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Capítulo 6 Imprevistos

La noche llegaba a prisa, en su sala de baño Rose se daba los últimos toques, algo de color en sus mejillas, un chocolate en sus labios, era un tono que le gustaba para usarlo de noche.

Apagando las luces de su habitación, en la cocina tomaba un té, no había comido nada para no arruinar la cena, ni muchos menos la compañía.

El reloj daba siete cuarenta y tres minutos, sus amigas la pasarían genial, estaba segura que así seria.

Ella quizá se atrevería a tomar una copa de vino, alguna caminata por un parque, como que su imaginación iba muy de prisa, y Charles solo le había invitado una cena, su teléfono repicaba en ese momento.

-Hola…oh no te preocupes Charles, comprendo bien, si son situaciones que se presentan-.

-Lo lamento mucho Rose, pero a mi llegada te llamaré-.

-No tienes que hacerlo, mañana será otro día-.

Rose colgaba la llamada, Charles no vendría, tenía una situación entre manos que resolver, pues ella iría a cenar, había un restaurante en la zona que quería conocer, mirándose al espejo se sintió halagada pues este le devolvía la imagen de una mujer bella.

-Bien Rose, aquí vamos, hoy puede ser tu noche, conocer un caballero que también se antoje de una ensalada, algún corte de carne, vino, algún beso te sorprenda, y te invite a caminar bajo las estrellas, aunque no veo ninguna-. Rose encendió el auto y se puso en paso veloz a su cena, doblando en varias esquinas, dio con el lugar, estaba a baja luz, aún tenían mesas disponibles, el chico le solicito sus llaves para estacionar su coche, por cierto, también cambiaría su coche a un modelo del año, se sentía tan viva que quería salir volando por las nubes, y con seguridad madrugaría por ese nuevo corte, basta de llevar el cabello debajo de los hombros.

Se sentía extraña como si una nueva Rose estuviera surgiendo en ella, una mujer que ahora veía las cosas con mayor claridad, y podía darse ciertos gustos, atenciones, y demás que durante años se había negado. Ella había sido feliz al lado de Tom, y se habían amado durante los años juntos, aunque no todo había sido perfección y felicidad, hubo días grises que empañaron sus hermosas cortinas color crema, todos pasamos momentos difíciles, ¿Quien decía que la vida era solo compras, pasarla bien, trabajar y gastar como rica?

Rose tomaba lugar en una mesa al rincón la cual le parecía perfecta, ideal para pasar inadvertida por si algún conocido llegara al lugar, pidió una botella de vino, y ordenaba en ese instante cuando su teléfono sonaba insistentemente.

-Charles-.

-Bien Rose, creo que en una hora estaré sin este asunto-.

-Por favor di que no estas cenando-.

-Estoy por cenar una ensalada, y un plato que me chuparé los dedos, claro no puede faltar el vino-.

-Vaya, tan rápido te fuiste de casa-. Charles se quedó meditativo, ¿Sería posible que alguien le hubiese invitado a salir?

-Bien, podemos vernos en el café Rose-.

- ¿No sabía que atendían hasta altas horas de la noche?

-Estará cerrado, pero conozco la propietaria, estoy segura que no se negará vendernos un café-.

-Entonces avísame a lo que estés llegando, yo estoy cerca-.

- Te avisaré-.

Guardaba el teléfono en su bolso a tiempo, la cena había llegado, respiró el aroma que emanaba todo, perfecto para una noche de cena en compañía de ella misma. ¡Quién lo diría!

Los minutos pasaban y entre copa y bocado, la noche se le hizo divertida, a lo lejos un caballero le enviaba un postre de chocolate, avellanas y nueces, una delicia. Pero que misterioso caballero seria, el hombre en cuestión le sonreía, ella saludo con su mano, no solía aceptar nada de extraños, pero se sentía feliz, más que feliz, estaba realmente siendo ella, siendo Rose, viviendo su vida, ella que había derramado lágrimas, que había pasado situaciones difíciles, allí estaba en el lugar bonito de la ciudad, con vino, cena, un caballero que le había enviado un postre hasta su mesa, le observaba y sonreía, también solitario al parecer, sin anillo de bodas, con traje casual, ojos azules, barba interesante, prolijo, cabello negro con algunos toques grises que lo hacían ver atractivo, se veía que posiblemente no era un magnate de los negocios, ni enfundado en mil millones, solo un hombre como ella en condición solitaria, pero feliz,  eso le hizo sentirse más que una señora que vendía huevos, jamones, café y pan.

El caballero venia en dirección a su mesa.

-Buenas noches, perdone mi atrevimiento, Víctor Romano es un gusto para mí bella dama-.

