3: SIMIO

Las manos de David comenzaron a sudar nuevamente y él lo intentó disimular limpiándolas contra la tela barata del asiento una vez más, no quiere ensuciar la de su pantalón y menos que su padre viera lo mal que estaba a pesar de que le había dicho todo lo contrario minutos antes de salir del hotel, el verdadero hotel. No durmió en toda la noche, estuvo removiéndose en aquella suave cama durante horas y yendo al baño sólo la primera para vaciar el estómago; había vomitado hasta que lo único que salía de él eran sonidos y baba.

Lo único que logró dejarlo acostado fue aumentar la dosis de su medicamento, pero eso no le ayudo a conciliar el sueño. Aquello se debía que la imagen de su hermana siendo sacada a la fuerza del taxi le seguía girando en la cabeza, los gritos de ella hacen eco aumentando así su remordimiento y sus manos siguen recordándole la sensación de las de ella ¿por qué? Bueno, si lo que su padre había dicho era cierto, eso de las "Ninochka", significaba que Arlyn había sido criada para ser una.

¿Eso estaba bien? Claro que no, pero él cree en: "nacer por un propósito" y si sus padres le dieron ese a su hermana, ¿no debería de estar de acuerdo? M****a, ¿y qué se supone que significa Imre? El llegarlo a averiguar le da escalofríos. Sabía muy bien desde pequeño lo cabrón que era su padre, pero ¿tal extremo? El hijo de puta acababa de entregar a su hija a quien sabe quién ¿qué recibiría a cambio? Dinero, por supuesto; es lo que mueve al mundo al fin y al cabo.

¿Por qué alguien como su madre se había casado con alguien así de m****a? Un momento, su madre le había pedido a su padre que les ocultara aquello... David sujeto la correa del cinturón de seguridad con mucha fuerza solo usando la siniestra, mientras la otra la usa para poder asir su celular y m****r un mensaje rápido, necesita respuestas y distracción.

David: ¿Lo sabias?

Abraham: Soy dos años mayor que tú, David, ¿eso responde a tu pregunta?

David: Eso y el que sepas de lo que hablo

David: Tienen a mi hermana

David: Cómprala

David: Por favor.

— ¿Sabes, hijo? Me da gusto que estés tomando esto tan bien —la voz de su padre le hizo alzar la mirada, guardando el celular discretamente; no está seguro si puede hablar con Abraham de aquello o no, pero lo mejor era ir con pie de pluma—. Cuando tu abuelo me lo dijo no le creí y le tache de loco, claro que tenía apenas dieciséis años.

— ¿Por qué le tachaste de loco? —cuestiona, esperando poder encontrar una buena distracción en la respuesta que vaya a dar su padre.

— Bueno, yo quería y quiero mucho a tu bisabuela a pesar de que ya no está con nosotros, y ella me inculco cosas raras respecto a la mujer, ya sabes — <<No, no lo sé y tampoco quiero hacerlo>> Pues si era algo realmente loco, no iba a hacer más que empeorar su situación—. Era una mujer que se hizo de respetar, una dama de clase que supo trabajar la tierra, y a pesar que tu bisabuelo que puso muchas veces los cuernos, ella prefirió tener una familia unida.

— Una vez dijiste: "perdono, más no olvido" —entrecierra los ojos, viendo al frente un tanto curioso—, ¿era de ella ese lema?

— Sí, así es —su padre dobla a la derecha; se ha hecho con un auto rentado y eso a David le viene y le va, solo quiere... Ya ni sabe qué es lo que quiere—; tu abuelo también la llegó a usar, igual yo lo he hecho. Es algo que pasa de generación a generación, ¿no lo crees? —asiente en silencio, pues a su corta edad hay muchas cosas que no piensa olvidar jamás, pues de ellas ha aprendido muchas cosas—. En fin, llegando al lugar te darán un número a escoger, escoge uno menor ¿de acuerdo? Del veinte para abajo —aclara—. Te darán prioridad al ser nuevo e intentaran hacer que escojas los números altos, pero para eso está tu padre. Te ayudare.

— Gracias —el sarcasmo es casi imperceptible—. ¿Escogerás una? —hace una mueca; no tuvo que haber formulado aquella pregunta, pues imaginar a su padre engañando a su madre no le agrada nada. Ella no se lo merecía.

— Claro que no —su padre suelta la carcajada, dando un ligero golpe al volante con la palma de la mano—, solo voy a ver.

— ¿Y qué hay de Arlyn? —Bien, ya. Lo había hecho. Hizo la pregunta que necesitaba hacer, pues algo en su interior se estaba quemando por saber de su hermana, tal vez la promesa que le hizo a su madre.

— Estará bien —David Volteo a verlo y le vio sonriendo orgullosamente—. Ya lo has deducido, qué bien.

¿Cómo podía estar orgulloso de eso? El descubrir que su hermana iba a ser ahora una Ninochka no había sido difícil de deducir después de todo lo que su padre había dicho, lo complicado fue digerirlo (cosa que aún no hace) y, por otra parte, ¿cómo se supone que iba hablar aquello con su madre o Abraham? ¿Acaso no se suponía que debía de cuidarla? Ahora no tiene ni la menor idea en dónde está y su papá luce como si estuvieran dando un agradable y tranquilo paseo por la ciudad.

<<Oh, claro, es mi padre. Que venda a mi hermana y actúe tranquilo no tiene nada de raro, lo extrañó fue que la tratara bien>>

El celular de David vibro con fuerza contra su pierna, eso fue suficiente para sacarlo de su ensimismamiento, había llegado un mensaje y él esperaba que fuera de Abraham, lamentablemente no fue de él, sino de la chica fácil del grupo de música. Ella expresaba todo su enojo en palabras anti sonantes y muy vulgares, burlándose de que su casa estuviera sola y sombría en su cumpleaños, el cual fue ayer, ¿qué esperaba? No, espera, una mejor pregunta ¿qué hacía ella merodeando su casa? Era una jodida enferma.

