Nicolás observaba la ciudad desde la ventana de su oficina. A pesar del poder que había adquirido, algo lo inquietaba. Helena. La sensación de que algo no cuadraba con la desaparición de su familia no lo dejaba en paz. Sabía que, para mantener su posición y no mostrarse débil, debía cerrar ese capítulo de su vida, pero su mente no dejaba de volver a ese lugar oscuro donde la duda se mezclaba con los recuerdos.Llamó a uno de sus hombres de confianza, Iván, quien había demostrado ser más astuto de lo que Nicolás inicialmente había pensado.—Iván —dijo con tono firme, sin apartar la mirada del horizonte—. Necesito que investigues sobre Helena y mi familia. Quiero saber qué sucedió exactamente después de que me fui.Iván lo miró con algo de incertidumbre. No era un tema que había visto en la agenda de Nicolás recientemente. El hombre había cambiado. Se había endurecido en los últimos meses, pero la mención de su familia traía un destello de humanidad en su voz.—¿Hay algo en particular q
Nicolás no había dormido. Las imágenes de la casa quemada y el símbolo pintado en la pared seguían resonando en su mente como una constante y oscura advertencia. Las horas pasaban y, mientras el sol comenzaba a salir sobre la ciudad, él seguía sentado en su despacho, rodeado de las fotos y papeles que Iván le había traído la noche anterior.Cada detalle le gritaba algo que aún no alcanzaba a entender. Esa nueva organización, ese símbolo que nunca había visto antes, le estaba dejando claro que lo que había enfrentado hasta ahora era solo el principio. Había algo más profundo detrás de la desaparición de su familia.—¿Cómo pude no verlo antes? —se preguntó en voz baja, frotándose los ojos cansados.El sonido del teléfono lo sacó de sus pensamientos. El aparato sonaba con insistencia, rompiendo el silencio de la habitación. Nicolás lo miró unos segundos antes de levantar el auricular.—¿Qué? —dijo de manera brusca, sin siquiera esperar a escuchar quién estaba al otro lado.—Señor Valverd
Nicolás conducía a toda velocidad por la autopista que lo alejaba del lugar que alguna vez fue su hogar. No había nada más que cenizas y recuerdos de lo que había perdido. Las luces de la ciudad brillaban en la distancia, como si lo llamaran de vuelta a un lugar al que ya no pertenecía. Sabía que estaba tomando un camino sin retorno. La decisión ya estaba tomada: enfrentaría a quien fuera necesario para obtener respuestas. Pero, ¿a qué costo?Mientras conducía, sus pensamientos volvían una y otra vez a Helena y sus hijos. Esa maldita llamada... las palabras de Gabriel sobre su destino, las advertencias de Iván sobre la organización misteriosa que lo estaba observando desde las sombras. Todo se enredaba en su mente, haciéndolo cuestionar quién era en ese momento. Pero una cosa estaba clara: no podía confiar en nadie. Ni siquiera en él mismo.La pantalla de su teléfono brilló de repente. Un mensaje corto apareció: **"Te estamos observando. No podrás esconderte de nosotros."**Nicolás ce
Nicolás se quedó quieto, sintiendo la fría aceptación del trato que acababa de hacer. Era como si un peso invisible le hubiese sido quitado de los hombros, pero al mismo tiempo, algo mucho más oscuro y denso lo envolvía. Había entregado todo lo que le quedaba de su humanidad, y lo sabía. El hombre frente a él no decía nada, observándolo con esa mirada penetrante que parecía leer su alma.—Ya no hay vuelta atrás —dijo el hombre en un tono solemne, como si hubiese leído sus pensamientos—. Has cruzado la última línea, Nicolás. Pero también has ganado algo que pocos han tenido la fortaleza de aceptar: el poder absoluto.—¿Poder absoluto? —repitió Nicolás con una mezcla de escepticismo y curiosidad—. Hasta ahora solo he visto cómo ese poder destruye a los que lo buscan.El hombre esbozó una sonrisa leve, como si la respuesta de Nicolás fuera exactamente lo que esperaba.—Porque la mayoría no está dispuesta a pagar el precio completo. Todos creen que pueden aferrarse a algo de su vieja vida
