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Capítulo treinta y siete 

Venda mi brazo con cuidado y recoge las cosas tiradas en el suelo. 

—Porque quiero ver si es verdad lo de las pruebas. 

Agarra la vasija y las toallas, se levanta y camina al baño. Mis ojos no pueden evitar recorrer su figura y siento una enorme presión en el pecho. 

¿Qué es esto? 

Cierra la puerta del baño y su mirada se cruza con la mía, instintivamente observó sus brazos llenos de moretones y junto mis cejas. 

Bien merecida tiene la muerte ese idiota. 

Sofía toca la puerta—Señor, todo está listo, son las tres y media, si quiere le puedo conseguir ropa para que se vista y empiece a bajar. 

Asiento —¿Mi teléfono y dónde está Arturo?

 

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