En la época donde existían: reyes, caballeros, hechiceros, soldados y aldeanos. Los terrenos de la Europa del siglo XV estaban divididos por bosques frondosos con impredecible senderos y caminos que llegaban: a pueblos, aldeas y reinos lejanos. De estos reinos, los más grandes y conocidos eran; el del Castillo de plata, el cual pertenecía a una Condesa nacida en una lejana región llamada «True Bell», y que provenía de un linaje de poderosos hechiceros, a su vez poseedores de una gran cantidad de tierras.
El otro reino era el del Castillo Dorado, ubicado al norte y a 500 millas del castillo de plata, el cual había pertenecido a una generación de reyes antiguos y, para la época pertenecía al Rey Milyus quien al igual que la Condesa de True Bell, era el poseedor de una cantidad considerable de tierras.El Rey Milyus, tenía 45 años de edad, sus ojos eran verdes y su cabello rubio tenía destellos blancos. Era compasivo, generoso y bondadoso. Su pueblo y las aldeas cercanas vivían armoniosas y prósperas.
El Rey se casó siendo muy joven con una hermosa y encantadora mujer llamada Amelia, con quién tuvo a su único hijo y Heredero: El Príncipe Misem.El Príncipe, era un Joven alto, fuerte y delgado, sus ojos eran azules y el cabello Rubio Dorado intenso. Llevaba desde muy pequeño preparándose para algún día ocupar el puesto de su padre, y a su 15 años de edad era todo un caballero. Sin embargo, seguía estudiando todas las áreas y sobre todo entrenando junto a los soldados.
No obstante Misem era tan rebelde como todo chico de su edad, a veces se escapaba al pueblo a mezclarse con sus coetáneos, y por ser tan apuesto atraía la atención de las chicas del lugar, pero a la única a quién Misem se acercaba era a su mejor amiga Cadelia y a la que quería demasiado. Además ella era la única que no enloquecía por él, al menos no en forma notoria.La joven Cadelia era la hija de los más afamados sastres del pueblo, sus padres eran los encargados de confeccionar los trajes de los habitantes del Castillo Dorado.
Cuando Misem conoció a Cadelia estaba muy dolido por la muerte de su madre la Reina Amelia, quien con 39 años había fallecido debido a una peste que arrasó con la vida de muchas personas, (hombres, mujeres y niños); ya que, los doctores de aquella época no lograban conseguir las medicina a tiempo.La muerte de su esposa también había afectado a Milyus, era una tragedia más en su lista. Su dolor lo llevó a encerrarse en sí mismo y, a no expresar sentimiento alguno durante más o menos tres años, hasta que el general del ejército, y mejor amigo del Rey quien se llamaba Fransé, lo ayudó a superar el dolor que el Joven Rey sentía, y a darse cuenta de que su hijo, Misem lo necesitaba más que nunca.
El Rey y el príncipe tenían una buena relación de padre e hijo, pero con sus discusiones y desacuerdos. Ya que, la irreverencia de Misem era tal que hacía molestar a Milyus y, a su vez la terquedad de su padre provocaba la rebeldía del príncipe. Sin embargo, el amor de padre e hijo que se tenían no tenía comparación.Milyus sentía que su hijo iba a ser un gran monarca, incluso mejor que él, y sí él se moría por cualquier circunstancia, su hijo podría asumir su responsabilidad sin problemas.
Por otro lado, Misem le tenía tal admiración a su padre que, el solo pensamiento se muriera le causaba mucho miedo y tristeza. Sabía que su padre padecía una enfermedad coronaria, la cual sin aviso podría llevárselo de su lado, además el joven no se sentía aún preparado para tomar ese puesto tan importante que tenía su amado padre.Una soleada mañana, Misem salió a cabalgar al lago ubicado en la parte lateral del imponente Castillo Dorado. Iba a encontrarse con su amiga Cadelia y otros chicos del pueblo. Los jóvenes realizaron un día de campo; Bañándose en el cristalino lago y compartiendo toda la comida que habían llevado.
