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Capítulo 7 Flores Y Pizza

En su habitación Rose se desmaquillaba, había llamado a Charles para disculparse, era tarde y mejor tomarían el café en otro momento. Charles lamentaba que el imprevisto le hubiese demorado también ante lo cual prácticamente le había quedado mal. Rose le dijo que todo estaba bien, otro día se daría cenar, ¡Y sí que los imprevistos eran a veces una buena noche!

En su cama dio varias vueltas, la conversación con Víctor había fluido como si fueran dos viejos amigos del colegio y ahora se reencontraban, eso le había parecido a ella, era agradable, educado, lo que gustaba en Víctor era su sencillez, sin ninguna pose, sin ningún ritual, sencillamente natural.

No quería que su mente siguiera haciendo preguntas, era hora de dormir y ella tenía una cita en la peluquería.

Mientras en otro lugar de la ciudad, Lenin abría la puerta a Mery, quien pasaba por Sam,

-Mery…pasa, no te preocupes, Sam está dormido en el sillón, es un buen chico-.

-Gracias Lenin-.

- ¿Quieres un café? Te lo hare con gusto, pasa, está haciendo algo de aire-.

-Bien una taza de café no viene mal, solo tome dos copas de vino, ¿Puedes creerlo? -.

-No lo creo, estabas sin gusto esta noche por unas copas quizás-.

-Creo que sí, ¿Y tú? -.

-Yo puedo pedir unas buenas pizzas con una copa de vino-.

Lenin señalaba la botella.

-Estupendo, aunque solo dos porciones, estoy a dieta-.

-Por favor Mery, estas delgada, muy delgada diría yo, un poco más de kilos no te vendría nada mal, es más puedes venir al gimnasio conmigo-.

-Vaya, no sabía que te gustaban las chicas rollizas, rellenitas-.

-Las mujeres son hermosas, pero no necesitas dietas Mery-.

Lenin marcaba y hacia el pedido, 8 porciones, dos sabores, y dos panes de orégano.

Lenin colocaba música, era amante de las baladas, algo de pop, el pagode era su preferida, varias bandas brasileñas le encantaban, Mery escuchaba la tonada logrando contagiarse.

-Tu madre se despertará-.

-Fue a casa de su hermana, así que no habrá problema, igualmente su sueño es de terror, nada la despierta, puedes morir tocándole la puerta, perderás-.

-Tu casa quedó realmente hermosa, le vino bien remodelarla-.

-Sí, ahora queda totalmente independiente de mi madre-.

-Vi que también hiciste cambios en la tienda, ahora manejas muchas cosas más-.

-Sí, la tienda ahora tiene una línea de chocolates, galletería, y todo lo que buscas lo tenemos-.

El timbre sonaba, Lenin pagó la cuenta y subía las escaleras a prisa, en la barra de la cocina colocaba los platos, Mery tomaba otro vino, a la par que su boca se hacía agua con el olor que emanaba aquella pizza.

Brindaron por Sam, y por ella que estaba allí, tomaron tres copas más de vino, luego Lenin servía dos copas con helado.

Mery reía a carcajadas, Lenin la hacía reír contándole sus anécdotas de niñez como cuando su mamá le pegó por casi incendiar la cocina, sí que fue una buena broma pesada.

Su padre había fallecido hace dos años, lo echaba de menos, pero la vida continuaba, se había decidido mudarse solo, remodelar aquel lugar, aún tenía un gran espacio en caso que deseara ampliar.

Mery y el ahora bailaban una balada que los hacia unirse, el perfume de Mery era dulce, atrapante, ella pasaba sus brazos alrededor de su cuello, Lenin sentía que su corazón le palpitaba a toda máquina, sus labios se buscaron, fueron hacia el amplio sillón, ella lo empujo con sutileza, quitándose su pañoleta la colocaba alrededor de su cuello.

- ¿No crees que es tarde para estar en casa de un chico solo? -.

Mery jugaba con su pañoleta, Lenin sonreía tímido, no sabía en realidad que hacer, ella, aunque no estaba ebria, sí que tenía copas.

-Te llevaré a casa Mery-. Es tarde, además mañana debes ir al trabajo-.

-Creo que puedo irme sola-. Mery retrocedió, tomando su bolso y a Sam, le dio las gracias.

-Yo te llevo Mery, tienes copas en tu cabeza-.

-Oh, estoy bien, además solo voy a cinco cuadras de aquí, no me voy a perder, y estoy bien, creo que no estás listo para un beso-.

-Es que no sería correcto Mery, no quiero aprovecharme de ti, aunque no lo creas soy un caballero-.

-Entonces no veo problema-. Mery se acercó a su boca, besándole, lo hizo sutil, Lenin respondía a su beso, ella colocaba a Sam en el sillón de nuevo, quien se acomodaba a gusto de nuevo y se dispuso a dormir.