En serio, iba a cambiarse de clase de música... Frunce el ceño haciendo una mueca, pues aquel pensamiento solo le hizo darse cuenta de una cosa más; Arlyn ya no iba a estar más en las mismas clases que él, posiblemente jamás se le permitirá tomar un violín. Será raro no ver a su hermana ahí, mientras que el instrumento de ella estará llenándose de polvo en el cuarto de ella.

A diferencia de los tiempos de los viajes anteriores, este no dura mucho. Su padre frena el vehículo frente de un gran salón color arena, cuenta con cinco ventanas al frente; dos abajo, tres arriba y estas cuentan con un pequeño balcón, las que se encuentran en la parte inferior están enrejadas y franquean la puerta de entrada. Sobre la puerta, se encuentra un escudo muy difícil de visualizar correctamente en la noche, sin embargo, lo que dice arriba de este sí que puede leerlo: "Museo CarmenThyssen Málada", ¿España?

Pega brinco del susto al momento que un hombre mayor abre la puerta de su lado, indicándole que baje con cuidado, pues el suelo puede ser engañoso cuando se encuentra mojado ¿había llovido? M****a, ha estado tan fuera de sí, que no ha prestado atención a muchas cosas. En definitiva, eso puede ser muy peligroso. Se reúne con su padre en la entrada del lugar, este le palmea la espalda con gracia y lo anima a entrar primero, al hacerlo no puede evitar sorprenderse con lo que ve.

Columnas estilo griegas sostienen el segundo piso, creando arcos muy bien proporcionados y de adorno, macetas blancas yacen resguardando rosales enfrente de cada uno. Echa una mirada a la planta alta, una reja de un metro tal vez impide acercarse mucho al borde y apenas logra visualizar algunas puertas, pues lo que más destaca son las delgadas columnas de arriba.

No trajo el dinero suficiente como para darse el lujo de abandonar a su papá ahí, pues le aterra de sobremanera lo blanco del lugar, a pesar que sin duda está disfrutando de la arquitectura. Ambos se dirigen al centro, donde les recibe un hombre de mayor edad y este les extiende una charola con bocadillos. David le saluda cordialmente, aunque se niega a comer algo, mientras su padre pasa de largo al viejo, ¿acaso ese señor no debía de ser saludado? Demonios, ya la había cagado y apenas había entrado.

La recepción no estaba tan mal, afuera parecía a punto de venirse abajo y realmente no llamaba mucho la atención, pero adentro es totalmente diferente. La alfombra color vino que ahora sus pies pisan, los candelabros que adornan el medio de cada arco de la segunda planta y las pinturas posadas en las paredes eran sin duda algo muy hermoso para la vista y extravagante, pero David al acercarse y verlas de cerca, hace una mueca: son cuerpos desnudos de mujer. Todos.

No es que no vea el arte en él, la perfección de cada trazo con el pincel con la pintura que han usado. Las sombras y colores llamativos, todo es muy bonito, pero ¿por qué pintar la desnudes de una mujer? En sus años de vida, ha visto más mujeres desnudas colgadas en una pared como en los programas de televisión. ¿Qué necesidad había en eso? No lo entiende en absoluto.

Se da la vuelta, listo para ir al lado de su padre, pero al ver la estatua del cuerpo de una mujer gorda y desnuda, decide acercarse a esta. El cuerpo color mármol posa sobre un bloque color negro de unos 2mx2mx2m, se ve orgullosa y sostiene sus llenos pechos como si fueran valiosos, se asemeja mucho a un hombre sosteniendo la copa al ganar un partido. Ladea la cabeza, al momento de colocarse a un lado de la estatua pues aunque no quiera admitirlo, está impresionado con los detalles.

La piel de los brazos es caída, dejando en claro que la obesidad en ella se encuentra en todos lados, pues es igual que en el vientre y caderas, incluso le han puesto papada. Las estrías están muy bien detalladas en las zonas que corresponde. No es asqueroso, pero tampoco es bonito para él. Es impresionante.

Después de observar cada parte del cuerpo, para David el cabello suelto y peinado en caireles es lo único bonito, también la piel sin una pisca de acné, se ve suave y lo más seguro es que lo fuera al tacto, sin embargo el material con lo que está hecha de seguro se ha de sentir fría. Cuando se posa enfrente, para poder ver mejor el rostro, los ojos de la mujer se posaron en él y David sintió que se le prendían en llamas las mejillas, ¿no era una estatua? Oh, m****a.

— ¿David? —que ella pronunciara su nombre con tanto asombro hizo que frunciera el ceño. Volteo a ver a su padre, quien se encontraba platicando con un señor de larga melena recogida en una coleta que para obviamente no conocía y decidió acercarse a la mujer, solo por curiosidad y para poder huir un poco más de lo que su padre haya planeado— Maldición, ¿en serio eres tú?

— Sí —ladea la cabeza, viéndole extrañado—, ¿quién eres tú? —al quedar un paso de distancia quedo boquiabierto, el color de aquella mirada sin duda lo conocía muy bien— ¿Esmeralda? — ¡¿en serio era ella?! Bueno, seguía igual de gorda, pero ¡¿qué hacia ella en ese lugar?! ¡¡Él estuvo admirando su cuerpo, qué horror!!

— Vaya, te acuerdas de mi nombre —no sonaba para nada feliz, pero definitivamente muy sorprendida. Qué raro, algo en él esperaba otro tipo de reacción—, viniendo de ti es muy extraño. ¿Ya tienes veintiuno?

— Sí, ayer los cumplí.

Esmeralda asiente, antes de extender el brazo derecho y tronar los dedos, ante el sonido una mujer delgada, en extremo delgada, se acerca con una gran prenda en brazos. La delgada joven se coloca a las espaldas de la obesa (desapareciendo de la vista de David por un momento) colocándole una bata de terciopelo rojo sobre los hombros; le ayudó a bajar para luego pasar los brazos por las aberturas correspondientes y al abrochar el cinturón se pasó a retirar.

