—No me gusta la idea de que te quedes sola, puedo llamar a alguien para que se quede contigo —indica Ariel mirando a su esposa con preocupación. —Preferiría que mi marido se quedase conmigo, pero viendo que tiene cosas más importantes que hacer prefiero quedarme sola —espeta la mujer con evidente disgusto mientras toma un sorbo de su café sin dedicarle una mirada a su compañero. —Timoteo me necesita en la oficina, ya me he ausentado demasiado y me necesita —plantea el empresario sabiendo que debe estar para ayudar con los últimos preparativos para llegar al final de su cruzada para acabar con su padre. —Sí, estoy segura que él te necesita mucho más que yo. Pero vete, no importa, supongo que deberé acostumbrarme a ser solo una esposa adorno —murmura Carolina con el tono más ácido que es capaz de lograr. —Llamaré a alguien para que te haga compañía mientras no estoy, en cuanto me libere estaré de nuevo aquí —anuncia Ariel que considera que no se merece ese tipo de reclamo, no luego d
Fernando ingresa al parque industrial luego de que el vigía le permite la entrada habiendo apagado las cámaras de seguridad, algo que justificará con una falla del sistema. Sintiendo un poco de nervios el empresario avanza atento para hallar el galpón en el que se llevará a cabo la entrega. Debe confesar que jamás se imaginó involucrar el apellido Steinberg en esos negocios turbios, pero en la vida llegan momentos en los que hay que tomar decisiones difíciles para poder sobrevivir y mantener en pie aquello por lo que ha luchado. —Galpón 140, hay que entrar por el costado —indica el empresario a su chofer, no queriendo que por alguna razón puedan pasar de largo el sitio. —Lo noto algo nervioso, señor. ¿Debería preocuparme? —pregunta el hombre a quien le llama la atención ver a su Jefe en ese estado de agitación. —Suelo estarlo al comenzar un nuevo negocio, pero este que podría llegar a determinar muchas cosas puede que me tenga un poco más intranquilo —responde Fernando considerando
Ariel camina nerviosamente de una punta del pasillo del hospital a otro sintiendo que está a punto de tener un ataque de nervios, los médicos se han llevado a Carolina al otro lado de unas puertas dobles. Dijeron algo de un lavado de estomago, pero cuando la colocaron en la camilla estaba entrando casi en un paro, así que no tiene ninguna garantía de que al salir de allí lleguen con la noticia de que han logrado salvarla. Simplemente se siente superado, no creyó que ella pudiese llegar tan lejos, que pudiese tomar esa determinación. Era consciente de que estaba mal, que el haber perdido el embarazo le había afectado profundamente, pero no creyó que tanto. Y por no haber sido capaz de verlo, ahora se encuentra en esa situación en la que no tiene ninguna garantía de que su esposa pueda salir con vida. Aunque para ser sincero eso no es lo único que lo tiene en ese estado, sino también el hecho de que no se ha podido comunicar con su hermano, no tiene idea de lo que ha sucedido, ni si el
Fernando guarda silencio mientras su hijo conduce hacia un lugar que él no es capaz de reconocer, el auto avanza por una calle de tierra hasta llegar a lo que parece ser una finca abandonada en donde estacionan. A pesar de no haber dicho palabra alguna su mente ha estado atando cabos, llevándolo a lo que ahora es algo obvio, allí está la persona que le estuvo jugando en contra, que lo estuvo acorralando hasta lograr llevarlo a ese punto. —No es propio de ti estar tan callado, padre. ¿Acaso finalmente he logrado dejar sin palabras al gran Fernando Steinberg? —pregunta Timoteo con voz burlona girándose en el asiento con el arma aún apuntando a su progenitor. —No entiendo por qué lo has hecho, yo te di todo, incluso desde que supe que era mi sangre la que corría por tus venas te puse a la cabeza de todo. ¿Por qué lo has hecho? Yo… yo no lo entiendo —murmura Steinberg que si bien se le ocurren una docena de razones, prefiere escucharlo de boca de él. —Todo tu tonto imperio no vale de na
