran error. Se estaba convirtiendo en un hombre agresivo, y él no era así, odiaba la violencia. Se acercó a su esposa muy arrepentido de su proceder. Con las manos temblorosas y el corazón agitado se inclinó ante ella: —Paloma, mi vida, por favor reacciona, no quise hacerte daño. —Sollozó tomándola con cuidado de la cabeza. La joven abrió despacio los ojos, sentía que todo le daba vueltas. —¿Estás bien mi amor? —averiguó Iván, abrazándola sobre su pecho. —Me duele mucho la cabeza, estoy mareada —indicó la joven, tocándose el golpe. —Vamos a una clínica, es necesario que te revisen —sugirió Iván, entonces la ayudó a ponerse de pie, la sostuvo entre sus brazos para que pudiera subir al auto. Paloma inclinó su cabeza hacia atrás,
La mujer recordó el triste momento cuando apenas tenía diez semanas de embarazo y él la golpeó sin piedad provocándole un aborto. Le practicaron un legrado, en esa época en los hospitales públicos no tenían ninguna consideración. Sin nada de anestesia introdujeron dentro de la cavidad uterina una varilla con mango y una pequeña asa para ir raspando el endometrio. El dolor que sentía en ese instante sumado a las costillas rotas y a la angustia emocional de haber perdido a su bebé, aniquilaron por completo la salud física y mental de Lourdes. Cuando le pidió ayuda a su madre para separarse de Guido, la señora se la negó diciendo que no podía dejar a Paloma, sin su padre. El médico le recomendó reposo absoluto durante quince días, nada de relaciones sexuales para evitar infecciones, a más que los golpes no la dejaban moverse, pero su marido, no esperó que ella se recuperara, la tomó a la fuerza, debido a que por las heridas no podía ni defenderse, sollozaba suplicando que no lo hiciera