Capítulo 4: Los Planes de Alec

Alec Jerkyngs caminaba con paso firme a través del largo pasillo de piedra que llevaba a su cámara privada. El eco de sus botas resonaba en la penumbra del castillo que había tomado como suyo tras la muerte de su tío y su primo. Las paredes húmedas y el aire cargado parecían reflejar la misma oscuridad que lo consumía. Sus labios esbozaban una sonrisa cruel mientras sus dedos se cerraban en un puño, anticipando la satisfacción que pronto sentiría.

Desde que se había proclamado Alpha de la manada True Blood, había reinado con puño de hierro, instaurando una atmósfera de miedo y sumisión. Sin embargo, había un problema que le carcomía desde el inicio: Casandra. Esa m*****a loba indomable, fuerte y desafiante, que seguía siendo un obstáculo constante. Había intentado quebrarla durante años, pero cada intento había sido en vano. Casandra no era como los demás. Su fuerza, tanto física como mental, la hacía peligrosa. Pero más allá de eso, había algo en ella que despertaba en Alec una necesidad enfermiza de poseerla.

La deseaba, no solo como una Beta, sino como algo más. Casandra, con su poder y habilidades, representaba todo lo que él quería controlar. La Beta más fuerte de la manada debía ser suya, no por respeto o admiración, sino para demostrarle a ella y a todos que nadie, ni siquiera ella, podía resistirse a su voluntad. Sabía que si lograba someterla, el resto de la manada caería completamente bajo su dominio.

Al llegar a su sala privada, Alec abrió las puertas con fuerza, revelando una reunión de sus secuaces más leales. Eran un grupo de lobos despiadados, hombres que disfrutaban de la violencia, del poder y de las recompensas que Alec les prometía. Entre ellos estaban Ronan, un lobo de gran tamaño y de moral inexistente, y Kael, un astuto estratega cuyo único interés era satisfacer su propia sed de sangre. Ambos se habían mostrado fieles a Alec desde el primer día, no por lealtad genuina, sino por los beneficios que les ofrecía su tiranía.

—Señores —comenzó Alec, su voz fría y autoritaria mientras se acercaba a la mesa central—. Hoy es el día en que hablamos de cómo pondré de rodillas a nuestra querida Casandra.

Las miradas de los lobos se alzaron hacia él, expectantes y llenas de una anticipación maliciosa. Ronan se inclinó hacia adelante con una sonrisa torcida, mientras Kael simplemente observaba con ojos afilados, analizando cada palabra de su líder.

Alec se detuvo frente a ellos, apoyando ambas manos sobre la mesa. Su mirada oscura recorrió el rostro de cada uno de sus seguidores, saboreando el momento. Quería que entendieran que esto no era solo un acto de lujuria o poder. Era más que eso. Se trataba de tomar el control total de la manada, de erradicar cualquier resistencia.

—Casandra ha sido un problema desde el principio —dijo, su tono lleno de veneno—. Es fuerte, demasiado fuerte para su propio bien, y ha resistido mis avances. Pero eso está por cambiar.

Ronan soltó una risa burlona, divertido por la perspectiva de que Casandra, la guerrera más temida de la manada, finalmente caería bajo las garras de Alec.

—Siempre pensé que esa perra necesitaba ser domada —dijo Ronan con un brillo de malicia en los ojos—. ¿Y cómo planeas hacerlo, Alpha? Parece que ha sido más un problema para ti que una solución.

Alec lo miró sin inmutarse. No era estúpido. Sabía que Ronan, como muchos otros, disfrutaba viendo cómo Alec luchaba por dominar a Casandra, deleitándose con sus fracasos. Pero esa diversión pronto llegaría a su fin.

—El problema con Casandra es que piensa que aún tiene control sobre su destino —respondió Alec con una sonrisa oscura—. Hasta ahora, hemos jugado según sus reglas, pero eso cambiará. Mi plan es simple: la marcaré como mía. No solo la tomaré, la haré mi hembra, la someteré por completo y la humillaré frente a toda la manada. Una vez que la haya marcado, nadie se atreverá a desafiarme.

Los ojos de Kael brillaron con interés, y Ronan dejó escapar una carcajada ronca.

—¿Vas a marcarla? Eso es algo que nadie podrá cuestionar. Incluso ella no podrá resistirse una vez que lo hagas —dijo Kael, comprendiendo al instante el poder que implicaba una marca de apareamiento. En el mundo de los lobos, una marca era un sello inquebrantable, una atadura física y espiritual entre dos lobos. Una vez marcada, Casandra ya no podría reclamar su libertad ni su fuerza. Sería propiedad de Alec en cuerpo y alma.

Alec asintió lentamente, saboreando las palabras que Kael acababa de decir. El plan era perfecto, implacable. No solo se apoderaría de su cuerpo, sino también de su voluntad. Casandra, con toda su fuerza y orgullo, quedaría atrapada, reducida a nada más que una herramienta bajo su control.

—Así es. Pero no será solo una marca —continuó Alec, su tono volviéndose más oscuro, más perverso—. Quiero que sea un espectáculo, algo que todos recuerden. La tomaré frente a la manada, delante de todos. Quiero que vean cómo su Beta, su símbolo de fortaleza, se rinde ante mí. Quiero que la vean rogar, llorar, suplicar por mi misericordia. Solo entonces sabrán quién es el verdadero Alpha.

Las palabras resonaron en la sala como un eco maligno. Los lobos alrededor de la mesa intercambiaron miradas de aprobación, encantados con la crueldad del plan. Era una muestra de poder absoluta, una que destruiría cualquier resistencia en la manada. Si Casandra caía, la última chispa de rebeldía que quedaba en True Blood desaparecería para siempre.

—Y después de eso, Alpha... ¿qué pasará con ella? —preguntó Ronan, su voz cargada de curiosidad morbosa.

Alec sonrió con frialdad.

—Después de eso, Casandra será mía por completo. Haré lo que quiera con ella. La mantendré cerca, no solo como mi hembra, sino como mi trofeo. Cada vez que alguien se atreva a desafiarme, la usaré como recordatorio de lo que le sucede a quienes creen que pueden resistirse a mí.

Kael asintió lentamente, satisfecho con el plan. Ronan, por su parte, parecía ansioso por ver el espectáculo. Para él, no había nada más entretenido que ver la caída de alguien tan fuerte como Casandra.

—¿Y cuándo planeas hacer esto, Alpha? —preguntó Kael.

Alec se reclinó en su silla, relajado, como si todo estuviera ya bajo su control.

—Muy pronto. Casandra ya está debilitada. He estado jugando con su mente, agotando sus defensas. Solo es cuestión de tiempo antes de que caiga por completo. Cuando llegue el momento, la atraparé, la marcaré y la destrozaré delante de todos. Será algo inolvidable.

Los lobos a su alrededor sonrieron, satisfechos con el plan de Alec. Sabían que, una vez que Casandra cayera, True Blood estaría completamente sometida, sin nadie que se atreviera a alzarse contra el Alpha.

Alec, por su parte, se deleitaba en su propia malicia. Sabía que Casandra era fuerte, pero incluso los más fuertes tenían un límite. Y él estaba dispuesto a llevarla hasta ese límite y más allá. La tomaría, la marcaría y la destruiría, y cuando todo terminara, no quedaría nada de la Beta indomable que una vez había desafiado su poder.

La sala quedó en silencio, llena de una oscura expectación. El destino de Casandra estaba sellado, y solo era cuestión de tiempo antes de que Alec ejecutara su plan.

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