Timoteo entra a la oficina de su hermano haciendo una mueca de disgusto al encontrarla vacía, aunque en realidad no debería sorprenderle. Después de todo Carolina ha perdido su embarazo, así que debe estar teniendo a Ariel como sirviente, aprovechándose de lo culpable que pueda llegar a hacerlo sentir para manejarlo a su gusto. Ha sentido el impulso de llamarlo para darle el pésame, o tratar de reconfortarlo, ya que se supone que es lo que debería hacer por el lazo sanguíneo que los une. Pero lo cierto es que sonaría tan falso que ha preferido desechar esa idea, y esperar a que esté de nuevo allí para decir algo al respecto. Probablemente Ariel no soportará tener que estar junto a su esposa todo el tiempo por más de dos días, probablemente nadie sería capaz de todas formas. La cuestión es que lo necesita en la oficina, lo necesita allí para seguir con su plan para acabar con Fernando, quien ha actuado tal y como esperaba. Sin saberlo, su padre se dirige hacia su propia ruina, derriba
—¿Así que esta es la decisión que has tomado? ¿Enviarme a una psiquiatra como si yo fuese una loca? —protesta Carolina bajando del auto y contemplando la fachada del consultorio. —Creo que has pasado por algo muy duro que debe ser tratado por un profesional, yo te seguiré acompañando como lo he estado haciendo hasta ahora, pero por más que lo desee no hay mucho que yo pueda hacer —indica Ariel sabiendo que él no está capacitado para lidiar con eso solo. —Sí, claro… intenta convencerme de que es lo necesario, que llenarme de pastillas me ayudará a olvidar que me arrebataron a mi hijo —murmura la mujer tratando de mantener el papel de depresiva, y no dejarse llevar por el enojo. —Hay que cosas que te estás negando a ver sobre lo que sucedió, algo que no solo me preocupa a mí, sino a tu médico, quien por cierto me exigió que deberías recibir este tratamiento —responde el empresario esperando que haciendo responsable al doctor pueda poner fin a ese reclamo. —¿Y a Julieta que le hiciero
Fernando se mira al espejo contemplando la camisa negra y el chaleco plateado que lleva puesto, al ver su reflejo no puede evitar sonreír al pensar que parece un adolescente preparándose para el baile de graduación. Y si bien hace ya varias décadas que pasó por eso, se siente igual de nervioso que entonces, lo cual no está seguro si debería tomarlo como una buena señal, o quizás una advertencia de que debería pensarse mejor las cosas. —Señor, la cena ya está lista, tal y como lo ha ordenado —anuncia el mayordomo entrando en la habitación y contemplando a su jefe. —¿Qué tal me veo? ¿Crees que es demasiado formal? —pregunta Fernando arqueando una ceja con cierta ansiedad. —Se ve muy bien, señor, estoy seguro que la señorita Julieta pensará de la misma manera. ¿Ya debería avisarle que la cena está lista? —consulta el empleado tratando de recordar cuando fue la última vez que lo vio tan nervioso. —¿Crees que está bien que haga esto? He comprobado que la relación entre ella y Timoteo pa
Timoteo se apoya en el umbral de la habitación en la que una cuna de algarrobo, y varios peluches. El lugar que había preparado para su hijastro, o al menos lo hizo cuando consideraba la posibilidad de que Julieta fuese a vivir con él. Una oportunidad que perdió por haber decidido ir demasiado lento, una que ahora incluso le ha costado su relación con ella. Aunque la verdad es que quizás eso sea lo mejor para ambos, o al menos hasta que su guerra contra Fernando llegue al esperado final. El cual no parece estar muy lejano, lo cierto es que ya casi puede considerarlo un hecho, y puede que sea por esa razón que comienza a sentirse algo nervioso al respecto. No porque acabará con su padre biológico, sino por las decisiones que deberá tomar una vez que eso haya acabado. Alguien deberá ocupar el puesto de Jefe de la familia, y no está dispuesto a cederle ese puesto a su hermano, y si bien puede que Ariel no esté muy interesado en tomar ese lugar, no piensa correr el riesgo. —Sé que podrí
