Esa noche mientras Angelo cae profundamente dormido, Antonella revive su primera noche al lado de Albert, el deseo la invade y la necesidad por saber de él, se intensifica. Se levanta lentamente de la cama, toma la cartera tipo sobre, saca su móvil y luego se dirige sigilosamente hasta el balcón de la lujosa suite. Busca su contacto, el mismo que había bloqueado en su agenda, creyendo que de esa forma podría bloquearlo de su corazón. Basta apenas un movimiento de sus dedos, pizca en la pantalla y ve su foto de perfil. Abre la imagen y acaricia con sus finos dedos el rostro de su ex jefe y amante; dibuja sus labios, exhala un suspiro al recordar sus besos. Las dudas la invaden, aunque su corazón le insiste en que lo llame, su racional la cuestiona. Acababa de darle un sí, a un hombre que estaba dispuesto a darlo todo por ella, y ella en cambio, deseaba saber de Albert Miller, un hombre prohibido. Mira su última conexión, media hora atrás. Tal vez ya se había dormido, piensa. Es
Pronto, los vecinos se acercan al lugar, alarmados por su grito. Dos de ellos lo ayudan a levantarse y lo trasladan hasta el hospital. Mientras tanto, Antonella comienza a impacientarse al ver que Angelo no llega. La ansiedad crece en su pecho, decide tomar su móvil e intentar llamarlo, pero no recibe respuesta de su parte. Su corazón se acelera cuando recibe la llamada de un número desconocido. Con un nudo en el estómago, atiende aquella llamada.—¿Angelo? —pregunta con voz temblorosa. Mas, en lugar de la respuesta deseada, escucha la voz de una mujer que anuncia una fatalidad.—Lo siento, señora. El Sr Angelo Paulini está recluido en la emergencia de nuestro hospital. Necesitamos que venga lo antes posible. Antonella siente una fuerte presión en su pecho, la desesperación la invade mientras un escalofrío helado recorre su cuerpo. Sin pensarlo dos veces, llama a Jácome, quien rápidamente se traslada al hotel y en unos cuantos minutos llegan al hospital. Aunque Angelo es atend
—¿Qué tienes que decirle a tu padre, Marcos? —pregunta Claudia quien acaba de recibir el mensaje de Piero. —La verdad mamá, la verdad sobre… —¿De que verdad hablas? —cuestiona Mauro. Claudia abre sus ojos haciéndole señas a su hijo para que no le cuente sobre aquel pasado.— ¿Cuál verdad, Marcos? —insiste. —Antonella Cerati, es tu hija —suelta sin más. —¿De dónde sacas eso, hijo? —Claudia interviene con desesperación— Te dije que está mal de la cabeza —agrega, tratando de distraer a Mauro. —No estoy loco, mamá. Lo dijiste el día que tuve el accidente. Para Mauro, aquella verdad es como un puñalada atravesado su corazón. Ahora entiende porque Antonella insistía tanto en hablar con él, la foto, sus llamadas. ¡Oh por Dios! Había intentado acabar con su propia hija. Mauro avanza hasta las escaleras, mientras Claudia le pide detenerse. Debía hablar con su hija. —¿Cómo te atreviste, Marcos? Me has traicionado, a mí que soy tu madre. —Mi padre merece saber la verdad, mamá.
