La Amenaza del Enemigo

Cuando Mino llego al sitio en el que se había ocasionado el aparatoso golpe, vio un caballo en el suelo luchando por colocarse en pie y junto a este yacía un hombre inmovil, el hechicero se acercó hacia el, y levantó medianamente la cabeza del sujeto, le tomó el pulso, era debil. De pronto el hombre reaccionó y tomando fuertemente a Mino por la camisa acercándolo hacia él dijo desesperado: 

—¡Ya vienen, ellos ya vienen!

—¿quienes vienen?—preguntó Mino confundido, pero al mismo tiempo preocupado.

—Debo entregar la carta al rey—continuó el hombre sin responderle al chico.

Sacó un sobre del sucio y quemado pantalón e hizo una acción para levantarse. Pero fue inutil, pues volvió a caer en los brazos de Mino que lo sujetó, tenía heridas de mucha profundidad y quemaduras de primer grado. Miro al hechicero y le extendió la carta, Mino la tomó y el hombre le pidió:

—Informa al rey—y sin poder decir nada más falleció.

Mino, lo contempló con tristeza, lo llevó al lago y lo sepultó entre dos sauces y se preguntó si aquel hombre había dejado alguna mujer viuda y a hijos huerfanos, miró la carta y reconoció el sello. Ayudó al caballo a colocarse en pie, calmó al alterado animal, tomó las riendas de este y marchó al Castillo con el. Al llegar al Castillo, el hechicero dejo el caballo en los establos para que se le atendiera, unas quemaduras que también el semental tenía en las patas, y se dirigió a la puerta del Castillo para entregar al rey el mensaje. Pero al salir de los establos, vio que El Rey Milyus se aproximaba por el frente. Mino, corrió hacia él y ya a su lado exclamó: 

—¡Alteza, nuestros enemigos se aproximan!. 

—¿Qué?, Mino me informaron que había un hombre malherido a las afueras del castillo— dijo el rey.

—Si señor, era un mensajero me entrego esta carta—, explicó el hechicero extendiendo el sobre y continuó—el hombre falleció, pero...los curanders ya vienen señor.

Milyus, tomo el sobre, y al voltearlo frunció el ceño al reconocer el sello, abrió la misiva y en aquella, solo había un Castillo dibujado y bajo este en letras negras de tinta brillante decian:

«Pronto territorio curanders»

El rey contempló detalladamente el papel, y en una repentina reacción levantó la mirada, chocando con la de Mino, que esperaba su orden, y con voz autoritaria dijo al hechicero:

—Ve y entrega esto al General Fransé, dile que comience a prepararse.

—Lo haré de inmediato señor—contestó Mino asintiendo a la orden

—Tu también prepárate para la lucha hechicero—término el rey, antes que Mino se alejará más de él.

El hechicero solo asintió y fue al patio trasero a buscar a Fransé, quién estaba entrenando a una cuadrilla. Cuando el general vio la carta, también su expresión se puso dura, Mino le dijo la orden del rey y se incorporó a la cuadrilla para aprovechar las últimas horas de entrenamiento físico.

      Mino, estaba decidio a defender el Castillo, no permitiría que lo que paso en su aldea se volviera a repetir, aunque habían pasado dos semanas desde su llegada, se sentía más fuerte y lleno de poder, el príncipe y el se habían vuelto amigos, y eran un gran dúo al entrenar. 

Con el pasar de los días no se volvió a escuchar nada de los curanders y los aires de invierno, eran muy ligeros. Tanto en el pueblo, como en el Castillo se preparaban para las fiestas navideñas y de fin de año. Como cada año , en año nuevo el rey daría una fiesta y todos en el pueblo estarían invitados, Misem y Cadelia no se habían visto en todo ese tiempo debido a los entrenamientos del joven príncipe.

Aunque todos se ocupaban de la los preparativos de la fiesta y el capitán y el general ayudaban con las cosas pesadas a las cocineras y mucamas, siempre habían un grupo de soldados, que estaba alerta, ya que desde la amenaza de los curanders, en el Castillo la guardia nocturna fue fortalecida.

