El Cisne Blanco - Perdida entre Aves (3)
El Cisne Blanco - Perdida entre Aves (3)
Por: kesii87
CAPÍTULO 1 – FINGIENDO

Nadando hacia lo desconocido. Transformación.

Sobre las templadas aguas del río, un cisne blanco se encuentra, nadando en la espesura de la noche, sintiendo la tenue llamada de la luna.

Solo los patos miran hacia ella con indiferencia, pues el resto de aves están expectantes, saben que algo se acerca, pueden intuirlo, aunque no sepan lo que está por llegar.

El majestuoso cisne enerva la cabeza, y dirige su mirada hacia la luna, admirando toda su belleza, todo su esplendor, dándose cuenta de que ya ha sentido su presencia con anterioridad, aunque no puede recordar en que momento sucedió.

Levanta el ala, tranquilo, sosegado, intentando alcanzar aquella hermosa circunferencia, casi tan clara como sus propias plumas, cuando algo ocurre, algo que hace que todos presten toda su atención a lo que acontece a continuación.

Un resplandor aparece en el lago, una luz resplandeciente que emana directamente de aquel extraño cisne, que hace que todos a su alrededor bajen la cabeza y tapen sus ojos con temor, mientras algo sucede dentro de tan maravilloso ave, comienza la transformación.

Sus patas se alargan y se ensanchan hasta llegar a ser piernas humanas, sus alas se estiran y cambian hasta convertirse en bellos brazos de mujer, su cuerpo crece y se transforma, dando forma, despacio, a aquella hermosa mujer, que ha sido condenada a vivir en el cuerpo de un cisne, eternamente.

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CAPÍTULO 1 – FINGIENDO

David había vuelto, aunque no lo había hecho sólo: se había traído consigo a su ex mujer y ahora dormía en el cuarto de invitados. Su explicación fue sencilla para él y complicada para mí: Rachel estaba enferma y le necesitaba, no podía dejarla de lado, después de todo era parte de su familia, o así lo sentía él.

Los días en aquella casa eran cada vez más difíciles, sobre todo después de saber que no podía salir de casa, pues tenía que vigilar a Rachel y cuidar de ella cuando David no estaba, cosa que me estaba consumiendo más y más cada día.

Aquello me estaba matando, ver como él llegaba a casa e iba al cuarto de su ex mujer a desearle buenas noches para luego venir a acostarse a mi lado, como quien cuida de un niño pequeño… eso me estaba desgarrando cada vez más.

Parecía imposible seguir adelante, ya no me quedaba nada por lo que seguir. Seguía fingiendo que todo iba bien, pero eso era todo: mentiras.

Solía llorar casi todas las noches, encerrada en el baño, cuando me bañaba y mantenía el grifo encendido para que nadie pudiese escucharme.

Cuando el timbre sonó en aquella tarde soleada, un hilo de esperanza apareció en mi aburrida vida. Dejé la revista sobre el sofá, y miré a Rachel, que estaba entretenida tejiendo una bufanda para David, y me encaminé hacia la puerta.

Era Laia, que parecía agradecida de verme al fin, ya que desde que Rachel había llegado a aquella casa, no tenía tiempo de salir con otras personas, tan sólo me quedaba a cuidar de ella.

  • Toma – comenzó, mientras me daba una pequeña cartulina, que parecía ser una invitación – hacemos barbacoa esta noche, por si os queréis pasar un rato.
  • Seremos tres – le informé, haciendo que ella me mirase sin comprender. Pero yo no estaba dispuesta a quedarme encerrada en casa otra noche más, quería salir, aunque tuviese que incluir a Rachel en mis planes. – una amiga de David está aquí, pasando unos días…- mentí, sin saber muy bien de qué manera podría decir aquello, ya que la gente no entendería que su ex mujer viviese con nosotros. Seamos sinceros, ni siquiera yo lo entendía.
  • De acuerdo entonces.

David llegó a penas unas horas más tarde, cuando preparaba la comida para el día siguiente, y Rachel seguía en el sofá, mirando hacia la nada, sonriendo como una tonta.

  • Rachel – comenzó hacia ella, haciendo que esta dejase de prestar atención a la nada y mirase hacia él - ¿cómo has pasado el día? – Preguntó, como si ella fuese realmente su mujer y yo sólo fuese la mujer de la limpieza, o así fue como me sentía en aquel momento.
  • Los vecinos nos han invitado a una fiesta – comenzó Rachel, mientras yo la miraba con cara de pocos amigos, ya que no quería que ella le diese la noticia, quería ser yo, pues sabía que él no estaría de acuerdo con sacar a Rachel de casa. – debo ponerme mis mejores galas.
  • ¿qué es eso de una fiesta? – Preguntó hacia mí, mientras yo seguía cortando pimientos. No quería volver a discutir con él de nuevo, así que fingí que no le había escuchado – Rachel está aún muy débil, sabes que no quiero que salga a…
  • ¿y yo? – comencé, harta de tener que soportar aquello, dejando el cuchillo sobre la mesa, y mirándole con reproche - ¿debo yo sacrificarme otra noche más por Rachel?
  • Isabel…- comenzó, intentando explicarme por enésima vez que aquello era temporal y que estaba siendo una niña al no entender la situación y un largo blablablá del que no os voy a hablar, más que nada porque os aburriría.
  • No veo que le haga ningún mal salir a divertirse, mírala – le espeté, mientras ambos mirábamos hacia Rachel, que estaba bailando por la sala de estar, pues había encendido la tele y estaban echando un anuncio con una cancioncilla muy pegadiza – está loca de contenta por lo de esta noche.
  • Vale, iremos, pero nos recogeremos temprano. – me informó, mientras yo volvía a fijar la vista en los pimientos que estaba cortando, al mismo tiempo que luchaba porque mis lágrimas no saliesen.

