—¿Por qué dices eso? —dijo Charlotte cuando pudo recuperar el habla.—Porque es agradable —le respondió su hija— Se ve que es muy inteligente, es guapo y sabe tratar a las personas —hizo una breve pausa antes de continuar— Pero no es solo eso, es que… se siente bien estar con él.Charlotte le dio un beso a su hija antes de volver a arrancar el auto, pero prefirió no decir nada más porque la emoción la dominaba. Ahora más que nunca necesitaba hablar con Brian Lancaster, y rogaba porque él la amara todavía. Quizás habría una esperanza para ellos……………………….No fue nada fácil para Lancaster ver marchar a la chica de sus sueños, el amor de su vida, mientras él se quedaba allí, de pie, solo en medio de un centro comercial que sin ellos se volvió frío de repente.Y lo más difícil fue verla marchar con sus hijos. Brian se preguntaba si sería posible que sus hijos supieran que él era su padre, eran unos niños adorables, más bien unos jovencitos.La chica era muy vivaz e inteligente, y el chico
Después de llegar a casa, los chicos subieron corriendo a sus habitaciones como siempre acostumbraban. Charlotte también se retiró a sus habitaciones, no quería ver a su marido porque si se le ocurría preguntarle cómo le había ido, de seguro se le subirían los colores al rostro al recordar el encuentro con Brian Lancaster.¡Había sido todo tan extraño! Ella no pensaba encontrarse con él ese mismo día. Pero lo malo había sido que, mientras se medía los vestidos y se probaba la ropa interior y los accesorios, en ningún momento dejó de pensar en Brian, cada vez que lucía un vestido pensaba en si a él le gustaría.Y con la ropa interior había sido peor, porque se imaginaba quitándose el vestido y quedando en un hermoso sostén de blonda transparente, que dejaba entrever con bastante claridad sus pezones en un color rosa subido, y en el minúsculo bikini que había comprado a juego con el brassier.De solo recordarlo un extraño calor comenzaba a subir por sus piernas hasta llegara a su intim
Reginald no le contestó de inmediato sino que entró en su cuarto apartándola a un lado. Cuando le pasó cerca, Charlotte pudo oler el tufo a licor que llevaba Reginald.—No creas que no sé lo que estás planeando —le dijo en voz innecesariamente alta— Pero si crees que voy a dejar que te comportes como una zorra estás muy equivocada.Charlotte estaba sorprendida, primero de que la acusara de algo que no estaba en sus planes, aunque con gusto quisiera comportarse como una cualquiera con Brian, porque era su derecho. Y segundo, que a Reginald se le olvidara, por causa del alcohol lógicamente, que ya ella no era ninguna tonta indefensa, que se había defendido de sus ataques con mucho éxito, por cierto.—Primero me bajas la voz y segundo te explicas —le dijo con voz acerada que hizo que Reginald se calmara un poco — Y todo eso en menos de cinco minutos porque mi padre me dejó un trabajo para mañana, ¿Me entiendes?La amenaza velada en las palabras de Charlotte hizo que su tono bajara, pero
Brian Lancaster se había levantado y duchado con tranquilidad, al fin y al cabo era temprano, a pesar de que se había quedado dormido mientras descansaba un poco en la amplia cama de la suite.Había comprado un traje completo de buena marca. En esto se había sorprendido, porque cuando se había ido de Barlborough, este era una ciudad naciente, algo más que el pueblo que siempre había sido, y para comprar buena ropa o ropa de marca, generalmente, las personas de dinero viajaban a la ciudad mas cercana o a la capital, si sus medios se lo permitían.Ahora la ciudad era pujante, llena de cosas modernas con centros comerciales muy grandes, todos ellos llenos de tiendas de marca, como Zara, Nike y otras.Se vistió con parsimonia, pensando y pensando en la mujer que siempre había amado.Pero todos esos pensamientos seguían siempre el mismo derrotero: Acelerar su venganza, recuperar a la mujer que amaba y ahora se le añadía otro elemento, recuperar a sus hijos.La suerte de la familia Reynolds
