Nicolás regresó a su oficina con la tarjeta aún en el bolsillo, sintiendo su peso como una carga pesada, un recordatorio de la conversación perturbadora en la biblioteca. La opresión en su pecho no desaparecía; esa figura encapuchada había despertado una oscura curiosidad y un malestar que no podía ignorar.Esa noche, mientras el viento azotaba las ventanas de su despacho, recibió una llamada de un número desconocido. No estaba de ánimo para más misterios, pero algo lo impulsó a contestar.—¿Valverde? —dijo una voz profunda al otro lado de la línea, una voz que no reconocía pero que cargaba una intensidad escalofriante.—¿Quién habla? —preguntó Nicolás, sin dejar que su tono revelara nerviosismo.—Alguien que tiene una oferta que no puedes rechazar.Nicolás rodó los ojos, pero permaneció en silencio.—Parece que no entiendes la magnitud de lo que tienes en tus manos. Esa tarjeta es la puerta hacia el verdadero poder, uno que va más allá de lo que cualquiera de tus enemigos, o incluso
La ciudad dormía bajo un manto de luces titilantes, pero Nicolás Valverde sentía que apenas podía respirar en ese silencio que le oprimía el pecho. El hotel Mirador había sido escenario de amenazas y promesas en un mismo susurro, y ahora, tras aquella conversación con la mujer desconocida, no podía sacudirse la sensación de que lo estaban acorralando. Todo parecía calculado, como si su propia vida ya no le perteneciera, como si alguien más moviera los hilos de su destino con la frialdad de quien traza un plan desde las sombras.Abandonó el hotel sin mirar atrás, y mientras cruzaba el vestíbulo, sus ojos captaron a uno de los guardias de seguridad que lo seguía disimuladamente. Era un hombre corpulento y de rostro inescrutable, vestido con un traje negro que resaltaba su presencia imponente. Nicolás, acostumbrado a descifrar intenciones en una mirada, comprendió que ese guardia no era cualquier empleado del hotel. Lo estaban vigilando, de eso no cabía duda. Pero se limitó a ignorar al
El día avanzaba con una lentitud exasperante, como si las mismas horas se estuvieran tomando el tiempo para atormentar a Nicolás. La presión que sentía en el pecho no era solo por la decisión que debía tomar antes de la medianoche; era también por la oscura intriga que parecía haber infectado cada aspecto de su vida. Ahora, no solo estaba en juego su futuro, sino también su reputación y su libertad.El mensaje que recibió en la madrugada, un recordatorio impersonal de que la oferta expiraba a medianoche, seguía grabado en su mente. La amenaza tácita detrás de esas palabras no le dejaba espacio para titubear. Nicolás sabía que estaba atrapado, forzado a elegir entre su independencia y la seguridad de aceptar esa oferta que lo alinearía con la red de poder que lo rodeaba.Durante horas, Nicolás caminó por su departamento, tratando de ignorar el eco de cada paso. Finalmente, llamó a Samuel, su única conexión real con el mundo exterior. Samuel contestó al segundo tono, y su voz sonó más f
Nicolás se miró en el espejo, el reflejo devolviéndole una imagen que casi no reconocía. Su rostro endurecido, con sombras profundas bajo los ojos, mostraba el desgaste de las últimas semanas. Las presiones externas lo habían empujado al borde de una decisión definitiva, y finalmente, la sumisión se había convertido en su única opción para sobrevivir en este mundo que lo consumía.La medianoche había pasado, y con ella, su última oportunidad de permanecer independiente. Ahora, no le quedaba más que inclinarse ante el poder que había intentado desafiar.“No soy un peón…” se repitió una última vez en un intento de convencerse, pero las palabras sonaban huecas. Se colocó la chaqueta y salió de su departamento hacia el edificio donde se reuniría con sus nuevos “aliados”. La presión en su pecho era sofocante mientras caminaba por las calles oscuras y desiertas, como si el mismo asfalto bajo sus pies fuera un reflejo de su propia alma marchita.A las afueras de un rascacielos imponente, un
