El Ascenso De La Ultima Reina Lican
El Ascenso De La Ultima Reina Lican
Por: Celeste A. Godoy
PRÓLOGO

 “Los que siembran dolor, cosechan condena.”

Azura

Nunca imaginé que llegaría este momento. No porque no lo soñara, no porque no lo deseara, sino porque había partes de mí que murieron tantas veces que dejé de creer que algo justo me fuera permitido.

Pero aquí estoy.

Reina. Poderosa. Viva.

Y Kael… Kael está de rodillas.

El círculo de piedra tiembla con los susurros de las manadas reunidas. Todos lo observan al Alfa caído, al lobo que fue temido y venerado, reducido a una sombra, a una criatura encadenada, humillada… tal como lo hicieron conmigo.

Siento el viento mover mi capa negra mientras me mantengo erguida en el centro del círculo. Mi corona no necesita joyas, mi presencia es la sentencia. Y mi lobo, que antes temblaba bajo la suela de su voz, hoy ruge con hambre de justicia.

A mi lado, firme y silencioso, está Grayson. Mi verdadero compañero. Mi igual. Él no necesita dominarme para amarme, ni romperme para sentirse fuerte. Él solo está ahí, como una llama que me arropa sin quemarme.

Mi mirada se clava en Kael.

—Te ves pequeño, Kael —digo, y mi voz retumba con la fuerza de la luna llena—. Así como yo me sentí todos esos años.

Kael levanta la cabeza. Su rostro está hinchado, pero aún pretende arrogancia. Aún quiere hacerme creer que tiene poder.

—Yo era un Alfa —gruñe—. ¡Yo era tu destino!

Camino hasta quedar frente a él. Miro sus ojos, y por primera vez, no siento dolor. Siento liberación.

—No. Tú eras mi cruz. Pero aprendí a cargarla, a romperla… y a enterrarte con ella.

Sus puños se tensan. Quiere atacarme, lo sé. Su lobo grita por rebelarse, pero las cadenas de plata lo mantienen quieto. Qué ironía. El mismo metal que él usó en tantas hembras… hoy lo esclaviza a él.

—Tus crímenes han sido expuestos —declaro, elevando la voz para que todas las manadas escuchen—. Prostitución de miembros de tu manada. Maltrato. Tortura. Asesinato. Y el crimen más oscuro de todos: traicionar el lazo sagrado del vínculo.

Kael escupe sangre a mis pies.

—¿Y qué vas a hacer, Azura? ¿Matarme?

Sonrío. Fría. Letal.

—No. Eso sería un regalo.

Me giro hacia el consejo. Mi capa ondea con violencia cuando el viento sopla.

—¡Por mi autoridad como Reina Lican, condeno a Kael al exilio eterno! —proclamo—. Será degradado al rango de Omega. Marcado como desterrado. Ninguna manada podrá ofrecerle refugio. Ningún lobo podrá darle nombre. ¡Su alma vagará sin luna, sin manada, sin redención!

Un rugido de los presentes se alza como un trueno.

Kael forcejea, grita, pero yo ya no lo oigo. Mi justicia lo silencia. Lo aplasta.

—¡Sella su marca! —ordeno.

Los guerreros renegados se acercan. El hierro incandescente en forma de luna rota arde al contacto con su piel. Su alarido corta la noche como un relámpago.

No me vuelvo.

Grayson se acerca, su mano encuentra la mía.

—¿Estás segura? —me pregunta, en voz baja.

Lo miro.

—Estoy viva, Grayson. Por primera vez… estoy viva.

Y mientras la luna observa, silenciosa y satisfecha, dejo que Kael se arrastre fuera del círculo.

Sin gloria. Sin nombre.

Solo con su locura.

Tal como él me dejó a mí. Pero ese sera mi gran error.

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