La verdad fue dicha

Charlotte se había quedado sin habla también, pero en medio del desconcierto y el furor su mente trabajó rápidamente, en especial al ver a Charlene parada detrás de Reginald con la cara de sorpresa por haber escuchado las palabras de Reginald con toda claridad.

Se levantó como movida por un resorte y le pasó el brazo por los hombros a su hijo en actitud protectora.

—¡Por supuesto que no son tus hijos, desgraciado! —le gritó con furia— Ellos no hubieran podido ser hijos de un estúpido como tú.

La cara de de Junior y la de Charlene eran un poema al desconcierto, pero sólo por unos segundos, porque cuando digirieron la información su rostro se tornó en satisfacción, alegría y orgullo al mismo tiempo.

—¡Lo sabía! —exclamó Charlene con alegría incontenible.

—¡Ja! —se burló Junior de Reginald— Jamás podrás igualar a mi padre, tonto.

Ahora el sorprendido era Reginald, había dicho las cosas sin pensar, solo para lastimar, pero la cosa se había vuelto contra él de una manera que no esperaba. F
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