La sala de operaciones del cuartel de la resistencia estaba en completo silencio. Nicolás, Helena y un grupo de los líderes rebeldes observaban la pantalla de la computadora, donde se desplegaban archivos que hasta ese momento habían estado ocultos, sellados en la pequeña USB que Aitana le había entregado. Esa información era la llave que revelaría la verdad sobre las intrincadas redes de corrupción que conectaban no solo a la Sombra, sino también a aquellos en los más altos niveles de poder y finanzas mundiales.El silencio fue roto por el sonido de las teclas mientras uno de los técnicos de la resistencia navegaba a través de los archivos. Nicolás y Helena intercambiaron una mirada cargada de tensión. Esto podría cambiarlo todo.—Aquí está… —dijo finalmente el técnico, deteniéndose en un archivo cifrado—. Esta es la pieza que conecta todo. Parece un informe detallado sobre las transferencias de activos que Aitana había hecho justo antes de su muerte.—¿Qué dice? —preguntó Helena, ac
Nicolás Valverde observaba en la pantalla de su computadora cómo el mundo financiero se desmoronaba ante sus ojos. Titulares sobre la corrupción de las empresas que habían estado vinculadas al grupo Alarcón y las Sombras aparecían sin cesar. La información que habían extraído de la USB era un arma poderosa, una bomba que había destruido la credibilidad de aquellos que alguna vez gobernaron con impunidad. Pero entre todo ese caos, Nicolás veía algo más: una oportunidad.Apagó la pantalla, pero las ideas seguían rodando en su mente. Miró hacia la pequeña cuna improvisada en una esquina del cuartel. Su hijo dormía plácidamente, ajeno a la tormenta que se desataba a su alrededor. Era increíble pensar que en medio de todo el caos, ese pequeño ser humano representaba su única razón de seguir adelante.Helena, que había estado en silencio a su lado, finalmente rompió el silencio:—¿Qué piensas hacer ahora? —preguntó, observándolo con una mezcla de curiosidad y preocupación.Nicolás suspiró,
Nicolás Valverde estaba en la sala de mando del cuartel, observando en silencio cómo el mundo exterior parecía desmoronarse cada vez más tras la liberación de los archivos que habían desencadenado una serie de escándalos. Desde que el USB reveló la corrupción y las conexiones ilícitas de las empresas en las que Aitana había transferido sus recursos, el caos no había dejado de crecer. Sin embargo, Nicolás sabía que algo más acechaba en las sombras. Ese "jugador nuevo" del que le habían hablado no era una simple amenaza lejana, era una tormenta que se acercaba rápidamente.Sus pensamientos fueron interrumpidos por un llamado de urgencia en su dispositivo seguro.—Señor Valverde, hay alguien aquí que solicita verlo inmediatamente —informó una voz nerviosa desde el otro lado.—¿Quién es? —preguntó Nicolás, su voz baja pero alerta.—No lo sabemos, pero llegó con una escolta. Dice que tiene un mensaje urgente para usted. No parece ser de los rebeldes.Nicolás sintió que algo pesado caía en
Nicolás permaneció de pie, mirando la puerta por donde Gabriel Ledesma había salido. Las palabras del aprendiz de Adrián aún resonaban en su mente. "No hay segunda oportunidad si eliges mal." Era una sentencia clara, una advertencia disfrazada de oferta. Y aunque todo en su ser le decía que no debía confiar en Gabriel, también sabía que el poder de las Sombras seguía siendo una amenaza real. No había acabado con ellas, solo había cambiado de manos.Helena se acercó lentamente, sus pasos suaves y calculados en el silencio del cuartel. Llevaba observando la conversación desde las sombras, sin intervenir, pero sabía que este era el momento de hablar.—Nicolás… —su voz sonó suave, pero cargada de emociones contenidas—. Tienes que aceptar el trato.Nicolás se giró hacia ella, sorprendido por sus palabras. Su ceño se frunció ligeramente mientras intentaba procesar lo que acababa de escuchar.—¿Aceptar el trato? —repitió, incrédulo—. ¿Estás hablando en serio, Helena? ¿Sabes lo que significa?