David observó todo en silencio; no podía creer que Esmeralda, aquella gorda de ojos azules que se arrastraba por su atención y que paso parte de toda su vida escolar ocultándose en las sombras del instituto por su baja autoestima por su obvia obesidad, estuviera ahí luciendo el cuerpo tan orgullosa y tan llena de confianza.

Su vieja compañera de instituto le observo un momento, David pudo leer todo el rencor y odio en aquella mirada y expresión, ¿es enserio? ¿Le seguía odiando después de tantos años? Lo que le hizo no fue para nada grave, pero antes de que pudiera reprocharle aquellas emociones se desvanecieron con un suspiro que la chica soltó.

— Te has puesto más atractivo —anunció ella, viéndolo con una media sonrisa mientras se acomoda un mecho de cabello tras la oreja—. Recé por mucho tiempo para que te volvieras feo, pero creo que no fui muy buena como para ser complacida con ese capricho.

— Eso jamás pasara —sonríe de lado, vanidoso—, mi religión me lo impide.

— ¿Ahora bromeas conmigo? —Esmeralda arqueo una perfecta ceja delineada— Sí que has cambiado.

— Sigo sorprendido, no pienses otra cosa.

— ¿Y cuál sería esa otra cosa, David?

— Que me siento arrepentido por cómo te trate en preparatoria —Ella se alzó de hombros, sin mostrar emoción alguna en el rostro—. En especial en la graduación — ¿acaso quería molestarla? ¿Por qué?—, ¿recuerdas?

— Debo admitir que haber sido ridiculizada de esa forma no fue para nada agradable, pero no es como si el tiempo pudiera cambiar a alguien tan cruel y devastador como tú, así que no espero mucho de ti, David. Nadie lo hace.

— Gracias — <<maldita gorda>>

— ¿Sigues en contacto con los demás? —el cambio de tema lo agradece, pues en verdad lo veía necesario.

— Quisiera formar yo las preguntas importantes, si no te importa —ella asintió, viéndole atentamente—. Supuestamente aquí es para los que cumplen los veintiún años o son mayores, tú eres menor que yo por dos años. Lo recuerdo, ¿qué haces tú aquí?

— Tienes razón en eso, la edad oficial para poder venir a esta clase de cosas es a los veintiuno, pero hay gustos muy exigentes y resulta que la carne en los huesos es pedido de sobremanera —eso le hace fruncir el ceño, ¿acaso ella se estaba burlando de su propio peso?—. Mis padres tuvieron unos problemas con una de sus inversiones, un amigo de mi padre le comentó que él podía ayudarle a cambio de algo, ese algo fui yo y tuvieron que adelantar mi venta —se ajustó la bata, no dejando ver ya el inicio de los abundantes pechos.

— Entiendo —David metiendo las manos en los bolsillos del pantalón, rascando con la punta de su zapato la tela de la alfombra roja—. Arlyn fue tomada ayer para ser una Ninochka —es a la primera persona que se lo dice y se obliga a respirar con normalidad, no puede dejarse llevar.

— Lo siento mucho, pero era obvio que ella iba a estar a terminar aquí —Los regordetes, pero pequeños labios de Esmeralda hacen una mueca—; recuerdo que era hermosa, amable e inteligente, si a ti el tiempo no te ha afectado dudo que a ella sí. Jamás dude de que ella fuera hecha para esto.

— ¿Estará bien? —la pregunta le sorprendió a Esmeralda y por la expresión de David, era obvio que a él también— Mi madre me pidió estar cerca de ella —se excusa rápidamente, sacando sus manos de los bolsillos—, no pienso romperle el corazón a mi mamá por no haber cumplido la promesa que le hice.

— Vaya... nunca hubiera esperado eso de ti.

— Sí, ya me dejaste muy en claro que soy un monstruo; pasemos a lo importante, ¿quieres?

— Tranquilo, ella va estar bien, más si es virgen —ondea la mano, mostrándole a David que el tema no es de suma importancia como él cree.

— ¿Podré comprarla yo?

— Claro que no, la venta entre familiares está denegada, al igual que comprar de nuevo un producto — ¿por qué dice aquello como si fuera las chicas fueran solo objetos? Parece ser que Esmeralda tenía razón, él no ha cambiado, pero ella lo ha hecho de una manera aberrante.

— ¡David Alberto! Deja a la pobre muchacha ya y ven para acá —el grito de su padre le hace ver sobre el hombro, ahora había más hombres mayores junto a su papá y unos pocos jóvenes, los cuales lucen de su edad.

— Ten —la mano de Esmeralda en su pantalón le hizo tensarse y voltear. La mano de ella es pequeña y por ello había logrado entrar sin problema al bolsillo delantero izquierdo—, es mi número, cuando estés solo llámame y responderé tus preguntas como es debido, con la verdad —dio un paso atrás sacando de su pantalón la mano, se dio la vuelta y comenzó a andar, sin embargo se detuvo al dar unos cuantos pasos y le vio sobre el hombro—. Una recomendación: no vayas a por los números altos.

Después de semejante recomendación, Esmeralda se pasó a retirar llamando la atención de todo hombre presente con aquel caminar tan marcado y rítmico. David introdujo su mano en el bolsillo, sujeto con fuerza el número y maldijo por lo bajo, lo tiraría después. Algo en todo lo que estaba pasando, le estaba gritando que confiar en quien fuera era una maldita locura. Hablar con Esmeralda sin duda le iba a traer problemas, si no fuera así ¿por qué se lo dio tan discretamente?

Lo dejo en el fondo del bolsillo con mucho cuidado, saco su mano y se dirigió a su padre, quien le miraba con mucha atención, definitivamente le iba a castigar ¿no es así? Los hombres mayores le observaron con diversión, viéndole de pies a cabeza, de seguro pensando lo mucho que le orgia el tener sexo después de haberlo visto hablar con una morsa como Esmeralda. Es obvio que estaban muy equivocados.