Sin embargo, después de toda la felicidad que había tenido Misem aquella mañana, recibió una alarmante noticia al subir al castillo acompañado de Cadelia quien deseaba saludar al rey. El Capitán Trino; otro de los amigos del Rey, los vio y Luego de saludar a ambos chicos y con un tono sombrío les dijo:—Qué bueno que estén aquí.Luego dirigiéndose a Misem informó—Tu padre tuvo un pequeño ataque y...Antes de que el hombre terminará de contar lo sucedido, el príncipe salió corriendo por el pasillo hasta la habitación del rey.Al entrar vio a su padre sentado en la cama, el doctor lo saludó y salió del cuarto. Milyus al ver a su hijo sonrió, pero el chico lo observó preocupado, y con voz temblorosa le preguntó:—¿Te encuentras bien Padre?— Estoy perfectamente no debes preocuparte—contestó el rey con voz serena.Misem iba a preguntarle otra cosa, pero Trino y Cadelia entraron en ese instante en la habitación.Milyus al ver a Cadelia amplió mucho más su sonrisa y la saludó amablemente:—Muy buenas tardes, es un placer verla por aquí, señorita Cadelia.—El placer es mío alteza—, Sonrió la chica e hizo una reverencia—.Espero que ya se encuentre mejor, subí con el príncipe para hacerle una visita y el capitán nos informó de su decaimiento.—Anunció La Joven.- Ya veo. Sin embargo, no hay de que preocuparse, —aseguró el Rey—fue falsa alarma aún no moriré—luego expresó—y no creo que me permita morir de una manera tan soez como un ataque cardíaco.—Estoy seguro de que no, padre con lo testarudo que eres—intervino Misem.El príncipe Cruzó los brazos con una ceja levantada y la chica rio suavemente.—Me da gusto que se encuentre bien— Expresó la muchacha.—Claro que lo estoy—Milyus se sentó en la cama—.Así que ahora podemos volver a nuestras actividades—afirmó.Se colocó los zapatos y Se puso de pie.—Bueno, yo debo irme ya—se despidió la joven, inclinándose ante el Rey.—¿Tan pronto se marcha jovencita?Preguntó el rey en tono triste.—Sí, debo ir a ayudar a mis padres con los trajes—Explicó Cadelia.—Comprendo.—dijo el Rey—.Dales mis saludos.— Con gusto majestad—Afirmó la chica.—Te acompañaré a la puerta.—se ofreció Misem.—Gracias.Ambos Chicos salieron de la habitación. Milyus y Trino se les quedaron viendo hasta desaparecer por el umbral de la puerta, por fin el capitán, quién había permanecido callado Comentó:—Espero que esa amistad lleve a algo más.—miró al Rey—.Cadelia, es una buena muchacha.—Ya lo veremos, mi joven amigo, — Le sonrió el Rey—ya lo veremos.Los dos hombres salieron de la habitación y Caminaron hacía la sala de tronos.Al pasar frente a la puerta principal, vieron al Príncipe Misem quien entraba nuevamente al castillo y se les unió.La sala de tronos era amplia las puertas altas de color blanco estaban talladas. En aquella había cuatro pilares de mármol que formaban un pasillo, por dónde se extendía una larga alfombra, al final de esta se encontraba cuatro tronos. El más alto de estos siempre había sido ocupado por el Rey o Reina a través de las épocas; el del lado izquierdo de tamaño mediano lo ocupaba el esposo o esposa de estos y los dos salientes eran para los príncipes herederos, que siempre eran uno o dos hijos en cada generación.
El Rey se sentó en su trono y del lado derecho de este el príncipe también tomó asiento, luego Milyus le solicitó a trino:
—Capitán deme su reporte.—Alteza, todo estuvo en orden durante la noche.—comenzó a decir, el joven capitán—, y la mañana no ha presentado ningún disturbio, hasta el momento.—Muy bien, puedes retirarte, —ordenó el rey. Trino, el Joven capitán realizó una respetuosa reverencia y se fue.Misem, lo siguió con la mirada hasta que se perdió de su vista. Luego, contempló a su padre, quién se encontraba con la mirada perdida y pensativo, entonces el joven le Preguntó:—¿Qué fue lo que te alteró?—Nada hijo mío.—contestó distraídamente su padre—.La verdad, para que la salud se afecte, no es necesario alterarse.—añadió—.Sin embargo, debo confesar que pase una mala noche—Terminó.—Y ¿a qué se debió eso?¿te preocupa algo?—interrogó nuevamente el príncipe.—Me preocupa todo Misem, pero hay algo en especial que me mantuvo despierto, —Anunció Milyus.Miró finalmente a su hijo y continuó:—Últimamente hemos sido espiados por soldados del castillo de plata y por los hechiceros un poderoso y temible clan. Por esto, también me preocupa que salgas sin protección sé que eres un buen luchador y que siempre sales con tu espada, pero...Los ojos del Rey, aunque tenían una expresión algo severa, se tornaron preocupados y siguió:—Quisieras, que llevarás un escolta la próxima vez que salgas solo por prevención.