Capítulo cuarenta y uno
—Sara, levántate —grita Elizabeth en mi oído y me tapo con la almohada gracias la luz que entra por el ventanal y me llega a la cara.
No respetan el sueño de los demás.
Unos vagos recuerdos llegan a mi mente y en un salto estoy de pie. Tomó mi cabeza entre mis manos y me asiento por el fuerte mareo—Eso te pasa por brusca, niña terca—miro otra vez donde estoy y hago una mueca.
Nunca he sido fanática del rosado.
—Elizabeth, ¿cómo llegué aquí? —ella me levanta de la cama y me empuja afuera del cuarto chillón—Te pregunté algo, respondeme, madre.
—Deja de llamarme así, y pues tu caminaste sonámbula anoche hasta aquí, ¿no te acuerdas? —niego.
Capítulo cuarenta y dos—Sube —le hago caso y ya adentro me adelanto a ponerme el cinturón y a esperar que el arranque para ir a nuestro destino.—¿No comiste cierto? —asiento.Giro encontrándome con la cara de la lagarta, doy una sonrisa burlona—No logré hacerlo porque tu novia estaba ahí —conduce fuera de la casa y nos incorporamos al tráfico matutino—¿Tienes el cable de cargador? —abre la guantera de mi lado y saca uno.—Dame el teléfono —lo saco de mi bolsillo y se lo doy—¿Eso qué es? —mira extrañado mi huawei.—Eso es mi teléfono móvil, sabes, no todos tenemos para iphone bañados en oro—hace una mueca —Puedes conectarlo y listo y manejas con la vista en la carretera,
Capítulo cuarenta y tres—¿Por qué lo dices? —lo veo directamente a los ojos buscando ese movimiento que me diga que sí.—Porque yo si he creído en esa existencia, no sería algo raro que en este mundo esten cosas sobrenaturales —la camarera pronto aparece con un chico y nuestros almuerzos, este me da una sonrisa y yo sonrío de vuelta.—No, no creo en eso. Parece que le gustas a ese niño —lo miro, su semblante cambia a serio y empieza a tomar los cubiertos para comer—formarían una linda pareja.Tomo el cuchillo de mesa para cortar la carne—No es mi tipo—me enocojo de hombros, sus ojos no abandonan cada uno de mis movimientos y suspiro dejando las cosas en el plato—¿Qué me miras? —toca la comisura de sus labios y se forma una bonita sonrisa en ese rost
Capítulo cuarenta y cuatroCaigo de rodilla y me arrastro cerca de un arbusto, su cuerpo desnudo me insista a preciar el momento y saco mi teléfono sin pensarlo.Enfoco su cuerpo en la cámara y sin prestar atención solo escucho como el sonido de la cámara llama su atención. Sus ojos viajan con velocidad recorriendo todo hasta volver a la normalidad.Tomo asiento y dirijo mi vista en la luna llena que se hace más visible con forme el sol baja. Tengo que irme.Si un animal se topa con él, a él es que se lo van a comer.Me levanto y cruzo las ramas golpeandome con ellas, sigo el rastro para salir y la luna empieza a brillar y faltando poco para llegar a la acera escucho un ruido en mi espalda que me hace voltear.Sabía que era mala idea estar aquí.&nb
Capítulo cuarenta y cincoNunca me han gustado las fiestas, ni para mi cumpleaños, ni graduación, ni nada y hoy tengo una en mi honor.No sería la primera vez que tengo una, pero puedo decir que la anterior fue un total fracaso.Aún lo recuerdo: personas que yo no conocía, licor, borrachos y sobre todo, mujeres con diminutas cosas, o sea, prostitutas.En una fiesta de cumpleaños para una niña se supone que lo que tiene que haber es diversión, juegos, piñatas, niños corriendo y jugando, gente bromeando, pero en la mía todo era un desmadre por parte del señor Alcibíades.Odio a ese señor.Nunca en mi vida me sentí tan poca cosa. Las risas de esas personas todavía las puedo escuchar cuando tengo una pesadilla. A él no le importaba
Capítulo cuarenta y seis—Señorita Sara, venga que le tenemos un regalo—giro mi cabeza por encima de mi hombro y sigo al director hasta el patio trasero.De lejos veo una caja gigante con un moño y me acerco a esta—¿Esto qué es, señor director?—Ábralo y se dará cuenta—me empuja y golpea mis hombros.Achico mis ojos—No me gustan las sorpresas, prefiero las cosas claras—jalo del moño y una torta da directo en la cara del director—sabía que esto iba a pasar—todos empiezan a reír.Él agarra los pedazos que tapan sus ojos y los tira—¿Quién hizo está broma?—grita y todos se quedan en absoluto silencio—Lo quiero aquí ahora mismo.Veo a unos jugadores de fútbol a
Capítulo cuarenta y sieteFrío.Lo único que puedo sentir en donde me encuentro.Me remuevo incómoda en donde estoy y es ahí cuando caigo en cuenta de que no estoy en casa.Subo la vista al cielo ahora todo estrellado y la luna en su punto más alto.¿Cuántas horas me he quedado dormida?Me levanto de suelo y observo mi teléfono sin carga.¡Genial!Ahora como se supone que volveré si no deje rastro alguno y solo la luna me alumbra. Sin dirección empiezo a caminar hacia atrás para llegar a la carretera, pero mientras más avanzo más siento que me estoy perdiendo.Escucho y veo grillos, sapos y arboles por todos lados que no me dejan saber con precisión en el lugar
Capítulo cuarenta y ocho—No era yo, era tu perro—agarro mi cabeza en acto de frustración. Esto no puede estar pasando, ellos no son reales y ni siquiera pueden existir—Oh muñeca si que lo soy y ahora te explicaré algo que tu amado perro no hizo: contarte sobre él.A pesar de todo lo que encontraste sigues siendo incrédula y eso es increíble hasta cierto punto, tu teoria de la vida se basa en cosas reales no sobrenaturales y tu cerebro no se explica como es que cosas así pueden existir, pues yo te contaré—cruza sus brazos detrás de su cabeza —Lo que leíste en el libro que yo deje en la casa de tu amado perro es verdad, todo, después de que lo deje fue un infierno salir de tantos lobos atacandome, pero logré escapar. Los vampiros existimos por un demonio oscuro desobedecer las ordenes directas del mismísimo diablo, en ese entonces e
Capítulo cuarenta y nueveCiertamente no sé pensar que es peor, si todos los humanos viven una mentira rutinaria o que existan seres de este tipo.Escucho un ruido de cristales chocando y observo que el mismo vampiro que me hace llamar su tua cantante estar intacto, sin ningún rasguño.Sonríe irónico —Saben cual es la gracia de matar a un vampiro, que tengan que incinerar su cuerpo, mi trabajo ha terminado aquí—hace una pequeña reverencia hacia mí —muñeca—siento como una ráfaga de frío me envuelve —perdón, pero necesitaba mi camisa aunque ahora huela a perro, pero con solo tener tu aroma me calma —mira a los otros lobos listos para atacar y cuando uno gris se abalanza contra el este se mueve tan rápido que lo vemos al final de los arboles caídos y luego desaparecer.