Capitulo 3

"Nuestras palabras dicen, lo que el corazon calla"

Azura

El aroma... nardos y fresas maduras, tan dulce, tan embriagador. Sentí que el suelo temblaba bajo mis pies descalzos mientras avanzaba como hipnotizada, mis sentidos tomados por una fuerza ajena, instintiva, que no comprendía del todo. Rosaly rugía en mi interior, cada paso hacia esa puerta sellaba algo dentro de mí. Algo nuevo. Algo inevitable.

—. ¿Qué me hiciste?

No supe qué responder. No podía. Las palabras se ahogaban en mi garganta mientras nuestras miradas se entrelazaban, una fuerza invisible nos ataba. Lo sentía. Ese lazo. El que siempre había oído en las historias. El que había negado que fuese real para criaturas como yo. Y sin embargo...

Lo vi dar un paso hacia mí. Su cuerpo tenso, contenido. Casi como si luchara consigo mismo.

—¿Por qué hueles así? —gruñó—. Maldita sea, Azura... ese aroma... eres tú.

—Yo... —murmuré, con la voz temblorosa—. Solo me transformé... por primera vez. Rosaly... mi loba... despertó.

Él parpadeó, sorprendido.

—¿Rosaly?

Asentí. No sabía cómo explicarlo. Todo era tan nuevo, tan abrumador. No sabía si debía temerle... o rendirme a esto que ardía entre nosotros.

Kael se acercó más. Mucho más. Su calor me envolvió y su aroma me asfixió dulcemente. Era poder. Era deseo. Era mi maldito compañero.

Su mano rozó mi mejilla, y todo en mí tembló.

—No puede ser... —susurró, y por primera vez, su voz se quebró—. No tú.

Lo miré a los ojos, sintiendo la conexión sellarse, invisible pero irrompible. La marca del destino. El vínculo que jamás podría romperse.

—¿Por qué yo no, Kael? —le pregunté con voz apenas audible.

Sus labios se curvaron en una expresión amarga, como si luchara contra un millón de emociones al mismo tiempo.

—Porque te hice daño... demasiadas veces.

—Sí —dije sin dudar—. Y aún así, aquí estamos.

Entonces, él ya no resistió más.

Su boca encontró la mía con una desesperación que me quemó la piel. Me besó como si el tiempo le debiera todas las caricias que no me había dado, como si el universo le hubiera robado mil vidas y ahora intentara vivirlas todas en una sola noche. Me dejó sin aliento, pero no me importó. Sus manos me sujetaron con fuerza por la cintura mientras me levantaba del suelo sin esfuerzo, y yo me aferré a él como si en su pecho encontrara por fin algo parecido a un hogar. Me llevó por los pasillos ocultos del castillo hasta su habitación sin romper el beso, con la respiración agitada, con su cuerpo vibrando contra el mío. Al entrar, me recostó con cuidado sobre la cama, y sus ojos me buscaron en la oscuridad.

—¿Puedo...? —preguntó con la voz grave, temblorosa. Por primera vez, no como Alfa. Sino como hombre.

Lo miré sin miedo.

—Sí... —confesé con la voz ahogada en deseo.

Entonces, no hubo más palabras. Solo el lenguaje de la piel, del alma. Nuestros cuerpos se entrelazaron bajo la luna, mientras el vínculo brillaba como una llama nueva y eterna. Fue fuego. Fue redención. Fue la furia y la ternura. Fue lo que nunca creí merecer. Lo que él jamás pensó tener. Y mientras su aliento se mezclaba con el mío y su piel me devolvía la vida, entendí una sola cosa con absoluta claridad. Ya no era una esclava. Era una reina. Y él... mi mayor error.

Nunca me había sentido tan confundida.

Me entregue en su cama. En la del futuro Alfa. Mi supuesto compañero.Su respiración aún golpeaba mi cuello, y su brazo, fuerte y posesivo, me rodeaba la cintura. El calor que nos envolvía era el de dos cuerpos unidos por más que una noche… o eso creí.

—Kael… —susurré, intentando incorporarme.

Sus ojos se abrieron de golpe, dorados como llamas, brillando con un desconcierto que no entendí al principio.

—¿Qué hiciste? —gruñó, su voz áspera, salvaje.

—¿Qué…? Yo no hice nada. Tú…

—¡Cállate! —se apartó como si mi piel le quemara—. No puede ser... no puede ser que tú... —se levantó, furioso, jadeando—. ¡Tú eres una maldita omega! ¡Una esclava!

Sentí que mi alma se rompía en mil pedazos. Me cubrí con las sábanas, temblando.

—¿Eso soy para ti? —pregunté con la voz rota—. ¿Una esclava?

—¡Sí! —escupió la palabra como veneno—. No puede ser que tú seas mi compañera… ¡tú no! Esto es un error. Eres sucia, insignificante, débil…

Su mirada me atravesó como un puñal. Pero lo que dijo después fue lo que realmente me desangró el alma.

—Me das asco.

Tragué el nudo en mi garganta. Mi loba, Rosaly, gruñía dentro de mí, dolida. Pero también confundida. No entendía por qué no sentíamos el dolor que se supone debía venir con el rechazo.

—Entonces… —me levanté, desnuda y temblorosa—. Recházame.

Él me miró, su mandíbula tensa, su cuerpo hecho un torbellino de rabia y deseo contenido.

—Te rechazo, Azura. Rechazo nuestro vínculo. Rechazo todo lo que eres.

Las palabras cortaron el aire… pero no mi alma. No sentí dolor. Ni un solo espasmo. No como se decía que ocurría. Yo no me quebré. Pero él… él cayó al suelo.

— Alfa Kael acepto tu rechazo—me quedé helada.

Él se agarró el pecho, con los ojos muy abiertos, como si algo lo estuviera destrozando por dentro.

—¿Qué… qué es esto?

Rosaly susurró en mi mente con voz calma pero firme.

"Él te ha herido. Te ha juzgado. El dolor del alma no se comparte con quienes no lo merecen."

—Yo… no siento nada… —murmuré—. ¿Qué soy…?

Me vestí con lo poco que encontré, evitando mirarlo. Él aún jadeaba en el suelo, quebrado. Pero yo… estaba entera. Más rota por dentro, sí, pero no como esperaba. Corrí. Corrí fuera de su habitación, fuera de esa casa, fuera de ese infierno. El aire me golpeaba el rostro, frío y cortante. Pero me daba vida. Tenía que huir. No podía quedarme un segundo más.  Corri a mi habitacion y tome mi unica sandalias. Y no hay marcha atras hoy dejo la manada De Luna De Sangre. Lucía un vestido gris sucio, el único que me quedaba. Pero mi cuerpo… ya no era el mismo. Yo no era la misma.

—Huiré cuando todos estén ocupados. Me perderé entre los árboles del bosque prohibido. Nunca más volverán a encadenarme.

Apreté los puños. Esa sería mi noche. La última como esclava. La primera… como lo que estaba destinada a ser.

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