Se colocó a lado de su padre, esperando tranquilo alguna indicación sin prestar atención a la conversación que los mayores llevaban; viendo de vez en cuando a su alrededor, más hombres y jóvenes llegaban con el pasar del tiempo y cuando la sala estuvo llena, las puertas principales se cerraron y una de las puertas color marrón de la planta de arriba se abrió.

En medio del umbral un hombre se colocó luciendo una gran sonrisa, se veía entre unos cuarenta o cincuenta años, ya que su corta barba blanca y cabello negro con hilos plateados lo dejaban en evidencia. El traje que porta es en verdad caro, David recuerda haberlo visto no hace mucho en una revista para caballeros, en la cual aquella lujosa prenda era la sensación tanto por el material que se usó para fabricarlo como el precio tan alto del que estaba siendo evaluada.

Por lo tanto eso le dejaba algo muy en claro: el hombre estaba forrado en dinero.

Flanqueando al hombre, un grupo de trabajadores vestidos como meseros comienzan a colocar dos mesas largas de material blanco, las cuales adornan con un mantel dorado; en ellas colocan paletas de color verde neón, y David logra visualizar que éstas cuentan con números en el medio, ¿a esos números se refería su padre? Esperaba y no, estaban un poco lejos, y si los demás pensaban igual que su padre (cosa que no dudaba) irían a por los números más pequeños y no dejarían nada.

Su mirada se centró en los vasos pequeños transparentes que comenzaron a colocar en la otra mesa, ¿les darían bebidas en esas cosas? Venga, esperaba algo mejor después de semejante decoración.

— Buenas noches, caballeros —comienza a hablar el hombre, andando a las escaleras en un paso lento y prepotente—, es un gusto contar con su presencia ya que hoy en este día tan especial les invito a escoger su regalo que tan bien cuidamos y hemos preparado —la sonrisa que dedica a los presentes hace a David Alberto temblar; ese hombre le da una muy mala espina—. Vaya, veo que hay gente nueva y muy atractiva, qué increíble vista; me llena de felicidad ver nuevos y jóvenes rostros —David alzo una ceja ante aquello, ¿era él o el señor hablaba medio raro?—. Para aquellos que esta es su primera compra las reglas son simples, no se vayan a asustar ¿sí?; uno: deberán hacer una prueba de orina, no quiero drogadictos ni alcohólicos, pues no quiero que vayan a infectar la mercancía con alguna enfermedad extraña enfermedad —señala la mesa en donde los vasos transparentes reposan—; dos: respeto para cada persona existente en el lugar ¿de acuerdo? No quiero peleas verbales ni físicas; tres: no tocar la mercancía, si no ha sido comprada; cuatro: pagar en efectivo, nada de cheques o tarjeta, no quiero tener problemas y, por último, cinco: leer muy bien la información de su Ninochka.

— ¿Información? —David volteo a ver a su padre ante aquella última "regla", ¿cómo que información? ¿Mercancía? Las llamaban como si fueran un simple objeto— ¿De qué información habla? ¿No es para unas horas y ya?

— Guarda las preguntas para más tarde, por ahora escucha.

— Quiero saber —niega con la cabeza—, error; necesito saber.

— Más tarde.

— Padre, por favor —coloca las manos en el antebrazo de su padre, haciendo que este notara el temblor de estas. Con mala cara, su padre solto un suspiro.

— Escogeré por ti, no te preocupes ya —palmeo su mano derecha con la izquierda—. No quiero una escena, ¿sí?

— ¿Qué? —volvió a negar con la cabeza, soltándose de su papá— No quiero que escojas por mí, quiero saber a qué se refiere ese viejo raro con lo de "información" —la severa mirada de su padre le obliga a dar un paso atrás.

— David —la mano que se posa sobre su hombro más la conocida voz que ha pronunciado su nombre le hace sentir aliviado. Se giró y sonrió a su amigo, Abraham, quien en verdad se veía cabreado. Para quien no lo conociera diría que estaba de lo más normal, pero él sabe muy bien cómo es su amigo.

— Abraham, muchacho —saluda José Luis, viéndole con adoración—. Es bueno verte, ¿dónde está tu padre?

— Está estacionando el carro, viene enseguida —Abraham sonríe, mostrando un par de hoyuelos—. Si me permite, necesito hablar con David.

— Claro, vayan; pero no se alejen demasiado.

David sujeto del ante brazo a su amigo y le llevo un poco retirado del grupo, aquel viejo seguía hablando, pero la verdad podía meterse las reglas por el culo; ya llevaba más de diez ¿qué significaba aquello? Nadie se podía aprender un reglamento tan detallado en cuestión de segundos, a la chingada con él. Si eran tan importantes, su padre no le hubiera permitido ir con Abraham; posiblemente lo tengan en papel, si así era el caso después podía leerlo... Su última opción sería preguntárselo a Esmeralda, bueno, no era como si ya hubiera aceptado su ayuda o algo así.

Va a tirar su número, no se lo va a quedar.

— ¿Hace cuánto se la llevaron? —la pregunta de su amigo fue directa, con cero rodeaos y por el tono de voz, le dejo en claro algo que ya venía pensando.

— Sabía que te tirabas a mi hermana —dice, viendo con burla a su amigo, sintiéndose un poco orgulloso al notarle sonrojado. Un poco de felicidad le golpeo en el corazón, pues ahora sabe que su hermana no iba a morir sola al fin y al cabo.

— Nunca la he tocado —pone los ojos en blanco, cruzándose de brazos—, David; no hables de ella como si fuera una cualquiera.

— Ajá —cambia su peso de un pie a otro, antes de enderezarse—, ahora me dirás que todas sus salidas nocturnas era para ir a pláticas religiosas, ¿no?

— Solo responde a lo que te pregunté, ¿de acuerdo? No estoy de humor para tus dramas —Oh, eso dolio— ¿Hace cuánto se la llevaron?

