El comisario Brown se sentía inquieto. Brian Lancaster volvía a ser un dolor de cabeza para él, jamás se le había ocurrido que lancaster volviera a la ciudad, de hecho siempre había acariciado la idea de que este hubiera muerto tirado en cualquier callejón de alguna ciudad lejana.Pero no había sido así… y ahora con la desaparición de sus dos agentes más cercanos, las cosas se le estaban poniendo color castaño oscuro.«Pero qué demonios habrá ocurrido con ellos —se preguntaba»El comisario había puesto una alerta a nivel nacional sobre la desaparición de sus dos hombres y había mandado a fijar carteles por todo el condado con las fotos de ellos por si acaso alguien los hubiera visto.Pero ya habían pasado muchos días y no había ni la menor noticia acerca de ellos. Incluso le había escrito la policía nacional indicándole que enviarían a uno o dos agentes para abrir una investigación por parte de la policía federal.Sin embargo, nada de esto tranquilizaba a veterano policía. Y estaba ca
El comisario tomó un desvío apenas un par de kilómetros más adelante de donde había detenido a Brian, luego lo siguió por unos tres o cuatro kilómetros más, atravesando un pequeño bosque, el cual, unido a la distancia de la vía principal, lo hacía un sitio bastante aislado y solitario.Al pasar un recodo se abrió una amplia zona donde estaba enclavada una cabaña de gruesos troncos. El comisario estacionó la patrulla en una especie de cobertizo o enramada abierta en los costados.—Ya puedes bajar, Lancaster —le dijo el comisario con cara de complacencia— Y no pienses en huir de aquí, alrededor hay varios pantanos y podrías tener un “accidente”A pesar de la clara amenaza, Brian se veía tranquilo, aunque su expresión era dura y se notaba que estaba molesto, en especial al pensar en las víctimas que el comisario y sus secuaces habían torturado y matado allí mismo.Brown lo tomó por la esposas y lo empujó hacia la cabaña, luego de abrir la puerta lo hizo entrar con un fuerte empujón, y co
La palidez cadavérica del comisario Brown era proporcional a la sorpresa de ver al amigo de Brian Lancaster apuntándole con un arma mientras esgrimía una placa de agente federal con la otra.Y su sorpresa aumentó a niveles inconcebibles cuando aparecieron detrás de Robert, un par de agentes federales bien identificados con sus chalecos e insignias oficiales, y detrás de estos apareció nada más ni nada menos que el fiscal de distrito acompañado por un asistente.—U - u - usted… ¿qui - quién rayos es? —logró medio balbucear el comisario.—Soy el Marshall Robert Harris, comisionado nacional de la policía federal —le dijo con tono duro y oficial al mismo tiempo— Ahora deje caer ese cuchillo, con lentitud. Y dese la vuelta y tome el arma que tiene en la cintura con dos dedos y con mucho cuidado la deja caer al suelo, no me gustaría tener que dispararle aquí mismo.El comisario Brown estaba sudando frío y sentía la impotencia que debieron haber sentido sus víctimas al enfrentarse a él indef
Brian Lancaster llegó a la casa Taylor esa noche bastante contento. Ahora Charlotte era una mujer libre, y con ello podía hacerla su esposa de nuevo. Una sonrisa distendió sus labios cuando bajó de su auto, y esta vez se había llevado su auto, El Bugatti “La Voiture Noire” para que estuviera acorde con la ocasión.Bajó del auto y tomó una pequeña y elegante bolsa que había pasado buscando por el centro comercial.Con soltura caminó hasta las escaleras de la mansión y las subió con un pequeño trote. Cuando llegó arriba lo estaba esperando Charlotte, vestida con un sencillo traje de seda negra y un cinturón de cristales.—Amor… —Charlotte ahogó las palabras de Brian al sellarle la boca con un suave y cálido beso.Cuando al fin pudo respirar de nuevo miró a Charlotte con los ojos turbios del deseo y el amor entremezclados.—¡Wow! —Alcanzó a decir medio sofocado por los besos— Esto sí que es el recibimiento de un rey.—Y ahora es que faltan más recibimientos así —le dijo Charlotte.Luego