—Bien no me agrada la idea, —agrego Misem dejó de mirar a su padre—, pero por tu paz mental accederé.—aceptó.El Rey simplemente sonrió. De pronto las puertas de la sala se abrieron, y el custodio anunció la llegada de varias personas del pueblo que iban aquella tarde a solicitar ayuda al Rey.Milyus y Misem, atendieron a las personas hasta más o menos pasadas las cinco de la tarde. Después, el Rey se retiró a su habitación y el príncipe se fue al patio para asistir a su práctica de esgrima de aquella tarde.Cuando el reloj del gran salón marcó las siete de la noche, la cena estaba servida en el comedor donde: Milyus, Misem, el Capitán Trino, el General Fransé y algunos soldados que habitaban en el castillo se reunían siempre a comer. Ahí charlaban, y estaban en familia.Después de cenar, pasaban a un salón adjunto al comedor, el cual era pequeño y acogedor, decorado con algunos muebles acolchados y una mesa donde se servían los postres y el té, ahí seguían compartiendo y, horas más tardes cada uno se iban retirando a sus habitaciones a descansar para descubrir las sorpresas que traería el día siguiente.Todos en el castillo; a excepción de los soldados del turno nocturno, estaban profundamente dormidos. Hacía frío aquella noche y los vigilantes no divisaron ningún movimiento sospechosos en los alrededores, ni tampoco los vigías de la torre vieron que ocurriera nada en el pueblo o sus adyacencias. Todo se mantuvo tranquilo, incluso pasada la madrugada.Unas horas después el sol comenzaba asomar sus primeros destellos de luz en el lejano horizonte.
Al salir completamente el sol del día siguiente, sus rayos dieron sobre los ladrillos dorados del Castillo hiciendo brillar la imponente estructura y darle un realce maravilloso. Cuando el reloj del pueblo anunciaban las ocho de la mañana, los cocineros del castillo tenían listo el desayuno. Los mayordomos, avisaban al rey y al príncipe, mientras las amas de llaves llamaban a los soldados; para que fueran al gran comedor.Una vez más los habitantes del castillos se reunían en la larga mesa del comedor que disponía de veinticuatro sillas. En el día se podía distinguir mejor aquella habitación la cual, era amplia, sobre la mesa colgaba un candelabro labrado que funcionaba a gas. En las paredes colgaban cuadros con diferentes paisajes; detrás del asiento del Rey Milyus, había una chimenea y sobre la encimera de estas colgaba un retrato de la Reina Amelia la madre de Misem. Al termin
Cuando el capitán Trino, llego al lado del príncipe y el general, realizó dos saludos, una reverencia a Misem y se puso firme con la mano derecha en la cien, y solicitó a Fransé permiso para hablar. El general se lo concedió y el príncipe sonrió ampliamente, luego Trino dijo:—General, recibimos información de uno de nuestros espías dice que ha detectado movimiento en algunas aldeas lejanas, explosiones, saqueos y asesinatos; estos enemigos llegan atacan con poderes oscuros y destruyen a su paso todo.—Había escuchado de esos hechiceros me parece que son de un clan que se llama "Los Curanders”, son gente terrible- dijo Fransé.—Debemos estar alerta mi general—continuó Trino. Fransé y Misem asintieron, Trino, entregó la carta al general y se retiró. el príncipe y el general lo vieron alejarse. El Capitán Trino era un año menor que Fransé, también estaba casado, era alto con el cabello castaño oscuro y los ojos verdes. Su aldea que
Ya había salido y la imponente estructura del Castillo Dorado, se iluminaba con sus destellos. Misem regresaba del pueblo. El príncipe había salido temprano a visitar a su amiga Cadelia, cuya madre había decaído, pero ya se encontraba mejor. Cuando llegaba al portón del castillo, el chico se detuvo en seco, pues vio que cerca del gran portón de hierro de su Castillo, se encontraba parado un hombre, viendo la estructura fijamente. El joven frunció el ceño y se acercó lentamente y colocándose al lado de aquel hombre, dandose cuenta que era también joven, le pregunto:—¿Buscas algo del castillo?.—Solo Ofrecer mis servicios como hechicero— contestó sin titubear el hombre joven.—¿Sabes quien soy, hechicero?—interrogó Misem nuevamente.—Por supuesto, joven alteza, mi aldea es...—se interrumpió el hombre—quiero decir era parte de su reino.—¿Era?—preguntó con c