.-.-.-.-.

Me puse un bello vestido aquella noche, porque seamos sinceros, esperaba encontrarle a él allí, pero cuando llegamos allí, él no estaba.

Y pasamos una noche de lo más aburrida, mientras todas las miradas se fijaban en Rachel y ella hacia todo lo posible por hablar con todos e importunarme. Sabía que no lo hacía adrede, pero en aquellos días todo sobre aquel asunto me molestaba, mirarla y ver que respiraba a mi lado me molestaba.

Aquella noche estaba realmente molesta, y me enervé más cuando a las once de la noche, David, se despedía de nuestros vecinos y el resto de invitados, porque fingía que estábamos cansados.

Estaba claro que montaría un número cuando llegásemos a casa, y quería evitarlo, sabía que si volvía a discutir con él aquello se acabaría, sabía que, si volvíamos a hablar del tema y él volvía a anteponer a su ex mujer a mí, le abandonaría, porque estaba harta de fingir que todo iba bien, estaba harta de ser su segundo plato cuando para Jaume siempre sería el primero.

  • Iré a acostar a Rachel…- comenzó él, mientras yo le agarraba del brazo y negaba con la cabeza – Isabel, sólo será un minuto.
  • Acuéstame a mi primero y hazme el amor – le rogué, mientras él negaba con la cabeza, disgustado, porque volviese a comportarme como una cría.
  • Deja de ser una cría caprichosa – me espetó – acostaré a Rachel y subiré arriba, entonces podremos...
  • Estoy harta de ser el segundo plato de mi novio, quiero que esta vez me elijas a mí – le espeté, mientras Rachel reía divertida, haciendo que ambos mirásemos hacia ella
  • Deberías haberte dado cuenta ya, niña – comenzó Rachel, bastante más lúcida que de costumbre – él nunca va a dejar de cuidarme.
  • Rachel – le regañaba David, mientras yo la miraba con odio, al mismo tiempo que ella caminaba hacia nosotros.
  • Yo sigo siendo su mujer – reconocía con chulería, justo delante de mí, para luego sonreír divertida, como si se estuviese burlando de mí.

PLUF

Le crucé la cara sin pensármelo dos veces, haciendo que la mujer se tambalease y cayese hacia un lado, y que David la agarrase para evitar que llegase al suelo.

La sentó sobre el sofá, mientras miraba a su cachete colorado, para luego levantar la vista hacia mí con odio.

Esa mirada bastó para que me diese cuenta de que él nunca volvería a ser mi David, nunca se casaría conmigo, o si lo hacía nunca dejaría de ser el hombre de Rachel, aunque ya no estuviesen casados, nunca dejaría de cuidar de ella, yo nunca sería su mujer de nuevo, nunca volvería a ser lo más importante para él.

Tragué saliva dolida, mientras mil lágrimas salían por mis mejillas

Un trueno a las afueras de la casa me indicó que había tormenta, ahora comprendía porque Laia había hecho la barbacoa bajo el techo del jardín.

  • Pídele disculpas a Rachel – me rogó David, haciendo que volviese a la realidad, y mirase hacia él sin comprender cómo se atrevía a pedirme algo como aquello.

Negué con la cabeza, para indicarle que no quería hacerlo, mientras miles de lágrimas se arremolinaban, deseosas de salir por mis ojos.

  • No volveré a fingir que todo va bien David – respondí entre llantos, mientras mis lágrimas salían y salían – ya no volveré a fingir que no me duele ser tu mujer sólo a medias.
  • Isabel, no es como piensas…- comenzó, intentando explicarme la situación de nuevo, pero yo ya estaba harta de escucharla.
  • No volveré a fingir que lo que sientes por mí es suficiente, porque no lo es.
  • No digas eso, no sabes cuánto te…
  • Ni volveré a fingir que lo que yo siento por ti lo es. - le espeté, haciendo que él se quedase de piedra al oír aquello, incluso pareció destrozado, pero yo ya no podía seguir fingiendo, ya no podía soportarlo más.
  • Si me dejas ya no me quedará nada por lo que soportar esto. - me suplicaba, para que no lo dejase, pero yo ya estaba demasiado cansada de escuchar cosas como aquellas. Lo que quería escuchar en aquel momento era algo que me indicase que él seguía siendo el mismo, sólo así me hubiese quedado y hubiese luchado por nuestra relación, pero lo sabía perfectamente, para él, Rachel siempre estaría primero.
  • Te quedará Rachel – le espeté, cabreada, al mismo tiempo que él negaba con la cabeza, incapaz de creer que pudiese dejarle.
  • No Isabel, no es lo que piensas – comenzó de nuevo, mientras me cogía de la mano para convencerme de que era una buena opción quedarse a su lado, pero yo estaba demasiado dolida como para volver a aceptarle, así que me aparté de su brazo.
  • Adiós, David – le dije, justo antes de salir por la puerta y echar a correr hacia el bosque.

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