Sentado junto a la camilla de su esposa, Ariel suelta un largo suspiro, ha pasado toda la noche allí, y a pesar de que según los médicos ella ya no está en peligro, aún no ha despertado. Y cada minuto que pasa lo único que siente que crece es su desesperación, su imaginación se dispara pensando si ella jamás despierta, e incluso qué sucedería con Julieta en tal caso. —¿A-Ariel? ¿Q-qué haces aq-quí? —murmura Carolina con voz cansada, sintiendo como si un tren le hubiese pasado por encima. —¡Cariño, al fin despertaste! ¿Có-cómo estás? —pregunta el empresario con una oleada de alivio recorriéndole el cuerpo al verla por fin con los ojos abiertos. —Yo… lo siento, no debí haber hecho eso, pero… pero simplemente sentí que no podía hacer nada más. Quería dejar de ser una carga para ti, ya no seguir siendo un estorbo para tu felicidad —solloza la mujer que a pesar de aún estar algo somnolienta sabe que debe empezar con su actuación. —No, no. No debes pensar eso, mi felicidad está a tu lado
Julieta suelta un suspiro triste al comenzar a desarmar la cuna de su bebé, la noticia de la muerte de Fernando la mantuvo casi toda la noche despierta. Perderlo le ha resultado mucho más doloroso de lo que hubiese imaginado, en este tiempo realmente le había tomado mucho cariño, bien podría confesar que llegó a ganarse una gran parte de su corazón. Aunque como todo lo bueno en su vida, no pudo durar mucho, así que antes de que alguien venga a decirle que tiene que irse, ha preferido adelantarse. Desde temprano se ha dedicado a juntar sus cosas y hacer algunas llamadas para conseguir un nuevo apartamento, esa misma tarde podría estar alquilando uno si todo va bien. Al cerrar su ultima maleta se acerca al ventanal que da al jardín para contemplarlo una última vez, realmente echará de menos ese bello lugar, las atenciones recibidas, el sentirse como una especie de princesa. Pero no solo eso, sino también la compañía de Fernando y sus palabras cargadas de tanta sabiduría. —Buen día,
—Así que vienes a la empresa, y ni siquiera pasas a saludar a tu amigo por su oficina, no me digas que tu esposa ya te ha dominado y no quiere que estés cerca de mí —protesta Daniel entrando en la oficina de su amigo con una expresión de molestia.—No quería molestarte, supongo que habrás estado muy ocupado durante mi ausencia —responde Ariel echándose hacia atrás en su sillón para prepararse para esa charla que seguramente será larga y tendida.—Por tu piel veo que has estado bastante bajo el sol, me preguntó si fue tratando de escapar de tu esposa o paseando junto a ella —murmura el amigo tomando asiento frente a su compañero con una mirada interrogante ya que no ha tenido noticias de él.—Me fui de luna de miel, así que no debería ser una sorpresa que me la haya pasado junto a mi esposa, ¿No crees? —responde el empresario con un tono de voz frío.—¿Defendiendo a tu esposa? Eso sí que no me lo esperaba, ¿Acaso te has metido tanto en el papel de esposo enamorado que olvidaste que est
Carolina entra en el apartamento de Ariel llevando unas bolsas de compras, aunque claro que ahora es su apartamento, o por el momento al menos. Ya que considera que deberían comenzar a buscar un lugar más apropiado a su status, pero por ahora tratará de soportarlo, no quiere comenzar con los cambios bruscos de golpe, sino que lo hará mediante un proceso gradual. Sobre todo siendo que su esposo la ha recibido tan amorosamente, algo que sin ninguna duda no esperaba que fuese a suceder, o al menos no en el inicio.—¿Cariño? ¿Ya estás en casa? Pasé por el restaurante chino y traje cerdo agridulce, sé que te va a encantar —anuncia la mujer agudizando el oído para ver si recibe respuesta.—Sí, llegué hace un rato —responde el empresario sentado en el sillón de la sala con un vaso de whisky en la mano.—Oh, ¿Un trago a solas? ¿Tan mal estuvo el día en la oficina? —pregunta la mujer dándole un largo beso en los labios sintiendo el sabor de la bebida.—No mal, mas bien… inesperado, solo estab