— Se la llevaron ayer en la noche, fueron dos hombres —vio hacia donde su padre se encontraba, el cual se encuentra riendo por algo que el sujeto raro había dicho—. Parece no importarle nada.

— ¿A ti te importa? —preguntó su amigo, con un toque de burla y sarcasmo.

— Me importa mi madre y a ella le importa Arlyn —David Alberto se alza de hombros, haciendo una mueca con los labios—, es una reacción en cadena.

— Sí, claro "reacción en cadena" —niega divertido, metiendo las manos en la chamarra azul cielo que porta, la cual cuenta con peluche en el gorro. El zipper, al igual que los botones que posee son dorados, ambos colores pertenecen a la realeza y David no duda en poner los ojos en blanco, su amigo es un creído inconsciente—. Mira, no podré comprar a Arlyn —alzo la mano, haciéndole cerrar la boca antes de que pudiera decirle lo que pensaba—; no hoy, al menos.

— ¿Por qué? —frunció el ceño.

— No la venderán hoy.

— ¿Por qué?

— No tengo todas las respuestas ¿sí? Lo que sé es que siempre tardan tres meses en volver a hacer esto, por lo tanto, Arlyn estará en la siguiente barra.

— ¿Barra? —frunce el ceño— ¿Cuál barra?

— Ya lo veras —Abraham soltó un suspiro, un tanto incomodo por hablar por fin un tema que jamás quiso tocar; no estando cerca de ahí, claro—. Por ahora solo has caso a tu padre y a lo que te digan, yo volveré a mi hotel. No me gusta estar aquí —David Alberto asiente, le encantaría poder huir con su amigo, pero a diferencia del padre de este, el suyo jamás lo permitiría— Una pregunta, ¿cómo sabrías que vendría? No te dije que estaba aquí y dudo mucho que lo de Arlyn y lo mío lo supieras desde hace tiempo.

— Vi a tu padre, nunca sale sin ti cuando viaja demasiado lejos de casa y tardaste en responder mis mensajes, eso quiere decir que el tema es serio y cuando eso es así, prefieres hablar de frente —echa una mirada alrededor, varios hombres ya cuentan con un número en mano— ¿Por qué no me dijiste nada de esto?

— Tu padre habló con el mío cuando aún éramos pequeños, el miedo y la realidad me impidió decirles la verdad a ti y a Arlyn.

— ¿Te gusta Arlyn? —pareció como si la pregunta les golpeara a los dos en el estómago, quitándoles el aire— ¿La amas? —"Amor", es una palabra fuerte y con el tiempo se ha convertido en un mero cuento, pero duda mucho que sea así para su amigo. David sintió un poco de pena por Abraham, quien si no compraba a Arlyn, la vería irse con alguien más y ya ni uno de los dos sería capaz de verla nuevamente. No puedo permitir eso— Eres mi mejor amigo, no dejaré que eso pase.

— ¿"que eso pase"? ¿De qué estás hablando ahora? —niega con la cabeza— David, hay veces que...

— Eres mi mejor amigo, Abraham; soportaste mis mierdas y las cubriste por mucho tiempo, y si la cosa fea de mi hermana te gusta, pienso ayudarte.

— Tienes razón, pague muchos platos rotos por ti —rio bajo, llevándose la diestra a la nuca para rascarla con nerviosismo—. Ten cuidado, David, por favor —hace una mueca, bajando la mano para volverla a meter al bolsillo—. ¿Un concejo? No escojas a números altos.

— Joven Herrera, es un gusto tenerlo con nosotros —David Alberto se giró, sintiendo que la fuerza se le iba del cuerpo al ver al hombre del traje lujoso acercarse a él con paso seguro. Ondeo la mano como saludo antes de volver su vista a Abraham, quien ya estaba por salir del lugar. <<Suertudo de m****a>>— ¿Su amigo no se queda?

— No se siente bien, pido una disculpa por él —sonrió, esa falsa sonrisa que por años ha usado y se le da tan bien—. David Alberto Herrera Cabriales —extiende la mano, estrechándola con la del hombre—, es un gusto conocerle, señor...

— Solo llámeme: Daddy —la sonrisa de David se esfumó y retiro de inmediato la mano de la del hombre, ese agarre más aquella petición le pusieron los vellos de punta.

— No lo creo, gracias.

— Vaya, es igual a su padre cuando le conocí por primera vez. Es tan... adorable —el hombre le extiende un pequeño vaso transparente, el cual ha sido traído por uno de los meseros—. Debe mear aquí, por favor. Hay que hacer las pruebas rápido para tener los resultados lo más pronto posible.

— Sí —sostiene el vaso sólo con la punta de los dedos, no queriendo tener más contacto de lo requerido—, no se preocupe, en unos minutos se la tengo lista.

— No lo haré — <<Oh, diablos, sonríe igual que papá>> Intenta copiar el gesto, pero lo único que logra es dar una media sonrisa.

Al pasar las horas, David no podía creer que aquello fuera así de vergonzoso y está comenzando a no querer una de esas Ninochka, a la chingada ya no quiere nada más que ir a su casa y poder dormir en el confort de su cama.

Orinar en un vaso no fue nada genial, pero lo hacías solo en la comodidad de un cubículo del baño (al menos así lo hizo él). Ahora bien, el que te saquen sangre en un área controlada está perfecto porque asegura la higiene que hay y lo tan preparados que están, es claro que llevan haciendo esto mucho tiempo y que ganan lo suficiente como para poder seguir haciéndolo. Sin embargo, le hicieron el cuestionario con las preguntas más estúpidas del mundo: "¿conduce algún carro deportivo?" "¿cuándo fue su última relación sexual?" "¿tiene pareja?" "¿tiene algún tatuaje?" "¿cuántos idiomas habla?" "¿qué partes del mundo ha visitado?" "Si tuviera que elegir entre un depredador o presa, ¿cuál elegiría?" "¿consume alcohol?", era para quererse arrancar la cabeza. Esas solo fueron las que más le irritaron, las demás fueron igual de estúpidas y las cree completamente innecesarias.