—No me gusta la idea de que te quedes sola, puedo llamar a alguien para que se quede contigo —indica Ariel mirando a su esposa con preocupación. —Preferiría que mi marido se quedase conmigo, pero viendo que tiene cosas más importantes que hacer prefiero quedarme sola —espeta la mujer con evidente disgusto mientras toma un sorbo de su café sin dedicarle una mirada a su compañero. —Timoteo me necesita en la oficina, ya me he ausentado demasiado y me necesita —plantea el empresario sabiendo que debe estar para ayudar con los últimos preparativos para llegar al final de su cruzada para acabar con su padre. —Sí, estoy segura que él te necesita mucho más que yo. Pero vete, no importa, supongo que deberé acostumbrarme a ser solo una esposa adorno —murmura Carolina con el tono más ácido que es capaz de lograr. —Llamaré a alguien para que te haga compañía mientras no estoy, en cuanto me libere estaré de nuevo aquí —anuncia Ariel que considera que no se merece ese tipo de reclamo, no luego d
Fernando ingresa al parque industrial luego de que el vigía le permite la entrada habiendo apagado las cámaras de seguridad, algo que justificará con una falla del sistema. Sintiendo un poco de nervios el empresario avanza atento para hallar el galpón en el que se llevará a cabo la entrega. Debe confesar que jamás se imaginó involucrar el apellido Steinberg en esos negocios turbios, pero en la vida llegan momentos en los que hay que tomar decisiones difíciles para poder sobrevivir y mantener en pie aquello por lo que ha luchado. —Galpón 140, hay que entrar por el costado —indica el empresario a su chofer, no queriendo que por alguna razón puedan pasar de largo el sitio. —Lo noto algo nervioso, señor. ¿Debería preocuparme? —pregunta el hombre a quien le llama la atención ver a su Jefe en ese estado de agitación. —Suelo estarlo al comenzar un nuevo negocio, pero este que podría llegar a determinar muchas cosas puede que me tenga un poco más intranquilo —responde Fernando considerando
Ariel camina nerviosamente de una punta del pasillo del hospital a otro sintiendo que está a punto de tener un ataque de nervios, los médicos se han llevado a Carolina al otro lado de unas puertas dobles. Dijeron algo de un lavado de estomago, pero cuando la colocaron en la camilla estaba entrando casi en un paro, así que no tiene ninguna garantía de que al salir de allí lleguen con la noticia de que han logrado salvarla. Simplemente se siente superado, no creyó que ella pudiese llegar tan lejos, que pudiese tomar esa determinación. Era consciente de que estaba mal, que el haber perdido el embarazo le había afectado profundamente, pero no creyó que tanto. Y por no haber sido capaz de verlo, ahora se encuentra en esa situación en la que no tiene ninguna garantía de que su esposa pueda salir con vida. Aunque para ser sincero eso no es lo único que lo tiene en ese estado, sino también el hecho de que no se ha podido comunicar con su hermano, no tiene idea de lo que ha sucedido, ni si el
Fernando guarda silencio mientras su hijo conduce hacia un lugar que él no es capaz de reconocer, el auto avanza por una calle de tierra hasta llegar a lo que parece ser una finca abandonada en donde estacionan. A pesar de no haber dicho palabra alguna su mente ha estado atando cabos, llevándolo a lo que ahora es algo obvio, allí está la persona que le estuvo jugando en contra, que lo estuvo acorralando hasta lograr llevarlo a ese punto. —No es propio de ti estar tan callado, padre. ¿Acaso finalmente he logrado dejar sin palabras al gran Fernando Steinberg? —pregunta Timoteo con voz burlona girándose en el asiento con el arma aún apuntando a su progenitor. —No entiendo por qué lo has hecho, yo te di todo, incluso desde que supe que era mi sangre la que corría por tus venas te puse a la cabeza de todo. ¿Por qué lo has hecho? Yo… yo no lo entiendo —murmura Steinberg que si bien se le ocurren una docena de razones, prefiere escucharlo de boca de él. —Todo tu tonto imperio no vale de na