Mery le llevaba hacia la habitación, se quedaron en la esquina de la amplia cama, ella soltaba su blusa, su ropa interior quedaba a vista de Lenin.

-Rojo exótico, me encanta este color-.

-Es un color hermoso-. Lenin balbuceaba.

Ella guiaba sus manos a sus pechos, invitándole a seguir, rodaron por la cama que vestida esa noche de un azul pastel era perfecta.

Lenin la tomaba en brazos, dándose besos que traspasaban el mismo aire, ella ahora despojada de sus bragas, medias, caía en un torbellino que la llevaba por las nubes. Entre suspiros y palabras ahogadas, sus gemidos y gritos encendieron las alarmas, había un fuego nuevamente en ella, un fuego que había dejado de sentir.

Y la noche dejó paso a los amantes, entre placer, sensación de aire que los hacia mecerse, ir y venir, libres como olas de mar.

Rose despertaba en punto a las seis, el café ya emanaba el olor fragante, tomaba los primeros bocados y sentía que le inundaban de exquisitez, se apresuró a vestirse, calzando unos cómodos zapatos bajos azules en juego con su bolso.

Conducía al café, ese día tenía que recibir al proveedor, pagar facturas para luego irse a la peluquería, tenía un corte que había visto en una revista, arriba de los hombros, flequillo delicado que pudiera llevar de costado, corte en capas, y cepillado, diría hasta nunca a su cabello medio largo, moño de doña y cara de camarera. Se reía, era todo un gran cambio para ella.

-Buenos días, que bien, nuestro pan está caliente, me encanta, Mely hoy tenemos un día agitado, serán 500 unidades de pan para banquete, en la escuela de la maestra Dolly-.

-Querida todo está ya casi listo, esta mañana he llegado una hora antes, así sé que todo estará en punto-.

-Recuérdame apuntar las horas extras ahora en la agenda-.

-Oh, Rose cariño, no es necesario, todos estamos a gusto con el pago, además siempre nos das el sobre azul-.

-Me encanta cuando abro el sobre azul-. Dijo Josef.

- ¡De todas formas, Mely debes estar a las seis, pero siempre llegas una hora antes, ¡quisiera saber el porqué de madrugar!

-Bien te lo diré, estoy pasando un momento crítico, pero las cosas podrán arreglarse, ya sabes cómo es Alfred, tiene una amiga con quien platica según el yo no lo entiendo, pero creo que iré a terapia-.

-Yo afortunadamente no tengo marido, hijos o amante que me ponga límites-. Ana afirmaba.

-Pero sí que te he visto hacerle ojos a Martin, y no me digas que no-. Josef se quedó mirándole.

-Son nuevos en la zona, necesita quien le enseñe la ciudad, pobre puede perderse-. Dicho esto, se encaminaba a recibir varios clientes, tomando sus pedidos.

- ¿Y tú Josef? – Sé que hay una chica por ahí en tu cabeza-.

-Estoy ahorrando para invitarla a cenar, y darle un hermoso ramo de flores-.

-Lindo detalle, me gusta que no pierdes el romance, sé que Emi te gusta, es una buena chica, por cierto, hoy la cité más temprano, tenemos mucho trabajo, ahora con los batidos, merengadas, y la nueva línea de postres, hay más trabajo-.

-Tendré un día feliz, muy feliz-. Josef se alejaba con la bandeja de la mesa siete y ocho, caliente y en punto.

Rose despachaba una bolsa de pan grande, galletas, y sándwiches de pollo para el taller de la esquina, estaba a tope, la puerta del café se abría y daba paso a Lili, Lauren y Omar. Parecía que se habían dado cita en su café.

-Hola mamá, venimos a desayunar, pero no te preocupes, lo haremos en el comedor de la cocina-. Lauren le daba un gran abrazo.

-Madre, supongo que estarás muy ocupada, te llamo, y siempre estas ocupada-.

-Sí, estas son las implicaciones de ser una empresaria, la gente madruga a buscar desayuno, algunos parecen que no gustan de cocinar en sus casas-.

-Bien Lili, no vas a comenzar con tus cosas, deja a mamá tranquila, y por cierto paga la cuenta-. Omar se levantaba a prisa.

-Mamá quiero pedirte un favor-. Omar se alejaba del comedor.

-Dime…-. Rose le miró esperando.

-Si puedes prestarme dos mil dólares, te los devolveré mañana en la noche, te los giraré a tu cuenta mañana, voy para Wisconsin, ya no me da tiempo de ir a casa-.

-Claro, espérame aquí-.

A los minutos ella se los colocaba en su bolso que tenía a mano, lo despidió, Omar pocas veces le solicitaba algún favor. Algo le hacia sentir que Omar guardaba algo en su corazón.

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