Nicolás avanzó por los pasillos oscuros de su oficina en el rascacielos del centro, sintiendo el peso de las palabras que resonaban en su mente: tres días. Podía sentir el reloj implacable contando, como un espectro acechante que le recordaba que la línea final estaba más cerca que nunca. A pesar de su ambición, una nueva ansiedad lo perturbaba. Aquella llamada había removido algo en él, como si hubiera un enemigo más peligroso de lo que jamás había enfrentado.Mientras se sentaba en su amplio escritorio, una vibración suave lo sacó de sus pensamientos. Revisó su teléfono y, para su sorpresa, encontró otro mensaje de un número desconocido. La simple palabra que apareció en pantalla hizo que su pecho se contrajera:“**Instrucciones.**”Abrió el mensaje, solo para encontrar un breve texto:*Si quieres las respuestas, ve a la biblioteca central a medianoche. Sótano. No olvides el reloj que llevas en la muñeca, es la llave.*Nicolás entrecerró los ojos, examinando cada palabra, tratando d
Nicolás regresó a su oficina con la tarjeta aún en el bolsillo, sintiendo su peso como una carga pesada, un recordatorio de la conversación perturbadora en la biblioteca. La opresión en su pecho no desaparecía; esa figura encapuchada había despertado una oscura curiosidad y un malestar que no podía ignorar.Esa noche, mientras el viento azotaba las ventanas de su despacho, recibió una llamada de un número desconocido. No estaba de ánimo para más misterios, pero algo lo impulsó a contestar.—¿Valverde? —dijo una voz profunda al otro lado de la línea, una voz que no reconocía pero que cargaba una intensidad escalofriante.—¿Quién habla? —preguntó Nicolás, sin dejar que su tono revelara nerviosismo.—Alguien que tiene una oferta que no puedes rechazar.Nicolás rodó los ojos, pero permaneció en silencio.—Parece que no entiendes la magnitud de lo que tienes en tus manos. Esa tarjeta es la puerta hacia el verdadero poder, uno que va más allá de lo que cualquiera de tus enemigos, o incluso
La ciudad dormía bajo un manto de luces titilantes, pero Nicolás Valverde sentía que apenas podía respirar en ese silencio que le oprimía el pecho. El hotel Mirador había sido escenario de amenazas y promesas en un mismo susurro, y ahora, tras aquella conversación con la mujer desconocida, no podía sacudirse la sensación de que lo estaban acorralando. Todo parecía calculado, como si su propia vida ya no le perteneciera, como si alguien más moviera los hilos de su destino con la frialdad de quien traza un plan desde las sombras.Abandonó el hotel sin mirar atrás, y mientras cruzaba el vestíbulo, sus ojos captaron a uno de los guardias de seguridad que lo seguía disimuladamente. Era un hombre corpulento y de rostro inescrutable, vestido con un traje negro que resaltaba su presencia imponente. Nicolás, acostumbrado a descifrar intenciones en una mirada, comprendió que ese guardia no era cualquier empleado del hotel. Lo estaban vigilando, de eso no cabía duda. Pero se limitó a ignorar al
El día avanzaba con una lentitud exasperante, como si las mismas horas se estuvieran tomando el tiempo para atormentar a Nicolás. La presión que sentía en el pecho no era solo por la decisión que debía tomar antes de la medianoche; era también por la oscura intriga que parecía haber infectado cada aspecto de su vida. Ahora, no solo estaba en juego su futuro, sino también su reputación y su libertad.El mensaje que recibió en la madrugada, un recordatorio impersonal de que la oferta expiraba a medianoche, seguía grabado en su mente. La amenaza tácita detrás de esas palabras no le dejaba espacio para titubear. Nicolás sabía que estaba atrapado, forzado a elegir entre su independencia y la seguridad de aceptar esa oferta que lo alinearía con la red de poder que lo rodeaba.Durante horas, Nicolás caminó por su departamento, tratando de ignorar el eco de cada paso. Finalmente, llamó a Samuel, su única conexión real con el mundo exterior. Samuel contestó al segundo tono, y su voz sonó más f