Cuando Mino llego al sitio en el que se había ocasionado el aparatoso golpe, vio un caballo en el suelo luchando por colocarse en pie y junto a este yacía un hombre inmovil, el hechicero se acercó hacia el, y levantó medianamente la cabeza del sujeto, le tomó el pulso, era debil. De pronto el hombre reaccionó y tomando fuertemente a Mino por la camisa acercándolo hacia él dijo desesperado:—¡Ya vienen, ellos ya vienen!—¿quienes vienen?—preguntó Mino confundido, pero al mismo tiempo preocupado.—Debo entregar la carta al rey—continuó el hombre sin responderle al chico.Sacó un sobre del sucio y quemado pantalón e hizo una acción para levantarse. Pero fue inutil, pues volvió a caer en los brazos de Mino que lo sujetó, tenía heridas de mucha pr
Con la llegada de las próximas fiestas navideñas, en el pueblo habían colocado luces de colores que colgaban de los faroles, y dentro de las casa cada familia colocaba sus adornos u objetos sagrados, conforme a sus creencias.El Castillo Dorado se mantenía impecable y lo habían adornado con girnaldas, y cintas de diversos colores. Los miembros de aquel Castillo celebraban las navidades en familia, pero la fiesta en la que reunían a todo el pueblo en un solo lugar era la de fin de año, la cual seguían preparando y planificando.Misem el príncipe y el hechicero Mino, seguían sus entrenamientos, usaban sus trajes de invierno ya que comensaba a sentirse la llegada del invierno, el Capitán trino, les enseñaba técnicas de lucha cuerpo a cuerpo, ya que el General tuvo que marcharse a una misión. Temporalmente se les había unido, un joven hechicero llamado Ebon, un extraño y un poco sombrío chico, quien ya tenía una semana en el castillo y era aprendiz de Mino, aunqu
Milyus y Misem prepararon lo necesario para partir lo antes posible. El Príncipe se sentía molesto por la traición de Ebon; sin embargo, Milyus solo sentía culpa, por confiar en aquel hombre. No obstante su objetivo primordial era rescatar a Cadelia y traerla sana y salva.Franse y Trino daban a los capitanes de brigadas las órdenes para mantener seguro el Castillo, mientras sus líderes y ellos iban a buscar a los curanders y La señorita Cadelia. Finalmente Salieron en sus caballos, hacia las montañas.Mientras, a unas 200 millas del Castillo Dorado; en una cueva oculta de las montañas del norte, en la que se encontraban escondidos el grupo de hechiceros curanders que había atacado el Castillo Dorado, comiendo y riéndose escandalosamente de sus chistes tontos, a uno pocos metros de ellos estaba Cadelia, encerrada en una pesada jaula de hierro. La joven había despertado all&iacut
Cuando bajaron del peñasco se encontraron con Fransé y Misem, este último aún pasando el dolor de sus profundas heridas, ambos bajo la sombra de un frodoso árbol.Trino se percató, de que ni Mino ni el Rey habían Llegado, y al llegar junto al príncipe y el General y les preguntó:—¿El hechicero y el rey no llegan, aún?—No y estamos un poco preocupados— dijo Fransé.—Deberíamos ir a buscarlos, claro si el príncipe se siente mejor— Añadió Trino mirando a Misem, quien estaba con los ojos cerrados.—Si, yo también me encuentro preocupada, espero estén bien— intervino Cadelia, luego se acercó con suavidad a Misem, se puso cara a cara con el e interrogó con un suave susurro— ¿Cómo te encuentras, mi querido Misem?—Ya esto bastante mejor
La noche los cubrió con su oscuro manto y ya avanzada aquella penumbra, los chicos divisaron el pueblo, ligeramente iluminado, con la tenue luz gris de la luna que finalmente vieron ante ellos, y desde la mitad del camino Notaron que el Castillo Dorado.Cadelia se detuvo en su casa, la unica con una luz encendida, pues dentro de esta sus padres esperaban su regreso. cuando la chica toco la puerta, la pareja dio un salto y su padre fue quien abrió, al ver a su hija parada en el umbral se perdieron en un abrazo. Una vez dentro de la casa y todos sentados, su padre le Preguntó:—Hija, ¿te encuentras bien? ¿te hicieron daño?—Estoy bien papá—contesto con voz ronca y baja la joven, sin mirar a su padre.—Te ves triste, mi niña ¿Que sucedió?— pregunto su mamá, quien se habia acercado a ella.La muchacha levantó la cara y al encontrarse con el rostro de su madre y sus ojos tiernos que la miraban, sus labios temblaron y antes de poder decir alg