<< ¿No quieren saber cuántas veces cago al día, cabrones? También puede ser de importancia. >>

David se abrocho el penúltimo botón de la parte superior de su camisa, sosteniendo su corbata color negra y su abrigo con el antebrazo izquierdo, volteo alrededor notando que los chicos de su edad parecían niños a en plena navidad. De seguro el raro ahí era él, pues es obvio que todos fueron creciendo con la idea de ver a su hermana vendida y con una mujer comprada al lado.

¿Fue bueno que él creciera sin ese conocimiento?

Observa su corbata y abrigo, niega con la cabeza ante la idea de colocárselos; no se los pondría de nuevo, está haciendo calor y en caso de más pruebas, ya no tendría que hacer tanto embrollo de quitar poner.

— Joven —parpadeo repetidas veces, volteo y vio un chico de al menos 15 años—, sígame, por favor —David asintió, siguiendo al adolescente, el cual le llevo a una de las mesas del principio. Una ya se encuentra totalmente desocupada, en la otra se encuentran números menores, demasiados a decir verdad, y muy pocos mayores, eso le hizo fruncir el ceño—. Escoja uno, por favor; en unos minutos comenzaran las compras.

— Hay muchos números pequeños —dice y el chico se tensó de inmediato, David sonrió de lado— ¿Sabes a qué se debe eso?

— Tal vez solo gustos o experiencia, muchos ya llevan años viniendo —se alza de hombros, desviando ligeramente la mirada.

— Hmm, sí tal vez sea eso —y una m****a ¿le habrían mentido los tres: su padre, Esmeralda y Abraham? Ellos le habían dicho que no fuera a por los números altos, su papá le pidió que fuera del veinte para abajo, ¿sería por precio? Él no la compraría, lo haría su padre ¿no? Entonces estaba bien si escogía un número alto— Escojo ese —señalo la paleta de plástico que portaba el número—, el 37.

— Bien —el joven señala una puerta, David observa que es ahí en donde todos han comenzado a entrar—, pase a la fila tres en el asiento siete —voltio la paleta boca abajo—, por favor.

— Sí.

<<Vaya, pensé que me iba a dar esa cosa. No es tan complicado entonces, solo era el número asiento a ocupar>>

Ya dentro de ese salón, después de haber pasado esas puertas marrones, el olor que lleno su nariz le hizo estornudar. Era demasiada canela y naranja, tanta que le incómodo para la garganta; recuerda que la abuela solía poner cascara de naranja a quemar cerca del calentón y agua hervir con canela entera, la casa se llenaba de un agradable aroma todos los días de invierno cuando ella seguía con vida.

Caminó por el pasillo central, muchos de los asientos ya estaban ocupados y eso le facilitó encontrar el suyo; al llegar a su lugar, volteó al frente en donde las luces estaban centradas y cálculo una distancia de cinco metros partiendo en donde iba a sentarse. Se alzó de hombros despreocupado, se sentó y jugueteo con su corbata, incluso hizo algunos nudos en ella.

¿Qué número habría tomado su padre? ¿Le compraría una joven de buen ver? ¿Sería esa mujer una persona sana? Lo duda mucho si sale de ahí ¿Útil? Tal vez para un viejo rabo verde, pero ¿para él? Espera que su padre no vaya a vengarse por cómo le ha respondido hace un rato ni por su comportamiento en muchas ocasiones.

David pensó que cuando todos los asientos estuvieran ocupados, las luces se apagarían y de algún lado comenzarían a salir las mujeres bailando y mostrando sus talentos, como en un show de televisión un domingo por la noche, pero no fue así. Una vez el lugar estuvo lleno y el último asiento ocupado, el señor que se hizo llamar así mismo "Daddy" se colocó en medio de una barra estilo cantina: larga de gruesa madera oscura, un metro y medio de altura, y detalles gravados en las orillas.

La sonrisa del hombre sigue siendo falsa, pero ahora tiene un toque aterrador y de loco, ese sujeto no estaba nada bien de la cabeza.

Tras de Daddy se escuchó una puerta abrir cuando este alzó los brazos a la altura de los hombros y entonces comenzaron a surgir las Ninochka, David se quedó totalmente quieto. Todas ellas estaban sin ropa que les cubriese, sus pieles brillando gracias a las luces centradas en ellas iluminaban cada rincón e imperfección de sus cuerpos. Él jamás había visto tanta mujer desnuda junta ni por separada, como diría su amigo Joel hace unos meses: "te hace falta ver más porno". Tuvo razón, pues ahora lo único que quiere es apartar la mirada.

Hay de todo: altas, bajas; feas gordas, ricas flacas; curvilíneas, planas; blancas, asquerosas negras; cabello rizado, lacio, quebrado... calvas. De cabello negro, blanco, rojo y rubio, todos de una tonalidad y brillo diferente. Vaya, era un buffet de todo el mundo, aunque en este los rostros no podían verse. Unas poseen una máscara de animal, otras mascaras solo son blancas y planas únicamente cuentan con orificios a la altura de la nariz.

<< ¿Feas? No, tal vez sea algo de privacidad y confidencialidad para aquellos que las compren, tal vez a eso se refería el degenerado con lo de "respeto". >>

— Hagamos esto rápido señores —comenzó a hablar Daddy, caminando a la esquina izquierda de la barra—, no quiero que mi mujer comience con sus dramas si llegó tarde, de nuevo —risas—. Ya saben, todos con la mirada al frente y nada de ver a otro lado, es como un examen; no quiero trampas. Nos iremos de izquierda a derecha, la señalare y sólo alzaran la mano si os gusta y quieren comprarla, como vayan levantándose manos se sumaran cien dólares al precio original, la última en mantenerse en alto será quien se lleve la mercancía. Al final del evento se les dará su Ninochka y con ello los documentos. Espero haya quedado claro porque odio repetir.

