Habían pasado tres años desde que Nicolás Valverde, junto a su esposa Helena, se asentó en una tranquila villa cercana al pueblo donde sus vidas habían cambiado para siempre. Allí, donde el eco de sus viejos días de poder y conspiraciones parecía haberse extinguido, Nicolás había logrado construir una empresa pequeña pero próspera. Sin embargo, pese a la paz aparente y el éxito moderado, una sombra oscura seguía acechando su corazón. Era un hombre que había visto demasiado, y el peso de sus decisiones lo consumía en silencio.El aire en el pueblo era fresco, con el aroma de los árboles que rodeaban la villa mezclándose con la brisa suave que recorría las calles. Nicolás estaba sentado en el porche de su casa, su mirada perdida en el horizonte, observando el atardecer. Desde ese rincón del mundo, todo parecía estar en su lugar. Sus hijos jugaban en el jardín, sus risas resonando como melodías alegres en el aire. Helena, con su vientre ya abultado por el embarazo, se acercó a él despaci
Nicolás Valverde despertaba cada mañana con la misma sensación en el pecho: una mezcla de ansiedad y vacío. Durante las últimas semanas, había comenzado a experimentar extraños sueños que lo dejaban inquieto al amanecer, sueños en los que lo tenía todo, pero en los que faltaba lo más importante. Soñaba con poder, con riquezas inimaginables, con una vida que alguna vez había sido suya. En esos sueños, el mundo parecía doblegarse ante él, pero en cada uno, algo crucial faltaba: ni Aitana, ni Helena, ni sus hijos estaban a su lado. Solo él, completamente solo, rodeado de sombras.Una noche, después de un día particularmente difícil en la pequeña empresa que había fundado, el sueño volvió, más vívido que nunca. Nicolás se encontraba en una gigantesca mansión, más grande y majestuosa que cualquier propiedad que hubiera poseído en su vida. El mármol blanco brillaba bajo sus pies, y cada habitación estaba llena de obras de arte y objetos de lujo que parecían gritar riqueza. En el vestíbulo,
Nicolás Valverde se encontraba nuevamente sumido en un sueño inquietante, uno que había comenzado como todos los anteriores, pero esta vez algo era diferente. Estaba en medio de una habitación oscura, una que reconoció de inmediato como la oficina de Aitana, aquella que había sido testigo de tantos secretos y decisiones importantes. Un teléfono comenzó a sonar en el fondo de la sala. Al principio, el sonido era bajo, casi un susurro, pero poco a poco fue aumentando de volumen hasta volverse ensordecedor. Él, ansioso, se dirigió al teléfono, sintiendo que lo conocía, como si una parte de él supiera quién estaría al otro lado de la línea.—Nicolás —dijo una voz femenina, suave pero firme.Se quedó inmóvil al escuchar el tono de Aitana, su voz llena de calma y determinación, pero con un eco inquietante, como si proviniera de algún lugar lejano y perdido en el tiempo.—Aitana... —respondió Nicolás, con un nudo en la garganta—. ¿Eres tú?—Nicolás —repitió ella—, no olvides quién eres ni lo
Nicolás se encontraba solo en su despacho, con la luz de la lámpara iluminando tenuemente la habitación. Desde que Helena había salido del cuarto, dejándolo con sus pensamientos, no había logrado concentrarse en nada. Las palabras de su esposa, llenas de verdad, lo habían dejado con el corazón apretado. La culpa y la incertidumbre lo asfixiaban, y no podía dejar de mirar la pantalla de la computadora, donde las noticias sobre la prosperidad de su antigua vida en la ciudad lo tentaban, llamándolo a regresar.De repente, el sonido estridente de su teléfono rompió el silencio de la noche. Era un número desconocido. Nicolás frunció el ceño, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. Rara vez recibía llamadas, y mucho menos de números que no reconocía. Una sensación extraña lo invadió, como si una parte de él supiera que esta llamada era importante. Sin pensarlo demasiado, contestó.—¿Hola? —dijo con cautela, esperando una respuesta.Al principio, solo escuchó el silencio. Luego, una res