Luego de un profundo silencio, Mauro se dirige con Antonella hasta la habitación de su socio, dejando sorprendido a Angelo por su inesperada visita y sobre todo por la afinidad que observa entre la pelirrubia y el multimillonario. —¿De qué me perdí? —pregunta con sarcasmo. —Luego te lo explico —Antonella le da un guiño. —Supe lo que te ocurrió. La buena noticia es que ya lo detuvieron. —¿En verdad, papá? Angelo mira confundido a su prometida. —¿Papá? —pregunta, incrédulo de lo que está oyendo. —Luego te explico. Voy por un café y regreso. ¿Deseas algo de beber Jácome? —Sí, un tinto bien cargado. Antonella sale de la habitación junto a Mauro y se dirigen al restaurante ubicado frente al hospital. Estando allí, la pelirrubia le cuenta sobre la relación entre ella y Angelo, además de que no volverá a caminar.—Por lo menos, mi nieto tendrá a sus padres juntos. —Angelo no es el padre. —responde ella, dejando a Mauro boquiabierto. Antonella le relata su relación con s
Albert recibe la noticia de la detención de Robert por la muerte de su propio hijo. A pesar de sus diferencias no puede evitar sentirse consternado. No le deseaba mal a su hermano, siempre cuidó de él y quiso ayudarlo como podía. Mas, debía pagar por todo el daño que había hecho. —Raquel perdió a su hijo y Robert está detenido. —¿Qué dices? —pregunta con asombro, Marta. —El abogado de la empresa acaba de informarme sobre los cargos que se le imputan, agresión física a Raquel y provocar la muerte de su propio hijo. —Lo tiene bien merecido. —responde con frialdad— ¿No lo crees? Albert exhala un suspiro, aunque sabe que lo merece, no imagina todo lo que deberá enfrentar estando tras las rejas. —Iré a descansar —dice y sube las escaleras pesadamente hasta su habitación. El móvil de Marta comienza a sonar, atiende al ver que se trata del médico a donde Robert la llevó aquel día en que perdió a su hijo. —Sra Miller acabo de ver las noticias sobre la detención de su marido, q
Angelo observa desde la ventana de su habitación, el mar. A pesar de estar junto a la mujer que ama, no es feliz. Su vida se convirtió en un absoluto caos, aquella noche en la que Fabiano lo atacó. Han pasado dos semanas desde entonces y aunque Antonella no hace otra cosa que cuidar de él y apoyarlo con el manejo de la empresa, siente que su vida, no tiene sentido alguno. Tocan a la puerta de su habitación y rápidamente limpia su rostro cubierto de lágrimas. —Puede pasar —responde con un tono áspero. La puerta se abre. Siente la mano sobre su hombro y voltea para comprobar que es su buen amigo Jácome. —Hola —contesta parcamente y continúa viendo hacia el mar.—Mi querido y buen amigo, Angelo. Piensas dejarte vencer en esta batalla. —Vamos Jácome, no necesito una clase de motivación personal en este momento. ¿No te das cuenta que soy un ser inútil? —espeta. —Estás peor de lo que imaginaba y sólo porque no puedes caminar. Angelo se mofa de las palabras de su amigo. —¿
La muerte de Jácome es un golpe de realidad para Angelo, quien no logra sacar de su mente, la imagen de su amigo, mucho menos olvidar aquella frase que se repite en su cabeza “La muerte es irreversible” Tenía una promesa que cumplirle a su amigo y a sí mismo: hacer feliz a Antonella. Luego de despedir a su buen amigo Jácome, regresan a casa. Durante esos dos días, Angelo se encierra en su habitación, mientras Antonella teme que no pueda superar aquel revés de la vida. Sin embargo, el lunes en la mañana, tocan a la puerta de su habitación, Antonella se levanta de la silla y camina hasta la puerta mientras termina de peinar su cabello para salir a la empresa. Al abrir la puerta, sus ojos casi salen de su órbita al mirar elegantemente vestido a Angelo. —Iré contigo a la empresa. —afirma.—¿Pero, cómo hiciste para vestirte? —pregunta aún sorprendida no sólo por el cambio de su aspecto físico, sino de su actitud. —Con la ayuda de Miguel. —Pues, dame un minuto, ya casi termin
—Ven hija, —insiste Mauro. Antonella mira confundida a todos lados, recibiendo los aplausos de los invitados, mientras Claudia es fotografiada por los paparazzi en su peor versión: la de mujer ignorada y rechazada. —Ve, mi amor. Lo mereces. —Angelo la insta a levantarse e ir hasta la tarima. Antonella se pone de pie, camina hasta donde están su padre y su hermano. En tanto, Claudia se apresura y va detrás de ella, justo cuando la pelirrubia se dispone a subir, siente que alguien la toma del brazo con fuerza. —Nunca serás una Moretti, bastarda. —¡Suéltame! —dice tratando de zafarse. Al ver la acción agresiva de Claudia con su hija, Mauro da la orden para que sus guardaespaldas la detengan. Rápidamente, los dos hombres se acercan y la toman de ambos brazos. —Sáquenla de aquí. —ordena con firmeza. —Suéltenme animales. No se les ocurra tocarme —grita resistiéndose a salir de allí.— Hijo, no puedes hacerme esto. Y tú, Mauro te juro que te voy a hundir, nadie va a querer ser