Capítulo treinta y tres
Capítulo dieciséis
Los primeros rayos del sol se cuelan por la ventana poniéndome los ojos rojos. Abro mis parpados y mi estómago ruge como si tuviera vida propia.
Me levanto y estiro mi cuerpo disfrutado por tal descanso, pero con una ardorosa garganta, veo en la mesa del lado derecho de la cama la bandeja con el desayuno.
Al lado de este un vaso de agua junto con una deliciosa medicina que me hace tomar nana spirit cuando he tomado mucho.
Que se note el sarcasmo.
Una medicina a base de cebolla morada, ajo, remolacha, miel, limón, jengibre y agua, todo eso va licuado hasta dejar un espesor y así estará perfecta para el resfriado y garganta.
Aun que somos lobos y nos curamos rápido esto es como para estar bien y activados en cinco minuto
Capítulo treinta y cuatroLlego al auto y acomodo todo antes de volver a conducir. Observo la hora en el reloj.¡Rayos!La cita con los alemanes es a las nueve.Manejo lo más rápido que puedo y me estaciono en el primer puesto libre, tomo un sorbo de café y apenas muerdo del emparedado, veo a Andrews al pie del ascensor y apago el auto, agarro a Arturo, las donas y cierro la puerta detrás de mí.Llego hacia Andrews y le doy a Arturo—¿ya están aquí? —asiente y toma al niño.—Hace media hora, señor—entro al ascensor y preciono el último botón.Mi sala.Sofía me espera en la entrada del elevador —Señor lo están esperando en la sala. Laseñori
Capítulo treinta y cincoSantiago da dos pasos hacia atrás mientras siente como mi furia va en aumento, como Yoshua raspa en mi interior queriendo salir a matar a alguien.Busco los ojos de Paola entre los tres de mi manada y la encuentro encogida en su silla, con miedo y temor, mirando hacia el tablero de la banca.Vuelvo a mirarla y sus ojos me transmiten tristeza y especialmente: temor.En un acto de desquitar mi rabia me voy directo al tal Gregorio —Tú —lo señalo —¿es verdad lo que él dice, superaste el miedo a las arañas?—Si señor —mira directamente a mis ojos con nerviosismo. Esto lo ganará ella, estoy seguro y por como me llamo Wade Dhall.—Lo siguiente que todos harán es demostrar que superaron su miedo, a cada uno se le asignara
Capítulo treinta y seisMe cercioro de que Matías este bien y camino hacia el niño en frente de nosotros, miro por el rabillo de mi ojo a Andrews listo para cualquier cosa y vuelvo mi mirada a él.—Vaya, vaya, pero mira a quien tenemos aquí —él y los otros tres sonríen—el más furioso y temperamental alpha, ¡uh, que miedo!Doy una sonrisa cínica —¿Lo dice el debilucho demonio que se defiende detrás de tres idiotas? —siento su furia emanar de su cuerpo —Si hubieses sido más hombre no mandarías a tirar un árbol, sino que lo harías tu mismo, pero se me olvidaba, el bebé no puede hacer fuerza.—Sé lo que tratas de hacer, pero no funcionará conmigo—se cruza de brazos—Ahora que lo dices, ataquen.Son
Capítulo treinta y sieteVenda mi brazo con cuidado y recoge las cosas tiradas en el suelo.—Porque quiero ver si es verdad lo de las pruebas.Agarra la vasija y las toallas, se levanta y camina al baño. Mis ojos no pueden evitar recorrer su figura y siento una enorme presión en el pecho.¿Qué es esto?Cierra la puerta del baño y su mirada se cruza con la mía, instintivamente observó sus brazos llenos de moretones y junto mis cejas.Bien merecida tiene la muerte ese idiota.Sofía toca la puerta—Señor, todo está listo, son las tres y media, si quiere le puedo conseguir ropa para que se vista y empiece a bajar.Asiento —¿Mi teléfono y dónde está Arturo? 
Capítulo treinta y ochoPov SaraCatalogados como padre y madre.Tener que lidiar con la gente es aterrador y algo traumante.Nosotros no somos nada.Después de que Wade, Arturito y yo comiesemos pizza empezamos a caminar de regreso y todos se nos quedaban mirando hasta que al fondo presenciamos la avalancha de paparazzi viniendo hacia nosotros.Nuestro primer instinto: correr.Pero ellos son como las hormigas, en todos lados hay y no demoraron ni un minuto en llegar a nosotros, tomar fotos y pregunta tras pregunta nos dejaron aturdidos.¿Qué se siente ser madre joven y tener un millonario a tus pies?¿Es su hijo?¿están casados?Nosotros no confiamos en la credibilidad de su disc
Capítulo treinta y nueveMi cara se pone roja y rápidamente la muevo hacia otra dirección, desde adelante solo escucho su risa y en el momento de abrir la puerta escucho ruidos, Wade abre y la peor escena de mi vida se ha cumplido.Ver a Elizabeth desnuda no es una de las mejores cosas de mi vida.Volteo hacia Wade y le pongo mi mano disponible en los ojos, escucho las risas de los dos y sus tropezones por los escalones.—Listo—murmuro con vergüenza.Sonríe —Que generosa.—Quieres decir que querias ver a mamá y a tu mejor amigo en está situación—suelto mi mano de su agarre y pongo la pañalera en la mesa de centro.Camina hacia mí para entregarme a Arturo —Cargalo con ambas manos así como acunando a un bebé
Capítulo cuarentaVeo las fotos de cientos de mujeres y hombres con un solo apellido por herencia.«Dhall»Esto no significa nada para mí.Cambio de páginas velozmente hasta que llegó a la última donde un señor parecido a Wade. Sus ojos, su cabello, su rostro, todo, está plasmado en papel.Observo la mirada del tipo: seductora, pero dura y fría.Fernando Dhall.Bajo leyendo su biografía y me detengo a leer con suma atención.Es el ex alpha de la manana Black day. Con su luna, Serafina Monterrey de Dhall gobernó por quinientos años.Sus hijos son dos:Emilie Dhall con doscientos treinta y dos años. Su mate es el alpha de la manada Light Moon,
Capítulo cuarenta y uno—Sara, levántate —grita Elizabeth en mi oído y me tapo con la almohada gracias la luz que entra por el ventanal y me llega a la cara.No respetan el sueño de los demás.Unos vagos recuerdos llegan a mi mente y en un salto estoy de pie. Tomó mi cabeza entre mis manos y me asiento por el fuerte mareo—Eso te pasa por brusca, niña terca—miro otra vez donde estoy y hago una mueca.Nunca he sido fanática del rosado.—Elizabeth, ¿cómo llegué aquí? —ella me levanta de la cama y me empuja afuera del cuarto chillón—Te pregunté algo, respondeme, madre.—Deja de llamarme así, y pues tu caminaste sonámbula anoche hasta aquí, ¿no te acuerdas? —niego.