Nicolás no podía ver nada más allá de las paredes negras del automóvil en el que lo habían encerrado. Sin ventanas, sin posibilidad de saber hacia dónde se dirigía o cuánto tiempo llevaba atrapado. El silencio que rodeaba el vehículo era opresivo, y la presencia de los dos hombres que lo escoltaban en la oscuridad, inquebrantables y vigilantes, solo aumentaba la tensión. Podía sentir sus miradas fijas en él, como si cada segundo de su existencia fuera observado y juzgado.Sabía que cualquier intento de resistencia sería en vano, pero su mente seguía activa, evaluando posibles salidas, cada oportunidad que pudiera surgir. Mientras el vehículo continuaba su recorrido, la tensión en su pecho crecía, y los ecos de sus propios pensamientos se convertían en un murmullo incesante.Finalmente, el vehículo se detuvo. Uno de los guardias tocó suavemente su hombro, señalándole que saliera. Al abrir la puerta, Nicolás quedó momentáneamente cegado por la luz que inundaba el exterior. Al acostumbra
Nicolás sintió que el peso de aquella llamada aún colgaba sobre él como una soga. Había tenido que enfrentarse a hombres tan duros como él, había vuelto a poner un pie en los negocios, pero aquella voz misteriosa le recordaba que, en su mundo, cada paso podía ser el último. Aun así, su mirada era dura y decidida. Sabía que estaba cerca de obtener de nuevo el poder, pero el camino solo se volvía más oscuro. Cada noche le acercaba más a una espiral de violencia y traición que absorbía cada aspecto de su vida.Era tarde cuando, camino a su auto, el rugido de una motocicleta cortó el silencio de la noche. Los faros iluminaron brevemente el rostro de un hombre con el casco oscuro, el cual no parecía un mensajero casual. Nicolás sintió un escalofrío. Era imposible reconocer al conductor, pero la expresión que mostró por un segundo antes de girar la moto no dejaba lugar a dudas. Aquella no era una coincidencia. Dio un paso hacia adelante, evaluando la situación; la motocicleta se alejó en un
Nicolás despertó en una fría habitación, sus manos todavía atadas. La iluminación apenas iluminaba el lugar, suficiente solo para revelar las grietas en las paredes y el polvo acumulado en el suelo. Sentía la garganta seca y la presión de las cuerdas alrededor de sus muñecas, que habían cortado la circulación de sus manos. Al observar alrededor, se dio cuenta de que aquel lugar no era desconocido. Era una vieja bodega donde, años atrás, había cerrado varios tratos importantes. Pero ahora, estaba atrapado en su propio pasado, en un juego peligroso que lo desafiaba a cada instante.—Veo que ya estás despierto, Valverde —una voz grave y desconocida rompió el silencio.Alzó la vista, intentando enfocar la silueta en la penumbra que lo observaba con una expresión de satisfacción. El hombre, de cabello oscuro y un rostro marcado por cicatrices, llevaba una chaqueta de cuero desgastada. Detrás de él, otros dos hombres, tan imponentes como el primero, permanecían inmóviles, como sombras a su
Nicolás se quedó sentado en aquella fría habitación, con la voz de Helena resonando en su cabeza. La confirmación de que estaba viva lo había llenado de una mezcla de alivio y rabia contenida. Sin embargo, sabía que cualquier paso en falso significaría no solo perderla a ella sino perderse a sí mismo en un mundo del que ya no podría escapar. Se levantó lentamente, con una calma calculada, y salió hacia el despacho donde los líderes de las sombras se habían reunido.En cuanto entró, notó cómo las miradas de los presentes se clavaban en él. Unos lo observaban con interés, otros con desconfianza. Pero todos compartían la misma expectativa.—Bienvenido, Valverde —dijo uno de los hombres, un hombre de mediana edad con el cabello entrecano y un aire de autoridad—. Nos han dicho que finalmente has tomado la decisión de aceptar nuestra oferta.Nicolás los miró con frialdad, manteniendo su postura rígida.—Parece que no tenía otra opción, ¿verdad? —respondió en tono desafiante—. Ustedes han he