Nicolás conducía por la autopista en dirección a la ciudad, su mente dividida entre el pasado que lo había perseguido hasta este momento y el futuro incierto que lo esperaba al final de ese camino. El paisaje a su alrededor, con sus montañas distantes y llanuras interminables, apenas llamaba su atención mientras sus pensamientos se sumergían en una maraña de emociones encontradas. Había tomado una decisión, quizás la más difícil de su vida: regresar. Regresar al lugar que lo había moldeado, al mundo de poder, intrigas y traiciones que una vez había dejado atrás.Helena se lo había rogado, pero él no pudo escuchar. El llamado de la ciudad, de todo lo que había perdido, resonaba en su mente más fuerte que cualquier promesa que había hecho. No podía evitarlo, no podía ignorar esa voz que le decía que aún podía recuperar lo que alguna vez fue suyo.El sonido de su teléfono interrumpió sus pensamientos. El aparato vibraba en el asiento del copiloto. Un número desconocido apareció en la pan
La ciudad se cernía como una amenaza latente sobre Nicolás mientras se adentraba en sus calles. Habían pasado tres años desde que dejó atrás el caos y las sombras, aceptando la oferta de paz que Gabriel, el sucesor de Adrián, le había ofrecido. Tres años de tranquilidad relativa, aunque con el precio de vivir una vida sin la promesa de poder o grandeza. Pero ahora, al regresar, sabía que había roto el acuerdo, que había desafiado directamente a Gabriel, y que las consecuencias estaban al acecho.No había olvidado la advertencia de Gabriel.**“No nos desafíes, Nicolás. Vive tu vida, pero mantente lejos de nuestro camino. Si regresas, si decides desafiarnos, lo perderás todo.”**Y aquí estaba, de vuelta en la ciudad, sabiendo muy bien lo que eso significaba. Mientras caminaba hacia el lugar acordado, en la zona más oscura de la ciudad, sintió el peso de las decisiones que había tomado. Sabía que su regreso no pasaría desapercibido. Y, como esperaba, no lo hizo.El callejón donde había s
El regreso de Nicolás Valverde a la ciudad no fue lo que esperaba. Cuando entró en el vestíbulo del hotel, el murmullo de la gente alrededor lo acompañó como una sombra. Los ojos se volvían hacia él, susurros recorrían los pasillos como si una nube de rumores lo persiguiera. Al principio, no le prestó mucha atención. Las miradas siempre habían estado sobre él, ya sea por su estatus o por su regreso inesperado, pero ahora parecían ser diferentes: cargadas de una tensión que no terminaba de comprender.Decidió ignorarlo, subiendo a su habitación mientras reflexionaba sobre su conversación con Gabriel. Todo lo que había pasado se arremolinaba en su cabeza. Había vuelto por razones que ni él mismo podía explicar completamente, pero la paz que le habían ofrecido ya no estaba, y algo oscuro acechaba detrás de cada esquina.Al llegar a su habitación, su teléfono comenzó a sonar. El nombre en la pantalla no era familiar, pero respondió, su curiosidad despertada por la llamada.—¿Valverde? —di
Nicolás estaba de pie en la oscuridad de su pequeña habitación alquilada, el parpadeo de la lámpara del escritorio proyectaba sombras danzantes sobre las paredes. El eco de las palabras de Gabriel aún resonaba en su mente: *“Estás atrapado entre fuerzas que ni siquiera comprendes aún”*. Se sentía atrapado en un laberinto sin salida, donde cada paso que daba parecía acercarlo más a su propia destrucción.Había pasado horas buscando en su mente alguna pista que lo guiara. Sabía que había alguien más, alguien mucho más poderoso, alguien que lo había estado manipulando desde las sombras. Pero, ¿quién? Y, sobre todo, ¿por qué? La muerte de Aitana lo había arrastrado a un juego del cual ni siquiera conocía las reglas.Justo en ese momento, su teléfono vibró en la mesa. Nicolás lo tomó con nerviosismo, esperando alguna nueva revelación o, peor aún, otra amenaza.—¿Nicolás? —la voz en el teléfono era débil, casi inaudible. No la reconocía de inmediato—. Soy Helena.Su corazón dio un vuelco. N