Charlotte tomó un gran sorbo de aire antes de entrar al salón de fiestas, estaba segura de que iba a causar conmoción, en particular en su padre. Pero también en aquellos que la habían conocido durante años y jamás la habían visto vestirse de una manera tan sensual y abierta.Sin embargo, todo ello no le importaba mucho, o al menos no tanto como lo que esperaba causar en Brian Lancaster. Se sentía nerviosa como una colegiala que estuviera a punto de hacer su debut en la sociedad, pero ya la suerte estaba echada, ya había tomado sus decisiones y ahora venía lo fuerte.El camarero le abrió la puerta gentilmente, aunque sus ojos no se quitaban del amplio escote del vestido, el cual dejaba al descubierto una generosa porción de sus pechos esbeltos.Había unos escalones desde la puerta hasta el nivel del salón, así que los bajó con cuidado, llevaba unos tacones altos y ella muy pocas veces los usaba, aunque caminaba con tranquilidad y soltura con ellos.Lo primero que vio fue la mesa donde
Charlotte bailó casi una hora sin detenerse, su padre había estado casi todo ese tiempo sin dejar de vigilar a Brian Lancaster y de vez en cuando miraba hacia su hija bailando con alguno de los socios o de los invitados.Ella llegó un poco sudorosa por la movida velada de baile, pero a ella le encantaba bailar y estaba en muy buena forma física. Así que cuando el señor Hughes la invitó a bailar de nuevo lo hizo aceptando con una cálida sonrisa.En ese momento, Larry Colton, quien era el vicepresidente de la corporación KLD, se acercó para buscar conversar con Rufus Reynolds, este por supuesto sabía de quién se trataba año que se desentendió de su hija y se concentró en las preguntas que este le hacía acerca de la minera.De hecho, Colton le hacía preguntas tan puntuales que tuvo que llamar a su vez al gerente general de la minera para que lo ayudara a responder. Así que a los pocos minutos estaban enfrascados en una interesante conversación de negocios, y tan metido estaba Reynolds en
Cuando salieron a la terraza, Brian echó un rápido vistazo a los alrededores. Vio la escalera que conducía a la terraza superior y luego vio las que descendían al jardín de abajo. Sin soltar la manos de Charlotte se acercó a la baranda para ver la distribución del jardín, y luego mirando hacia dentro del salón para ver si alguien los veía dio media vuelta y se dirigió a las escaleras que descendían al gran jardín de la parte baja de la terraza.Este era mucho más grande de lo que se veía, tenía varios senderos y Brian, llevando aún a Charlotte de la mano y sin decir nada, miraba hacia un lado y hacia el otro, parecía como si estuviera buscando algo. Pero Brian no se detuvo hasta que hubieron llegado casi al final del jardín, porque se veían las luces de la gran avenida que rodeaba el lugar.Allí se metió por un sendero que los condujo a una pequeña fuente, pero más allá se vislumbraba otra fuente, un poco más grande pero rodeada de plantas más tupidas.Apenas llegaron Brian atrajo a C
El alocado ritmo del corazón de Charlotte volvió de nuevo, y junto con él el deseo imparable que comenzaba a nublar sus sentidos de nuevo, y ahora más, porque la mano de Brian levantó un poco su vestido hasta que tocó la ardiente piel de su pierna.Por allá, en el fondo de su mente, su parte racional trataba desesperadamente de decirle que se detuviera, que detuviera a Brian, porque en cualquier momento alguien podría entrar en esa parte del jardín y los vería en tan comprometedora postura.Pero su mente obnubilada no le prestaba la menor atención, ahora solo sentía, y sentía como había querido sentir desde hacía muchísimo tiempo. Se sentía, por primera vez en muchos años, una mujer de nuevo, una mujer en la plenitud de su florecer… y lo peor era que quería seguir sintiendo.Brian tampoco estaba en sus cabales. El hecho de que la mujer que amaba estuviera allí con él, como si no hubieran pasado quince años, sino que fuera un día después de que estuvieron juntos en ese hotel, amándose