-Buenas noches, Rose, un placer conocerle, gracias por el postre-.

-Oh, si estuviera en casa, le hubiera hecho una verdadera maravilla-.

-Por favor, tome asiento-.

-Por favor, no quiero importunarla-.

- ¡Por favor! -. Rose le señalaba que tomara lugar en la mesa.

El hombre en cuestión tomaba lugar, y pidió un postre, esta vez un budín de frambuesa, dijo que eran de sus frutas preferidas, estaba en la ciudad de visita, tenía unos amigos en la zona, dentro de poco volvería a Italia, se acercaba el verano y quería disfrutar de salir a darse algún paseo.

-Mi casa donde suelo vacacionar está cerca a la playa, la remodelé hace unos dos años, totalmente nueva, y en Nápoles es donde me la paso mayormente, allí escribo y recreo mucho de mi trabajo, el cine es mi pasión, el arte, el teatro, fui piloto por más de (35) años, ahora que quedé viudo hace años, la vida ha cambiado-.

-Vaya, que vida maravillosa, ¿Y tiene hijos?

-No, Mónica y yo nos casamos muy jóvenes, yo ya estaba en los aires, cuando nos conocimos, tenía unos veinte y dos años, fue flechazo, casarnos, y así vivimos veinte años juntos, ella empezó con su salud a quebrarse, pero era fuerte, en todos nuestros viajes ella era mi azafata personal, Jajaja, hasta el último viaje, éramos de la misma edad, antes de los cincuenta estaba solo, ella había partido, dejándome el corazón dolido por varios años-.

-Comprendo bien, yo también quedé viuda hace cinco años-.

-Oh, querida, somos dos almas silenciosas-.

-Por lo visto así es-.

-Después uno se va reponiendo, estuve unos años más, y listo, estoy jubilado, teníamos algunas propiedades, vendí algunas, y aquí estoy saliendo del confort de casa, para ver lugares nuevos, he estado en los estados unidos muchas veces, ya sabes grandes hoteles, pases de cortesía, amigos en casas que ocupan media manzana, pero todo se torna muy superficial, este viaje ha sido un descubrir para mí, pueblos encantadores, posadas, cafés, mucho por disfrutar-.

-Escribe también…vaya, vaya…-.

-Sí, siempre lo hacía en mis espacios libres, algunos libros de versos y poemas, algunas anécdotas del aire-.

-De tanto en tanto un par de guiones para buenos amigos del medio, y lo disfruto, no es tanto por el dinero querida, es porque realmente me hace feliz-. Víctor reía a carcajadas, era alguien que mantenía su atención.

-Yo hago café y pan, también pienso que es lo que más me hace feliz-.

-Estupendo, tiene un café con ese olor exquisito del pan recién horneado-.

-Tal cual, aquí tengo una tarjeta-. Rose buscaba en su bolso, siempre a la mano una tarjeta del café.

-Mañana iré a desayunar sin falta, estaré unos días en la ciudad, me hospedo en el Viloria, es de un buen amigo, allí la pizza es una cosa que gusta al paladar-.

-Claro, con gusto lo atenderé-.

-Es usted una mujer muy joven-.

-Veamos, es un hermoso cumplido, pero soy adulta, tengo licencia, y puedo tomar unas copas de vino-.

-Rose, es usted hermosa, y joven, yo ya tengo mis 56 años-.

-Estamos a la par, tengo 51, recién cumplidos, o por cumplir, la verdad que las fechas me viene mal-.

-Pues de ser así, aparenta mucho menos de cincuenta, diría que unos cuarenta y algo nada más-.

-Que galante-.

Víctor pedía la cuenta en ese instante, se colocaba en pie, era algo más alto que ella, atlético, se veía que, hacia deporte, enérgico a tal punto que podía pasar por un chico saltando en su patineta a todo motor, Rose le dio las gracias pues no había dejado que ella pagase, luego caminaron en dirección al estacionamiento del lugar, el chico traía una camioneta que entregaba las llaves a Víctor, al tiempo que iba por el auto de Rose.

-Te llevaría a tu casa con todo gusto, aunque tienes tu auto esta noche-.

-Gracias, así es-.

-Mañana iré a tu café, estaré en punto a las nueve-.

-Me parece bien-.

Víctor le besó su mano, y se despidieron, había pasado una hora charlando con él, el tiempo había volado mágicamente.

Sus autos tomaron rumbos diferentes, una bonita noche que sus amigas no se creerían, pero por ahora lo guardaría para ella en su memoria, una noche diferente a todas, una que se había sentido realmente Rose, y los imprevistos crean nuevas cosas. Y lo nuevo siempre resulta en algo que gira la vida.

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