Habían pasado tres años desde que Nicolás Valverde, junto a su esposa Helena, se asentó en una tranquila villa cercana al pueblo donde sus vidas habían cambiado para siempre. Allí, donde el eco de sus viejos días de poder y conspiraciones parecía haberse extinguido, Nicolás había logrado construir una empresa pequeña pero próspera. Sin embargo, pese a la paz aparente y el éxito moderado, una sombra oscura seguía acechando su corazón. Era un hombre que había visto demasiado, y el peso de sus decisiones lo consumía en silencio.El aire en el pueblo era fresco, con el aroma de los árboles que rodeaban la villa mezclándose con la brisa suave que recorría las calles. Nicolás estaba sentado en el porche de su casa, su mirada perdida en el horizonte, observando el atardecer. Desde ese rincón del mundo, todo parecía estar en su lugar. Sus hijos jugaban en el jardín, sus risas resonando como melodías alegres en el aire. Helena, con su vientre ya abultado por el embarazo, se acercó a él despaci
Nicolás Valverde despertaba cada mañana con la misma sensación en el pecho: una mezcla de ansiedad y vacío. Durante las últimas semanas, había comenzado a experimentar extraños sueños que lo dejaban inquieto al amanecer, sueños en los que lo tenía todo, pero en los que faltaba lo más importante. Soñaba con poder, con riquezas inimaginables, con una vida que alguna vez había sido suya. En esos sueños, el mundo parecía doblegarse ante él, pero en cada uno, algo crucial faltaba: ni Aitana, ni Helena, ni sus hijos estaban a su lado. Solo él, completamente solo, rodeado de sombras.Una noche, después de un día particularmente difícil en la pequeña empresa que había fundado, el sueño volvió, más vívido que nunca. Nicolás se encontraba en una gigantesca mansión, más grande y majestuosa que cualquier propiedad que hubiera poseído en su vida. El mármol blanco brillaba bajo sus pies, y cada habitación estaba llena de obras de arte y objetos de lujo que parecían gritar riqueza. En el vestíbulo,
Nicolás Valverde se encontraba nuevamente sumido en un sueño inquietante, uno que había comenzado como todos los anteriores, pero esta vez algo era diferente. Estaba en medio de una habitación oscura, una que reconoció de inmediato como la oficina de Aitana, aquella que había sido testigo de tantos secretos y decisiones importantes. Un teléfono comenzó a sonar en el fondo de la sala. Al principio, el sonido era bajo, casi un susurro, pero poco a poco fue aumentando de volumen hasta volverse ensordecedor. Él, ansioso, se dirigió al teléfono, sintiendo que lo conocía, como si una parte de él supiera quién estaría al otro lado de la línea.—Nicolás —dijo una voz femenina, suave pero firme.Se quedó inmóvil al escuchar el tono de Aitana, su voz llena de calma y determinación, pero con un eco inquietante, como si proviniera de algún lugar lejano y perdido en el tiempo.—Aitana... —respondió Nicolás, con un nudo en la garganta—. ¿Eres tú?—Nicolás —repitió ella—, no olvides quién eres ni lo
Nicolás se encontraba solo en su despacho, con la luz de la lámpara iluminando tenuemente la habitación. Desde que Helena había salido del cuarto, dejándolo con sus pensamientos, no había logrado concentrarse en nada. Las palabras de su esposa, llenas de verdad, lo habían dejado con el corazón apretado. La culpa y la incertidumbre lo asfixiaban, y no podía dejar de mirar la pantalla de la computadora, donde las noticias sobre la prosperidad de su antigua vida en la ciudad lo tentaban, llamándolo a regresar.De repente, el sonido estridente de su teléfono rompió el silencio de la noche. Era un número desconocido. Nicolás frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Rara vez recibía llamadas, y mucho menos de números que no reconocía. Una sensación extraña lo invadió, como si una parte de él supiera que esta llamada era importante. Sin pensarlo demasiado, contestó.—¿Hola? —dijo con cautela, esperando una respuesta.Al principio, solo escuchó el silencio. Luego, una res