Esa mañana Brian se levantó con la mente alerta, este iba a ser un día muy importante en su vida y en la de las personas que tenían que ver con él.Sonrió al recordar la noche anterior, donde se había ganado a pulso el corazón de la anciana abuela Taylor. Habían salido a pasear y Brian se mostró obsequioso con la dama, para cumplir lo que ella le había dicho: Que tenía esos días para consentirla, y al final de esa noche, Viola Taylor no tenía ni la menor queja del comportamiento exquisito de su nuevo “nieto”.Pero hoy era un día aún más importante, la reunión de la junta directiva de la empresa minera y los accionistas. Todos se reunirían para presentar las propuestas que tenían para la empresa inversora y luego develar la compra de acciones, algo que sin duda no le gustaría para nada a Rufus Reynolds.Cuando salió de su habitación, la mayoría de sus ejecutivos lo esperaban en la sala de reuniones de la suite. Todos estaban listos para salir, así que después de los saludos todos salie
Rufus Reynolds estaba pensando a toda velocidad, haría lo que fuera necesario para salvar su parte de la empresa, en especial la de seguir siendo el Director General de la empresa minera. Se había acostumbrado tanto al poder que había ejercido los últimos años en la empresa, de manera que no concebía posible quedar fuera de la directiva de la compañía. Por ello estaba dispuesto a sacrificar casi cualquier cosa, incluso estaba pensando vender las tierras de la familia en el norte. Los Reynolds tenían grandes haciendas de ganado y cultivos, con los cuales sus antepasados habían levantado una poderosa estirpe, y no solo familiar, sino también económica.El inspector estaba haciendo entrega los certificados simbólicos de las acciones que el consorcio había comprado, ahora solo faltaba los anuncios finales y la elección de la nueva junta directiva.—Bueno, mis queridos señores —continuó diciendo el inspector de la Comisión Nacional de Valores— Una vez terminados estos procedimientos legal
Como pudo Reynolds permaneció callado y sentado muy quieto en su asiento, con la espalda rígida, como si temiera rozar, en cualquier momento, contra Brian Lancaster.Cuando terminó la reunión, Rufus Reynolds se levantó con rapidez para salir. Lo habían destituido como Director General de la empresa minera y ya no tenía nada que ver con la Junta Directiva, ahora era solo un inversionista más y la cantidad de acciones que tenía eran irrelevantes comparadas con las que poseía Brian Lancaster.Y para poner su situación mucho peor, el consorcio KLD iba a emitir una tirada de acciones adicionales, con lo que el valor de su participación en la empresa quedaría severamente reducido, aunque a la mayoría de los accionistas le agradó porque significaba solidez y mayor dinero a largo plazo.Pero cuando salía de su oficina, después de recoger todas sus cosas, se llevó una desagradable impresión. Delante de la sala de juntas su hija Charlotte y Brian se daban un beso en la boca sin importar las per
Rufus esperó en la salida del gran casino de los Murray, allí se le reunió Antony Morgan junto con dos sujetos mal encarados.—El jefe me dijo que lo ayudara, señor Reynolds —le dijo el matón con tono respetuoso. Mentalmente Rufus le agradeció la deferencia.—Sí —dijo medio nervioso— Necesitamos sentarnos en un lugar poco concurrido para trazar un plan.El mafioso le dio un nombre y Reynolds se dirigió a un modesto restaurante en las afueras, donde se sentaron y pidieron algunas bebidas.Cuando llegaron al local ocuparon una de las mesas más retiradas de la entrada, allí, en pocas palabras, Rufus Reynolds le planteó lo que necesitaba al matón de los Murray: Un secuestro.—¿Y a quién vamos a secuestrar, Míster Reynolds? —preguntó Antony mirando al caballero con curiosidad.—A mis nietos —respondió escuetamente.El matón no pudo contener la risa.—Eso es gracioso, Míster Reynolds —le dijo Antony sin dejar de sonreír con la maldad reflejada en la cara— Imagino que hay que tratar a los ch