Y comenzó a señalar, David supuso que habría tremenda pelea y que frente suyo se alzarían incontables manos, pero no fue así y lo peor es que no decía el precio ni nada, ¿la cuenta era mentalmente? ¿Cada una ya tenía precio establecido? ¿Las máscaras lo indicaban? ¿Cómo iba a poder saber la que su padre compraría? Una hora entera sentado sin hacer nada más que ver y escuchar, atento a todo y a nada a la vez, pero sus ojos ya habían captado bastantes cosas.

Todas las mujeres que habían sido subidas a la barra y acomodadas a un puño de distancia de cada una, fueron su distracción. Sesentaisiete féminas en total yacían sobre la madera; veinte de ellas tienen tatuada una cabeza de venado o ciervo, sabrá Dios, en el muslo derecho; cinco, una clase de ave; tres, ¿un gato, tal vez? ; ocho, un pez; una, tenía una tortuga, y las demás, nada. Las que portan tatuajes son quienes poseen máscaras de animales, ninguno coincidiendo con el diseño.

Las mujeres blancas llevan recogido el largo cabello en una coleta alta; las negras, se lo han dejado suelto y corto. Todas están depiladas, no hay ningún rastro de vello o pelo en sus cuerpos, eso no sabe si es bueno o malo, tal vez sea para una mejor apreciación.

Tras la barra parecía haber algo con mucho movimiento, pues cada tres o cuatro minutos la madera rechinaba y hacía a una mujer perder el equilibrio, pero ninguna cayó ¿alguna prueba final? Quizás, pero ¿para qué serviría eso?

— Bien, y esa fue la última —Daddy sonrió radiante, dando un sonoro aplauso que saco a David de su ensimismamiento—. Es hora de que se vayan a sus casas y comiencen a llenar esos papeles, los quiero antes de que se cumpla la semana. Ya lo saben, y si no lo sabían, ahora sí. Buenas noches a todos, vayan con cuidado.

David echó la cabeza hacía atrás apoyándola en el respaldo del asiento, después de todas aquellas estúpidas preguntas y las pruebas, más el constante recuerdo de Arlyn siendo llevada por desconocidos, se encuentra sumamente cansado y lo único que quiere es irse a la cama a dormir, antes de eso comer algo; no ha comido nada desde hace horas y ahora entiende el porqué: le han hecho una prueba de sangre y eso requiere estar en ayunas, sin embargo, su estómago no está nada feliz y exige comida inmediatamente.

Frunce el ceño al ver a su padre viéndolo de una forma demasiado feliz, como si hubiera ganado algún concurso o algo, de hecho le recuerda mucho su tiempo en primaria o secundaria. Eso le hizo sonreír cómplice, claro que había ganado algo y ese algo de seguro era rubia, rica y deliciosa, bueno; atractiva, blanca y educada en todos los sentidos, al menos es lo que espera.

Se levanta de su asiento, guardando su corbata en el bolsillo contrario donde guarda el número de Esmeralda, debe recordarse tirarlo a la primera oportunidad que tenga; de alguna forma algo en su cerebro le grita que tener eso le puede poner en serios problemas y no solo con su padre.

Ese pensamiento hizo que se le pusieran los pelos de punta.

Con un movimiento rotatorio, hace algunos huesos de su cuello tronar y el sonido más la sensación le hace soltar suspiro de placer, se ha sentido bien. Siguiendo a un hombre vestido de blanco y negro, sale hasta el recibidor y con un rápido escaneo encuentra a su padre, sin embargo, entrecierra los ojos al verle acompañado por una mujer que porta una máscara de lobo. La desnuda piel oscura es lo que más resalta de ella, pues incluso la luz artificial del lugar se refleja en la cima de los pechos, las nalgas y hombros; posee un cuerpo atlético, busto promedio y piernas realmente largas y tonificadas. El trasero bien trabajado no puede dejarse sin relucir, claro está.

Es obvio que al ser negra, David no puede evitar hacer una mueca, y es que aquella máscara de lobo que le cubre el rostro no hace más que inquietarle.

Esquivando gente y pidiendo permiso para pasar, llega al lado de su padre, quien no duda en recibirle con una enorme sonrisa. Intenta devolvérsela, pero no puede siquiera alzar las comisuras de sus labios por la inquietud que ahora posee su cuerpo. Voltea a un lado y a otro, sin embargo, ninguna chica de cabello blanco a rubio se acerca a él ni siquiera saluda; le pasan de largo y la única que le ve, todavía con la máscara puesta, es la negra.

— ¿Y bien? —cuestiona su padre, llamando su atención y haciendo que solo se enfoque en él; mejor así, no quiere enfocarse en la negra que resulta ser más alta que él— ¿Qué te parece?

— ¿El lugar? —alza una ceja, sin comprender por qué la repentina pregunta— Al principio imaginaba que terminaríamos en cloacas o pasadizos secretos, incluso pensé en un enorme almacén lleno de drogas y orgias.

— David, eso ha sido totalmente inapropiado —su padre niega con desaprobación, para después cruzarse de brazos— Yo me refería a mi compra.

— ¿Quién es? No la he visto.

— ¿Eres ciego acaso? Hablo de ella —señala a la mujer negra quien solo se mantiene quieta como si fuera una estatua, David Alberto vuelve a recortarla de pies a cabeza y hace una mueca.

— Con las luces apagadas no hay diferencia, creo.

— David, por favor. Es una dama.

— Ah, sí —alzó el cuello, tratando de ver un poco más allá de la multitud. Tal vez se tratara de aquella castaña sin un volumen impresionante de pecho— ¿Dónde está mi Ninochka?

— Justo enfrente de ti —estaba muy seguro que si las miradas mataran, su padre ya estaría bien muerto y enterrado a seis metros bajo tierra, boca abajo por si llegase a revivir irse más abajo hasta llegar al infierno. Con un suspiro cansado, José Luis palmea el hombro de David Alberto— Es lo mejor, ¿de acuerdo?