Los días hacía el fin de aquel año, pasaban muy rápido y sin que ni siquiera la gente del pueblo se diera cuenta Cadelia ayudaba a sus padres en las confección de los trajes de los que irían a la fiesta y en su tiempo libre realizaba el de ella.Cuando Mino llego al sitio en el que se había ocasionado el aparatoso golpe, vio un caballo en el suelo luchando por colocarse en pie y junto a este yacía un hombre inmovil, el hechicero se acercó hacia el, y levantó medianamente la cabeza del sujeto, le tomó el pulso, era debil. De pronto el hombre reaccionó y tomando fuertemente a Mino por la camisa acercándolo hacia él dijo desesperado: 

—¡Ya vienen, ellos ya vienen!

—¿quienes vienen?—preguntó Mino confundido, pero al mismo tiempo preocupado.

—Debo entregar la carta al rey—continuó el hombre sin responderle al chico.

Sacó un sobre del sucio y quemado pantalón e hizo una acción para levantarse. Pero fue inutil, pues volvió a caer en los brazos de Mino que lo sujetó, tenía heridas de mucha profundidad y quemaduras de primer grado. Miro al hechicero y le extendió la carta, Mino la tomó y el hombre le pidió:

—Informa al rey—y sin poder decir nada más falleció.

Mino, lo contempló con tristeza, lo llevó al lago y lo sepultó entre dos sauces y se preguntó si aquel hombre había dejado alguna mujer viuda y a hijos huerfanos, miró la carta y reconoció el sello. Ayudó al caballo a colocarse en pie, calmó al alterado animal, tomó las riendas de este y marchó al Castillo con el. Al llegar al Castillo, el hechicero dejo el caballo en los establos para que se le atendiera, unas quemaduras que también el semental tenía en las patas, y se dirigió a la puerta del Castillo para entregar al rey el mensaje. Pero al salir de los establos, vio que El Rey Milyus se aproximaba por el frente. Mino, corrió hacia él y ya a su lado exclamó: 

—¡Alteza, nuestros enemigos se aproximan!. 

—¿Qué?, Mino me informaron que había un hombre malherido a las afueras del castillo— dijo el rey.

—Si señor, era un mensajero me entrego esta carta—, explicó el hechicero extendiendo el sobre y continuó—el hombre falleció, pero...los curanders ya vienen señor.

Milyus, tomo el sobre, y al voltearlo frunció el ceño al reconocer el sello, abrió la misiva y en aquella, solo había un Castillo dibujado y bajo este en letras negras de tinta brillante decian:

«Pronto territorio curanders»

El rey contempló detalladamente el papel, y en una repentina reacción levantó la mirada, chocando con la de Mino, que esperaba su orden, y con voz autoritaria dijo al hechicero:

—Ve y entrega esto al General Fransé, dile que comience a prepararse.

—Lo haré de inmediato señor—contestó Mino asintiendo a la orden

—Tu también prepárate para la lucha hechicero—término el rey, antes que Mino se alejará más de él.

El hechicero solo asintió y fue al patio trasero a buscar a Fransé, quién estaba entrenando a una cuadrilla. Cuando el general vio la carta, también su expresión se puso dura, Mino le dijo la orden del rey y se incorporó a la cuadrilla para aprovechar las últimas horas de entrenamiento físico.

      Mino, estaba decidio a defender el Castillo, no permitiría que lo que paso en su aldea se volviera a repetir, aunque habían pasado dos semanas desde su llegada, se sentía más fuerte y lleno de poder, el príncipe y el se habían vuelto amigos, y eran un gran dúo al entrenar. 

Con el pasar de los días no se volvió a escuchar nada de los curanders y los aires de invierno, eran muy ligeros. Tanto en el pueblo, como en el Castillo se preparaban para las fiestas navideñas y de fin de año. Como cada año , en año nuevo el rey daría una fiesta y todos en el pueblo estarían invitados, Misem y Cadelia no se habían visto en todo ese tiempo debido a los entrenamientos del joven príncipe.

Aunque todos se ocupaban de la los preparativos de la fiesta y el capitán y el general ayudaban con las cosas pesadas a las cocineras y mucamas, siempre habían un grupo de soldados, que estaba alerta, ya que desde la amenaza de los curanders, en el Castillo la guardia nocturna fue fortalecida.

Los días hacía el fin de aquel año, pasaban muy rápido y sin que ni siquiera la gente del pueblo se diera cuenta Cadelia ayudaba a sus padres en las confección de los trajes de los que irían a la fiesta y en su tiempo libre realizaba el de ella.

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