— ¿Escogiste a una negra para mí? —cuestionó entre dientes, queriendo golpear algo. ¡Lo que fuera!

— Créeme, es lo mejor —le entregó una carpeta color dorado, dentro cientos de hojas blancas yacían—. Aquí viene todo de ella y necesito que lo leas detenidamente, estudies algunos términos y me llames si te surge alguna duda.

— ¿Llamarte? Pues a dónde irás.

— Me iré con unos amigos a beber, el padre de Abraham y él vendrán.

— ¿Y por qué no puedo ir yo?

— Porque tú ahora debes irte a casa, leer el testamento de tu abuelo y buscar una casa en donde iniciar tu vida de adulto, también revisar qué campo estará bajo tu cargo.

— Espera...

— Nos vemos en unos días y antes de que cometas una estupidez, lee muy bien lo que te acabo de entregar.

Y con esas palabras su padre se dio la vuelta y se marchó, dejándolo al lado de la joven. Su silencio le inquieta y es lo que le mantiene todavía con los pies en la tierra, no quiere hacer un show pues muchos señores y jóvenes que pasan con sus compras adquiridas, la observan; parecen devorarla con la mirada. Unos incluso se pasean la lengua por los labios, como si en estos se encontrara el sabor de ella.

Aunque a él le vale tres hectáreas de verga lo que piensen o quieran hacerle en ese momento, sabe que si su hermana estuviera ahí, las cosas no serían así. Ella haría algo muy idiota y eso haría enojar a papá, pero ella con tal de darse su lugar no le importaría nada.

Tiene que sacarla de ahí.

— Mañana será un día mejor —se dice así mismo, quiere creerse eso sin importar qué. Con ambas manos sujeta su suéter para posarlo sobre los hombros de la mujer, quien no hace movimiento alguno ¿no será una estatua acaso?— ¿Dan ropa aquí para ti? —cuestiona, pues el suéter deja al descubierto mucha piel inferior, apenas y le logra cubrir las nalgas.

— No, no la dan —la voz de ella por fin surge y se sorprende al encontrarla dulce, pero apagada... De alguna forma suena igual que su madre cuando iban a fiestas de los amigos de papá.

— Verga —se pasa la mano por la cara, tirando un poco de su piel—, no pienso pasearte desnuda — frunció el ceño, haciendo una fina línea con sus labios. ¿Qué se supone que debe de hacer ahora? ¿Acaso su vida adulta debía de comenzar de esta agitada manera? —. ¿Cómo te llamas? — <<Necesito distracción, debo distraerme>>.

— Antes de dárselo, debo de informarle que usted me puede poner el nombre que usted quiera. Mi nombre es...

— Espera —le corta, poniéndose justo enfrente de ella. La máscara sigue ahí, pero puede ligeramente sus ojos—, ¿puedo ponerte el nombre que yo quiera? —ella asiente— Perfecto —vuelve a verla de pies a cabeza, ahora con su abrigo pues no puede ver los pechos ni demás, pero eso no importa. Lo importante aquí es que puede llamarla como él quiera—, serás: Simio.

Esperó alguna reacción de ella, un comentario de negación o un sonido, pero nada surgió de ella y eso... Eso le encantó. Extrajo su celular y después el número de Esmeralda, al final sí va a tener que usarlo.

— Conseguiremos algo de ropa y luego nos vamos —David comenzó a marcar con una mano, voltea a ver de reojo a Simio y hace una mueca al ver que hay una abertura delantera que con cualquier movimiento iba a verse mucha piel. Coloca el celular en su hombro y presiona con su cabeza para que no caiga, pies necesita de sus dos manos para poder subir el cierre del abrigo. Claro que pudo haberlo hecho ella, pero necesita distraerse más—. Qué asco, en serio ¿crees que papá me odie?

— No creo...

— ¿Bueno? —la suave voz de su ex compañera de escuela le hizo prestar atención a la llamada, alzando una mano para cortar de nuevo las palabras de Simio.

— Esmeralda, soy David Alberto —anuncia, asir su celular con una mano mientras voltea a ver la salida.

— ¿Y eso qué? Ya sé que eres tú —la escucha suspirar— ¿Qué ocurre?

— Necesito ropa.

— ¿Te robaron o algo así?

— No es para mí —pone los ojos en blanco, indicándole a Simio con un movimiento de mano que le siga—, es para mí Ninochka.

— ¿Le compraras ropa a tu Ninochka? —es obvia la sorpresa en su voz— Vaya, no sabía que eras un caballero.

— No pienso llevarla desnuda al aeropuerto —hizo una mueca, se detuvo y abrió ligeramente el folder, sonriendo al encontrar lo que estaba buscando: pasaporte y demás, parece estar todo—. No es algo que quiera lucir, créeme.

— Oh, bien —ahora suena confundida—. Espera, paso por ti en veinte o treinta.

— Te espero antes.

Colgó, dándose cuenta que eran ya pocos los que se encontraban en el lugar y eso le calmó, ya nadie lo vería con ella y de seguro su padre ya no se encontraba cerca, eso le hizo sonreír aliviado. Guardó su celular en el bolsillo izquierdo, volteo a ver a Simio e hizo una mueca, le ha faltado abrochar un botón.

Se acercó a ella, abotonando lo último que faltaba y agradeció que le cubriera el sexo, alzó la mirada encontrándose con la de ella. Ahora con las luces cerca de la salida, puede apreciar el color de sus ojos: son amarillentos, los cuales le observaban atentos, un tanto extrañados al parecer, pero David lo único que hizo fue cubrírselos con una mano. Por fin hubo una reacción, el cuerpo de ella se erizo de pies a cabeza, pero esto él no lo vio.

— Eres el peor regalo de cumpleaños que me han dado en mi vida —dijo, haciendo una mueca, usando su otra mano para colocar el gorro del abrigo sobre aquel cabello negro afro—. Tienes prohibido verme a los ojos, Simio.

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